lunes, 7 de octubre de 2024

Cómo viven los muertos, How the Dead Live, Will Self

 


Cuando imaginamos la muerte cada uno lo hacemos desde nuestra educación, los que la tenemos, los más jóvenes, tal vez, recrean el imaginario fílmico con el que se han educado. La muerte es tabú, como muchos otros en una sociedad tan hipócrita como la nuestra. No nos morimos, somos jóvenes eternos, guapos y perfectos, con vidas plenas que se reflejan en las series de televisión de manera constante. Pero como eso no es cierto, no deja de ser una fantasía más propiciada para adormecernos y que no pensemos en lo nuclear, la muerte, pues, se puede presentar como nos dé la realísima gana. Yo, que la he experimentado, la entiendo como un momento de tranquilidad y paz, de estar con nosotros mismos y, quién sabe, con aquellos que nos han querido y deambulan por ese espacio inconcebible. Pero igual no es así, igual es la nada, es la podredumbre del cuerpo y la desaparición del espíritu, en cualquier caso, somos seres materialmente vivos y espiritualmente activos, con consciencia y alma, así que reconozcamos que también, en consecuencia, seremos no seres muertos. Y no me da ningún miedo.

El libro que os traigo juega con el espacio en que habitan los muertos. Un espacio paralelo al de los vivos, con sus miserias y virtudes, con sus calles y trabajos. Un espacio de tránsito, un espacio que nos prepara para la reencarnación mientras ponemos en orden nuestros asuntos con hacienda, literalmente. Así, la muerte se presenta en su doble perspectiva del hecho mismo de la decadencia física y fallecimiento de la protagonista, y el de la vida en la muerte. Habría una tercera vía en la cual la protagonista se prepara para la reencarnación, y lo hace mediante cursivas, en la voz de una niña que asiste perpleja a la autodestrucción de sus padres (no puedo decir quiénes son estos). En cualquier caso, el libro, como otros del autor, está escrito desde la perspectiva irónica y cínica de la tradición británica de humor. Así, reflexiona sobre hechos complejos con esa socarronería que tanto me gusta.

Los muertos viven como los vivos: razonan y piensan; desean y son. El autor juega con el surrealismo de las acciones, con la muerte antes y después, en una dinámica que pretende entretener.

 

──Mmmm, no, puede que no.

Está escribiendo algo sobre una carpeta de pinza con un Bic Naranja, colocándose adecuadamente sobre sus hombros los paneles de su tabardo virginal. Está primorosamente afeitado, doctor Steel, muy bien arreglado.

Cuando tenga cáncer ──y lo tendrá algún día, es una profecía autorrealizadora── , será bonito y metódico, un pequeño tumor en el interior de su cerebro que simplemente oprimirá una arteria vital, como si se tratase de un interruptor de la luz, y lo apagará por completo. Dejando toda su ropa bien planchada y su cuerpo inmaculado.

 

Como os decía, hay una imposibilidad en el mundo actual, al menos en el occidental, de administrar la frustración, el desengaño, la pérdida. Esa incapacidad de administrar el dolor es un mal que nos acecha como si estuviésemos obligados y predestinados solo a ganar. Educar para perder es una asignatura pendiente.

 

Es un hombre con éxito, y eso no nos gusta. Al fin y al cabo todo el mundo puede triunfar, pero para lo que hay que tener verdaderas agallas es para ser un perdedor.

 

Los muertos viven la vida de los vivos sin poder disfrutar los placeres de los sentidos, viven en casas que se pintan con derivados de tumores, conviven con los abortos que quedaron por el camino o con la grasa revivida que dejaron cuando hicieron régimen. Muertos que piensan, que evolucionan en barrios situados en sitios reales, muertos vivos que cuentan una historia.

 

Clive tenía la gentileza de llevarme como su acompañante a fiestas de sociedad donde los platos más sofisticados eran preparados por anfitriones y anfitrionas ansiosos por obtener nuestra aprobación. Aquellos estofados cremosos de tonos ocres y aromas a vino. Aquellas delicadas tajadas de carne ¡rosadas y jugosas! ¡Oh!, las coloridas guarniciones de las verduras más frescas, recién seleccionadas de los mejores establecimientos dela capital. ¿Y para qué? Para na-da. Ni tan siquiera podíamos olerlas. Nosotros, los invitados, nos dedicábamos a jugar con nuestras raciones, porque era todo cuanto podíamos hacer. Uno moldeaba su puré de patatas hasta crear una especie de escultura de Rodin, otro disponía sus zanahorias glaseadas y cogollitos de brécol para evocar el jardín de Givenchy y un tercero experimentaba con trozos de carne, que trasplantaba en torsos masticables con cartilaginosas extremidades y cabezas mordidas, anticipando oscuramente los excesos conceptuales de la década siguiente.

 

 En librería de lance. Originalmente Mondadori.

 

Editorial: Literatura Random House

ISBN: 9788439709435

Idioma: Castellano

Número de páginas: 416

Lily Bloom, mujer antisemita de 65 años muere en Londres de un cáncer. Sin embargo, tras el fallecimiento, continúa viva en cierto modo y decide convertirse en relaciones públicas para poder seguir viva en la muerte.

(The story follows Lily Bloom's encounter with the afterlife after dying from cancer. After being transported to new lodgings near Dalston, accompanied by her Aboriginal spirit guide Phar Lap Jones, her dead 9-year-old son Rude Boy, and a lithopedion foetus, she soon starts to adapt and learn the ways of the dead.)

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