Llega el tiempo de Navidad y siempre creo
que debo algo a los lectores del blog, les debo, al menos, entrar con cierta regularidad
y poner mis impresiones de lo que leo. Este mes ha sido imposible abrirlo,
hacer lo que me gusta hacer, que es escribir, reflexionar y ofrecer diferentes
libros que han llegado a mí de algún modo. Por eso os pido disculpas, cuando uno acepta
la responsabilidad de escribir, la acepta en toda su extensión, con todos sus
problemas.
Este mes pasado publiqué un par de
libros, la verdad que me tuvieron entretenido, jaja, esto de hacer de
escribidor, revisor, editor, impresor, corrector y distribuidor, bueno, esto
último no, no tengo la suficiente paciencia para distribuirlos, me ha comido el
tiempo. Así que retomo los libros que dejé abandonados estos meses sobre los
que tomé apuntes, pero que, por alguna razón, no supe o no quise hablar.
Juan Carlos Onetti permanece en mí como
un héroe descubierto más bien tarde. Es posible que lo leyera con veinte años,
muy posible, pero lo abandoné y volvió a mí años más tarde, muchos, para qué
engañarnos, y descubrí en él una escritura asombrosa que me llenaba de emoción
literaria. Así que al encontrar los Cuentos completos del autor no tuve más
remedio que lanzarme a leerlos. La lectura
no ha sido sencilla, en absoluto, de hecho me he despistado más de una
vez, los he dejado, he retomado las historia a mitad, las he vuelto a leer y
esa voluntad discontinua no favorece la comprensión de, muchas veces, la propia
intrahistoria que subyace como un leitmotiv en todos ellos, en la mayoría,
puedo decir: el universo particular de Santa María, sus personajes favoritos,
el Dios creador, Brausen, el demiurgo todopoderoso, Díaz Grey, Goerdel los
amigos, los espacios reducidos a una geografía que todos conocéis muy bien.
Pero, ya os digo, me he perdido por las selvas de mí mismo queriendo encontrar
la trama del autor, su universo, por eso me cuesta tanto y, por eso,
probablemente, no os he dicho nada hasta hoy.
Cuentos completos
Avenida de Mayo-Diagonal-Avenida de Mayo. Veo rapidez,
fugacidad, el lenguaje me ayuda a sentir la alucinación de los personajes, de
los espacios que desfilan. Disfrutas del placer de leer, de la capacidad de
apreciar el sentido literario en lo escrito.
al agacharse
en un instintivo agazapamiento el vapor de su respiración falsificaba una
aureola para el sombrero hirsuto y las sucias barbas castañas
El obstáculo. La angustia de ser. Un correccional y la
libertad en la noche.
Se fue
deteniendo con lentitud, temeroso de que la cesación brusca de los pasos
desequilibrara violentamente el conjunto de ruidos mezclados en el silencio.
El posible Baldi. ¿Quién es Baldi? Alguno de los
personajes vividos, el contado, el soñado, quiénes somos sino el proyecto de
nuestra imaginación.
En Transvaal, África del Sur, me dedicaba
a cazar negros.
El fin trágico de Alfredo Plumet. Un problema policial no
es más que discernir entre asesinato y accidente.
Crimen perfecto. Una de las virtudes del cuento es poder
jugar con la trama como un divertimento junto al lector.
Convalecencia. Un tiempo en que no pasa nada en la arena
de la playa. La convalecencia es mirar y sentir, ser en lo que se muestra.
Mi mirada
fue sostenida y devuelta por el mar, la orilla húmeda y lisa, la mujer de los
pantalones blancos, el niño, los pastos humildes y alargados. Todo aquello, tan
antiguo y tercamente puro, todo aquello que me había alimentado con su
sustancia, día tras día.
