El
relato aborda, de una manera diferente, las contingencias de la vida, los
sueños rotos, las ilusiones perdidas, porque se centra en un resultado, una
acción concreta o un aspecto que se presenta de una manera directa. Munro
es la maestra. Su capacidad ilimitada de mostrar las historias las dota de una
verdad que duele, que llega a las entrañas del lector porque sabe que son ciertas,
que son parte misma de la vida.
Me
gusta la precisión con la que describe el carácter y el pensamiento de los
personajes, en Amistad de juventud, Flora, es un personaje que
subyace a la trama viviendo en una inacción pasiva incomprensible como si solo
hubiera una manera de entender la realidad.
Los
establos de troncos y la casa sin pintar, bastante comunes en las granjas
pobres, no eran un signo de pobreza en el caso de los Grieves, sino de
costumbre. Eso fue lo que la gente le dijo a mi madre.
En ocasiones,
en el cuento (Five points) resuelve el problema de contenido de una manera
elegante, lo hace contando, por ejemplo, lo que implica el silencio y el deseo,
una historia que se encierra en sí, con significados contradictorios como
ocurre en la vida
De
nuevo, él nada dijo de lo que ella esperaba no escuchar, nada que recordara
disimuladamente las mentiras. Un peligro pasado.
De
unas fotos sale toda una historia. Una poetisa, una familia o un empresario. La
autora juega con los personajes y con la perspectiva; con su capacidad de
análisis y esa facilidad para historiar lo cotidiano en una ejecución impecable
e inteligente. (Meneseteung)
Entre
las parejas que regresaban a casa desde la iglesia una reciente y soleada
mañana de domingo, observamos a cierto salado caballero y a una literaria dama,
quizá no en su primera juventud, pero en modo alguno marchitos por las
escarchas de la edad. ¿Podemos hacer conjeturas?
La
sencillez en la descripción de la acción es la clave de los relatos, ya que
procura una sensación de distancia frente a la trama que la dota de veracidad.
(Agárrame fuerte, no me sueltes)
Se
casaron cuando Hazel tenía dieciocho años. En los cuatro primeros años de
matrimonio tuvieron tres hijos. Después ya no tuvieron más. (Jack decía a la
gente que Hazel había descubierto cuál era la causa.)
En Naranjas
y manzanas, trabaja en la historia de una familia de una manera precisa y
sencilla. Aquí, la maestría es la capacidad de hacer fácil algo aparentemente
complejo. Me ha gustado cómo describe a los personajes.
Su
cara también cambió…, la carne desdibujó las líneas firmes dándole un aspecto
más dulce y en cierto modo más joven. Se le hincharon las mejillas y la boca
parecía más reservada. A veces tenía, todavía la tiene, la expresión de una
niña abstraída y bastante testaruda. Ahora lee libros más ligeros de checos,
japoneses o rumanos, y sigue estando gruesa. Tiene el pelo largo todavía, y
también negro, menos el de alrededor de la cara, que se le ha puesto cano, como
si hubieran echado sobre él un trozo de velo.
La
verdad cotidiana aparece en cada parte del relato; la revisión de la vida de un
pastor en la muerte de su esposa y el nuevo matrimonio; las relaciones con los feligreses
se suceden de una manera natural que se identifica con la vida misma. (Fotografías
del hielo)
—Los
padres y los hijos, Karin —dice suspirando, suspirando jocosamente—. Oh, qué
red tan enmarañada tejemos cuando tenemos hijos. Luego ellos siempre quieren
que seamos los mismos, quieren que seamos padres… Les trastorna terriblemente
que hagamos algo que ellos no creían que fuésemos a hacer. Terriblemente.
Como
decía en la introducción al libro, un hecho, a veces simple, da lugar a que afloren
historias, en Bondad y misericordia, una travesía en un barco deja al
descubierto secretos que se enlazan en el microcosmos de ese espacio cerrado
donde la fantasía puede confundirse con lo real y viceversa.
Era la
historia que se había estado contando noche tras noche en cubierta, su historia
absolutamente secreta, que volvía a ella. Ella la había inventado y él la había
tomado y la había explicado, tranquilamente.
