¡Ya no se escriben libros como este! Esta expresión es mucho más habitual de lo que nos creemos. Tenemos cierta tendencia a engrandecer lo que nos parece lejano, o lo que no podemos abarcar, así decimos cocina como lo hacía mi abuela, o esa película parece de los años cuarenta. Con ello nunca he sabido si el crítico quiere decir que le gusta o que no le gusta, que se escuda detrás de una expresión tan ambigua solo por no meterse en el berenjenal de una crítica imposible, o es una expresión de una añoranza reprimida. Tal vez a mí me pasa algo parecido con este libro: es posible que añore volver a leer grandes novelas.
La literatura de folletín, no en su sentido trasladado y casi ofensivo, sino la gran literatura que se publicaba por entregas, podríamos llamarla así también, permitía al autor ir publicando capítulos paulatinamente, en publicaciones periódicas y vivir de lo que hacía. El ejemplo que siempre me gusta poner es el de La Regenta de Clarín. Bien, hoy ya no se hace literatura así, pero eso no significa que la técnica no siga usándose. Los best seller son máquinas de generar páginas que el lector puede consumir con cierta facilidad, la acción es trepidante, la sorpresa necesaria. Sin embargo aquella literatura, por esta, se recreaba en el hecho literario, en la escritura demorada, en el bucle argumental, en la repetición, para que el lector pudiera seguir la trama de mes a mes. Bien, esta novela, repito, participa de estas características. ¿Quién hoy en día se atreve con casi 2500 páginas en una trilogía, de escritura demorada, de escritura por escritura, de literatura por la literatura? En España nadie, no recuerdo un caso tan notable como del magnífico Ramiro Pinilla.
La primera parte, que es de la que hablo, narra el nacimiento de un pueblo, su misticismo, su leyenda, los avatares de la civilización y del industrialismo de finales del siglo XIX, tal vez por ello la trama narrativa exige un tipo de escritura tan concreto, sin embargo Ramiro Pinilla va más allá, trasgrede los propios límites técnicos que le brinda esa escritura e introduce fragmentos de un realismo mágico que hace que el lector no olvide que se encuentra ante un clásico contemporáneo. Como decía, el libro nos cuenta la historia de dos familias de Getxo, los Altube y los Baskardo, dos visiones del mundo, el progreso y la tierra, el apego por lo de uno, y la necesidad de abrirse a un mundo que tenemos delante.
La novela trascurre a través de monólogos interiores de diferentes personajes. Estos nos cuentan su visión de diferentes acontecimientos que pasarán en el pueblo y que determinarán su futuro y su presente. Desde la alucinada y enfermiza Cristina Onaindía, seguidora radical del PNV, y contemporánea de Sabino Arana, xenófoba, radical, absurda, apegada a tradiciones y leyendas tan falsas como su propia existencia ajena a la realidad que la rodea y, que a pesar de lo que se ha dicho, para mí representa el sentimiento de lo que hoy es Batasuna. Su marido Baskardo con K y luego con C, vasco de pro, pero abierto al nuevo mundo del industrialismo, representante perfecto de la burguesía industrial vasca, donde veo al peneuvista actual. Isidora, hija de la inmigración, Palencia, y de minero, forastera en tierra hostil, socialista, luchadora por los derechos de los trabajadores e instigadora de la fundación del PSOE y del sindicalismo al final del XIX. ELLA, personaje opaco, inmigrante, la llaman mora, obsesionada por una venganza que propicie su propio beneficio y acapare el poder real del pueblo. Sin escrúpulos, fría, usa el sexo como arma, y el poder para la ostentación, significa lo que será la derecha no nacionalista en el el País Vasco. Los Baskardo de Sumarcea, primitivos, visten con pieles de oso y usan hachas de sílex, son el pueblo vasco, presentes en todos los cambios importantes y ajenos a su propio destino. Manuel, profesor nacionalista y meapilas que intentará redimir del peso de la vida a Teresa, la hija puta de la revolución. O Roque, vasco de pro que renuncia a la tierra sin saberlo, Santiago Altube, que renuncia a la tierra sabiéndolo, Asier, testigo izquierdista de la evolución de las familias. O el propio partido socialista que no acepta a Teresa, la hija puta de Isidora, discriminada por un partido de progreso. La presencia constante de la iglesia en el nacionalismo vasco, o el abismo entre el Bilbao industrial y el Getxo rural.
En fin, mi análisis de los personaje debe evolucionar con la lectura de los otros dos libros, cosa que quiero hacer a lo largo del próximo año, pero ya os digo que no os fiéis de lo que os digo, es tan personal, tan mío, que igual no coincide ni con la visión de la crítica, ni con la visión del propio autor, tal vez ELLA encarne todo lo extremo, tal vez Cristina no sea más que un arquetipo cínico, o Isidora no sea la luchadora que creo ver. Lo que sí veo es una novela magnífica, compleja, lenta, trabajada, extraordinaria, recomendable, una novela como las de antes, ¡Ja!
Publicada con mucho acierto por Tusquets, premiada con los Premios Euskadi de novela, Premio nacional de la crítica y de novela, es una lectura fundamental para cualquier lector con ganas de gozar del placer único de leer porque sí. En fin, estoy entusiasmado. Aquí os dejo la sinopsis:
Ambicioso fresco sobre la historia reciente del País Vasco, saga y la vez retrato de un microcosmos realista y mágico que es el pueblo de Getxo, Verdes valles, colinas rojas es la gran novela sobre la colisión entre un mundo que cambia y un pueblo que se resiste a todo cambio. La historia arranca a finales del siglo XIX con el enfrentamiento entre Cristina Onaindia, aristócrata casada con el rico industrial Camilo Baskardo, y Ella, una ambiciosa y astuta criada sin nombre que pone en peligro todos los valores tradicionales cuando anuncia que espera un hijo ilegítimo. Esa rivalidad prolongada durante décadas y que marca la historia de Getxo es comentada por dos figuras protagonistas: don Manuel, anciano maestro, y Asier Altube, su discípulo predilecto, que rememoran los meandros y ramificaciones de otras muchas historias derivadas de éstas, como la de Roque Altube, primogénito de un caserío enamorado de una agitadora socialista, o la de los niños Baskardo, que vivirán en su propia piel la locura aranista de la madre.
Ramiro Pinilla domina como pocos la acción y los diálogos, y logra integrar, desde una perspectiva a la vez épica y lírica, la historia y los mitos de una región.