Una persona que trabaja conmigo ha decidido vivir la adolescencia líquida contemporánea a sus cincuenta en un carpe diem con condón de sabores y una ortodoxia kitsch. La horterada no pasaría a mayores, ni sería significativa, si no viviéramos tiempos de futilidad absolutos, alucinados y entretenidos con este nuevo puritanismo guay que lo impregna todo y propicia el tremendismo de la ofensa, la lengua con eufemismos y la estupidez permeable que lo fía todo al consumo desbocado. Es risible, aunque trivial, si no fuera paradigmático de unos tiempos que parecen un tsunami distópico y que pretenden borrarlo todo: la memoria, la dignidad, la inteligencia, el decoro. Estas nuevas víctimas de la guerra no sucumben con sangre, si no que mueren de inanición y estupidez dentro de un marco que se han creado para no mirar fuera con ojos críticos. La pandemia lo cambia todo porque estábamos preparándonos para cambiar, la pandemia pone en primera línea la dificultad para acercarnos a conceptos complejos como la muerte o enfrentar la hipocresía suicida de no saber qué somos como humanidad cayendo en el buenismo fetén de la armonía universal, el equilibrio y la solidaridad para el otro. Gilipolleces sin límites: la muerte es nuestro fin y los cadáveres son lo que seremos, en ellos nos convertiremos para revertir a la tierra que nos creó. Es más sencillo vestir, comportarse con ese ademán adolescente casual, cool, que nos permite alejarnos del olor que hace en la calle. Esa persona debe pensar que así será aceptado entre la juventud eterna que nunca va a desaparecer, entre las mareas juveniles que perpetúan la aceptación de todos los marcos que se nos proponen. Solo tiene miedo, es un cobarde.
La guerra, Hitler hacia París, en un
fresco genial nos ofrece a diferentes personajes descritos con una precisión de
cirujana, con una inteligencia sobresaliente. Todos y cada uno de ellos muestran
sus miseria, muestran lo que son ante el éxodo, ante la huida llena de terror.
La primera parte es excepcional como lo son otros libros sobre la guerra u
otros sobre los campos: la represión nunca puede ser descrita como en la
literatura, nunca he pensado que la historia se le acerque.
La edición que manejo tiene un prólogo
que hay que leer donde nos desgrana la técnica narrativa y cómo trabajaba la
configuración de los personajes, de ahí, que cualquiera de ellos sea un fresco
perfecto, una semblanza verosímil con la que podemos identificarnos.
Había elaborado una técnica novelesca
inspirada en el estilo de Iván Turguéniev. Al comenzar una novela escribía no
sólo el relato en sí, sino también las reflexiones que éste le inspiraba, sin
supresión ni tachadura alguna. Por añadidura, conocía de forma precisa a todos
sus personajes, incluso a los más secundarios. Emborronaba cuadernos enteros
para describir su fisonomía, su carácter, su educación, su infancia y las
etapas cronológicas de su vida. Cuando todos los personajes habían alcanzado
semejante grado de precisión, subrayaba con ayuda de dos lápices, uno rojo y
otro azul, los rasgos esenciales que debía conservar; a veces bastaban unas
líneas. Pasaba rápidamente a la composición de la novela, la mejoraba, y acto
seguido redactaba la versión definitiva.
Como he dicho es notable el desalojo de París,
la incertidumbre, el miedo, las actitudes de la burguesía, el carácter de cada
uno de los personajes que se nos presentan al desnudo, por eso consigues verlos
y vivirlos.
Había demasiados refugiados. Había
demasiados rostros cansados, demacrados, sudorosos; demasiados niños llorando,
demasiados labios temblorosos que preguntaban: «¿No sabrá usted dónde podríamos
encontrar una habitación o una cama?» «¿Podría usted indicarnos un restaurante,
señora?» Era como para desalentar la caridad. Aquella multitud miserable ya no
presentaba rasgos humanos; parecía una manada en estampida. Una extraña
uniformidad se extendía sobre ellos. La ropa arrugada, los rostros exhaustos,
las voces roncas, todo los asemejaba. Todos hacían los mismos gestos, todos
decían las mismas frases. Al salir del coche, se tambaleaban como si hubieran
bebido y se llevaban la mano a la frente, a las sienes doloridas. «¡Qué viaje,
Dios mío!», suspiraban. «Estamos guapos, ¿eh?», ironizaban. «De todas maneras,
parece que allí la cosa va mejor», decían señalando un punto invisible en la
lejanía.
El gusto por estos personajes no se
abandona en toda la novela y proporciona al lector una fuente inagotable de
placer literario: los secundarios bien diseñados, con entidad propia, y eso le
da a la novela una entidad propia que la dota de entidad porque consigue que podamos
meternos en las tramas con seguridad.
El caso urgente todavía no se había
presentado. Pero sor Marie de los Querubines se moría de ganas de montar en
aquel trasto. Tiempo atrás, cuando todavía no había abandonado el mundo, hacía
de eso cinco años, ¡cuántas salidas con sus hermanas, cuántas excursiones,
cuántas comidas en el campo! Se echó el negro velo hacia atrás y se dijo: «Si
éste no es el caso, jamás lo será.» Y empuñó el manillar con el corazón
palpitante de júbilo.
El libro tiene no solo la parte de testimonio, sino que
también reflexiona con inteligencia sobre el alma humana, sobre la mentira,
sobre la guerra, sobre el egoísmo. Pienso en que la autora no sobrevivió a la
guerra asesinada en un Campo de Concentración y me duele, sin embargo supo
trasmitirnos su dominio de cómo se domina el discurso narrativo dotándolo de
firmeza y de sensibilidad. Pienso en su rabiosa actualidad, en cómo supo ver en
los años cuarenta del siglo pasado esta carencia de rigor, esta época de
olvido, de hedonismo consumista (qué lejos el gozo en el mundo, el disfrutar
con inteligencia, el análisis, los tonos de grises, las matizaciones), de
predicadores sin talento.
