martes, 2 de junio de 2020

La biblia de neón, The neon bible, Kennedy Toole

No he escrito un diario de la pandemia, ni del confinamiento, ni me he entretenido recreándome en nuestra suerte como especie, ni siquiera he tenido la tentación de ponerme a escribir mi gran novela. Nada, absolutamente nada, como un monje budista he dejado pasar el tiempo para que todo se solucionase, para que todo volviese a una normalidad extrañada de sí misma y temerosa del presente, del futuro y olvidadiza del pasado. Indolencia. Abatimiento en algún momento, hundimiento. Las cosas no se solucionan por sí solas, aunque a veces nosotros no podemos intervenir mucho en la resolución de los problemas, somos pacientes a la espera de la promesa de una cura, pero la cura no llega, la promesa es el acicate social para mantenernos activos, sin embargo, sin embargo somos víctimas de la voracidad suicida del hombre y de la voluntad esclava que nos domina. Quiero chillar, lo necesito, pero seguramente me quede en un hipido infantil.

Estoy sorprendido. Kennedy Toole llegó a mí, como a casi todos, con La Conjura de los necios, libro que tengo en cola para leer, Ignatius me llenó de espanto y de solidaridad, era un grito de un Nerd, de un pasmado social con el que fácilmente gente como yo podía identificarse. Sabía de la existencia de una primera novela y algo leí entonces sobre su periplo editorial. Lo cierto es que hasta no hace mucho no había vuelto a pensar en él. Pero apareció, lo vi en Instagram, qué cosas, e indagué sobre La biblia de neón. El título me pareció atractivo, casi provocador, imaginé una gran biblia iluminada por las noches en una carretera de Estados Unidos, imagen evocadora, muy fílmica. Contrario a mi costumbre leí el prólogo y me encontré con que la novela es adolescente, literalmente, Kennedy solo tenía dieciséis años cuando la escribió. En un principio mantuve todas las alertas activadas, todas las precauciones y prejuicios, pero Anagrama siempre me ha parecido una editorial muy seria y decidí daarle una oportunidad a su editor. No me he equivocado.

El libro es fresco, perspicaz, el hecho de saber que el autor es el autor adolescente me impresiona, reitero, porque esa inteligencia en la construcción sencilla de la trama, la comodidad que consigue con el lector, es tan difícil de obtener que ha de ser el resultado de un gran talento. La aparición en las primeras páginas del tren me evoca a Wolfe, al simbolismo inherente de la fuerza del camino que se recorre en una distorsión del paisaje gracias al punto de vista. En el primer capítulo Toole entronca el viaje con el juego infantil y este con tía Mae, ciertamente un hallazgo.

De modo que aquí estoy, sentado en este tren. Fuera sigue estando oscuro sin más luz que la de los anuncios de neón que aparecen a veces. El traqueteo sobre los raíles es cada vez más rápido, y puedo ver que ahora los árboles cruzan velozmente la luna. Los años que me quedaban antes de ir a la escuela pasaron con tanta rapidez como ahora pasan esos árboles ante la luna.

Hay elementos narrativos sorprendentes porque asumen la tradición norteamericana en la construcción de periodos cortos e intensos con escasa subordinación. Otros elementos adquieren una actualidad sorprendente como el puritanismo, ahora sería el neopuritanismo con la eliminación del pensamiento, de la censura de lo carnal, de lo religioso o de lo humano, populismos que predican desde el púlpito de los medios, que adquieren el tono de retor de iglesia y que proyectan la imagen omnipresente a todos los rincones del planeta. Soberbia militante sustentada en la ignorancia. CAstigo de infieles.

No sé cómo se ganaba la vida, pero su nombre salía continuamente en el periódico, porque intentaba eliminar la bebida del condado, impedir que la gente de color votara, procurar que retiraran Loo que el viento se llevó de la biblioteca, porque lo leía mucha gente y él sabía que era "licencioso". Alguien escribió una carta al periódico preguntando si el seños Watkins había leído el libro, y él respondió diciendo que no, que nunca se rebajaría hasta ese extremo, pero "sencillamente sbía" que era sucio porqueiban a hacer una película basada en él y, en consecuencia, tenía que ser sucio, y el hombre que había puesto en tela de juicio sus actividades era un "agente del diablo".

Hay momentos en que me sorprende una madurez inaudita, una capacidad narrativa notable. La muerte del padre motiva el recuerdo y lo hace mediante una escritura inteligente que engloba los sentimientos y las evocaciones que crean la metáfora de la desaparición sin rastro de la memoria baldía e improductiva.

