El día es fantástico, un sol primaveral ilumina el espacio tiempo a pesar de encontrarme cercano al abatimiento, deambulando por las salas oscuras de mi cerebro. De senectute, sí, la vejez me rodea y observo sin impaciencia qué significa: observo a mi padre, observo a mi madre, veo el paso del tiempo en sus rostros, en sus voces, sin embargo mis ojos, los que se encuentran en el laberinto de mi mente, los ve en un punto de ese mismo espacio tiempo inalterado por los años que parecen hacer mella en los cuerpos, los veo como el niño que quiero seguir siendo, imagino, los veo como probablemente quiero que sean. Y además estoy yo. Me dicen que la reacción a la vacuna pandémica es directamente proporcional a la juventud, más cuanto más joven se es, menos en la vejez, como si el sistema inmune nos abandonara a nuestro destino, un destino, el que sea, dentro de la marea vocinglera de sabios que nunca han sido; sin embargo conozco jóvenes apáticos ante la reacción y mayores como yo con una reacción temperamental, salvaje, como si la juventud se negara a marcharse tras décadas de existencia. Pero lo cierto es que no importa, importa que hay quien me ve dentro de la senectud, abandonando lo que los tiempos entienden por ser joven, a saber: la apariencia necesaria de la piel tersa, los pechos firmes y las cirugías necesarias, por eso me pregunto que si los ojos con los que me miro al espejo o con los que observo a mis padres son los mismos ojos con los que los demás me ven, si no me conocieron en mi adolescencia prolongada, ¿es posible que me me miren en esa quietud del tiempo? Es probable que sea imposible y que mi alma no traspase mi cuerpo, que no se me pueda percibir con la fuerza de mi ímpetu, en el yo mismo que creo percibir en cada palpitación, cada ansiedad. Es posible que me haya crecido la nariz, los lóbulos de las orejas o que me cuelguen los huevos requeridos por la tierra, quién sabe si estoy más fláccido, tengo menos energía o mi rostro es el cuadro idóneo del paso del tiempo, lo cierto es que, conforme escribo esto, miro mis manos sobre el teclado y veo a un hombre que desea, que piensa, que respira con fortaleza y que siente al niño gritar temeroso e inconsciente todos los días. La vejez es un punto irremediable, ser viejo es abandonar el camino del niño, y de momento, quiero pensar que queda quien ve quién soy, no quien parezco ser.
Así
llego a mi libro. El blog se ha convertido en un espacio de reflexiones
diversas, me centro en un tema que me preocupa y me ayudo a pensar en él. En la
época de los ruidos sin sentido es importante encontrar el silencio, sin
embargo el silencio despierta las voces interiores que el entorno no nos deja
oír y eso, eso es muy difícil de soportar. Lo dicho. Os traigo un pequeño
entretenimiento. Literatura pornográfica, bueno, sin pasarnos, no está a la
altura de la literatura de género especial para pajilleros, no es el fin del
libro de relatos que he leído, es un libro que equilibra esos momentos sublimes
del onanismo con inquietudes de corrección política y happy ends (espero que se escriba así) Los relatos son irregulares
como son irregulares los autores, desde quien domina el oficio y aprovecha su
cuento para hacer literatura, hasta quien se mueve por la corrección de los
tiempos: si Oxford es capaz de prohibir la música clásica por colonialista y racista,
¿por qué un autor del tres al cuarto no va a poder ser políticamente
comprometido? Digo.
Este
género siempre me ha interesado, debe ser debido a mi desviación de la norma y
a mi contaminación heteronormativa y eróticamente fosilizada en paradigmas de
irracionalidad animal y pasión enfermiza por aquello que se deriva del sexo, de
la pasión sin fronteras, del goce por el goce, de las risas que van aparejadas
a un buen polvo. Sí, reconozco mi falocracia desestimulante en las nuevas
sexualidades y mi micromachismo asentado en la psique enferma de un blanco heterosexual,
probablemente binario y sometido a la norma cisgénero, sin embargo veo atisbos
de esperanza ante el nuevo amanecer de la indiferenciación no binaria: los
relatos de gais y lesbianas me interesan exactamente igual, he dicho que mi
interés reconocido no es pajillearme, es decir, me interesan si son literarios,
si son capaces de aportarme algo en lo ficcional.
