Los libros personales: autobiografías, libros de memorias, diarios, no suelen llamar mi interés. Siempre he creído que si queremos hacer literatura la hacemos, si no, volcamos nuestras experiencias y las trasformamos para exorcizar fantasmas cotidianos como un ejercicio. El diario no deja de ser la ilusión de la verdad porque, con palabras, intentamos describir aquello que creemos debe ser contado, discriminando, seleccionando y eligiendo los modos y la manera en que vamos a describir nuestros impulsos, deseos o experiencias. Algo muy diferente es la autobiografía, incluso la epístola, las memorias o los diarios como género, es decir, con intención de literatura, en las que un autor utiliza el recurso para entramar una historia.
Una
experimenta la historia de primera mano, sucesos que luego serán canciones y
textos.
Nuestro
libro es un diario que nos cuenta las peripecias de una mujer anónima en el
Berlín que va a ser ocupado por los rusos, y que, finalmente, es ocupado.
Irregular, es, sin embargo, un libro con mayúsculas, una obra literaria
excepcional que ha cambiado, en parte, mis ideas antes expresadas. El libro me
ha hecho entender que la realidad, esa realidad, la contada, no deja de ser una
dimensión de lo percibido, de lo supuestamente vivido por nuestra heroína, y en
ese aspecto, ¿en qué se diferencia de una obra literaria? La pregunta,
retórica, claro, no quiero contestarla, porque lo hace sola.
El
lector experimenta la angustia pausada, la aceptación, el ansia de
supervivencia del personaje, que no nos engañemos, es configurado por la
autora, pulido, presentado en el momento de ser publicado, porque toda obra ha
sido parida, de alguna manera, en la mente del escritor.
La
obra que presento es impactante, salvaje, pero llena de ternura e inteligencia.
Nos cuenta las peripecias vitales, en un cortísimo período de tiempo, de una
mujer alemana que dice no haber participado en la vorágine del pueblo alemán en
su entrega a Hitler.
...todo
el mundo despotrica ahora contra Adolf, y nadie se enteró de nada. Todos fueron
perseguidos, y nadie denunció.¿Y yo?¿Estaba a favor?¿En contra? En cualquier
caso, estuve en medio y respiré el aire que nos rodeaba y que nos trasformaba
el semblante aunque no lo quisiéramos.
Cómo
sobrevive, cómo es vejada y violada, y cómo hace del hecho un motivo para
reivindicarse como mujer, para mostrarnos su superioridad moral, y para
reclamar su sexo como el verdaderamente fuerte.
Una y
otra vez voy notando en estos días cómo se transforma mi percepción de los
hombres, la percepción que tenemos todas las mujeres en relación con los
hombres. Nos dan pena, nos parecen tan pobres, tan débiles. El sexo debilucho.
Una especie de decepción colectiva se está cuajando bajo la superficie entre
las mujeres. el mundo nazi de glorificación del hombre fuerte, el mundo
dominado por los hombres...se tambalea y con él se viene abajo también el mito
"hombre".
Cuando
acabe la guerra tendrá lugar, junto a otras muchas derrotas, también la derrota
de los hombres en su masculinidad.
Porque
parece que el hombre solo sabe violar y aprovecharse, guerrear y acobardarse
ante la adversidad. Parece que el hombre no es capaz de asumir sus actos.
"¡Asquerosos!
¡Me violan dos veces y cerráis la puerta y me dejáis tirada como a una
mierda!"
Durante
gran parte del libro nuestra heroína reflexiona sobre la violación, sobre el
comportamiento propio y ajeno ante la barbarie, la prostitución obligada, la
necesidad de sobrevivir al hambre y a la destrucción en términos absolutos. Sus
reflexiones tienen una profundidad cargada de sencillez, de inteligencia y de
una percepción humana inestimable.
¿Qué
significa violación?
Porque
Sigo
viva ¿no? Todo pasa.
Por
eso, aunque es consciente de su alienación, grita desesperadamente que es un
ser humano que quiere vivir por encima de cualquier otra consideración.
Nunca
había estado yo tan apartada de mí misma, tan alienada de mí. Todo sentimiento
parece muerto. Tan solo vive el instinto de supervivencia. Estos no me
destruirán, no.
Pero
no podemos equivocarnos en la valoración, nuestra autora es fuerte, moralmente
muy fuerte, incluso encuentra motivos para reírse de sí misma.
¿Cuántas
veces te violaron, Ilse? Cuatro, ¿y a ti? Ni idea. Tuve que ir ascendiendo en
la jerarquía, desde recluta hasta comandante.
Por
todo ello llega a dudar de sí misma, de su actitud hacia el vencedor, hacia el
ruso proveedor, hacia la supervivencia. Se prostituye sin hacerlo, se entrega
en su violación para conseguir la dignidad.
por
qué me recrimino moralmente y actúo como si el oficio de puta estuviera por
debajo de mi dignidad...
¿podría
gustarme introducirme ahora en este oficio? No. Nunca. Va contra mi propia
naturaleza, ofende mi amor propio,
destruye mi orgullo...y me hace miserable corporalmente.