Un sueño realizado. Los sueños pueden ser como una obra de
teatro mal representada. Y la vejez es, tal vez, un sueño que golpea la realidad
de repente.
apenas envejecida pero a punto de
alcanzar su edad en cualquier momento, de golpe, y quebrarse allí en silencio,
desmoronarse roída por el trabajo sigiloso de los días. Y la sonrisa era mala
de mirar porque uno pensaba que frente a la ignorancia que mostraba la mujer
del peligro de envejecimiento y muerte repentina en cuyos bordes estaba,
aquella sonrisa sabía, o, por lo menos, los descubiertos dientecillos
presentían, el repugnante fracaso que los amenazaba.
Mascarada. Un instante, una canción y un momento.
Bienvenido, Bob. Vivir y ver cómo se abandonan los sueños
es suficiente venganza. Porque la vida ha pasado para él y ella la iniciará.
es viejo y ella es joven.
La larga historia. El cuento se recrea en la anécdota y la trabaja, en eso se diferencia
de la novela. Cierras los ojos y ves a la muchacha en la bici, vives la
experiencia literaria de su verdad interior.
Encerró en la mano el calor de la pipa y
fue resbalando en un lento sueño, en un mundo engrasado y sin aire donde
avanzaba con enorme esfuerzo, boquiabierto, hacia la salida donde dormía la luz
indiferente del día, inalcanzable, mientras el tiroteo regular bramaba en la
sombra que le cubría las espaldas.
Nueve de Julio. La vacuidad de ser en el deseo prohibido y
la distancia.
seguro además de que la muchacha estaba
tan vacía como él, aquella noche y las otras.
Regreso al sur. El
relato se pasea por un abandono y una muerte.
Construía el esqueleto de su vida, y
Oscar, sobre los libros, lo iba rellenando y cubriendo con madrugadas sin
consuelo, caras abyectas, mujeres sin sombrero, de largos trajes de colores
deprimentes, que balbuceaban sobre mesitas y bajo música, siempre bajo música
de bandoneones o trompetas, o poblando, cubiertas con salidas de baño, en horas
de siesta, el patio de la pensión.
Esbjerg, en la costa. El relato está escrito de una manera
primorosa, la delicadeza del lenguaje, su sencillez, reconfortan al lector. Su
dominio de la descripción se asemeja ala de un pintor que capta con precisión
toda la dimensión de lo contado.
ella vino con su cara de lluvia; una cara
de estatua de invierno, cara de alguien que se quedó dormido y no cerró los
ojos bajo la lluvia. Kirsten es gruesa, pecosa, endurecida; tal vez tenga ya
olor a bodega, a red de pescadores; tal vez llegará a tener el olor inmóvil de
establo y de crema que imagino deber haber en su país.
La casa en la arena. Los recuerdos nos hacen, no hay duda, pero tampoco hay duda de
que se manipulan para adecuarlos.
En el final preferido para su recuerdo,
Díaz Grey se deja caer a un costado de la casa, sobre la arena mojada. El
frenesí del Colorado, que amontona ramas, papeles, tablas, pedazos de muebles
contra la pared de madera del chalet, lo hace reír a carcajadas, toser y
revolcarse; cuando respira el olor del kerosene inmoviliza al otro con un
silbido imperioso y se le acerca, resbalando sobre la humedad y las hojas, saca
del bolsillo la caja de fósforos y la sacude junto a un oído mientras avanza y
resbala.
El álbum. El relato se mueve en el deseo de que la ficción
sea real en el ámbito ambiguo del relato dentro del relato.
Y en el centro de cada mentira estaba la
mujer, cada cuento era ella misma, próxima a mí, indudable.
Historia del Caballero de la Rosa y de la Virgen encinta que vino
de Liliput. El cuento del dijeron, del fueron, del rumorearon, de una
herencia y de los espacios personales; igual existen relatos que podrían haber
sido novelas.
El infierno tan temido.
Reflexionar sobre los límites del amor y la locura, indagar en el oscuro abismo
del ama es muy complejo. Transmitir el desosiego al lector, más.