El
prólogo es de Berlanga y nos lo dice bastante tranquilo, «No sé qué pensarán
ustedes, pero yo tengo la sensación de que nuestra cultura, como dice mi gran
amigo Juan Marsé, sigue cogiéndosela con papel de fumar. Por suerte, la
literatura, sobre todo la literatura erótica, es uno de los pocos reductos
abiertos a la transgresión.»
Dorso de diamante,
Mayra Montero. Es un relato prototípico con elementos de cine porno erótico:
cuñadas, laboratorio, tensión sexual que le da al relato ese trasunto delicioso
que se saborea en calma.
No le dije una palabra, primero la besé
en la boca, un beso apresurado y frío, y luego le chupé los pezones. Miré su
cara y vi que estaba pálida, tenía una expresión hostil y yo esperaba un empujón. Por el contrario, gimió,
fue un gran gemido que de algún modo me devolvió a la vida, pero que de algún
modo me condenó a la muerte.
Sola esta noche,
Manuel Talens. Entre la ideología y el esquematismo el relato se desarrolla
como si fuera un adolescente quebradizo e inseguro, contradictorio al fin y al
cabo. El erotismo entra desde la construcción de un imaginario de colegio mayor
con el tópico erótico de la francesita disponible.
Ideogramas húmedos,
Mercedes Abad. Original. El relato tiene de positivo que va al grano, los
desencadenantes son inmediatos sin historias, si bien es algo abrupto, responde
al género.
Cuando en Japón una mujer quería retener
a un hombre y hacerlo suyo para siempre, le explicó, le escribía cartas de amor
sirviéndose para ello de un peculiar sistema. En lugar de humedecer en agua las
barritas de tinta, las mujeres se las introducían en el sexo para humedecer la
tinta en sus propios jugos vaginales, de forma que los ideogramas que trazaban
sobre el papel estaban hechos con una parte de sí mismas, y sus efluvios,
mezclados con la tinta, envolvían al amante en un sutil aunque poderoso
sortilegio.
Nochebuena con nieve,
Leonardo Padura. En este relato me gusta reseñar su inicio que te reconforta
que te pide acompañar el resto de la lectura conuna sonrisa.
Fue apenas quince minutos antes de que
Zolita bajara del cielo con la misión divina de hacerse carne de mi carne y el
designio espantoso de no dejar que me vuelva a emborrachar en paz en ninguno de
los bares del mundo, cuando la mano mugrienta del cantinero me puso delante el
quinto carta blanca doble de la noche, huérfano de hielo como los demás, pero
cargado con la información siniestra que ha perseguido durante treinta años a
los borrachos cubanos.
La amiga de mamá,
Javier Cercas. El amor del adolescente por la mujer madura contado con distinción
y mostrando un erotismo elegante e interesante.
En ese momento comprendí, casi sin
asombro, que Matilde ya tendría más de sesenta años, que pronto sería una
anciana. Este cálculo me hundió bruscamente en la desolación y, mientras oía
hablar y registraba la energía artificial de los ojos, el brillo marchito de
los labios, la devastación de la piel y las arrugas sin remedio d la frente y
el cuello, sentí un deseo irrefrenable de estar a solas con ella y hablarle de
Colera y de Puigcerdá, de su sonrisa y sus ojos y su pelo de entonces, y de la
hondonada de carne entre pliegues rojos y de los muslos tan largos y de la
gelatina blanca que manchaba sábanas remotas.
Dulces sueños,
Eduardo Mendicutti. Del relato erótico se espera que ejerza el magnetismo
necesario para una excitación de la imaginación en el lector, una alegría
ficcional que le haga pasar un buen rato. Aquí el autor introduce el humor que
le da al momento sexualizado un aire de frescura.
«Conozco una fonda aquí cerca, esta
noche voy a dejarte preñado», y eso fue lo que acabó por darme ánimos para
sacar fuerzas de flaquezas, porque a mamá podía darle algo si la pobre tenía
que esperar a que yo quedase en estado interesante, y me solté de Antonio
haciendo caso omiso de mi proverbial dulzura, aunque sin poder evitar que
Antonio se quedase con la bufanda en las manos, y salí del Dunkerke dando
empujones, que yo mismo no me podía reconocer, y así fue como perdí la bufanda,
lo único que heredé de papá, si bien en cuanto me vi en la calle me recompuse y
recuperé mi proverbial dulzura, y pude comprobar que mi proverbial dulzura
seguía incólume.
