Es tremendamente complejo cuando has escrito más de cuatrocientas entradas y crees que ya has hablado de todo: de la vida, de la muerte, del amor, de la amistad, de los celos, de la envidia, de los pecados, de los lectores, de la pandemia, de todo, en fin, es difícil seleccionar una nueva idea, por eso te queda una extraña sensación de fraude cuando perfilas temas sobre los que ya has hablado y pretendes ser original porque crees que quien te lee necesita la novedad para seguir siguiéndote y es, en este preciso momento, cuando te preguntas que qué coño hacías cuando empezaste a escribir, que cuál era su finalidad y es, entonces, cuando recuperas del desván de la memoria que solo querías mantener una bitácora de tu navegación por el mundo de la literatura y la creación de un canon propio que te ayudara, cuando la cabeza flaqueara, a recordar tal o cual libro, tal o cual género; sin embargo el tiempo me ha cambiado, claro, y mis pequeños ensayos se convierten en eso, en objeciones a lo contemporáneo, a reflexiones sin polémica de lo político. Hoy podría hablaros de la diferencia, de la mentira, del discurso del demagogo, del malabarismo del orador televisivo, o también podría deciros que, aunque nos cueste creerlo, se sigue escribiendo literatura y que un octogenario, creo, es capaz de componer una obra densa pero sin el peso absurdo de la pretensión de la inmortalidad. Hay obras que son literatura en sí mismas.
Vargas
Llosa es un monstruo de la literatura, un autor capaz de colocar muchas de sus
obras en un canon de la literatura universal, sí, no digo de la hispánica, que
por supuesto, digo del infinito y más allá, porque para poder entrar con voz
propia en la lista de las obras que merecen ser recordadas, debe, el autor,
cumplir unos cuantos requisitos, mejor dicho, la obra: literaturidad,
ficcionalidad verosímil, fluidez narrativa, inteligencia, capacidad de reconstrucción
infinita en manos del lector, estilo, claridad, finalidad (la que sea), en una
sola palabra, debe ser literatura. Esta obra, por muchos motivos, os cuento
algunos, rebasa las obras de dictadores y se adentra en la reflexión sobre el poder,
la tiranía y la configuración de lo sudamericano donde, desgraciadamente, se
siente la influencia del destino manifiesto norteamericano sustanciado en las
acciones de la CIA, en el poder manipulador de las grandes multinacionales o la
concepción criolla del poder manifestada en las sucesiones de militares, en est
caso, en Guatemala. Sí, la Guatemala de Asturias, del dictador, pero esa obra
ya estaba escrita, y Llosa ya había escrito la suya, por eso el autor entiende
la necesidad de transcender el género y no solo centrarse en las soledades y
abusos del poder, sino en las causas que motivan las acciones humanas.
Adquiere
por momentos la forma de crónica. La crónica es un género periodístico que
aborda en profundidad algún tema de interés, pero me refiero a otra crónica, a
la de indias que inauguró la literatura en español; es cierto que aquella
glorificaba o analizaba la función del conquistador héroe y mostraba una visión
de la historia. Aquí el héroe no es el conquistador, aunque podríamos pensar
que los conquistadores no vienen de Extremadura, sino de Texas o de las
oficinas de las grandes compañías bananeras, me sirve como elemento disruptivo
de la política interior de un país: Cortés conquistó México con traiciones y
alianzas inteligentes, los norteamericanos conquistan el poder de manera
idéntica, derrocando y poniendo títeres manejados por los medios y la Compañía.
Vargas es especialmente claro porque no cae en ningún momento en el mito
liberador de Galeano, sino que analiza la profundidad de las acciones y de los personajes
con sutileza e inteligencia, marginando la ideología y mostrando el relato
veraz de lo que ocurrió o no, es literatura.
La
obra es capaz de adentrarse en la política de Trujillo o de las reformas
agrarias, y aquí encuentro al autor de la extraordinaria La guerra del fin del
mundo, densa y profunda, como he dicho, sin atisbo de ostentación literaria,
pero tan literatura que no me deja dudas de que es un autor fundamental en la formación
literaria de cualquier persona que se precie: construcción, trabajo e
inteligencia.