En
este relato, se centra en lo cotidiano, como es costumbre en la recopilación,
de las relaciones humanas. Es extraordinario, me capta en seguida. Qué
brillante el retrato, es sensacional. Fijémonos en el ritmo de la descripción,
cómo dibuja de una manera precisa al personaje haciéndolo cotidiano y cercano al
lector. (Oh, de qué sirve)
Para
Joan, Morris tiene el aspecto del vigilante cuando le ve fuera, delante del
edificio de pisos, cortando la hierba. Lleva pantalones de trabajo de un verde
apagado, una camisa a cuadros escoceses y, por supuesto, sus gafas, con los
cristales ahumados. Parece un hombre competente, incluso autoritario, pero
responsable ante alguien más. Viéndole con una cuadrilla de sus propios
trabajadores —ha añadido el negocio de la construcción al almacén de madera—
probablemente se le tomaría por el capataz, un capataz lince, justo, con una
sólida pero limitada ambición. No por el jefe. No por el propietario del
edificio de apartamentos. Tiene la cara redonda y está parcialmente calvo, con
un bronceado reciente y nuevas pecas en la parte delantera de su cuero
cabelludo. Fuerte, pero empezando a cargarse de espaldas o ¿se le ve así
solamente cuando está empujando la segadora? ¿Adquieren un aspecto peculiar los
solteros, los hijos solteros…, los hijos solteros que han cuidado de los padres
mayores, especialmente de las madres? ¿Una mirada ensimismada y paciente que
llega casi a la humildad? Ella cree que es casi como si estuviera yendo a
visitar a un tío.
De
otro modo. Las mujeres aparecen empoderadas, capaces de dirigir su propio
destino, su camino sin culpa ni moralinas. Me gusta la autenticidad que
destilan los personajes, tan contradictorios en su verosimilitud.
—Ahí
se acabó para mí —dijo Maya—. Aquel fue mi verdadero y desesperado amor. Nunca
más.
¿Y qué
era Harvey, entonces?
—Ejercicio
—respondió Maya.
Los relatos
son de mujeres, pero mujeres que dirigen su destino a pesar de las dificultades
que asumen, de las desgracias o el disfrute con sus deseos. Me interesa mucho
porque la naturalidad de la narración repercute de una manera veraz en la
acción. (El día de la peluca)
Ella
no necesitaba verla, durante años no tuvo ni el menor deseo de verla. Un hombre
te arruina la vida durante un tiempo incontrolable y después, un día, no hay
nada, solo un agujero donde él estaba, es inexplicable.
Lo
encontramos en Debolsillo.
Traductor:
Esperanza Pérez Moreno
Editorial:
Debolsillo
ISBN: 9788499086675
Idioma:
Castellano
Número
de páginas: 320
Tiempo
de lectura: 7h 36m
Encuadernación:
Tapa blanda bolsillo
Fecha
de lanzamiento: 12/11/2010
Año de
edición: 2010
Plaza
de edición: Es
Colección:
Contemporánea
Alto: 19.0
cm
Ancho:
12.5 cm
Grueso:
1.8 cm
Peso: 248.0
gr
En los
diez relatos que componen Amistad de juventud se recrean los
misterios que anidan en el centro de la experiencia humana. Múltiples vidas
circulan por sus páginas, las vidas de hombres y mujeres que rememoran los
deseos y los sueños que enterraron hace ya quizá demasiado, las vidas que
resultaron de elecciones incomprensibles pero que asimismo las han moldeado
hasta convertirlas en lo que son.
La
mano sabia de Alice Munro lo describe todo con una piedad y un arte inusitados,
haciendo de este libro una verdadera obra maestra.
Reseñas:
"Los relatos de Alice Munro contienen muchas veces novelas enteras,
abarcan amplitudes temporales y saltos de generaciones que uno no imaginaba que
pudieran caber en el espacio de unas pocas decenas de páginas. "Antonio
Muñoz Molina
"Me
habría gustado escribir cualquier cuento de Alice Munro. Me parece una maestra.