Ella
no olvida que el hombre y la mujer son unos depredadores, son parte de la
naturaleza y esta es salvaje, por ello intenta enmarcar todo lo dicho y
escrito, en el ámbito de la selva, de la guerra perpetua, del egoísmo sin
límites, por eso siguiendo a Plauto en Asinaria o a Hobbes en su Leviatan
Homo
homini lupus
Porque
no puede haber concesiones, no puede haber dobleces, no hay bondad en la
actuación individual motivada, siempre, por la necesidad de pervivencia del yo,
y esto que se aleja de manera radical del hombre bueno, solo podemos verlo en
momentos extremos de destrucción.
Su
intención literaria es inequívoca, porque manifiesta voluntad de estilo, y
conocimiento de la lengua como herramienta de expresión.
Yo
devoraba los rostros de las personas. En ellos se refleja lo que nadie
pronuncia. Nos hemos convertido en una nación de mudos.
Porque
nadie sabe nada, en la guerra los muertos se suceden y la vida es el día a día.
Este es el mantra que se repite y repite. El individuo aislado, que se asombra
ante su propia mismidad enfrentada a la masa que no piensa, que es pensada y
sometida.
Ya no
hay órdenes, ni noticias, nada. Ya no hay nadie que se preocupe de nosotras. De
pronto somos individuos, ya no somos compatriotas. Todas las antiguas
relaciones entre amigos y compañeros de trabajo están en vía muerta si la
distancia entre ellos es de más de tres manzanas. La cueva, la familia, como en
la prehistoria.
Hay
reflexiones que se adelantan a su tiempo.
Sí, la
técnica nos ha vuelto muy finos. Que no podamos servirnos de la rotativa ni
utilizar los altavoces nos parece ya miserable. ¿Qué no ha de parecernos algo
escrito a mano o pronunciado a viva voz? Nuestra técnica ha devaluado
incluso el efecto de la palabra y de la escritura. Voces aisladas, carteles
pintados a mano, noventa tesis en la puerta de una iglesia en Wittenberg. Con
ello se desencadenaron en otro tiempo rebeliones populares. Hoy en día, para
que algo produzca un efecto, tiene que estar más inflado, debe propagarse,
tiene que multiplicarse y potenciarse mediante aparatos.
Y
también
Para
enterarse de lo que en realidad ocurrió en las postrimerías de la Segunda
Guerra Mundial, hay que preguntárselo a las mujeres. Y es que, entre las
ruinas, los hombres demostraron ser el «sexo más débil». Así lo ve la autora de
este libro, que vivió el final de la guerra en Berlín. Sus observaciones
aparecieron publicadas por pri-mera vez en Norteamérica en 1954, gracias a Kurt
W. Marek, crítico y periodista, a quien la autora confió el manuscrito. Ahora
Anagrama recoge, además del epílogo de Marek, una introducción de Hans Magnus
Enzens-berger. En este documento único no se ilustra lo singular sino lo que
les tocó vivir a millones de mujeres: primero la supervivencia entre los
escombros, sin agua, sin gas, sin electricidad, acuciadas por el hambre, el
miedo y el asco, y, posteriormente, tras la batalla de Berlín, por la venganza
de los vencedores.
ISBN
978-84-339-7080-0
PVP
sin IVA 17.31 €
PVP
con IVA 18 €
Nº de
páginas 328
Colección Panorama de narrativas
Traducción
Jorge Seca
reflexiones
que me producen angustia, reflexiones que nos remiten a un Reich muerto, pero
absolutamente presente en nuestro tiempo: manipulación del lenguaje, uso de
eufemismos, manipulación léxico semántica, terrorífico y silencioso, actual.
Por
cierto, entretanto han encontrado una expresión oficial para las violaciones:
"relaciones coactivas", las denominan las autoridades.
Es,
por todo lo que he intentado contaros, un libro excepcional, crudo, que
participa del realismo puro, sin engaños sensoriales de mi adorado Henry
Miller, con Hambre, del noruego Knut Hamsun o con Hans Jäger. Libro complejo en
su sencillez, brutal y tierno, emocional, literatura con mayúsculas, una
experiencia fundamental en mi bagaje como lector.
Lo
encontramos en Anagrama, y aquí tenemos datos útiles.
ISBN
978-84-339-7080-0
PVP
sin IVA 17.31 €
PVP
con IVA 18 €
Nº de
páginas 328
Colección Panorama de narrativas
Traducción
Jorge Seca
Para
enterarse de lo que en realidad ocurrió en las postrimerías de la Segunda
Guerra Mundial, hay que pregun-társelo a las mujeres. Y es que, entre las
ruinas, los hombres demostraron ser el «sexo más débil». Así lo ve la autora de
este libro, que vivió el final de la guerra en Berlín. Sus observaciones
aparecieron publicadas por pri-mera vez en Norteamérica en 1954, gracias a Kurt
W. Marek, crítico y periodista, a quien la autora confió el manuscrito. Ahora
Anagrama recoge, además del epílogo de Marek, una introducción de Hans Magnus
Enzens-berger. En este documento único no se ilustra lo singular sino lo que
les tocó vivir a millones de mujeres: primero la supervivencia entre los
escombros, sin agua, sin gas, sin electricidad, acuciadas por el hambre, el
miedo y el asco, y, posteriormente, tras la batalla de Berlín, por la venganza
de los vencedores.
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