La cara de la desgracia. Dos hermanos y una historia
difusa de una muerte. El lector debe esforzarse si quiere participar y no solo asistir como espectador. La voz se
disocia y eso se ha de comprender.
En la playa desierta la voz le chillaba
como un pájaro. Era una voz desapacible y ajena, tan separada de ella, de la
hermosa cara triste y flaca; era como si acabara de aprender un idioma, un tema
de conversación en lengua extranjera.
Jacob y el otro. Me ha encantado como cuenta la historia,
su evolución desde el final, cómo aparecen los personajes, cómo emerge la vida
de la frustración, la lucha contra uno mismo como el mayor de los retos, y todo
ello desde diferentes voces, diferentes narrativas que confluyen en construir la
historia en los espacios imaginados de Onetti, así, cuenta el médico, cuenta el
narrador y cuenta el príncipe, en la vejez que se apodera de la ilusión de la
victoria y de la vida. El campeón decae, pero vive la ficción de la juventud.
«No es el corazón —recordó Orsini—, no
son los pulmones. Es todo; un metro noventa y cinco de hombre que empezó a
envejecer».
Tan triste como ella. Potente, una escritura exuberante.
El dominio del jardín es el dominio sometimiento de los deseos, de la necesidad
de amor y de ser. Fantástico, emocionante. Busca nuestra complicidad
focalizando sobre lo particular. ”las pequeñas cosas, no podían ni hubieran
querido detenerse”
Nadie, nadie puede saber cómo ni por qué
empezó esta historia. Lo que tratamos de contar se inició una tarde quieta de
otoño, cuando el hombre sombreó el crepúsculo aún soleado del jardín y se
detuvo para mirar alrededor, para olisquear el pasto, las últimas flores de los
arbustos mal crecidos y salvajes.
La manera de narrar saca la historia de
entre las brumas, el lenguaje toma claridad lentamente y requiere que estemos
atentos para no perdernos en el placer de las palabras.
Pero, fatalmente y lenta, la mujer tuvo
que regresar de la sexualidad desesperada a la necesidad de amor. Era mejor,
creyó, estar sola y triste. No volvió a ver a los poceros; bajaba en el
crepúsculo, después de las seis, y se acercaba cautelosa a los árboles del
cerco.
Justo el treintaiuno. Es posible que lo haya comentado en
alguna ocasión, lo que importa, en muchas ocasiones, es el tono por encima de
la trama, la extrañeza, la sensación de desazón del lector ante lo contado es
muy importante porque despierta lados oscuros.
En Santa María nada pasaba, era en otoño,
apenas la dulzura brillante de un sol moribundo, puntual, lentamente apagado.
Para toda la gama de sanmarianos que miraban el cielo y la tierra antes de
aceptar la sinrazón adecuada del trabajo.
La novia robada. Qué
hermosamente escrito. Encontrarme con la palabra me reconforta, hace de mí un
ser que es capaz de entrar en otras dimensiones que tenemos al alcance de una
página.
no me inspiraste otro deseo posible que
el de escribirte algún día lejano una orillada carta de amor, una carta breve,
apenas, un alineamiento de palabras que te dijeran todo
Matías el telegrafista. Una historia referida, un
testimonio de una historia.
intento transcribir ahora mismo la
versión referida para preservarla del tiempo; de sobremesas futuras.
Las mellizas. Dos putas adolescentes, una historia que
pasó en otro tiempo y ahora se relata. Hoy en día ¿se podría escribir esta
historia?
La muerte y la niña. Santa María de nuevo, espacio en que se desarrolla el universo
ficcional del Onetti creador, donde deambulan sus personajes habituales sin
muerte por la muerte de una niña, la niña de Goerdel, responsable o no de este
incierto universo literario, posiblemente un alterego o un altertopo en la
mente del autor.
