A vueltas estamos con quién vende libros y con quién no lo hace. Estamos en el tránsito hacia un lugar que no conocemos y nos debatimos entre las novedades literarias intentando dilucidar las nuevas tendencias o descubrir nuevas formas en las formas que conocemos. Todo cambio de paradigma conlleva tensión, eso creo, por lo tanto es normal que la intuición del derrumbe lleve a la especulación. El ámbito político y social son quienes nos señalan los signos de cambio, de novedad, alentado todo ello, por las redes sociales que interconectan al individuo y lo hacen, paradójicamente, más independiente y más vulnerable a las verdades a medias o, directamente, a las mentiras difícilmente contrastables. Es una tempestad como no habíamos visto jamás, por eso la tenacidad, los valores, la determinación, son elementos que ayudan, sin duda, a mirar cada día con alucinación renovada, fijaos por donde, Las ciegas hormigas recoge muchos de estos aspectos.
Leía un post muy interesante en el blog de Alberto Olmos, Mala fama, donde, en resumen nos habla de la novela y la autoficción donde el yo debería devenir en el nosotros, o al menos en cada uno de nosotros, pero eso no es sencillo, claro, por eso me gusta cuando leo algo y puedo vernos en lo ficcionado, verme, en resumen, de una manera u otra. Pasa en la novela que os traigo.
la afinidad de clan debida a la sangre insobornable y proliferada, diferente para cada grupo; y más que diferente, antagónica; que ha elegido para la defensa de los suyos el odio o, por lo menos, la indiferencia ante el dolor ajeno, como si ello fuera necesario para la supervivencia.
la afinidad de clan debida a la sangre insobornable y proliferada, diferente para cada grupo; y más que diferente, antagónica; que ha elegido para la defensa de los suyos el odio o, por lo menos, la indiferencia ante el dolor ajeno, como si ello fuera necesario para la supervivencia.
La novela adquiere cierta distancia del narrador que aprovecha el artificio de la primera persona para adentrarnos en el mundo que nos quiere presentar. Cada personaje va dando una perspectiva que construye la historia y va dando sentido a la trama. Cada uno de ellos es un pilar necesario, cada uno de ellos es una voz autorizada que nos dice qué siente, qué anhela, hacia dónde se encamina. Todos. Todos menos Sabas que no necesita voz propia, porque es la naturaleza, es el tesón ciego y constante, la determinación sin fisuras que se levanta después, literalmente, de los estragos del temporal. Así ficción se encuentra con la alegoría, con la escena en que Sabas levanta la piedra y compara el trabajo con el de las negras hormigas que ve Ismael. Hay algo de Hansen, del realismo sucio, del desapasionamiento distante que te hiere, de la sobriedad que da fortaleza, una fortaleza antigua que emana de cada palabra, porque está al servicio de la determinación, de la determinación de los pobres.
Del cajón superior de la vieja cómoda saca un montón de ropa usada y arrugada, remendada por demás, compuesta de jerséis, interiores de invierno agujereados, pantalones de trabajo con remiendos y una trinchera: son los pingos que se pone cuando baja a por carbonilla a la playa. Para tal fin, la madre nos guarda la ropa vieja, una vez lavada y repasada hasta donde es posible y colocados los plastones correspondientes en los desgarrones y partes gastadas. Todos poseemos un equipo semejante. Todos los del pueblo lo tienen. Hace muchos años, una de las mujeres que recogen carbón bajó a la playa cubierta con un enorme chaquetón viejo, procedente Dios sabe de quién y de dónde, quizá de algún pariente marino o del ejército, y desde entonces se le llamó la «Chaquetona», y a su marido, «Chaquetón», y a sus hijos, los «Chaquetones».
Del cajón superior de la vieja cómoda saca un montón de ropa usada y arrugada, remendada por demás, compuesta de jerséis, interiores de invierno agujereados, pantalones de trabajo con remiendos y una trinchera: son los pingos que se pone cuando baja a por carbonilla a la playa. Para tal fin, la madre nos guarda la ropa vieja, una vez lavada y repasada hasta donde es posible y colocados los plastones correspondientes en los desgarrones y partes gastadas. Todos poseemos un equipo semejante. Todos los del pueblo lo tienen. Hace muchos años, una de las mujeres que recogen carbón bajó a la playa cubierta con un enorme chaquetón viejo, procedente Dios sabe de quién y de dónde, quizá de algún pariente marino o del ejército, y desde entonces se le llamó la «Chaquetona», y a su marido, «Chaquetón», y a sus hijos, los «Chaquetones».
