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07 marzo 2021

La mujer singular y la ciudad, The Odd Woman and the City, Vivian Gornick

 

Mañana es 8 de marzo. No me gustan los días en que se celebran cosas, no me gustan nada, imagino que obedece a un deseo irrefrenable por parte del organismo bien pensante de crear necesidades y tributar a colectivos que se lo merecen, que necesitan ser reconocidos. Esta celebración se asocia a los movimientos feministas que se la han apropiado como punta de lanza de un lucha identitaria que abarca, al menos, los últimos sesenta años, aunque podríamos irnos hasta la ilustración o los movimientos sufragistas. A mí me interesa mucho el pensamiento feminista, he leído a pensadoras notables como Butler, Falquet, Freedman,  Glick, Guillaumin, Karkasis, Lagarde, Lamas, Lavigne o Witting,  por eso respeto las aportaciones teóricas e ideológicas y me alejo de sectarismos hostiles e inútiles que utilizan la dialéctica para prescindir de ella: lo notable parte de la discusión, del enfrentamiento crítico, de la necesidad de confrontar y estar dispuesto a ceder. Hoy en día los grandes movimientos ideológicos, el me too, el black matter, la celebración del 8 de marzo, son movidos por hooliganismos que me preocupan porque alejan la posibilidad de cualquier mirada crítica, de cualquier pensamiento propio, sigo diciendo que el espíritu del puritanismo norteamericano lo invade todo como un virus. Hoy me permito hablaros de esto, aunque las últimas tendencias impiden a quien no sea de un colectivo discriminado hablar del mismo, permítanme la licencia de escribidor. Y eso no es digno de ser celebrado.

15 noviembre 2020

Apegos feroces, Fierce Attachments: A Memoir, Vivian Gornick

 

La dependencia emocional es un mal antiguo, viene de la imposibilidad de aceptar la libertad o de la necesidad de ejercer el poder, es, en general, miserable porque no acepta al individuo como ser único y autónomo o ejercita los juegos de poder sin miramientos, detentando el dominio sobre el otro anulándolo, convirtiéndolo en un pelele de un deseo casi sexual, por el placer que debe producir. Madres que no dejan a sus hijos en paz, que los dominan hasta regir su vida emocional o su ejercicio de la paternidad, haciendo y deshaciendo, dominando y anulando; hijos que demandan ser adolescentes perpetuos, que se niegan a asumir el dolor de la edad adulta, recurriendo una y otra vez a los padres en busca de cobijo; padres que ejercen un poder emocional, muy freudiano, y que merman el futuro psíquico de sus vástagos. Necedades familiares muchas veces ocultadas tras el buenismo bien de procurar la felicidad al otro, recurrir a su incapacidad o perpetuar su infantilismo. Es difícil aceptar el dolor en el otro, en quien queremos, aceptar su individualidad, procurarla, alentarla, trabajar duro para interiorizar que puede fracasar, para que acepte la frustración, para que no sea un miserable emocional o una imbécil tiránica, es difícil, lo sé. Relaciones de amor y odio, tóxicas y duras. En una palabra. Apegos feroces.