Camillieri es un nonagenario, cuando escribió esta novela igual octogenario, que se ocupa de aspectos que aparecen el la sociedad, como hemos visto en todos sus libro. En esta entrega observamos todos los elementos que podemos esperar en la serie de Montalbano así como una evolución completamente asentada, hacia la novela guión más que a la novela propiamkente dicha. Se ponen en vaolor las acciones del diálogo acompañados de elemtnos narrativos escasos que sirven, en la mayoría de ocasiones, de acotaciones a la acción o a la trama. La descripción es también escasa porque ya no se necesita si no es para acompañar o resaltar algún elemento importante de la historia. Así estos elementos tan necesarios para que hablemos de novela, se sacrifican ya que el lector comprende a los personajes y sus estereotipos, los identifica o bien por la serie de televisión, bien por la lectura de las 27 novelas anteriores, no importa, todos ellos son reconocibles, desde la preocupación de Montalbano por la edad, hasta la planicie de Enzo.
El donjuanismo de Mimì Augello, o el odio de Montalbano por lo burocrático.
Mimì Augelo llamó a la puerta de su despacho cuando a Montalbano empezaba a dolerle el brazo de tanto firmar.
─¿Dónde andabas?
─He ido a tomarme un café y a charlar un poco con Anna Bonifacio, la compañera de trabajo de Luigia Jacono.
─Pues has tardado tanto que me huelo que has tomado algo más que un simple café.
─¡Qué quieres que te diga? Tenía que agradecerle el favor que me había hecho.
La simplicidad de Catarella, sus errores constantes con los nombres.
─¡Ah, dottori! Parece que estaría en la línea el siñor Quallalera, que disea hablar con usía urgentísimamente.
No conocía a ningún Quallalera, pero como no tenía nada que hace…
─Pásamelo.
─¿Dottor Montalbano? Soy Giulio Calderera. Quería contarle algo curioso que ha sucedido.
La velocidad de Gallo al volante.
El agente Galo hizo todo lo posible para que el coche patrulla volara.
La obsesión por lo escabroso o la incapacidad de conducir del fiscal Tommaseo.
Era bien sabido que Tommaseo conducía peor que un drogadicto sonámbulo.
O la mala leche del forense Pasquano.
El primero en llegar fue el forense, el dottor Pasquano, que precedía con su coche al vehículo funerario, en el que iban dos hombres del depósito.
Bajó soltando maldiciones en voz alta, cerró de un portazo y no saludó a nadie.
─Dottore, ¿Por casualidad no perdería ayer al póquer? quiso saber Montalbano.
Así pues, toda la estructura contribuye a la identificación del lector, a la complicidad dejando a un lado el trabajo que requiere la novela y sirviendo como canal de entretenimiento. La experiencia de la escritura hace, pues, que las pocas descripciones tengan un carácter coloquial, cordial, a veces divertido y casual. No prima la literatura, no es el interés del autor, ni, en ocasiones la trama. Este subgénero hace que el conjunto genere el sentido de configurar el libro, lo policial, en este caso, como elemento adictivo para crear un entretenimiento que no podemos abandonar.
El de la navaja, por su parte, se lanzó sobre los dos a toda velocidad. El de los puñetazos daba coces tratando de acertar en los cojones de Montalbano, que a su vez le atizaba con el puño izquierdo, al tiempo que con el derecho golpeaba al que estaba encima del todo, el cual, por su parte, con una mano intentaba dejar ciego al comisario sacándole los ojos, y con la otra pretendía hacerle lo mismo a su contrincante.
En Salamandra
Nº de páginas:224
Editorial:S.A.) SALAMANDRA (PUBLICACIONES Y EDICIONES SALAMANDRA
Idioma:CASTELLANO
Encuadernación:Tapa blanda
ISBN:9788498389418
Año de edición:2019
Plaza de edición:ES
Traductor:CARLOS MAYOR ORTEGA
Dos moscas latosas, dos hombres que pelean en una playa, tres mujeres secuestradas, un bon vivant desaparecido (¿víctima de la mafia?), un hombre amarrado y herido por la sartén de una cocinera, un pobre loco que tal vez sea también un asesino, dos cadáveres (de un hombre y una mujer). Éstos son los ingredientes de una intriga que parece imposible de resolver, aunque no para Salvo Montalbano, quizá más enamorado que nunca y acompañado, como siempre, del inefable Catarella, el avispado agente Fazio y Mimì Augello. Calma: al cabo de pocas horas, dos de las tres mujeres han aparecido indemnes, la otra desnuda y levemente herida; las tres son empleadas de banco, como el loco; el desaparecido tenía amoríos, deudas (bancarias y de otro tipo), ¿y la víctima del sartenazo? Conviene no desesperar y leer de principio a fin (una vez que se empieza, es imposible dejar de leer) esta nueva novela irónica, misteriosa, oscurísima y genial que, por si fuera necesario, confirma una vez más a Andrea Camilleri como uno de los maestros indiscutibles del género negro y a Montalbano como uno de los personajes más memorables de la literatura.
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