También crecían allí algunos pinos pequeños, y yo sabía que cuando fuesen altos, al cabo de unos años, aquel sitio sería igual a cualquier otro de la colina y nadie diría que alguien había invertido en él la paga de una semana y muchas horas de trabajo. Cuando pasaran unos años, nadie podría creer que por aquella extensión de arcilla alguien casi abandonó su casa, golpeó a su mujer en la mandíbula y asustó a su hijo. Pero, aprte de mí, esa era la única cosa que papá hizo mientras vivió y que uno pudiera ver ahora. Pensé en aquella carta en la que decía que iba a llevarme a ver la playa y las olas cuando volviera a casa, y la pequeña parcela desbrozada por papá se hizo completamente borrosa y supe que estaba llorando.

La inteligencia consigue la intuición, queno deja de ser un arma en sus manos que utiliza todos los sentidos para la perspicacia. Por eso estos autores son capaces de hacer retratos precisos de la realidad del ser humano, de su egoísmo, de sus miedos o de sus miserias.

También empezaron a llegar algunos de los muertos. Los dejaban en la estación, igual que el correo. Más o menos una vez al mes llegaba un cadáver al valle, pero sólo sus familiares iban a recogerlo. Nadie pensaba mucho en los muertos. Los vivos estaban por todas partes, con sus nuevos bebes y sus familias. Supongo que nadie quería pensar en los que llegaban a la estación en aquellas largas cajas de madera. La verdad es que nadie lo hacía, excepto tal vez el director del periódico, quin siempre que llegaba un muerto publicaba algo sobre él.

La novela trascurre, al final, por caminos que no nos esperamos, la asfixia endogámica, la linealidad del tiempo que pasa sin sentido, el predicador que revolotea sobre los feligreses para controlar sus vidas como un buitre notable, consiguen el clímax necesario para resolver la novela.

Pensaba en cómo ciertas personas podían hacer lo que quisieran con otras sin que el sheriff las metiera en la cárcel, e imaginé a mamá subiendo al coche del predicador y abandonándonos. Aquellas imágenes, su partida y el predicador diciendo a todo el mundo cómo había ayudado al pueblo y a la pobre mujer, llenaban mi mente y no podía pensar en nada mas. ¿Qué otra cosa podía hacer un cristiano? , les diría. Todo buen cristiano actuaría así sin vacilar.

En Anagrama

ISBN 978-84-339-3167-2

EAN 9788433931672

PVP CON IVA 9.00 €

NÚM. DE PÁGINAS 186

COLECCIÓN Panorama de narrativas

CÓDIGO PN 167

TRADUCCIÓN Jordi Fibla Feito

PUBLICACIÓN 01/10/1989

Tras la publicación y rápido ascenso a la fama más estrepitosa de La conjura de los necios, los críticos y lectores que habían aclamado esa novela —un auténtico «libro de culto» de la literatura contemporánea— comenzaron a oír rumores de que su autor, el suicidado John Kennedy Toole, había dejado otra obra inédita.

La noticia fue confirmada por la madre y albacea del autor, pero en una farsa esperpéntica, digna de La conjura de los necios, el manuscrito de La Biblia de neón fue objeto de numerosos litigios, hasta que por fin un juez decretó que o bien los herederos encontraban la manera de repartirse la novela —algo imposible—, o bien se autorizaba su publicación y el reparto se hacía sobre el dinero producido por el libro. En suma, una historia que John Kennedy Toole hubiera encontrado digna de su despiadado sarcasmo.

David, el protagonista de La Biblia de neón, es un adolescente que vive en una población miserable del profundo Sur. Una Biblia de neón ilumina el cielo por las noches, y durante el día el fanatismo religioso y la malevolencia hacen estragos en la vida de los ciudadanos. El padre de David pierde su trabajo, no puede seguir pagando su contribución a la Iglesia, y esto marca el inicio de una decadencia que les convertirá en parias dentro de la pequeña comunidad. No hay muchas alegrías en la vida de David, excepto las que llegan de la mano de tía Mae, una hermana de su madre que tras una fantasmal carrera como cantante, y ya con sesenta años, escandaliza a los bienpensantes con su pelo teñido de rubio, sus vestidos de colores chillones y sus decrépitos novios. Tras una decepción amorosa y un sangriento y escalofriante episodio, el joven David se apresta a una nueva vida en otros horizontes.

John Kennedy Toole escribió La Biblia de neón a los dieciséis años, tras terminar la escuela secundaria. Son visibles en el libro las influencias de Flannery O'Connor y del «gótico sureño», que el autor admiraba. Pero La Biblia de neón es una espléndida primera novela que revela a un escritor que a tan temprana edad posee ya una voz propia y una sorprendente maestría. A pesar de no ser una novela cómica, el lector podrá advertir en ella los trazos del negrísimo humor que el autor desarrollaría en todo su esplendor en La conjura de los necios.
















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