jueves, 13 de junio de 2019

El sindicato de policía Yiddish, The Yiddish Policemen's Union, Michael Chabon


Resultado de imagen de el sindicato yiddish chabonComo llevo tiempo sin visitaros me entretengo más de lo normal mirando los libros que he leído últimamente y pensando sobre qué me apetece escribir. Descubro que sobre nada. La nada, el vacío. Leo un artículo sobre los microbios que hay en las pantallas de los móviles y comento en voz alta que lo que nos faltaba, quedarnos sin la máquina del noser. Así que miro el ebook y me decido entre: El sindicato de policía Yiddish, de Michael Chabon; Cuatro por cuatro, de Sara Mesa; Lincoln en el Bardo, de George Saunders; De música ligera, de Aixa de la Cruz o Amor fou, de Marta Sanz, y descubro con estupor que recuerdo solo pinceladas de las tramas mientras escribo esto, que, en realidad, los libros no son más que otra de mis adicciones, como los mail del trabajo en el Smart. Así que, ciego, mi dedo elige a Chabon.

Los libros de policías son una de mis debilidades y he escrito tanto sobre ello que me da vergüenza repetirme, pero claro, eso presupone que habéis leído todos mis comentarios al respecto o, más recientemente, mi libro sobre Donna Leon, y como sé que eso es demasiado, me repito, como en realidad se repiten todas mis entradas. Solo escribo sobre mí mismo, esa es la cruda realidad, sobre mi psicología, así, los posts no dejan de ser una terapia barata que sustituye la ansiedad psicológica del terapeuta o el calor distante del confesor y puedo, qué alegría, hablar sobre todas las vidas que no han sido y todo lo que no he imaginado, es decir, puedo hablar sobre mí mismo.

Tiene la memoria de un convicto, las pelotas de un bombero y la vista de un desvalijador de casas.

La novela policiaca necesita policías, es decir, necesita de un cuerpo legalmente constituido que ejerza el uso legítimo de la autoridad por delegación y de la violencia, si hace falta. Es un cuerpo complejo porque está pensado para mantener el statu quo del sistema, es decir, una sociedad occidental burguesa tendrá una policía que defienda la propiedad privada, la ausencia de la violencia, el mantenimiento del decoro, por ejemplo; y un estado dictatorial velará por el control y censura del pensamiento, será ojos y oídos, además de ejercer las funcionas delegadas que se le atribuyen. Una policía judía en un estado ficcional judío sito en Alaska, no el Israel soñado que se convierte en una especie de quimera, velará por el mantenimiento de una ortodoxia propia y de una ideología que sustente la posibilidad de la epopeya del pueblo. Pero aquí radica la inteligencia del autor, la epopeya ha muerto y los canadienses y los americanos han decidido cargarse el estado judío que se asentó en Alaska, vuelven a llevarlos a la diáspora, a alejarlos del sueño ficcional de la tierra y, en ese momento exacto, aparecen nuestros policías, una policía casi sin atributos, una policía que no representa a ninguna idea porque su razón de ser va a desaparecer y, la trama es divertida, han de resolver muertes y un complot para que la ortodoxia triunfe sin lugar a dudas.
Así el policía se convierte en detective, es decir, hay un cambio sutil en el género y se deambula por ese individualismo que tanto gusta en Norteamérica, Meyer Landsman es el shammes más condecorado del distrito de Sitka. Y, de repente, nos damos cuenta de que es bonito encontrarse con el recuerdo noir en el cerebro, con el policía roto por el alcohol, encontrarse con una literatura de otra época en esta ucronía estupenda. Ahora el policía funcionario educado juega con las travesuras de niño malo y te ayudan a sonreír al recordar cuando empezaste a leer la sordidez de las cloacas del delito y de la miseria humana.

Landsman le quita el tapón a la botella de vodka y da un trago largo y agarrotado. La bebida quema como un compuesto de disolvente y lejía. Cuando termina quedan varios centímetros en la botella, pero Landsman ha quedado lleno hasta arriba de nada más que la quemadura de los remordimientos. 

Esos guiños a la novela clásica, a los grandes detectives que llenaron mi adolescencia de ávido lector. ¡Qué placer!

Nunca más dormirá sin la ayuda de un puñado de Nembutal o sin los buenos oficios de su M-39 recortada.(…)
No me puedo creer que estés viviendo así. Dios bendito, ¿no te avergüenzas de ti mismo? 

Pero la novela tiene más, tiene tensión dramática, tiene política, tiene amor, tiene poder y corrupción, tiene religión, tiene inteligencia, tiene mesianismo, tiene homosexualidad, tiene, en una palabra, sentido.

La señora Shpilman pasó mucho rato sentada en la silla Luis XIV, horas, años enteros. Un frío la invadió, un asco gélido hacia la Creación, hacia Dios y sus obras mal concebidas. Al principio el horror que sentía pareció cernirse sobre su hijo y sobre el pecado al que se estaba negando a renunciar, pero pronto se convirtió en horror a sí misma.

Me ha gustado mucho, es una novela policíaca atípica, inteligente, amena, política, sexual, meramente literaria, estupenda, que diría mi amiga Maite. Aquí os dejo algún dato que os interesa en Debolsillo.

Nº de páginas: 432
Editorial: DEBOLSILLO
Idioma: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788499081397
Año de edición: 2010

El sindicato de policía Yiddish imagina una historia alternativa en la que, durante más de sesenta años, los judíos refugiados y sus descendientes han vivido tranquilamente en el distrito federal de Sitka, un espacio temporal dependiente de Estados Unidos, en Alaska, en el que los judíos han residido en paz. Sin embargo, el sueño de «un hogar para los judíos» parece llegar a su final, y una vez más la Historia los arrastra a un destino incierto. El asesinato de un carismático miembro de la comunidad judía servirá para poner de manifiesto las poderosas fuerzas ocultas que manejan los habitantes de Sitka, así como la capacidad analítica del fabuloso detective Meyer Landnsma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Debido a algún comentario improcedente que no respeta ni al autor del blog ni a los participantes del mismo, me veo obligado a moderar los comentarios. Disculpa las molestias.