Hace tiempo que no entraba nada, eso no significa que no lea, lo hago, más o menos al ritmo de siempre. Mi vida es una espiral en que el tiempo se diluye en la carretera, sin verlo, se esfuma para reencontrarme de nuevo en julio habiendo, tan solo, cerrado los ojos un rato. Ha sido un año extraño. Llevo la friolera de 18 meses pensando el título de mi última novela, última o primera, no lo sé, porque son tantos años creando, pensando y construyéndola, que habrá perdido ya varias identidades. Un titulo es algo dificilísimo, no ese que nos viene así, de pronto, y pensamos que somos la leche, no, un título es algo que define la obra, que engancha al lector y que sintetiza el contenido. Imaginaros esto de ser novelista, editor, maquetador y qué sé yo, se hace eterno. El verano pasado discutía con mi padre si procedía el lenguaje soez en algunos pasajes, hoy me agobio pensando en que no le he podido poner un título definitivo y ya ha pasado un año, o más.
Sí, ya sé que si entráis aquí es para ver qué os digo de la novela de la que hablo, lo sé de sobra, pero aprovecho el primer párrafo para desvariar, para hablar del canon, de lo ficcional o de mi imaginario particular, vaya, qué cosas tienes Jaume. Sí, ya llego. He leído la novela, claro, necesitaba despejar mi mente y asegurarme un producto de calidad, que satisficiera mis instintos más bajos, es decir, no pensar, encefalograma plano, pero disfrutando, eh? que si no, para qué.
Las novelas de Leon, ya lo sabéis, te proporcionan esa dosis de calidad siendo previsibles, siendo de una estructura pasmosamente sencilla. Brunetti es como un hermano, un policía elegante, educado, razonable, buen lector de clásicos de historia, buen comedor, buen marido, algo cabroncete cuando se trata del poder. Me proporciona el lujo del tiempo personalizado, jaja, de un tiempo que es solo mío, que no comparto hasta que doy el salto mortal de encontrarme con vosotras en este espacio deshumanizado y tan mío.
En esta novela nos encontramos los personajes esperados, las relaciones familiares de complicidad, la política, la crítica al buenismo, a la moral mal entendida, que aborda a través del trato de menores para adopción, en España tenemos una experiencia muy dura sobre gente que decidió quién podía tener a su hijo y quién no. Lo hace de una manera elegante, manteniendo Venecia de fondo para todo, haciéndonos reconocibles las estampas que esperamos.
-Sí. Es casi como si viviéramos en dos mundos -dijo ella-. El mundo en el que la gente tiene demasiados hijos, que enferman y mueren de hambre, y nuestro mundo, en el que la gente desea hijos y n puede tenerlos.
Los esquematismos merecen la pena. Ahora, como muchas otras novelas, la tiene Planeta. Aquí os dejo una breve sinopsis.
Tres carabinieri irrumpen en el apartamento de un pediatra, lo atacan y se llevan a su hijo de dieciocho meses. ¿Qué ha motivado un ataque tan violento por parte de las fuerzas del orden? Cuando el comisario Brunetti es convocado al hospital en que ingresa la víctima del cruel asalto, deberá enfrentarse a más preguntas que respuestas. Al mismo tiempo, el inspector Vianello descubre una estafa que implica a farmacéuticos y médicos de Venecia. Y tras la estafa… algo más que dinero.
Líbranos del bien, el decimosexto caso protagonizado por el comisario Brunetti, el más negro y el primero sin crimen, urde dos tramas paralelas en torno al tráfico ilegal de menores para la adopción y a un dilema médico. Con el ingenio y la lucidez habitual en ella, Donna Leon demuestra que el camino del infierno puede estar sembrado de buenas intenciones.
Líbranos del bien, el decimosexto caso protagonizado por el comisario Brunetti, el más negro y el primero sin crimen, urde dos tramas paralelas en torno al tráfico ilegal de menores para la adopción y a un dilema médico. Con el ingenio y la lucidez habitual en ella, Donna Leon demuestra que el camino del infierno puede estar sembrado de buenas intenciones.
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