¿No os pasa que al encontraros con ciertos libros os sentís especialmente bien? Siempre os hablo de encuentros, de ese momento especial de proximidad entre el lector y la obra, entre lo que quiso decir el escritor y lo que finalmente se atrevió o supo decir. Esa es la literatura, esa es la grandeza de las palabras imaginadas y ficcionadas por el autor, por el creador de la obra artística que rehace la vida y nos la acerca para satisfacernos, o no. Los libros son así, un ente vivo que nos ayuda en las dimensiones inexploradas de nuestro ser, pero que nos construye de una manera determinante, os lo digo yo.
En fin, hoy os traigo el quinto libro de la saga, serie o como queráis llamarlo del entrañable detective sin nombre, loco locales, auténtico , noble e idiota, idiota, pero mío. He ido leyendo todas sus aventuras, todas las locuras en las que se ha visto inmerso. He descubierto sus carencias, la Barcelona reconstruida de esta época y de otra, el paseo irónico por las diferentes clases sociales, por los bajos fondos, por el puterío, por el mundo trans. Él es un antihéroe muy español, construido con los estereotipos del mejor absurdo, trabajando el humor como base necesaria de su ser. Él es un Tip, una persona que, tras una locura nunca explicada, vive y trasiega por un sanatorio mental esperpéntico, pero como esperpénticas son todas y cada una de sus acciones.
Los personajes acompañan perfectamente a nuestro detective, y su instinto de sabueso no se ve interrumpido por la multitud de trampas que el destino pone a su paso. Él es un personaje digno de la mejor literatura del humor, pero también tiene ese punto quijotesco en que estos cuentan, a la menor oportunidad, su vida. Sin embargo hay algo triste tras la ironía, claro, no podría ser de ninguna otra manera, porque lo sarcástico también es doloroso, es demasiado cercano a nosotros para dejarlo de lado. Ese dolor por la Barcelona perdida, esa crítica por los prohombres que hacen y deshacen a su antojo una ciudad prodigiosa, aparece como un personaje más en esta ficción.
—Toda mi dilatada vida laboral —empezó diciendo— se desarrolló en el seno de la administración pública. Honrado y eficiente como ninguno, el estricto cumplimiento de mis funciones no me impidió practicar continuamente el más abyecto servilismo ante los poderosos, que, dada mi categoría, eran casi todos los demás...
Luego pasé una temporada en la cárcel y allí me sodomizaron no sé cuántas veces. Yo, por entonces, era joven y guapo y, sin serlo, tenía fama de gay. Cuando ingresé en prisión, la fama me había precedido y había lista de espera. Mientras estuve allí me sodomizaron los presos, los guardias y hasta los familiares que iban de visita. Yo no soy gay, pero tampoco opuse resistencia. Era una manera como otra cualquier de ganar amigos.
Ahora, lo que más me gusta es el absurdo, la estructura perfectamente resuelta en la que toma elementos lógicos y, al mezclarlos, adquieren esa dimensión sinsentido.
La amable anfitriona quiso agasajarme con un vaso de sus reputados vinos, pero decliné el ofrecimiento, alegando que no estaba acostumbrado a las bebidas alcohólicas y su consumo, siquiera moderado, podía provocarme, en presencia de una mujer tan atractiva, una reacción torpe e incontinente, como por ejemplo echarme a dormir entre regüeldos. Apreció mi delicadeza y, sentándose a la mesa, confesó haber tenido en el pasado una mala experiencia con un hombre bebedor, y recordó con angustia las escenas violentas y las terribles palizas que, de resultas de la embriaguez, ella se había visto obligada a propinarle...
—Abre, Cándida —dije precipitadamente—. Soy yo. Me mojo/.—No conozco a nadie con un nombre tan raro —dijo ella./—No es mi nombre, atontada —le grité—. Soy tu hermano./—¿Y cómo sé que no eres un malhechor?/—¡Soy las dos cosas! ¿No reconoces mi voz?/—Podrías ser un imitador. A ver, la contraseña./—¿Desde cuándo tienes contraseña?/—Desde el miércoles. Aún no se la he dicho a nadie.—¿Entonces cómo voy a saber la contraseña? Venga, Cándida, déjate de sandeces y abre.