Augusto Goerdel había sido engendrado en
la Colonia suiza o ya venía dentro del vientre de la madre durante el largo
viaje de nuestra bamboleante Flor de Mayo. De todos modos, nació aquí, en
la Colonia recién fundada. Si se puede llamar fundación a un reparto caprichoso
y asimétrico de baúles, a demarcaciones con palos verdes, a una búsqueda
metódica de bosta y tierra para hacer ladrillos.
Está también Brausen el publicista
inventor, el sumo hacedor de los personajes, creador del cielo y tierra, que
aparece en los relatos para confundir las realidades que se cruzan en Santa
María con los personajes que son en las tramas.
Pero Nuestro Señor Brausen dejó pasar los
siglos; la entrevista se hizo imposible porque los caminos de Brausen son
insondables o porque deseó instalar el crimen en la raza que inventó, o porque
quiso instalar para siempre la certidumbre de que el más fuerte triunfará
durante siglos enfrentando al débil y apacible.
Los personajes, pues, son puro artificio,
capricho del creador.
No nos estaba permitido envejecer,
deformarnos apenas, pero nadie impedía que los años pasaran, señalados con
festejos, con el escándalo alegre y repugnante de la inmensa mayoría ruidosa de
los que ignoraban —a veces podía creerse en un olvido— que los burócratas de
Brausen los habían hecho nacer con una condena a muerte unida a cada partida de
nacimiento.
El perro tendrá su día. Con este estilo impresionista,
extraño, casi abrupto pero lleno de belleza, cuenta, una vez más, una anécdota
casi policial, casi detectivesca de donde parte una acción. Sí, una prosa
mágica e hipnótica.
Él se quitó el saco, lo unió al rebenque
y al sombrero y fue colocando todo, ya tembloroso, sobre una silla. Luego se
acercó y, como siempre, empezó por los pies de la muchacha, sollozando con su
voz ronca, pidiendo perdón con bramidos incomprensibles por una culpa viejísima
y sin remisión, mientras la baba caía mojando las uñas pintadas de rojo.
Presencia. Este mundo onírico, pero real, que construye a
través de lo imaginado hacia lo real, todo recreado en una nebulosa imprecisa
que abruma al lector.
Los amigos. El amor golpea al poeta que solo aspira a ser
en el ser amado. El cuento es ese momento mágico en que la anécdota se destaca
de entre la maraña de acciones.
Jabón. Un divertimento intelectual.
vio que la persona que le sonrió tenía
una cabeza de mujer, joven, extraordinariamente hermosa, un suéter rojo que
cubría el pecho sin la menor sospecha de senos; un pecho liso de varón;
pantalones negros que no insinuaban el bulto del sexo. Hombre, mujer, efebo,
hermafrodita, Saad lo necesitó de pronto, con fuerza y jadeando.
El gato. Nuevo divertimento. Un juego, cómo el amor puede
morir cuando vemos al personaje.
El mercado. Qué importantes son los sueños de las niñas.
El cerdito. Junto a los dos anteriores, un pequeño
divertimento.
Luna llena. Sigue la estela de los tres anteriores
cuentos. Brevísimo, La historia un instante, un espacio reducido a un punto
acotado. La historia sexual y menstrual de una mujer. Toda. Reducida a la esencia
fundamental y enorme.
Y ella siempre sabiendo que todo lo que
había escrito podía desaparecer sin que nadie se enterase, sabiendo que todo
era mediocre y pretencioso. Sabiendo y odiando a los hombres que usaba y la
iban usando. Tantos años.
Mañana será otro día. Corta. Un travesti hace la calle
hasta que llega a descansar a casa. Sorprende la capacidad narrativa frente al
argumento.
La Sonia, de pie en el portal de la casa
vacía, vio que la lluvia pasaba fatigada, amansa llovizna, la vio cesar
mientras crecía el frío del viento, y pensó que aquello era un signo de buena
suerte.
El árbol. La muerte puede dilatarse en la imaginación.
Montaigne. Charlie se va a suicidar y convoca a sus
amistades para que le acompañen.
Ki no Tsurayuki. He comentado en alguna ocasión, aquí ya
os he dejado alguna muestra, que la clave de un buen relato es su comienzo.
