Empiezo a escribir sobre este libro y sé, es de las pocas veces, que la mayoría os lo habéis leído, al menos lo habéis tenido, o si no, conocéis la portada, sus dibujos, o la historia del autor.
¿Cómo hablar de un libro sobre el que la mayoría de vosotros ya sabéis algo? Al menos debéis reconocer que es tarea difícil, porque diga lo que diga será rebatido por vuestro pequeño lector. Si digo, es una obra maestra, alguien dirá, a mí me parece menor; si lo que digo es que es una obra para niños, alguien dirá, no es cierto, claramente es una alegoría sobre el hombre; si digo, es una obra universal, otro lector dirá, su ejecución no hace posible dicha afirmación. Por eso debo ser libre, debo deciros que he vuelto a llorar cuando se diluye su cuerpo en el desierto para volver al mundo de los sueños, que me he sentido feliz al saberlo regando su flor solitaria, cuidándola para que no se constipe. Mi corazón reía con su risa, o sentía el frío de la noche en el desierto del Sahara. Por eso sé que debo escribiros sobre lo que yo he visto,sobre lo que he leído, sobre mis impresiones, no sobre las vuestra, no puedo contentaros, ni siquiera aportaros información. No puedo decir nada que no se haya dicho, nada que no se haya escrito, por eso he decidido no decir nada, simplemente me dejo ir, dejo que mis manos ejecuten lo que siente mi corazón, sin darle forma, sin ordenar mis ideas. Me dejo llevar.