Hay autores que trascienden su obra, que convierten su vida en literatura, modificándola, reinventándola, viviendo otras vidas que se van plasmando en sus escritos. Bukowski es uno de ellos, es un autor que hace de la vida literatura, y vive la literatura dentro de los marcos vitales. Esto se trasmite, llega al lector como una onda expansiva que le hiere las entrañas y pone en tela de juicio los a prioris que pueda tener. A mí esta literatura que remueve las entrañas, que hiere el alma con cada palabra, es la verdadera literatura, es la literatura con mayúsculas, es la reescritura de la realidad y la trasformación absoluta de lo propio en obra de arte.
Se ha adscrito a Bukowski en la corriente del realismo sucio, ya que describe con minuciosidad y sordidez los aspectos más íntimos del ser: la soledad, el sexo, el defecar, la violencia, los vicios, las perversiones, y todo ello hecho desde una perspectiva de náufrago, de vagabundo de sí mismo, de pereza, de abulia, de indiferencia hacia el otro, con un rabioso individualismo que penetra y hiere, con una lucidez que espanta porque nos presenta la otra vida, el lado oscuro, la vida que todos llevamos dentro pero que no dejamos salir, la vida en estado puro, auténtica, sucia y brillante.
Bukowski es un maestro del relato, y en esta obra se publican veintisiete relatos que reflexionan y analizan los diferentes aspectos del ser. Muchos de ellos son protagonizados por Chinaski, el alter ego de Bukowski que va deambulando por esa difícil travesía vital que va caracterizando y asentando la personalidad del escritor. Todos los temas caben, igual que todas las circunstancias, el meado, la mierda, el esperma, la mamada, el sexo sin amor, el asesinato, la violencia gratuita, el juego, la pereza, la avaricia, la soberbia, todos los pecados son literarios, todos son dignos de aparecer en sus escritos, no guarda nada, no esconde nada, es una literatura descarnada y auténtica, sin concesión al lector, llena de vitalidad, ¡vaya paradoja! Y un vitalismo inusual para un alcohólico y desertor de sí mismo. Huye de lo esperable, de lo políticamente correcto, y se va adentrando en la construcción de un yo literario de una dimensión pocas veces visto en la historia de la literatura.
El primer relato, Se busca una mujer, nos habla de la soledad, de la búsqeuda del amor en la sordidez de un mundo hostil; la mujer aparece vejada por el egoísmo sin finalidad del hombre, casi cosificada en el universo del hombre, casi desvalida, y es ese casi el que le da ese carácter auténtico, único. El segundo relato es Bop Bop Bop contra la cortina, es un análisis de la memoria, de la infancia sin padres en la Depresión, son los primeros striptease, las primeras peleas, la supervivencia en las calles, es la base de la individualidad, y el comienzo de la literatura. El tercer relato, Tú y tu cerveza y lo grandes que eres tú, explora el mundo de la soledad de un boxeador que necesita el éxito, que reclama la compañía de alguien que le pueda recordar que ya es alguien él mismo; la fama no es más que un escalón que aleja al hombre del otro, pero que lo acerca a la soledad, como veremos en más relatos. El cuarto es No hay camino al paraíso, porque no lo hay, porque no existe, porque la vida es difícil, porque nosotros no somos más que personajes que interactuamos dentro de una jaula, como los muñecos humanoides del relato, y vivimos la vida que otro nos permite. El quinto, Política, nos describe momentos del personaje en el college, cuando se declara nazi por provocar, sin saber lo que es un nazi o un republicano, la ideología como enmascaramiento, como un recurso que no interesa; después llega la guerra, su deserción, su miedo, su huída. El sexto, Amor por 17.5$, es un relato sobre la cosificación del amor, sobre el desgarro de las relaciones humanas: un