Conocía y frecuenté a los Andrade hace y
durante un par de años. Hoy cuento la parte que más interesa de sus vidas y lo
que ignoro lo imagino con certeza.
La escopeta. Cuantas
veces lo que tememos no es más que una proyección de nosotros mismos, de
nuestras sombras e inseguridades.
Ella. La descripción de la muerte juega con el olor del
poder.
Ella era, en increíble realidad, más
peligrosa que las oscilaciones políticas, económicas y turbias, de Él, el
mandatario mandante, el que a todos nos mandaba.
La araucaria. Más relatos cortos. El padre Lassen confiesa
en el lecho de muerte y siente asco del pecado.
Y de pronto la mujer gritó el principio
de la confesión salvadora.
Las tres de la mañana. También corto. La vida toma la
conciencia de un minuto.
El impostor. Más cortos. Una vez más juega con los
pronombres y la identidad. El desdoble en quienes prodríamos ser y somos de
hecho.
Entre sábanas, viéndolo desnudo,
sintiendo lo que sentía, supe que él no era Él, no era Jesús. En la cama ningún
hombre puede engañar a una mujer
Los besos. También corto. Un beso que viene a la muerte.
La mano. Corto. La atención a lo trivial desciende hasta
una dermatitis.
Ya en la calle pensó que lo que había
comprado no podía sustituir a la palabra amor ni a sus sueños ni a sus
intuiciones. Pero él no podía estar equivocado, estaba escrito que algún día no
lejano su cuerpo y su alma iban a fundirse en la verdad dichosa y presentida.
Ida y vuelta. El amor puede estar escondido en camas
insospechadas.
Tu me dai la cosa me, io te do la cosa te. Dentro de la
serie de relatos breves (cortos) Un empresario arruinado en París, la necesidad
de sexo como el premio necesario en la ciudad de las postales.
—Dos meses en París y ninguna hembra.
Date cuenta, volver sin haber cogido. Aunque fuera una sola vez.
Maldita primavera. Este relato breve rememora el amor que
puede ser que te haga consciente de que todo es un artificio.
Bichicome. Un nuevo cuento breve. La belleza puede hacer
que se despierte una nostalgia improbable.
estaba mezclando a la hija ausente con mi
única ahijada. Y recordé que ambas iban a crecer y perder para siempre el
paraíso de la infancia.
La visita. Los sueños pueden hablarnos.
San José. Hermosa es la historia de amor entre San José y Miriam virgen.
Anexo. Cuentos inéditos y fragmentos. Se incorporan
al libro algunos relatos a medio hacer o haciéndose. Destaca Los niños en el bosque que es un
nuevo divertimento donde deja fluir la lengua creando esa hipnosis a la que he
hecho referencia que no te permite seguir ningún argumento. En realidad no
importa. También incluye la edición: El
último viernes; Nuestra
Señora; y Eva Perón.
Sin palabras, hablaba del anzuelo de
plata en el mar; la niña hija del clavel y la rosa; la caja de cristal y oro
donde viaja muerto Mambrú entre sus cuatro oficiales, frío y blanco, sordo al
pío pío, pío pío pá del pajarillo sobre la tapa. Hija de la tristeza; pero va
en rápidos giros, la canción.
Podemos encontrarlo en Alfaguara.
Título: Cuentos Completos. Onetti
Autor (es): Juan Carlos Onetti
Sello: ALFAGUARA
Precio con IVA: 22.00 €
ISBN: 9788420474434
EAN: 9788420474434
Juan Carlos Onetti creó un universo
literario capaz de conmover y cautivar por su magia y también por su perplejo
pesimismo. Este libro recoge sus cuentos completos en una edición revisada por
Hortensia Campanella, una nueva oportunidad de recorrer los mundos más
sugestivos, de acercarnos a la fantasía y a los personajes de uno de nuestros
clásicos más inquietantes y sugerentes.
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