Los libros personales:
autobiografías, libros de memorias, diarios, no suelen llamar mi interés.
Siempre he creído que si queremos hacer literatura la hacemos, si no, volcamos
nuestras experiencias y las trasformamos para exorcizar fantasmas
cotidianos como un ejercicio. El diario no deja de ser la ilusión de la verdad
porque, con palabras, intentamos describir aquello que creemos debe ser
contado, discriminando, seleccionando y eligiendo los modos y la manera en que
vamos a describir nuestros impulsos, deseos o experiencias. Algo muy diferente
es la autobiografía, incluso la epístola, las memorias o los diarios como
género, es decir, con intención de literatura, en las que un autor utiliza el
recurso para entramar una historia.