hombre se enamora de un maniquí que compra, con el que hace el amor, al que viste, al que cuida, con el que desarrolla toda la intensidad de sus sentimientos hasta la destrucción de este, del maniquí, que es destrozado por su amante real, de carne; en este relato se exploran los límites de lo real, la soledad y la dificultad de ser en los demás. El séptimo, Un par de winos, explora el camino como ruta iniciática, un chaval es conducido a una empresa que recicla listones de madera de las vías, allí junto a otro hombre trabaja duro, vive duro, cuando finalizan se corren una juerga y se va de putas, y reflexiona sobre lo que gana esta follando, lo mismo que él de todo un día de duro trabajo. El octavo relato, Maja Thurup, nos habla de la visión distorsionada del occidental, su necesidad de salvar al salvaje, cambiarle sus costumbres, redimirlo de pecados que no es consciente haber cometido; todo medido desde una perspectiva egocéntrica, sin calibrar que las costumbres están arraigadas en las acciones, y el final puede ser inesperado para el salvador, y cotidiano para el caníbal. Los asesinos es el noveno relato, la futilidad, la desesperación, la trivialización de la condición humana, la desesperación como motor de la búsqueda de la mismidad, el ánimo de sobrevivir, la violencia gratuita, la violación y, finalmente, el asesinato absurdo, gratuito, salvaje, sin ninguna finalidad, sin ningún principio cosifican al hombre sin atributos, desesperado, carente de perspectiva, por eso la moralidad no funciona con sus parámetros normales y se necesitan nuevas perspectivas de análisis, no funciona nuestra perspectiva pequeño burguesa, no es propia para analizar la desesperación y el vacío; la conclusión absurda, la nada, son una alegoría sobre nuestra condición. Con el relato, Un hombre, llegamos a la decena, aquí encontramos a Bukowski en estado puro, sexo salvaje, sin amor, sin concesiones, sordidez, tristeza, en Bukowski siempre me conmueve su infinita tristeza. Ya estamos en el once, Clase, en que el personaje se enfrenta en un combate de boxeo desnudo a Hemingway, al que noquea, al que supera, al que roba la chica; efectivamente, la literatura de Chinaski es más violenta, más impactante, más sangrienta y vital que la de su contrincante; soberbio. En el famoso relato, Deje de mirarme las tetas, señor, Bukowski se adentra en el relato del oeste, con sus pistoleros, con sus putas, con sus caballos, sus carros, su aventura, sus duelos, en este relato observamos elementos de la literatura de nuestro autor: muerte, sexo, iconografía fálica. El relato número trece, Algo acerca de una bandera del vit-cong, retoma con fuerza el tema de la violación, del homo viator, pero lo adereza con elementos novedosos como el desprecio al mundo hippie, o la trivialización de símbolos por parte de ciertos personajes.
Bukowski es un maestro del relato, y en esta obra se publican veintisiete relatos que reflexionan y analizan los diferentes aspectos del ser. Muchos de ellos son protagonizados por Chinaski, el alter ego de Bukowski que va deambulando por esa difícil travesía vital que va caracterizando y asentando la personalidad del escritor. Todos los temas caben, igual que todas las circunstancias, el meado, la mierda, el esperma, la mamada, el sexo sin amor, el asesinato, la violencia gratuita, el juego, la pereza, la avaricia, la soberbia, todos los pecados son literarios, todos son dignos de aparecer en sus escritos, no guarda nada, no esconde nada, es una literatura descarnada y auténtica, sin concesión al lector, llena de vitalidad, ¡vaya paradoja! Y un vitalismo inusual para un alcohólico y desertor de sí mismo. Huye de lo esperable, de lo políticamente correcto, y se va adentrando en la construcción de un yo literario de una dimensión pocas veces visto en la historia de la literatura.
