jueves, 10 de octubre de 2024

Segunda casa, Second Place, Rachel Cusk

 

La tranquilidad se ve, en ocasiones, alterada por los acontecimientos más inesperados. Una vida sin sobresaltos puede irse al garete en una tarde. Los chinos, creo, cuando quieren desearte algo malo, dicen que ojalá vivas tiempos interesantes, es decir, tiempos de incertidumbre, de desasosiego, de cambios incontrolables. Esos cambios, los que se nos escapan de las manos, son los que más nos turban porque tenemos una tendencia innata al control, a pensar que nada debería escaparse a nuestro entendimiento. Hay diferentes opciones ante esto, claro, el dejarse llevar o el surfear como un profesional, los avatares que se nos presentan. Yo prefiero el desasosiego a la calma del sillón. Cada uno.

La novela indaga sobre las relaciones interpersonales e intrapersonales. Lo que esperamos frente a lo que obtenemos, lo que damos en contraste a lo que recibimos. Esas contradicciones del ego, esa espera infinita que abre marcos de expectativas eternamente insatisfechos, nos configuran y nos hacen infelices, nos inquietan, tiranizan la vida que podría, efectivamente, transcurrir en calma; pero parece que necesitamos esperar algo de los otros, que necesitemos recibir porque pensamos que damos. Pero no siempre es posible y, esa espera, nos mina y nos va comiendo por dentro.

Hace tiempo que no os hablo de los inicios de las novelas, de los relatos. No os hablo de la inteligencia que se necesita para ser capaz de resumirlo todo, de encauzar la trama con mano firme. Es un placer intelectual, te llena de amor y de alegría por la literatura.

 

Una vez te hablé, Jeffers, de cuando me encontré con el diablo en un tren, saliendo de París, y de cómo desde entonces el mal que normalmente acecha bajo la superficie de las cosas sin que nadie lo moleste se sublevó y arremetió contra todas las partes de la vida. Fue como una infección, Jeffers: se apoderó de todo y lo pudrió. Creo que no me había dado cuenta de cuántas partes tenía la vida hasta que cada una empezó a liberar su capacidad para el mal. Sé que tú siempre has sabido estas cosas, que has escrito sobre ellas a pesar de que otros no quisieran oírlas y encontraran tedioso ese interés por la maldad y el error. Pero tú seguiste igualmente, construyendo un refugio en el que la gente pudiera cobijarse cuando las cosas se torcieran también para ellos. ¡Y siempre se tuercen!

 

La novela transcurre con inteligencia, pegada a lo cotidiano, dándole naturaleza de excepcionalidad, porque lo que se narra vive dentro de lo que pasa.

 

Una de las dificultades para contar lo que pasó, Jeffers, es que la narración es posterior a los hechos. Esto puede sonar imbécil de puro obvio, pero muchas veces pienso que hay tanto que decir sobre lo que uno creía que pasaría como sobre lo que pasó en realidad.

 

A través de la voz de la personaje, vamos conociendo los pensamientos íntimos, deseos ocultos, miedos. Esto le da un carácter vital al personaje que vive y respira como nosotros.

 

Lo que menos entendía de todo era qué es la libertad y cómo alcanzarla. Yo la veía como un simple desabrochar un botón, una liberación, cuando en realidad —como tú bien sabes— es el dividendo generado por la obediencia continua de las leyes de la creación y su dominio. Los dedos del pianista, rigurosamente entrenados, son más libres de lo que lo será jamás el corazón esclavizado del amante de la música. Supongo que esto explica por qué los grandes artistas pueden ser personas tan horribles y decepcionantes. La vida rara vez ofrece oportunidad o el tiempo suficiente para ser libre en más de un sentido.

 

La profundidad psicológica, la capacidad para reflejar cómo son los cambios, cómo se hacen imparables a pesar de uno mismo, ayudan a verme con mayor claridad, comprender que las cosas que nos pasan son, en muchas ocasiones, certezas universales, hechos que han de ocurrir y que ocurren en todos los rincones del mundo porque la existencia es una.

 

Me he preguntado muchas veces, Jeffers, si los verdaderos artistas son personas que han conseguido desechar o marginar su realidad interior desde muy pronto, lo que podría explicar que una parte de ellos sepa tanto de la vida mientras que, al mismo tiempo,  la otra no entiende absolutamente nada. Cuando conocía a Tony y aprendí a invalidar mi concepción de la realidad, tome conciencia de la amplitud y la falta de discriminación con que era capaz de imaginarme cosas y de la frialdad con que podía analizar los productos de mi imaginación. La única experiencia de este fenómeno que había tenido en mi vida anterior era la intensidad con la que en cierto momento me imaginé ejerciendo algún tipo de violencia contra mí misma: supongo que fue entonces cuando mi fe en la vida que llevaba y mi incapacidad para seguir llevándola libraron una especie de duelo a muerte. Creo que vi algo en aquellos momentos, un horror o un odio a mí misma que era como el umbral de un lado oscuro de mi personalidad: lo que vi era un monstruo, Jeffers, un gigante feo y arrollador, y le cerré la puerta lo más deprisa que pude, aunque no lo suficiente para evitar que me arrancara un buen pedazo. Más adelante, cuando vine a vivir a la marisma y repasé mis recuerdos, me di cuenta de la crueldad con la que me veía. Nunca he tenido tantas ganas de crear algo como entonces. Me parecía que únicamente eso —expresar o reflejar algún aspecto de la existencia— repararía la terrible certeza que al parecer había desarrollado. Había perdido la fe ciega en los acontecimientos y en la inmersión en mí misma que hasta ese momento, comprendí, me habían hecho soportable la existencia.

 

La encontramos en Libros del Asteroide.

 

ISBN: 978-84-17977-76-4

N.º de colección: 262 / octubre, 2021 (2.ª ed.)

Número de páginas: 184

Idioma: Castellano

Idioma original: Inglés

Formato: 12,5 x 20 cm

Precio: 17.95 €

Una mujer invita a un prestigioso pintor a pasar una temporada con ella y su familia en una casa de invitados que acaban de construir junto a la remota marisma en la que viven; profundamente conmovida por su pintura, alberga la esperanza de que la particular mirada del artista ilumine desde una nueva perspectiva su propia existencia. La visita alterará la quietud de su vida y le revelará aspectos tan singulares de la existencia humana como la distancia que separa la realidad de las ficciones que nos construimos, las sutiles dinámicas de poder que dominan nuestras relaciones, en especial entre hombres y mujeres, o lo difícil que resulta ser auténticamente libre.

 

Segunda casa añade una pieza clave a la admiradísima obra novelística de Rachel Cusk, una autora capaz de seguir sorprendiendo a sus numerosos lectores con la inconfundible originalidad, profundidad y penetración psicológica de su literatura. Una novela de una asombrosa perfección formal que, a través de la meticulosa indagación en nuestros deseos y contradicciones, nos demuestra que el arte puede ser tan salvífico como destructivo.

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