Los personajes, así, son quienes pueden construir lo tramado, configurando pasiones, sentidos y deseos en un cuadro notable de la naturaleza humana. Todos tienen voz propia, una voz que se usa como contraste con las acciones que, en ocasiones, contradicen los pensamientos, porque solo importa el fin, la determinación de Sabas que es la fuerza primera, la naturaleza en estado puro.
—No es humano —sollozó—. Nada de lo que hemos hecho esta noche es humano.
—¿Pero aún no sabes que lucho así, desesperadamente, con furia ciega, sólo para convencerme de que no necesito un motivo para dudar? Odio lo que hace que tenga que odiarme a mí mismo.
—No es humano —sollozó—. Nada de lo que hemos hecho esta noche es humano.
—¿Pero aún no sabes que lucho así, desesperadamente, con furia ciega, sólo para convencerme de que no necesito un motivo para dudar? Odio lo que hace que tenga que odiarme a mí mismo.
Sabas, he dicho, es la naturaleza, la fuerza ciega, el seguir adelante pase lo que pase, construyendo la vida a golpe de sufrimiento, firme, sereno y seguro de ser. Por eso es el foco de todos los demás personajes que lo odian o guardan rencores profundos, pero que se pliegan a su determinación si límites.Pero no olvidemos que la novela se enmarca en la miseria, en la lucha interminable por el pan, como las hormigas.
Tropiezan y se levantan. Están preparadas para vencer todo lo que les pongan delante. Son invencibles. Han sido creadas con esa consigna y la cumplen.
—¿Para qué?
Y él repitió, volviendo a mí la cabeza, con sorda furia:
—¿Para qué? ¿Para qué? ¿Quién puede saber para qué han sido creadas así?
Siguió un silencio prolongado, que él mismo interrumpió cuando volvió a dejar la piedra en el mismo sitio, sobre el hormiguero, y dijo:
—Creo que hasta les habría gustado seguir luchando.
Tropiezan y se levantan. Están preparadas para vencer todo lo que les pongan delante. Son invencibles. Han sido creadas con esa consigna y la cumplen.
—¿Para qué?
Y él repitió, volviendo a mí la cabeza, con sorda furia:
—¿Para qué? ¿Para qué? ¿Quién puede saber para qué han sido creadas así?
Siguió un silencio prolongado, que él mismo interrumpió cuando volvió a dejar la piedra en el mismo sitio, sobre el hormiguero, y dijo:
—Creo que hasta les habría gustado seguir luchando.
Nº de páginas: 328 págs.
Encuadernación: Tapa blanda
Editorial: TUSQUETS EDITORES
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788483832004
Un furioso temporal en la costa cantábrica arroja contra los acantilados de Getxo un barco inglés, cuya carga de carbón se desparrama por las peñas. Todo el pueblo acude por la noche, como una marea humana acuciada por la necesidad, a recoger aquel oro negro que el oleaje y la resaca traen consigo. Sabas Jáuregui es consciente de que no puede dejar pasar la oportunidad y, en medio de la tormenta, arrastra a sus hijos Fermín, Cosme, Bruno e Ismael, y a su cuñado Pedro, a buscar un buen sitio en el acantilado desde donde subir el carbón que tanto necesitan en la cocina del caserío. Cuando a medianoche la tragedia hace su aparición, sólo la tenacidad arrolladora de Sabas, su aplomo ante el infortunio, su implacable severidad, logran empujarlos a todos, entre desgarros y odios, pero también con el apoyo incondicional de Ismael, el menor de sus hijos.
Encuadernación: Tapa blanda
Editorial: TUSQUETS EDITORES
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788483832004
Un furioso temporal en la costa cantábrica arroja contra los acantilados de Getxo un barco inglés, cuya carga de carbón se desparrama por las peñas. Todo el pueblo acude por la noche, como una marea humana acuciada por la necesidad, a recoger aquel oro negro que el oleaje y la resaca traen consigo. Sabas Jáuregui es consciente de que no puede dejar pasar la oportunidad y, en medio de la tormenta, arrastra a sus hijos Fermín, Cosme, Bruno e Ismael, y a su cuñado Pedro, a buscar un buen sitio en el acantilado desde donde subir el carbón que tanto necesitan en la cocina del caserío. Cuando a medianoche la tragedia hace su aparición, sólo la tenacidad arrolladora de Sabas, su aplomo ante el infortunio, su implacable severidad, logran empujarlos a todos, entre desgarros y odios, pero también con el apoyo incondicional de Ismael, el menor de sus hijos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Debido a algún comentario improcedente que no respeta ni al autor del blog ni a los participantes del mismo, me veo obligado a moderar los comentarios. Disculpa las molestias.