El primer relato, Se busca una mujer, nos habla de la soledad, de la búsqeuda del amor en la sordidez de un mundo hostil; la mujer aparece vejada por el egoísmo sin finalidad del hombre, casi cosificada en el universo del hombre, casi desvalida, y es ese casi el que le da ese carácter auténtico, único. El segundo relato es Bop Bop Bop contra la cortina, es un análisis de la memoria, de la infancia sin padres en la Depresión, son los primeros striptease, las primeras peleas, la supervivencia en las calles, es la base de la individualidad, y el comienzo de la literatura. El tercer relato, Tú y tu cerveza y lo grandes que eres tú, explora el mundo de la soledad de un boxeador que necesita el éxito, que reclama la compañía de alguien que le pueda recordar que ya es alguien él mismo; la fama no es más que un escalón que aleja al hombre del otro, pero que lo acerca a la soledad, como veremos en más relatos. El cuarto es No hay camino al paraíso, porque no lo hay, porque no existe, porque la vida es difícil, porque nosotros no somos más que personajes que interactuamos dentro de una jaula, como los muñecos humanoides del relato, y vivimos la vida que otro nos permite. El quinto, Política, nos describe momentos del personaje en el college, cuando se declara nazi por provocar, sin saber lo que es un nazi o un republicano, la ideología como enmascaramiento, como un recurso que no interesa; después llega la guerra, su deserción, su miedo, su huída. El sexto, Amor por 17.5$, es un relato sobre la cosificación del amor, sobre el desgarro de las relaciones humanas: un hombre se enamora de un maniquí que compra, con el que hace el amor, al que viste, al que cuida, con el que desarrolla toda la intensidad de sus sentimientos hasta la destrucción de este, del maniquí, que es destrozado por su amante real, de carne; en este relato se exploran los límites de lo real, la soledad y la dificultad de ser en los demás. El séptimo, Un par de winos, explora el camino como ruta iniciática, un chaval es conducido a una empresa que recicla listones de madera de las vías, allí junto a otro hombre trabaja duro, vive duro, cuando finalizan se corren una juerga y se va de putas, y reflexiona sobre lo que gana esta follando, lo mismo que él de todo un día de duro trabajo. El octavo relato, Maja Thurup, nos habla de la visión distorsionada del occidental, su necesidad de salvar al salvaje, cambiarle sus costumbres, redimirlo de pecados que no es consciente haber cometido; todo medido desde una perspectiva egocéntrica, sin calibrar que las costumbres están arraigadas en las acciones, y el final puede ser inesperado para el salvador, y cotidiano para el caníbal. Los asesinos es el noveno relato, la futilidad, la desesperación, la trivialización de la condición humana, la desesperación como motor de la búsqueda de la mismidad, el ánimo de sobrevivir, la violencia gratuita, la violación y, finalmente, el asesinato absurdo, gratuito, salvaje, sin ninguna finalidad, sin ningún principio cosifican al hombre sin atributos, desesperado, carente de perspectiva, por eso la moralidad no funciona con sus parámetros normales y se necesitan nuevas perspectivas de análisis, no funciona nuestra perspectiva pequeño burguesa, no es propia para analizar la desesperación y el vacío; la conclusión absurda, la nada, son una alegoría sobre nuestra condición. Con el relato, Un hombre, llegamos a la decena, aquí encontramos a Bukowski en estado puro, sexo salvaje, sin amor, sin concesiones, sordidez, tristeza, en Bukowski siempre me conmueve su infinita tristeza. Ya estamos en el once, Clase, en que el personaje se enfrenta en un combate de boxeo desnudo a Hemingway, al que noquea, al que supera, al que roba la chica; efectivamente, la literatura de Chinaski es más violenta, más impactante, más sangrienta y vital que la de su contrincante; soberbio. En el famoso relato, Deje de mirarme las tetas, señor, Bukowski se adentra en el relato del oeste, con sus pistoleros, con sus putas, con sus caballos, sus carros, su aventura, sus duelos, en este relato observamos elementos de la literatura de nuestro autor: muerte, sexo, iconografía fálica. El relato número trece, Algo acerca de una bandera del vit-cong, retoma con fuerza el tema de la violación, del homo viator, pero lo adereza con elementos novedosos como el desprecio al mundo hippie, o la trivialización de símbolos por parte de ciertos personajes.