«Y pensar que nadie lo sabrá, que
alrededor de todo esto se urdirá tal maraña de mentiras que aún acabarán
convirtiéndolo en una página gloriosa de la historia de Francia. Removerán
cielo y tierra para sacar a la luz actos de sacrificio, de heroísmo… ¡Con lo
que yo he visto, Dios mío! Puertas cerradas a las que se llamaba en vano para
pedir un vaso de agua, refugiados saqueando casas… Y en todas partes, en lo más
alto y lo más bajo, el caos, la cobardía, la vanidad, la ignorancia… ¡Ah, qué
grandes somos!»
Así, la obra se desarrolla como un gran
fresco en el que se describe no solo la guerra y a los refugiados, sino también
la vida de los burgueses de provincias que, a pesar del conflicto, viven sus contradicciones,
deseos y vida, mostrando, en muchas ocasiones, una inteligencia y capacidad
analíticas extraordinarias.
Todo era apropiado; a continuación,
pasados unos instantes, ofrecería a sus visitas una jarra de naranjada y unas
galletas desmigajadas. La mezquindad del piscolabis no sorprendería a la señora
Perrin, antes bien, vería en ella una nueva prueba de la prosperidad de los
Angellier -porque a mayor riqueza, mayor tacañería- y reconocería su propia
preocupación por el ahorro y esa tendencia al ascetismo que es consustancial a
la burguesía francesa y da a sus inconfesables placeres secretos una amargura
tonificante.
En Salamandra
EDITORIAL:Salamandra Bolsillo
COLECCIÓN:LETRAS DE BOLSILLO SALAMANDRA
ENCUADERNACIÓN:Tapa blanda o Bolsillo
PAÍS DE PUBLICACIÓN :España
IDIOMA DE PUBLICACIÓN :Español
IDIOMA ORIGINAL :Francés
ISBN:978-84-9838-370-6
EAN:9788498383706
DIMENSIONES:204 x 130 mm.
PESO:438 gramo
Nº PÁGINAS:480
FECHA PUBLICACIÓN :26-03-2020
Novela excepcional escrita en condiciones
excepcionales, Suite francesa retrata con maestría una época fundamental de la
Europa del siglo XX. En otoño de 2004 le fue concedido el premio Renaudot,
otorgado por primera vez a un autor fallecido. Imbuida de un claro componente
autobiográfico, Suite francesa se inicia en París los días previos a la
invasión alemana, en un clima de incertidumbre e incredulidad. Enseguida, tras
las primeras bombas, miles de familias se lanzan a las carreteras en coche, en
bicicleta o a pie. Némirovsky dibuja con precisión las escenas, unas
conmovedoras y otras grotescas, que se suceden en el camino: ricos burgueses
angustiados, amantes abandonadas, ancianos olvidados en el viaje, los
bombardeos sobre la población indefensa, las artimañas para conseguir agua, comida
y gasolina. A medida que los alemanes van tomando posesión del país, se
vislumbra un desmoronamiento del orden social imperante y el nacimiento de una
nueva época. La presencia de los invasores despertará odios, pero también
historias de amor clandestinas y públicas muestras de colaboracionismo.
Concebida como una composición en cinco partes #de las cuales la autora sólo
alcanzó a escribir dos# Suite francesa combina un retrato intimista de la
burguesía ilustrada con una visión implacable de la sociedad francesa durante
la ocupación. Con lucidez, pero también con un desasosiego notablemente exento
de sentimentalismo, Némirovsky muestra el fiel reflejo de una sociedad que ha
perdido su rumbo. El tono realista y distante de Némirovsky le permite componer
una radiografía fiel del país que la ha abandonado a su suerte y la ha arrojado
en manos de sus verdugos. Estamos pues ante un testimonio profundo y conmovedor
de la condición humana, escrito sin la facilidad de la distancia ni la
perspectiva del tiempo, por alguien que no llegó a conocer siquiera el final
del cataclismo que le tocó vivir. La crítica ha dicho...«Una narración de un
vigor extraordinario.»Le Monde «Una obra excelente.»New York Times «Es preciso
leer este libro.»Le Nouvel Observateur «Una obra maestra.»L'Express «Un libro
de una calidad literaria excepcional.»TLS «Sensacional recuperación [...]
Némirovsky registra con portentosa serenidad, sin consentirse ninguna flaqueza
sentimental, la perturbación de los hombres y mujeres zarandeados por la guerra.
[...] Se trata de una escritora que crea adicción.»Babelia «La lectura de este
libro significa mucho más que el simple acercamiento a un documento trágico de
una época fundamental para la historia de Europa.»ABC de las letras «Literatura
de la mejor cepa. [...] Suite francesa por lo tanto, además de ficción pura, es
un documento personal y directo del mismo rango que el Diario de Ana Frank o
Una mujer en Berlín de autora anónima.»Culturas «Hay novelas llenas de verdad
capaces de conservar intacto entre sus páginas un trozo del mundo. Ésta es una
de ellas.»Territorios «Suite francesa es una excelente novela que ha crecido
con los años. [...] La obra de Némirovsky debe interpretarse como un acto de
resistencia del espíritu contra el fanatismo y la intolerancia Sus palabras aún
nos iluminan.»El Cultural «Un fresco extraordinario, de una hondura humana e
inteligencia literaria prodigiosos.»Caballo Verde
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