Un
aforismo es una sentencia breve y concisa que capta una idea, una reflexión o
una observación sobre la condición humana con agudeza y economía de palabras.
Su fuerza radica en expresar verdades profundas de manera sugestiva, casi
poética, invitando al lector a la meditación. Aunque parecen proverbios, los
aforismos suelen tener autoría y un estilo personal inconfundible. Tenemos
ejemplos maravillosos: Oráculo manual y arte de prudencia de Baltasar
Gracián (1647). Reúne casi 300 máximas que, con tono moral y práctico,
enseñan a desenvolverse con sabiduría en la vida social y personal; Máximas
de François de La Rochefoucauld (1665). Sus sentencias exploran la
vanidad, el amor y el poder con un escepticismo elegante y despiadado; Humano,
demasiado humano de Friedrich Nietzsche (1878). En forma de breves
aforismos, el filósofo desmonta mitos morales y plantea una nueva visión
crítica del ser humano; Tractatus Logico-Philosophicus de Ludwig
Wittgenstein (1921). Aunque es una obra lógica y metafísica, sus proposiciones
numeradas tienen la fuerza de aforismos que son en sí mismos desafíos al
lenguaje y al pensamiento; La cifra y el rumor de Jorge Luis Borges
(1981). Una colección de breves piezas en las que el autor juega con el
infinito, la identidad y el laberinto de la palabra. El aforismo, más allá de
su brevedad, puede convertirse en un poderoso canal de sabiduría y reflexión
estética.
Mi
compañero me regala el libro, me dice, gran persona, el autor, profesor, será
un mérito, poeta, amigo familiar. Gustos y deseos de la gramática. Así que me
cuelo en los aforismos, los disfruto como género poético, en este caso,
trabajados desde la sintaxis y la inteligencia. Por supuesto, desde la
sabiduría. Los disfruto en sus seis partes: Parecido al viento; desde César
Simón; Poética; La letra celebrada; Luz y Sobre pintura. Agudo,
visionando lo cotidiano, la anécdota y sublimándola en la palabra. Brillante,
incómodo, pero lleno de la hermosa elegancia de la música.
Parecido
al viento. La belleza del lenguaje, el pensamiento que se
abre paso entre los aforismos que son, pequeños discursos de sabiduría.
«Los
buenos propósitos dejan en el espíritu marcas de escaso troquelado. Las borra
la inclemencia del carácter. O un soplido de las obsesiones.»
«Entrar
en la cocina, sentarse en el sofá, abrir un armario, encender una lámpara.
Cuando se está solo en casa la vida se hace insignificante, extrañamente
propia.»
«En la
memoria tienen su encuentro la realidad, la confusión y la razón que imagina.»
«Una
de las limitaciones más insidiosas de la vida humana — y la acción más sorda—
reside en el hecho de que lo necesario no es nunca suficiente.»
«No es
que la filosofía deje las cosas como están, es más bien que las deja pendientes,
en la permanente posibilidad de estar de otra manera. (Wittgenstein)»
«Quien
acaricia da contorno. Quien nombra, dibuja. Quien celebra, descubre.»
Desde
César Simón. Profesor, también, mío. Año 1985, discusión sobre la
poética de los juglares, los modernos, los Sabina o Cohen, él que no, yo que sí.
Su poética desde el púlpito, las figuras, la métrica, la acentuación. Teoría de
la literatura, reflexión. César también fue compartido.
«En
medio de la calle, junto a otros cuerpos, nuestro cuerpo de borra para
nosotros. Sentado en el sillón, cae hacia sí mismo, palpita en su carne
consciente. Los encuentros del cuerpo consigo mismo están regidos por algún
alto y lento testigo: el silencio, la luz, el cielo…»
Poética.
La
reflexión sobre lo literario es fundamental para el filólogo, también para el
escritor. Saber qué y cómo, resuelve quimeras y plantea dudas y problemas con
las que nos debemos enfrentar. Lo estético tiene sus códigos, aunque haya
tendencia a olvidarlo.
«Si es
poético
no es definitivo, sino para siempre.»
La
letra celebrada. Desde el lenguaje poético, el verbo adquiere
dimensiones diferentes, subjetivas, enigmáticas.
«Que
acabe siendo impresa no hace que la sabiduría sea desposeída de su lentitud.
Todas las letras han de ser pronunciadas, y eso lleva tiempo».
Luz. Hay
algo que daña al ojo, como las palabras sobre papel blanco, destellan.
«Cada
segundo se yergue ante la luz y la entorpece. Sé que hay tiempo porque hay sombras».
Sobre
pintura. La fascinación ante el trazo me ha hecho reflexionar
muchas veces en mi vida. Hablo mucho sobre pintura, intento explicar la
vivencia del trazo, el arte como concepto, el diálogo cromático. La poesía
camina, también, hacia el universo de las pinceladas.
«Tendemos
a pensar que la pintura añade mundo al mundo. No es exactamente eso. Lo suyo es
una añadidura con retracción, con resta. Los cuadros vienen al mundo a
corregirlo y a hacerse a un lado».
En Cuadernos
del vigía
Colección:
Aforismos, n.º 15
ISBN:
978-84-95430-79-3
Año:
2018
Páginas:
100
Formato: 14,2 x 21 cm
Encuadernación:
Rústica con solapas
Papel
portada: Tintoretto Ceylon Sésamo de 250 g
Papel
interior: Coral Book de 90 g
Precio
con IVA: 15.00€
Un
aforismo sólo surge cuando la mirada se detiene y reposa en su vuelo. La
realidad no hará otra cosa que darnos la espalda si no estamos atentos. Ahí se
sitúan las coordenadas de Antonio Cabrera, que suave pero intensamente nos
convoca a pensar y a sentir en este su primer libro de aforismos donde
despliega de principio a fin una clamorosa capacidad de reflexión y una
delicada invitación al goce a través del contacto sensible con todas las cosas.
Un libro para quienes quieran detenerse y parar frente al vértigo y la
aceleración, frente a sí mismos. Un libro que crea tiempo.
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