El relato número catorce, No puedes escribir una historia de amor, se adentra en el análisis de la escritura dentro de lo escrito dentro de su particular mundo sin perspectivas. El relato número quince, ¿Te acuerdas de Pearl Harbour?, nos introduce en el mundo carcelario con reminiscencias del teimpo que él mismo pasó en prisión por desertor; es un relato veraz, sórdido, y que nos devuelve a la inmensa tristeza que observamos en toda la obra de nuestro autor. Pittsburgh Phil y compañía, el relato número dieciséis, nos habla de uno de los temas favoritos de Bukowski, las carreras de caballos, las apuestas, cómo la fortuna es veleidosa y cambiante, cómo el hombre puede ascender y volver a caer por gracia del azar; la fama, el éxito, son solo circunstancias vitales que desaparecen al ritmo que vienen. El relato diecisiete, Doctor nazi, nos adentra en uno de los universos que van a ser importantes a partir de ahora en su literatura: los hospitales, la enfermedad que le va comiendo el aloma y el cuerpo, las operaciones, la hipocondría, y sobre todo, la enfermedad como problema del alma; también nos habla de la política como actividad alejada del hombre corriente, del ciudadano que apenas sobrevive en la inmensidad de la ciénaga. El relato número dieciocho, Cristo en patines, es un relato pextraño sobre las apuestas del deporte profesional, sobre el deporte como espectáculo de masas, como engaño masivo, es un fresco de la sociedad norteamericana contemporánea. El relato diecinueve, Un mozo de cuerda con la nariz roja, es una reflexión sobre el éxito literario, sobre ese cambio que ya he comentado del hombre cuando le alcanza la fama; Bukowski nos habla de las revistas literarias, de la publicación en pequeños espacios de literatura, de la importancia en el panorama norteamericano de los cincuenta y sesenta de ese tipo de publicación. El relato número veinte, El diablo estaba caliente, es un relato que desborda imaginación, en el que Lucifer aparece cautivo del hombre, pero deseoso de vivir entre nostoros; será Chinaski el que lo liberará, el que lo atraerá hacia sí como algo imposible de evitar; toca, de pasada, la idea de la vida como un circo donde vivimos enjaulados y exhibiéndonos ante los demás.
Cojones, significativo título, parte del universo fálico de Bukowski, este relato, el número veintiuno, no deja de ser un breve autorretrato, uno más, de este vago, decadente, alcohólico y follador solitario. En un nuevo relato, Hombre mazo, retoma el ideario del asesinato, del asesino profesional sin escrúpulos, indiferente a la víctima, que ejecuta su trabajo con una precisión absoluta. El relato veintitrés, Esto es lo que mató a Dylan Thomas, es uno de los mejores relatos que tiene a Chinaski como protagonista, un relato poderoso, lleno de vitalidad y literatura de muchos kilates: introspección, la vida como un torrente, la fuerza de los recuerdos que, como en otros relatos, golpea el presente del autor sin compasión; cierta fama, dolor ante el vértigo que produce el éxito, el ser público, el ser exhibido como un mono en el gran circo de los medios de comunicación, los problemas de ser, la indiferencia, el miedo, la soledad, la trivialidad de cualquier acto, todo magistralmente contado en unas pocas páginas. No hacen falta muchas páginas, el relato breve construye un universo de manera sintética, perfecta, idónea. El relato veinticuatro, Sin cuello y malo como el demonio, no deja de ser una parte más del puzzle de Chinaski, nuevas mujeres, Vicki, por ejemplo, en el que la reflexión sobre la escritura, sobre el mundo de la literatura, Hemingway, sobre el arte como reflejo de la propia vivencia, como fresco adaptativo de lo real, confrontado a la realidad de ser escritor, de trasformar, de visionar, de reescribir lo que no pasó, lo que pudo pasar.
A partir del relato veinticinco hay un cierto cambio estructural, los relatos se dividen en capítulos, los disecciona en brevísimos aprartados para hacer la digestión más sencilla. El primero de estos relatos algo más extensos es De cómo aman los muertos, que nos muestra a un Bukowski espléndido, dueño de una maestría narrativa y un uso del lenguaje literrario soberbio; los hombres y las mujeres en pie de igualdad ante la sordidez, con los mismos deseos, las mismas pérdidas y los mismos vicios; es cierto que Bukowski es un autor masculino, que escribe para el hombre, al que el lenguaje políticamente correcto le importa un bledo, es un autor que habla desde el yo masculino, desde el egoísmo y la tiranía del yo, de los deseos, de la acción individual, pero los retratos de las mujeres que aparecen no nos presentan a mujeres más cosificadas que los hombres que aprecen en ellos, están en pie de igualdad ante la sordidez; el relato vuelve a adentrarse en el alcohol como fin en sí mismo, en el paro, en las habitaciones de hotel decadentes, e introduce el tema del suicidio como salida, como alternativa vital, como adelanto del fin de toda vida, pero la mendicidad, la extorsión, la tristeza, la inmovilidad, la cobardía, el miedo, son mucho más poderosos que cualquier otra alternativa. El siguiente, el número veintiséis, Todos los ojos del culo de este mundo y el mío, sigue adentrándose en esa cosificación de la que os he hablado; el autor diferencia de manera absoluta sexo y amor, este último probablemente no puede existir; el mundo de las carreraras de caballos, el hombre sin amigos, sin la posibiolidad de tener amigos, sería más apropiado, dejando que pase el tiempo, un tiempo que muerde y hiere, que enferma al cuerpo, que lo pudre por dentro y por fuera, que lo ensucia, que lo lleva a espacios opresivos; es la historia de una operación de hemorroides, de nuevo el hospital como símbolo del parche, como solución paliativa del mal que inflige la naturaleza y el hombre a sí mismo, contada con ese toque de realismo crudo y de ironía tan característicos; el lector espera la lectura como deleite formal, como una caricia de la conciencia que le sitúa sin tormentas en el mundo, pero Bukowski no tiene ninguna intención de ayudarnos en el camino, porque para él la literatura es también un golpe en la boca del estómago, es dolor y desidia, es el caos del lado oscuro, lo asfixiante y terrible del dolor, es describir todos los mundos, también los que negamos. De ahí el título, el ojo cosmológico, el ojo que todo lo ve, el de Dios, que es el escritor, en su caso, en el culo.