El
niño y la sirena, José María Álvarez. La fantasía con una prima mayor es un
leitmotiv de la literatura erótica, no sé hasta qué punto engancha a las
mujeres, pero parece que sí lo hace c on los hombres. La sexualidad, la
pornografía o el erotismo pueden ser espacios compartidos, pero también son
lugares que diferencian lo masculino y lo femenino, o no.
Me di cuenta de que mi prima no era
ajena a mi estado. Se había percatado de cómo la miraba, de mi turbación, de mi
excitación. Sí, lo sabía.
El sabor,
Felipe Benítez Reyes. El juego con la estructura del cuento oriental da unos
excelentes resultados, como en las Mil y
una noches, el protagonista busca su destino a través, en este caso, del
deleite con un marco ornamental y reconocible.
La ventura de la vida de un hombre
depende de un sabor, y él pretendía llevar una vida venturosa, y necesitaba,
por tanto, lamer lo dulce.
Un árbol en el jardín,
Ana María Moix. Extraño ya que no recreea el erotismo, sino la impotencia y la
desazón de la ausencia del deseo, la muerte del sexo escenifica lo bizarro.
La incapacidad para sentir y compartir
el placer del acto amoroso convierte al ser humano en una especia de vegetal.
Otra Navidad en familia,
Luis Antonio de Villena. El autor es un gran poeta y traductor, todavía hoy le
agradezco sus traducciones de Catulo, sin embargo es este relato lo veo forzado
con el ansia de llegar a la trama y eso lo hace descuidado, pero bueno, hay lectores
que imponen la urgencia, pero no debe hacerlo el escritor.
Me haría compañía. Pues si el sexo había
repuntado, de súbito, como pitón dormida, no olvidaba ─no quería olvidar─ que
mi móvil primero al llamar al chico fue no sentirme solo. No buscaba sexo sino
amistad, cordialidad, benévolos sucedáneos del amor.
El hogar del fuego,
Andrés de Luna. En lo histórico y en lo cotidiano el sexo evoluciona sin
remedio del ardor al abandono de la costumbre. El relato me ha gustado mucho,
el trabajo con el tiempo y el devenir de Dickens en una vida de amor y
contradicciones le da fuerza e inteligencia.
El viernes anterior sentí mi hombría
mancillada: Kate dio tres bostezos seguidos mientras yo procuraba alcanzar las
crestas del placer.
Tres reyes,
Abilio Estévez. La Cuba comunista un día de no Navidad, el comisario juvenil,
el católico y el entusiasta se trabajan bajo las estrellas.
La cara de Mino se embelleció por el
dolor fugaz, y luego se embelleció aún más por el placer.
Perro negro, Irene González Frei.El relato erótico muchas veces depende en exclusiva de la urgencia, de la inmediatez y debe abandonar lo literario para ser solo acción y movimiento.
Debemos amarnos vorazmente.
En Tusquets
Editorial: Tusquets Editores S.A.
Temática: Erótica
Novela literaria | Relatos
Colección: La Sonrisa Vertical | Serie
.
Número de páginas: 216
Como lectura navideña, proponemos un
libro iconoclasta y a la vez divertido en el
que se dan cita dos ámbitos tan aparentemente contrapuestos como
la Navidad y el erotismo y que puede
convertir estas fechas en algo muy sugerente y original.
Como bien saben nuestros lectores de la
colección La sonrisa vertical, la literatura, y en especial la
literatura erótica, es uno de los escasos terrenos en los que nuestra sociedad
permite violar los tabúes y las normas. Y la Navidad, la fiesta por excelencia,
se presta perfectamente, y de manera turbadora, a la transgresión y,
por tanto, a lo erótico. Este volumen demuestra que la transgresión
y la ruptura con la tradición pueden crear, y de hecho crean, un espacio
literario con todas las de la ley.
Además de una propuesta lúdica, Cuentos eróticos de Navidad es
un pretexto para reunir a autores españoles e
hispanoamericanos, de estilos muy diferentes, y que de otro modo jamás
hubieran coincidido en un volumen. Algunos de ellos abordan por primera vez un
relato de carácter erótico, y otros publican por primera vez en Tusquets
Editores. A la categoría literaria que poseen los escritores convocados en
estas páginas se suma el amplio reconocimiento de la crítica y de los lectores
de que todos ellos gozan.
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