A diferencia de muchos de sus amigos
extremistas, Jacobo Árbenz estaba convencido de que el Pulpo de ninguna manera
debería ser expulsado de Guatemala; por el contrario, había que poner a la
Frutera dentro de la ley, hacerle pagar impuestos, respetar a los obreros,
admitir que se formaran sindicatos. Y convertirla en un modelo a fin de atraer
a otras empresas, norteamericanas y europeas, indispensables para el desarrollo
industrial del país.
Es
muy importante la reflexión sobre los Medios y el trabajo que se hizo, se hace, de propaganda y márquetin por razones
comerciales de una multinacional para desestabilizar un país, por eso es sustancial
poner en solfa toda la información que pueda venir de las grandes Tec o farmacéuticas, ya que obedecen a razones suprahumanas que no atañen
a los hombres.
Las protestas del presidente Árbenz
contra la campaña periodística que, nacida en Estados Unidos, se proyectaba por
el mundo entero, también eran inútiles. ¿Cómo era posible que periódicos tan prestigiosos
como The New York Times, The Washington
Post, Time Magazine, Newsweek, Chicago Tribune se hubieran inventado semejante
fantasma:¡el comunismo en Guatemala!? Una mentira de pies a cabeza, que
caricaturizaba de manera indigna unas reformas sociales que, precisamente,
querían impedir que la pobreza, las injusticias y desigualdades sociales
empujaran a los guatemaltecos hacia el comunismo. El diplomático se limitaba a
responder que en Estados Unidos, país democrático, la prensa era libre y el
gobierno no se metía con ella.
La
maestría, pues, en la configuración de los personajes y situaciones, en la
recreación de ambientes, en la trama, es soberbia, es capaz de tomar diferentes
registros sin problemas o entrar dentro de la historia con una naturalidad
asombrosa.
Confieso que estoy algo nervioso. Llevo
dos años imaginando a esta mujer, inventándola, atribuyéndole toda clase de aventuras, desfigurándola para
que nadie ―ni ella misma― se reconozca en la historia que fantaseo. Esperaba
muchas cosas, salvo esta ruidosa y gigantesca pajareara. Hay canarios africanos,
palomas torcaces, loritos, cacatúas, guacamayos y otras varias especies no
identificables por mí. Una suerte de «horror al vacío» ha hecho que todo esté
ocupado, que no queden espacios libres. Uno no puede moverse en la casa de Marta
sin derribar algún objeto de las decenas o centenares de maceteros con plantas
grandes y chicas que se amontonan por doquier.
Alfaguara,
hay que leerla.
N.º de páginas: 360
Editorial: ALFAGUARA
Idioma: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788420435718
Año de edición: 2019
Plaza de edición: ES
Fecha de lanzamiento: 08/10/2019
Una historia
de conspiraciones políticas e intereses encontrados durante la Guerra Fría. Una
mentira que pasó por verdad y cambió el devenir de América Latina.
«¿Era
la historia esa fantástica tergiversación de la realidad?»
Guatemala, 1954. El golpe militar
perpetrado por Carlos Castillo Armas y auspiciado por Estados Unidos a través
de la CIA derroca el gobierno de Jacobo Árbenz. Detrás de este acto violento se
encuentra una mentira que pasó por verdad y que cambió el devenir de América
Latina: la acusación por parte del gobierno de Eisenhower de que Árbenz
alentaba la entrada del comunismo soviético en el continente.
Tiempos
recios es una historia
de conspiraciones internacionales e intereses encontrados, en los años de la Guerra
Fría, cuyos ecos resuenan hasta la actualidad. Un suceso que involucró a varios
países y en el que algunos verdugos acabaron convirtiéndose en víctimas de la
misma trama que habían ayudado a construir.
En esta novela apasionante, que conecta
con la aclamadaLa Fiesta del Chivo, Mario
Vargas Llosa funde la realidad con dos ficciones: la del narrador que
libremente recrea personajes y situaciones, y la diseñada por aquellos que
quisieron controlar la política y la economía de un continente manipulando su
historia.
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