El último relato, Confesiones de un hombre lo bastante loco como para vivir con las bestias, comienza con este estupendo momento narrativo: Me recuerdo meneándomela delante del espejo del armario después de ponerme los zapatos de tacón alto de mi madre,mirándome las piernas, levantándome lentamente la falda por los muslos, más y más alta, como si estuviese descubriendo los muslos de una mujer, recreándome en la visión de las piernas oscurecidas por las medias… Es un pequeño fragmento de la capacidad literaria y creativa de Bukowski, de su universo particular, de sus cargas, de sus pasiones. En este relato volvemos al hospital, a la infancia, a los recuerdos del dolor y del desamparo, a la casa de caridad, a la miseria que no le abandonó, a su cuerpo destrozado por el alcohol, a la sangre saliéndole a borbotones por el culo y la boca, al matadero, a la sangre de nuevo como símbolo vital, a la violencia gratuita, al sexo sin amor, a la cotidianeidad sin esperanza, él mismo se describe: Hospitales, cárceles y putas: estas son las universidades de la vida. Yo he alcanzado numerosos grados. Llámenme señor.
Este es el universo, este es un libro que remueve nuestros principios, nuestra tranquilidad, nuestra bienpensante mente, nuestro cómodo mundo, esto es literatura, literatura como arte, como trasgresión, como reflexión, como verdad, como revolución del espíritu, como único arte verdadero. Lo tenemos en Anagrama, sinopsis:
ISBN 978-84-339-2783-5
PVP sin IVA €
PVP con IVA 6,99 €
Nº de páginas 232
Colección Ebooks
Traducción Jorge Berlanga
En este libro ambientado en Los Ángeles se nota la continua presencia de la gran urbe en toda la escritura de Charles Bukowski, ciudad infernal, a pesar de estar situada en medio del paraíso californiano, sueño de todo pobre ciudadano USA, con sus naranjas, su sol y su vino, vino del que Bukowski da buena cuenta toda su vida, como el whisky, como la cerveza, que habrán de ser, inevitablemente, su fuente de inspiración. Bukowski toma una actitud de ermitaño loco, de lucidez exasperada, de humorista borracho en la barra de un bar solitario. Se ríe de todo, trata de ganar algo de dinero para un trago o una puta sin trabajar mucho, frecuenta otras ratas urbanas enloquecidas, odia a la humanidad, se encierra en su habitación y se entretiene en contarnos las historias que le ocurren o se le ocurren.
¿Habrá alguna forma de saber cuáles relatos son ciertos y cuáles no? Creo que es un misterio en los libros de Bukowski. Cierto es que en muchos relatos está claramente retratado el autor, pero a veces se hace un poco decepcionante no saber qué realmente pasó y qué es mero artificio y gancho narrativo.
ResponderEliminarViendo la trayectoria vital de Bukowski cualquier cosa puede ser cierta. ¿Sabes? no me importa tanto su veracidad como su verosimilitud, como el arte de deshacer lo real para convertirlo en pura experiencia literaria. Próximamente quiero leerme factotum, son vicios difíciles de erradicar.
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