Yo me he divertido mucho, ¿os parece poco? Seix Barral, y aquí tenemos cositas.
Nº de páginas: 320 págs.
Encuadernación: Tapa blanda
Editorial: SEIX BARRAL
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788432225581
En la nueva novela de Eduardo Mendoza, El secreto de la modelo extraviada, el detective loco que protagonizó El misterio de la cripta embrujada, El laberinto de las aceitunas y recientemente El enredo de la bolsa y la vida
recuerda un caso aparentemente cerrado de los ochenta y no ceja en su
empeño de resolverlo más de veinte años después. El detective más
divertido de la narrativa española nos cuenta aquí su doble aventura:
«Para el que ha pasado buena parte de su vida encerrado en un manicomio, aunque sea injustamente, como es mi caso, una reacción absurda no tiene nada de particular, aunque eso suponga meterse en líos. La cuestión es que un incidente trivial me trajo recuerdos y viajé al pasado (con la memoria, ya he dicho que no estoy loco). Años atrás me vi envuelto en un asunto feo. Habían asesinado a una modelo y me culpaban a mí. Por supuesto, sin razón: una modelo no haría caso a un tipo como yo ni asesinándola. Simplemente, había un oscuro enredo, estaba metida gente importante y pensaron que yo podía servir de cabeza de turco o de conejillo de indias, o como sea que se llame el desgraciado que paga los platos rotos. Para salvar el pellejo tuve que recurrir a mi ingenio y a métodos poco convencionales y pedir ayuda a personas de mi círculo, no siempre recomendables. No sé si salí bien parado del intento, pero salí. Ahora todo aquello ya es agua pasada. Sin embargo, un impulso me ha hecho volver sobre mis pasos, recorrer los antiguos escenarios, buscar a las personas que fueron protagonistas de aquel oscuro caso, y resolverlo por fin. Pero las cosas han cambiado. No sólo las personas y la forma de vivir, sino sobre todo la ciudad. En aquella época, Barcelona era una cochambre. Hoy es la ciudad más visitada y admirada. ¡Quién nos lo iba a decir! La Barcelona del presente no tiene nada que ver con la Barcelona del pasado. ¿O sí?».
«Para el que ha pasado buena parte de su vida encerrado en un manicomio, aunque sea injustamente, como es mi caso, una reacción absurda no tiene nada de particular, aunque eso suponga meterse en líos. La cuestión es que un incidente trivial me trajo recuerdos y viajé al pasado (con la memoria, ya he dicho que no estoy loco). Años atrás me vi envuelto en un asunto feo. Habían asesinado a una modelo y me culpaban a mí. Por supuesto, sin razón: una modelo no haría caso a un tipo como yo ni asesinándola. Simplemente, había un oscuro enredo, estaba metida gente importante y pensaron que yo podía servir de cabeza de turco o de conejillo de indias, o como sea que se llame el desgraciado que paga los platos rotos. Para salvar el pellejo tuve que recurrir a mi ingenio y a métodos poco convencionales y pedir ayuda a personas de mi círculo, no siempre recomendables. No sé si salí bien parado del intento, pero salí. Ahora todo aquello ya es agua pasada. Sin embargo, un impulso me ha hecho volver sobre mis pasos, recorrer los antiguos escenarios, buscar a las personas que fueron protagonistas de aquel oscuro caso, y resolverlo por fin. Pero las cosas han cambiado. No sólo las personas y la forma de vivir, sino sobre todo la ciudad. En aquella época, Barcelona era una cochambre. Hoy es la ciudad más visitada y admirada. ¡Quién nos lo iba a decir! La Barcelona del presente no tiene nada que ver con la Barcelona del pasado. ¿O sí?».
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