Me ha ayudado a escribir sobre la maternidad, la amistad entre mujeres, las
relaciones entre madres e hijas. "Elvira Lindo, La 2 de TVE
APUNTES PARA UNA TERTULIA LITERARIA
Un libro que parece discreto… y no lo es
Amistad de juventud reúne diez relatos:
-
«Amistad de juventud»
-
«Five Points»
-
«Meneseteung»
-
«Agárrame fuerte, no me sueltes»
-
«Naranjas y manzanas»
-
«Fotografías del hielo»
-
«Bondad y misericordia»
-
«Oh, de qué sirve»
-
«De otro modo»
-
«El día de la peluca»
Dicho así, parece “otra” colección de cuentos. Pero leyendo se nota que es un libro de madurez: las historias no van a golpes de efecto, ni están construidas para que el final te tumbe de la silla. Munro hace otra cosa: te mete poco a poco en la vida de unos personajes y, casi sin darte cuenta, te ha contado la historia entera de una existencia, o de varias.
Me ha pasado varias veces que acababa un relato con la sensación de haber vivido muchos años con esos personajes en apenas unas páginas.
Lo que cuentan (sin destripar nada)
No voy a resumir cada cuento, pero sí trazar el mapa general de lo que me he encontrado, sin inventar nada y sin salirme de lo que el propio libro muestra.
En «Amistad de juventud», el relato que abre el volumen, una narradora adulta intenta recomponer una historia que su madre le contó una y otra vez, sobre dos hermanas y una comunidad religiosa. Lo interesante no es solo lo que pasó, sino cómo fue contado, con qué resentimientos y malentendidos, y cómo la hija, años después, vuelve sobre ese material como quien toca una herida. El cuento es casi un manifiesto: Munro mostrando que la memoria es un relato en constante revisión.
«Meneseteung» juega a algo parecido, pero con otra escala: una narradora del presente intenta reconstruir la vida de Almeda Roth, una poeta del siglo XIX, a través de restos, notas, conjeturas. Me gustó mucho la sensación de estar viendo cómo se fabrica una biografía y, al mismo tiempo, cuánto queda inevitablemente fuera. Es un relato sobre una mujer artista, sí, pero también sobre lo poco que podemos saber de las vidas ajenas, por mucha documentación que tengamos.
Otros cuentos se mueven en terrenos más íntimos, pero igual de incómodos:
-
En «Five Points» y «Naranjas y manzanas» aparecen relaciones extramatrimoniales, triángulos afectivos, decisiones que parecen pequeñas (un encuentro, un juego, un sí a destiempo) y que terminan condicionando el resto de la vida.
-
«Agárrame fuerte, no me sueltes» se asoma al duelo, al deseo y a la posibilidad de reinventarse cuando ya parece tarde, con un viaje que remueve más de lo que resuelve.
-
«Fotografías del hielo» y «Bondad y misericordia» ponen el foco en personajes que quieren “salvar” a otros, o sentirse moralmente superiores, y muestran el autoengaño y la hipocresía que se cuela en las buenas intenciones.
En los últimos cuentos —«Oh, de qué sirve», «De otro modo», «El día de la peluca»— late con fuerza la conciencia de la muerte, del tiempo que se nos escapa y de esa sensación tan humana de “debería haber vivido de otro modo”, pero ya es tarde para rehacerlo.
Lo más doloroso no es la tragedia en sí, sino esa mezcla de lucidez y resignación con la que los personajes miran su propia vida.
El estilo: claridad aparente, complejidad de fondo
Una de las cosas que más me ha impresionado es el estilo de Munro. No hay barroquismos, no hay frases para subrayar y colgar en Instagram cada dos páginas. Es una prosa aparentemente sencilla, casi transparente… pero debajo hay una arquitectura compleja.
Algunas cosas que he ido notando:
-
Saltos temporales muy medidos: los relatos no avanzan en línea recta. Pasan del presente al pasado remoto, a veces a otro pasado intermedio, y regresan. Y sin embargo, uno no se pierde. Lo que parece una digresión acaba siendo la pieza clave para entender un gesto o una frase años después.
