Vivimos tiempos extraños. Creo haber comenzado este blog en alguna otra ocasión con el sonsonete, con la frase hecha, afortunada, difusa, lo suficiente para que quepa cualquier pensamiento en ella, para poder abordar cualquier espacio de pensamiento y que parezca un acto filosófico. Pero son extraños. Es extraño el neopuritanismo, otro lugar común de mis pensamientos, el hecho de juzgar al otro con la severa vara de medir de la virtud, virtud, por otra parte, consecuencia de un acto humano que pretende justificar a través de la moral un modo de actuar y ser ante lo otro. Así vivimos tiempos de corrección política, de ofendidos sin remedio, de dolor social, de identidades líquidas, vivimos, pues, un cambio de tendencia que se propicia por las redes y por parte del poder. Esto último es muy discutible porque nos invitaría a pensar que solo existe un poder, pero creo que existen poderes, como el bien y el mal, por ser reduccionista, que establecen una dialéctica de conflicto entre ellos, pero que no se imponen, necesariamente, de manera predominante. Lo cierto es que sí que veo más probable la imposición del estúpido, es decir, del mediocre que a través del altavoz que proporcionan las redes amplifica un discurso visceral que pretende el dominio de lo que no entiende. Los aspectos identitarios son un campo de trabajo idóneo para estos nuevos censores de lo humano, para estos mandarines guardianes de la ortodoxia más estricta y castrante. Todo es susceptible de ofender, porque todos podemos ser defendidos, y así se olvida, con una facilidad aterradora, que las lenguas solo describen parcialmente el mundo desde una perspectiva social y un uso individual, y que las limitaciones de las palabras son evidentes. Solo la metáfora podría ayudar a expresar exactamente lo cierto, pero si lo cierto no es más que un reflejo de nuestro pensamiento y los guardianes de la virtud son solo unos mediocres soberbios, ¿quién podría entender las imágenes de la lengua? Juzgar, controlar y someter, abrirse al diálogo es un riesgo demasiado alto. Puede que estemos equivocados.
A todo esto os vengo a hablar del último libro de Donna Leon, de Brunetti, de Venecia, por cierto, esta semana he leído que han funcionado las compuertas del Moisés, seguro que aparece en su próximo libro, solo han tardado unas decenas de años. Y no decepciona. Conscientemente lo he leído tras el último publicado de Camillieri, como comparación y reflexión. Ambos se acercan a la treintena de libros en sus respectivas series y ambos deberían sufrir por igual el agotamiento de las tramas y la escritura, pero el resultado es desigual. Donna Leon, sin duda, aguanta menor el paso del tiempo. Si bien es cierto que el esquematismo se necesita en la configuración de los personajes, desdibujando los secundarios para fortalecer al héroe, en ella la riqueza de matices es más intensa, las posibilidades literarias más claras. Sacrifica el diálogo en favor de lo narrativo y eso se agradece, sin embargo Montalbano es mucho más un guión cinematográfico que una novela en el sentido más estricto del término, y eso hace mella en el lector que se encuentra con algo coloquial, que, en muchos aspectos, abandona lo misterioso de lo literario.
En esta obra encontramos a un Bunetti absolutamente reconocible, cercano, inteligente, que aborda temas nuevos pero que son de siempre: la homosexualidad, la fama o virtú pública, las relaciones paterno filiales, los rumores, el egoísmo, el ego, la satisfacción del deseo. El entramado social queda retratado por los intereses de salvaguardar la fama del otro, su apariencia pública, pero olvida la necesidad de ser, el objetivo vital del otro que no tiene por que coincidir con los nuestros ni con los de nuestro entorno. De todas maneras la resolución de la novela no carece de un posicionamiento moral discutible, pero se agradece que se aborden temas abandonando el posicionamiento difuso.
Como he dicho se abordan diferentes aspectos sociales como el de la identidad y la homosexualidad, planteando los prejuicios que quedan latentes en el subconsciente social de la novela.
En ningún momento se había parado a pensar en los sentimientos que Gonzalo podía tener hacia el joven. Si Gonzalo era homosexual, ¿significaba eso que solo era capaz de deseo sexual y no de amor?¿Opinaría lo mismo si se tratase de un hombre heterosexual y una mujer muy joven? Se dio cuenta de que sí, pero al menos contemplaría la posibilidad de que se amasen y puede que incluso se lo desease.
Siempre me gusta analizar algún aspecto de las relaciones entre los personajes, creo que en esta novela se hace el mejor análisis que he leído hasta ahora de la relación del comisario con Patta respecto a las relaciones entre el poder y la fidelidad.
—Eso no es verdad —lo interrumpió Vianello—. No es que a Patta no le caigas bien, es que no confía en ti. No es lo mismo. Pero con los años se ha dado cuenta de que te necesita.
—¿Para qué? — Preguntó Brunetti.
—Tú nunca te quejas cuando él arrambla con el mérito de los que tú o cualquier otro habéis hecho —respondió el ispettore—. Pero quiere tener algo con lo que amenazarte, para que, cuando llegue algo que no quieras hacer, tu única opción ea aceptar lo que te pida o volver al aeropuerto.
Últimamente, como os he dicho, he hablado y reflexionado sobre la dificultad de la discusión constructiva del diálogo como contraposición de ideas frente a la polarización, así se consigue la ruptura de la razón y se da rienda suelta a lo irracional que se impone sin remedio con el fin de la imposibilidad de ser un ciudadano auténtico.
Brunetti estaba convencido de que en muchas cenas el tema prevalecía sobre otros porque, a lo largo de los últimos años, hablar de política o de inmigración o de cualquier otro asunto importante se había vuelto cada vez más peligroso. Hasta los comentarios sobre la política de los países vecinos podían resultar problemáticos.
La tenemos en Seix Barral
Nº de páginas:312
Editorial:SEIX BARRAL
Idioma:CASTELLANO
Encuadernación:Tapa blanda
ISBN:9788432234811
Año de edición:2019
Plaza de edición:BARCELONA
Traductor:MAIA FIGUEROA EVANS
¿Y si el amor pusiera en riesgo nuestra propia vida? Brunetti se enfrentará esta vez al conflicto de una herencia que oculta varios crímenes.
Venecia: ciudad de riqueza… y de codicia. Gonzalo Rodríguez de Tejeda, originario de España, ha hecho una fortuna como comerciante de arte. Ya retirado, goza de una vida tranquila en Venecia en compañía de su joven amante, al que ha decidido nombrar su heredero. Pero su familia conservadora, que nunca aprobó su estilo de vida permisivo, y sus amigos más cercanos creen que está cometiendo un error. ¿Quién es su heredero elegido? El suegro del comisario Brunetti tiene un fuerte presentimiento y le pide ayuda, lo que llevará al comisario a investigar en lo más profundo del corazón humano.
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