lunes, 19 de enero de 2015

Los bulevares periféricos, (Los paseos de la circunvalación) Les boulevards de ceinture, Trilogía de la ocupación, Patrick Modiano


Leo en varios blogs sobre libros los diferentes recuentos del año que acaba, 2014, y los retos para el 2015. Me sorprende la cantidad de lectores blogueros que se lamentan por el hecho de haberse leído, tan solo, jajajaja, 47 libros y no los cincuenta previstos, o treinta y seis y no los treinta y siete que se habían propuesto. La literatura no es un reto, es un acto de fe, una solución a nuestras vidas, una reflexión sobre el horizonte intangible que es la existencia. Una lectura es un acto en sí mismo, es algo único, un hecho importantísimo que cambia el universo y, también, por supuesto, a nosotros mismos. Habrá años que leeremos cincuenta libros, otros cien y otros, es posible, solo uno, porque su intensidad, su dificultad, el dolor experimentado no da para más. Pero este vicio absurdo de los retos se extiende como una marea viscosa, como algo descontrolado: twiters con propósitos, lecturas colaborativas, ¡cómo coño se puede leer simultáneamente treinta libros todos al unísono y todos impuestos!, no lo entiendo. La lectura es íntima, un acto necesario de introspección y análisis, que luego, puede compartirse, o no. ¿Retos? Ahora ya nos los impone Zuckerberg, ¿queréis más comentarios?

Con esta entrada acabo la Trilogía de la ocupación de Modiano. A lo largo de la tres novelas el autor nos ha descrito la ocupación física, la moral y el antisemitismo en espacios deshabitados y ocupados como excusa para la depravación moral y la delincuencia: gánster, timadores, putas, depravados morales, pillos, aprovechados.

En pocas palabras, la gente estaba acabando por pensar que el pueblo estaba en manos de una banda de gánsteres...

...Se pasaron un cuarto de hora desgranando, igual que si fueran las cuentas de un rosario, nombres de bares y de salas de fiestas, como si París, Francia y el universo no fueran sino un barrio de prostitutas, un gigantesco burdel a cielo abierto.
 Modiano se adentra en la ocupación interior, en la necesidad del padre como figura que determina el futuro del hijo. En este caso un hijo dejado en un orfanato y recuperado, sacrificado y rescatado, en cierta manera, por el perdón. La ocupación, obviamente, es interior, metafísica, porque el padre ocupa los resquicios de la conciencia del hijo, de sus deseos, de la configuración difusa de su realidad. El padre omnipresente en su dejación, en su pasotismo, en su indiferencia afectiva. Pero padre, al igual que el de Kafka, omnipresente en la iconografía del personaje.
Pero no deja de hablar de la ocupación real de Francia, aunque de una manera atemporal, desubicada en el tiempo, tan solo centrada la acción dramática por referencias de canciones de la época ( je n'en connais pas la fin popularizada por Édith Piaf en 1939). Los personajes son hampa, villanos en busca de una épica de lo sórdido.
Muraille es un extorsionista; Marcheret es un legionario que, tal vez, también buscaba a su padre; Maud Gallas tal vez había regentado un local nocturno; Annie Murralille es una prostituta veinteañera, actriz con mala suerte; Sylviane Quimphe una prostituta que trabajaba en el tren y que tuvo suerte al heredar; y su padre, un ser extrañado, vilipendiado por el hecho de ser judío, como dice el protagonista,

mi padre. No sé casi nada de él. Pero me lo inventaré.

porque su obsesión por alcanzar su reconocimiento, por presentarse ante él como el hijo, son más fuertes que la dignidad, su necesidad hace que utilice la literatura para transformarlo en un personaje apto para sus deseos. Él estará dispuesto a todo para alcanzarlo.

A estas penalidades me sometía con la esperanza de establecer algún contacto con usted. Pornógrafo, gigoló, confidente de un alcohólico y de un soplón, ¿hasta dónde iba usted a arrastrarme? 

Por eso llegará al asesinato de unos pronazis en una fiesta (ES MI PADRE. Le apreté el cuello y me dolían los pulgares) porque la necesidad de ser reconocido, de encontrarlo es el único fin de su existencia a pesar de la distancia cósmica que les separa.

Debe de ser que un padre y un hijo no tienen gran cosa que decirse.

Me parece una trilogía indispensable. Como no he encontrado la sinopsis original de la editorial Alfaguara . Hoy en día los tres libros de Modiano sobre la ocupación los tenemos en Anagrama, os dejo sinopsis y datos a continuación de la primera reseña.

Los paseos de circunvalación redondean el tríptico. La misma vaguedad en cuanto a los personajes, una retahíla de nombres que van y vienen para albergar a seres vacíos de los que en definitiva sabremos poco y nada. Aquí el narrador se presenta como novelista, dice llamarse Serge Alexandre y traza el retrato de su padre, gordo, anodino, delincuente situado entre la poca monta y el guante blanco, ocupador de mansiones deshabitadas, y capaz de sacrificar judaicamente a su propio hijo tirándolo a las vías del tren, episodio que el buen Serge cristianamente le perdona. En un punto de estas historias de Modiano, uno sabe que nada tiene pretensión de realismo. Que en todo caso su realismo no tiene que ver con una descripción de ambientes, personajes y hechos. Que es más bien un pesadillesco retrato del alma, con mucha metaliteratura, y un sentido de lo histórico que supera la sujeción de las cronologías y los oficialismos.

ISBN 978-84-339-7580-5
PVP sin IVA 22.02 €
PVP con IVA 22.90 €
Nº de páginas 384
Colección Panorama de narrativas
Traducción María Teresa Gallego Urrutia


PN 795Este volumen reúne las tres primeras novelas de un autor fundamental de las letras francesas contemporáneas. Tres novelas que recibieron numerosos galardones –entre ellos el Gran Premio de la Academia Francesa– y que representan el primer y más brillante bisturí novelístico de la turbiedad, la complicidad social y la fantasmagoría, del antisemitismo, el crimen organizado y la fiesta de algunos en este negro período del siglo XX francés. Concretamente del París ocupado, su gestación y consecuencias. Entre el delirio, el sueño y la falsificación desfilan todos los fantasmas de la época. Entre ellos, el padre –ese eterno modianesco–, una banda criminal que gira en su provecho la amenaza del enemigo y la locura ideo­lógica –retrato del soporte intelectual de aquellos años– de un judío antisemita. Y todo ello contado, en palabras de José Carlos Llop, prologuista a esta edición, «como si Scott Fitzgerald y Dostoievski salieran de correría nocturna y en vez de bares hubieran visitado varios círculos del infierno con un espíritu entre la frescura fitzgeraldiana y el fatalismo nihilista del ruso, mezclado con cierta atmósfera a lo Simenon». Un libro absolutamente imprescindible.

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