-
Detalles que lo cambian todo: a menudo, una sola frase, casi escondida, resitúa por completo la historia. Es de esos libros en los que conviene leer con cierta atención, porque Munro no subraya las cosas importantes; simplemente las deja allí, confiando en que las pilles.
-
Voces narrativas muy trabajadas: en varios cuentos, quien narra no es del todo fiable. No porque mienta deliberadamente, sino porque recuerda selectivamente, interpreta, rellena huecos. Esa mezcla de memoria, imaginación y comentario posterior hace que sientas que estás más en una conversación íntima que ante un relato “cerrado”.
Y luego está el espacio: esos pueblos y ciudades canadienses, vidas de clase media, paisajes aparentemente grises. El famoso “Munro country”. Lo cotidiano es el escenario perfecto para que todo se descoloque: una comida familiar, un viaje, un encuentro casual… Lo extraordinario, en sus cuentos, suele entrar por la puerta de lo normal.
Temas que se quedan dando vueltas
Leyendo Amistad de juventud he tenido la sensación de que todos los cuentos orbitan alrededor de unas pocas preguntas insistentes:
-
¿Qué hacemos con nuestro pasado?Una y otra vez, los personajes regresan mentalmente a decisiones tomadas muchos años antes. Lo interesante es que ese regreso no sirve para “resolver” nada, sino para ver cómo se reescribe la propia historia: qué elegimos recordar, qué cambiamos sin querer, qué nos contamos para poder seguir viviendo con nosotros mismos.
-
¿Cómo cuentan su vida las mujeres?Muchas protagonistas son mujeres que, de un modo u otro, narran su propia existencia: en voz alta, en cartas, en historias familiares repetidas, en diarios. El libro muestra cómo esa narración puede ser una forma de libertad, pero también una trampa si se bloquea en una versión única de los hechos.
-
Culpa y pérdidaNo solo la pérdida de personas, sino la pérdida de posibilidades: la vida que podríamos haber tenido si, en cierto momento, hubiéramos elegido otra cosa. Munro no lo plantea como gran drama, sino como un rumor de fondo que acompaña la vida adulta.
-
Religión y moral cotidianaEn algunos cuentos, la religión aparece en forma de comunidad cerrada, normas, culpa. No se juzga de manera sencilla: hay consuelo y hay violencia simbólica. Lo que sí se ve es cómo ciertas ideas morales calan tanto que siguen actuando décadas después, incluso cuando ya nadie cree del todo en ellas.
-
El tiempo y la muerteEn varios relatos, y muy claramente en «De otro modo», aparece esa idea incómoda: sabemos que vamos a morir, pero no vivimos como si eso fuera verdad. Lo pensamos, asentimos… y seguimos con la inercia de siempre. Munro no sermonea; simplemente muestra esa distancia entre lo que sabemos y cómo actuamos.
Por qué este libro vale la pena
Después de terminar Amistad de juventud, me he quedado con la sensación de haber leído un libro importante en silencio. No es estridente, no intenta deslumbrar. Pero cuando lo cierras, las historias siguen ahí, pidiendo ser revisadas.
Me parece un libro ideal si:
-
Te gustan los relatos, pero buscas algo más que “buenos argumentos” y giros finales.
-
Te interesa la vida interior de los personajes, especialmente de mujeres adultas que arrastran pasado, decisiones, renuncias.
-
Te atraen las historias donde casi todo pasa “por debajo”: miradas, cosas no dichas, silencios largos en una cocina.
Y también es, creo, una muy buena puerta de entrada a Alice Munro: aquí están condensados muchos de sus temas y recursos, pero en un conjunto muy cohesionado.
Yo he salido del libro con ganas de releer algunos cuentos (sobre todo «Amistad de juventud» y «Meneseteung») y de seguir explorando el resto de sus colecciones. Si te animas a leerlo o ya lo has leído, me encantará saber qué relatos se te han quedado pegados y por qué.

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