martes, 6 de agosto de 2019

Amor fou, Marta Sanz


Resultado de imagen de Marta sanz amor fouElijo esta novela para retomar el blog. Esta o cualquiera. Ocho,nueve. Muchas que no han encontrado el momento para plasmarse en este espacio. Lo abandoné definitivamente hace casi dos meses, definitivamente es un concepto con límites difusos porque, dos meses después, claro, lo retomo, lo miro con distancia y sé que me apetece volver a escribir sobre lo que leo, ya que no escribo sobre lo que vivo. El blog, no obstante, vive en solitario la vida digital que no controlamos, vive, de alguna manera, una vida autónoma con visitas imposibles y una pervivencia en la red de los acertijos. Escribo pues para no olvidarme de lo que leo, lo fácil sería decir, olvido lo que vivo.

Marta Sanz de nuevo. Inquietante. El libro no me produce más sensaciones, lo leo y punto. La historia sobre el amor y sus límites me interesa más, me interesa la obsesión, me interesa la dificultad de olvidarse del otro, de la dependencia. Me paro aquí. La dependencia que pudre lo que toca, que fagocita, en un intento de falsa simbiosis, la vitalidad de lo otro, de ese otro que encontramos y con quien disfrutamos de momentos de una vitalidad mayor o menor, pero que nos proporcionó algo. ¿No es suficiente? No. Existe la opinión de que lo ajeno nos es dado para siempre, sin más concesiones que lo etéreo de un contrato no escrito, o sí, y que eso nos vincula anímicamente por el resto de nuestros días. No alcanzamos el amor, claro, el disfrutar de lo que nos da o dio ese ser que compartió parte de su existencia con nosotros, el otorgar y ver la felicidad en su rostro, no nos es suficiente, necesitamos su sangre, necesitamos vivir su vida porque no somos capaces de preguntarnos si, en realidad, nos atrevemos a vivir la nuestra.
Así la pareja perfecta es el resultado de una pasión efímera donde participó otra persona, y el rastro del amor, del deseo, en realidad de la necesidad de posesión, es imprescindible para que el que marchó, para el que se convierte en observador y partícipe de la toxicidad extrema de la posesión del alma, pueda ejercer de contrapeso y recuerdo. Así los personajes comparten un doble bando: los observadores y los observados en una interacción absoluta que lleva a la autora a explorar los límites de lo que creen que es amor pero no deja de ser una vulgar concepción de la posesión.
La novela transcurre de una manera simple, trivial, a veces con cierta dificultad en la escritura que nos muestra a una escritora insegura porque le cuesta entrelazar a unos con otros, por eso la novela parece un artificio, aunque la literatura siempre sea un artificio.

 Quizá la brecha sea la misma que se abrió delante de los pies de Raymond al comprobar que mi única justificación para quererle era que me gustaba acostarme con él. Y eso no suponía para mí ninguna culpa.

Los posicionamientos políticos caen en tópicos utópicos, en ucronías que solo perviven en fantasías totalitaria que luchan por justificar un pasado a medida de la ilusión de libertad de quienes no lucharon por ella. Sigue fascinándome.

A diario Adrián en los tribunales se pone enfrente de los comisarios y los tenientes. No sabe durante cuánto tiempo va a poder seguir haciéndolo, porque Adrián lucha por erradicar enfermedades que en apariencia no existen. Vaginas escarbadas y bolsas de plástico en la cabeza. Madres incrédulas que culpan a sus hijos de lo que les han hecho sus torturadores.

Pero ya sabéis que Marta me gusta a pesar de que entiendo que este es un libro menor. En este blog he comentado varias de sus novelas y me sigue pareciendo una gran escritora, por eso os dejo un fragmento que me ha gustado. 

El día después el desaparecido Raymond está frente a mí, y Esther y Elisa van a vivir en el futuro una vida de guardaespaldas y de detectives privados que las seguirán por las carreteras a una prudente distancia, y las salvarán de los asesinatos que perpetren dejando pistas falsas sobre la escena del crimen, borrando huellas y retomando el largo camino hasta los brazos de papá, que contratará a un nuevo médico, problemas del corazón, ansias de independencia estériles, malas compañías, nefastas influencias, usted ya me entiende, gente sucia que se cruza en el camino; papá contratará a una nueva enfermera que vigile a Elisa y salve a Esther de la obligación de permanecer a su lado, despojándola del miedo, de la pesadilla y del sueño de que, por fin, Elisa la expulse de su útero sin que se le marquen cicatrices en la piel del vientre.
Lo podemos encontrar en Anagrama.

ISBN 978-84-339-9853-8
EAN  9788433998538
PVP CON IVA     16.90 €
ISBN E-BOOK     978-84-339-3920-3
EAN E-BOOK      9788433939203
PVP CON IVA E-BOOK         9.99 €
NÚM. DE PÁGINAS     200
COLECCIÓN       Narrativas hispánicas
CÓDIGO    NH 604
Este es el libro por el que Marta Sanz estuvo a punto de dejar de escribir. Una novela prácticamente inédita, una novela sin lectores, tal vez porque habla del gusano que corroe el corazón de la manzana en un mundo perfecto. En 2004, año en que fue escrita, Amor fou apuntaba hacia lo mucho que nos cuesta decir que el emperador va desnudo; lo hace también hoy, que la presentamos en versión corregida y actualizada. Casi todas las profecías de esta novela se han ido cumpliendo: aporofobia, gentrificación, banderas nacionales que ondean en el centro de las plazas, un patriotismo perturbado, el residuo franquista que oxida la convivencia, la brutalidad que se ejerce desde el poder, la okupación, los límites de la democracia y del Estado de derecho en el neoliberalismo, la justicia sin venda en los ojos, la manipulación pública a la que se someten ciertas vidas íntimas... La ponzoña es la metáfora que nutre una escritura de profundidad espeleológica.

Amor fou plantea preguntas en torno a nuestra educación sentimental y política. El amor empasta las voces, y la literatura se aparta de la suavidad deslizante de la seducción, para subrayar su violencia. La mirada del Marqués de Sade más educativo envenena las manzanas y el alimento de Los emperadores. Porque posiblemente Amor fou es un cuento de hadas salvaje, de esos que se censuran para no escandalizar a los niños, ni a los adultos que preferirían permanecer en una infancia eterna.

En esta historia triangular Raymond, desde su observatorio, vigila la felicidad conyugal de Adrián y Lala, su antigua novia, y no puede soportarla. Decide intervenir en ella con su mirada evocadora y su presencia disfrazada. Raymond lleva una barba postiza. Pero hasta las pequeñas maldades pueden tener horrendos efectos secundarios. El peligro se hace más intenso cuando Elisa y su hija Esther, cebada como esos niños canibalizados por la bruja, interfieren en la historia y traen con ellas los incendios, los anónimos, el abuso, las cicatrices y una ridícula caja de bombones envenenados.

«El amor como posibilidad llena de trampas, el amor como dolor, como enfermedad y locura. Puede que sea una de las novelas más dolorosas de Marta Sanz, y eso es mucho dolor, aunque sea por nuestro bien: Sanz nunca nos causa daño en vano, las heridas que deja son una forma de lucidez. Sirven» (Isaac Rosa).

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