Empiezo a escribir sobre este libro y sé, es de las pocas veces, que la mayoría os lo habéis leído, al menos lo habéis tenido, o si no, conocéis la portada, sus dibujos, o la historia del autor. ¿Cómo hablar de un libro sobre el que la mayoría de vosotros ya sabéis algo? Al menos debéis reconocer que es tarea difícil, porque diga lo que diga será rebatido por vuestro pequeño lector. Si digo, es una obra maestra, alguien dirá, a mí me parece menor; si lo que digo es que es una obra para niños, alguien dirá, no es cierto, claramente es una alegoría sobre el hombre; si digo, es una obra universal, otro lector dirá, su ejecución no hace posible dicha afirmación. Por eso debo ser libre, debo deciros que he vuelto a llorar cuando se diluye su cuerpo en el desierto para volver al mundo de los sueños, que me he sentido feliz al saberlo regando su flor solitaria, cuidándola para que no se constipe. Mi corazón reía con su risa, o sentía el frío de la noche en el desierto del Sahara. Por eso sé que debo escribiros sobre lo que yo he visto, sobre lo que he leído, sobre mis impresiones, no sobre las vuestras, no puedo contentaros, ni siquiera aportaros información. No puedo decir nada que no se haya dicho, nada que no se haya escrito, por eso he decidido no decir nada, simplemente me dejo ir, dejo que mis manos ejecuten lo que siente mi corazón, sin darle forma, sin ordenar mis ideas. Me dejo llevar.
El contador de estrellas que se cree millonario de la nada; el bebedor que expía su culpa por beber, en la bebida; el rey sin reino; el concepto universal de justicia; el hombre que solo se ve a él en su propio espejo y exige pleitesía; el hacedor de mapas que no conoce el mundo del que habla; el zorro que ansía ser una oveja domesticada; el valor de la amistad el farolero que se agobia con la sucesión de los días y las noches; la silla para ver el amanecer, el cuidado del planeta de los tres volcanes que apenas llegan a las rodillas; la tierra sin hombres; la serpiente que libera al pequeño príncipe de su estancia en la tierra. Para ¿qué contaros de qué va la obra? ¿cuántos millones de lectores pueden haberla poseído? Todos tenéis una lectura particular, incluso el propio autor nos la brinda. Él, en el desierto, es el lector ideal del príncipe, escucha y conoce de primera mano las historias que se le cuentan, él participa como actor de su propia obra, piensa y siente cuando tiene al principito entre sus brazos. Nosotros nos dejamos ir, y sabemos que algo no funciona en nuestras vidas, ¡tantas cosas! ¿Verdad? No creo que Saint-Exupéry diga que debamos dejarlo todo para irnos a surcar los cielos con una avioneta, pero al menos, creo, no se hubiera quedado tranquilo si no nos lo hubiera contado.
Todo se me antoja metafórico, pero no me atrevo a pensar de qué. Los baobabs los problemas, el inmovilismo, el miedo, la culpa, la soledad, el poder, la justicia. Es cierto que existe un subconsciente colectivo aunque no exista Dios, es tremendo, porque el universo es uno en nosotros, pero sin rey, y eso da miedo, pero, a un tiempo, nos hace estar conectados en lo universal, en los sueños que compartimos. Vaya, ¡qué pánico nos da la libertad! Por eso podemos descubrir lo que quiere decir el autor sin saber qué dice el autor, porque muchas referencias son universales, eternas, planetarias, vaya. Yo he sentido la necesidad de saberme en los otros, de entender las angustias, los miedos, la culpa, la estupidez, y eso, tal vez, sea suficiente. No quiero pensar, no lo necesito, simplemente sé que soy parte de vosotros sin serlo, soy uno en el nosotros, y comparto con todos vosotros las estrellas, todas y cada una. Para mí, suficiente.
La mejor edición es la de Salamandra, que nos lo ofrece en rústica, tapa dura, bolsillo, edición aniversario, versión original en francés o bilingüe. Para todos. Aquí os dejo una sinopsis, como es una obra universal, tomo la de la wikipedia:
En este libro, un aviador —Saint-Exupéry lo fue— se encuentra perdido en el desierto del Sahara, después de haber tenido una avería en su avión. Entonces aparece un pequeño príncipe. En sus conversaciones con él, el narrador revela su propia visión sobre la estupidez humana y la sencilla sabiduría de los niños que la mayoría de las personas pierden cuando crecen y se hacen adultos.
El relato viene acompañado por ilustraciones dibujadas por el autor.
El principito vive en un pequeño planeta, el asteroide B 612, en el que hay tres volcanes (dos de ellos activos y uno no) y una rosa. Pasa sus días cuidando de su planeta, y quitando los árboles baobab que constantemente intentan echar raíces allí. De permitirles crecer, los árboles partirían su planeta en pedazos.
Un día decide abandonar su planeta, quizás cansado de los reproches y reclamos de la rosa, para explorar otros mundos. Aprovecha una migración de pájaros para emprender su viaje y recorrer el universo; es así como visita seis planetas, cada uno de ellos habitado por un personaje: un rey, un vanidoso, un borracho, un hombre de negocios, un farolero y un geógrafo, los cuales, a su manera, demuestran lo vacías que se vuelven las personas cuando se transforman en adultas.
El último personaje que conoce, el geógrafo, le recomienda viajar a un planeta específico, la Tierra, donde entre otras experiencias acaba conociendo a una serpiente y a un zorro, y después al mismo aviador.
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