El relato breve es el género más complejo. Esta afirmación tan discutible como cierta, la he hecho en más de una ocasión en mi blog. Mi gusto por el relato, por el cuento, por la novela corta, no son un secreto, son una preferencia que nace de la lectura. Me explico. El lector conforme avanza en su oficio, descubre, poco a poco, sus gustos, configura sus particularidades y perfila sus necesidades. En mi caso, es así, mi gusto por abandonar lo accesorio y hacer que la anécdota, la trama, vamos, sea lo más simple posible, y se desarrolle bajo el prisma de un análisis certero y esquemático, se ha ido acentuando con el tiempo. Me atraen de manera irremisible las escrituras que prescinden de lo circunstancial y se adentran en el dificilísimo terreno de la escritura, es decir, en el hecho ficcional o literario, porque el oficio de escribidor es muy complejo, lleno de tentaciones, de necesidades y de obsesiones.
Así
pues, el relato necesita abandonar lo prescindible, y aún centrándose en
multitud de ocasiones en lo cotidiano, es capaz de mostrarnos la esencia de lo
contado, porque el relato cuenta, el cuento cuenta, la novela corta cuenta,
cuentan una historia, configuran una trama, pero literaturizándola,
convirtiéndola en el paradigma de lo ficcional. Por eso cuando la novela corta,
el relato, no deja de ser una novela en miniatura, me decepciono, no porque el
autor no adquiera la dimensión de maestro en la escritura, o porque no me
guste, no es eso, me decepciona porque espero encontrar en cada cuento la
esencia de la literatura, gozar al mismo nivel, disfrutar con la intensidad
absoluta del lector experimentado. Siempre he creído que si el autor opta por
el relato es por puro sentido de la economía: prescindir de lo superficial y
adensar lo contado haciendo del lector el cómplice necesario para completar las
necesarias elipsis, reiteraciones usurpadas y tutela de la lectura. Me gusta,
sin embargo muy poco, la escritura anodina e insustancial en lo breve porque
usa técnicas de la novela y se queda a
medio camino creando la incertidumbre en el lector de dónde se ha
quedado la trama.
Landero
en su epílogo a nuestro libro habla de novelita, dudo que en el sentido en que
me he referido en el párrafo anterior a novela en miniatura, pero debo decir
que a Landero le traiciona el subconsciente, porque es exactamente eso lo que
ha querido decir: es una novela que se queda corta, no que sea corta, porque
desarrolla un anecdotario propio de cualquier novela en el sentido más
tradicional del término, pero lo hace en pocas páginas, resintiéndose lo
anodino de la historia, y la necesidad del lector que, en mi caso, se encuentra
con la decepción de que se ha quedado en medio del camino de una buena
historia.
Pero
como Gonzalo Hidalgo me parece un excelente narrador, un profesional excepcional
con una prosa brillante, bien construida, sólida, he decidido quedarme con lo
que me gusta, con sus logros. El comienzo es prometedor porque se adentra en el
hecho literario y analiza su concepción, sus principios literarios en los que
se asienta su oficio, ese hecho no pasa desapercibido para Landero que
selecciona el mismo párrafo que os propongo, porque en él da en el clavo de lo
que es un libro, un libro es un acto que recupera lo excepcional y lo narra,
porque lo circunstancial ya nos sucede todos los días. Yo no estoy de acurdo
con su afirmación, aunque desde un punto de vista realista es absolutamente
cierto lo que afirma, porque el hecho de escribir en primera persona con una
multitud de detalles, con una memoria excelente, es una muestra del artificio,
de loq ue he dado en llamar lo ficcional, y ahí está la magia de lo literario,
en que el recuerdo nunca es recuerdo ni memoria, es escritura, por lo tanto es
literatura, es pura mentira verosímil, es un ejercicio del autor para no caer
en la desesperación de lo cotidiano, mirad:
Siempre me ha llamado la atención que
las novelas escritas en primera persona desarrollen una lujosa y pormenorizada
descripción de los gestos remotos. No alcanza mi entendimiento a comprender que
alguien que escribe algunos años después de los hechos, tanto da que sean cinco
o diez como cuarenta, recuerde con tan minuciosa exactitud cómo su interlocutor
movió la mano, miró hacia la ventana, se rascó la nariz o se arregló el cabello
(todos los resortes, toda la imaginería facial de Lee Strasberg y el Actor’s
Studio) en el momento justo de una pausa en una frase tantas veces anodina.(…)
¿Cómo exigir fidelidad a un acontecer
perdido en el catálogo de lo insignificante, de lo sin significado?
En
realidad mi respuesta sería porque miente, porque ficciona, porque escribe,
porque recrea la dimensión de lo literario. La literatura es un artificio real
que rehace el continuo espacio temporal de los personajes o de las propias
vivencias en un entretenimiento para el lector y en un descubrimiento para el
autor. Nos traslada al momento literario, es decir, al reconstruido.
La
historia es una recuperación de lo sentido, un intento, vano, claro, de
reconstruir de una manera honrada la memoria, por eso el recuerdo carece de
nombre, y la sucesión de anécdotas son eso, una sucesión circunstancial que
distraen del verdadero motivo que tiene el autor, es decir, literaturizar lo
que fue.
Me maravilla que no me acucie ninguna
curiosidad por tener certidumbre de los motivos o las causas, por llegar hasta
el fondo de la desdicha y del dolor. La verdad definitiva anula y devalúa el
recuento de probabilidades. Fue. Eso es todo.
Así
pues, el relato es una protonovela que se adentra en un elogio de la
trivialidad, de la anécdota. Un breve paso, de puntillas, por el desarrollo de
la trama. Es interesante su escritura, como he dicho, excelente, aunque es una
lástima que no acabe la novela. La podemos encontrar en Tusquets, y aquí os
dejo datos de vuestro interés.
NARRATIVA (F). Novela
Mayo 2008
Andanzas CA 660
ISBN: 978-84-8383-069-7
País edición: España
120 pág.
11,54 € (IVA no incluido)
Mayo 2008
Andanzas CA 660
ISBN: 978-84-8383-069-7
País edición: España
120 pág.
11,54 € (IVA no incluido)
Esta
historia empieza con las aventuras de dos niños en el colegio de los padres
hervacianos en la ciudad de Murania y concluye con el encuentro fortuito por la
calle, muchos años después y también en Murania, con un hombre taciturno y
desolado que despierta en el narrador los recuerdos de esos días pasados. Entre
un tiempo y otro transcurre la juventud de dos amigos, sus viajes, sus primeros
amores, los estudios en Madrid y en Salamanca, París y el Barrio Latino, los
libros, el cine, las canciones... O quizá sea mejor decir que transcurren los
eslabones del tiempo que escribe la memoria. O ese aire exacto y familiar de
olvidos y recuerdos por el que todos algún día sabemos, quizá calladamente,
dónde están –si es que alguna vez los hubo– esos campos de amapolas blancas y
el desesperado sueño de su blancura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Debido a algún comentario improcedente que no respeta ni al autor del blog ni a los participantes del mismo, me veo obligado a moderar los comentarios. Disculpa las molestias.