jueves, 30 de enero de 2020

Arrancad las semillas, 芽むしり仔撃ち, Fusilad a los niños, Kenzaburo Oé

Resultat d'imatges per a "fusilad a nlos niños"En este mundo inquietante en el que vivimos, rodeados de falsedades y alucinaciones hipnóticas, la literatura es un refugio necesario para sobrevivir, para no dejar el cerebro en apagado preventivo y poder gritar con fuerza que somos personas, que pensamos, que nos entristecemos, que vivimos la ansiedad como buenamente podemos, que somos imperfectos, que no nos gustan ciertas cosas, que nos da repelús el ofendidito, que no tenemos piel de acero, que lloramos, incluso, en ocasiones, que nos emocionamos con una escena de amor, que tenemos miedo cuando la soledad nos invade en la palabra, que queremos, que odiamos, menos, que necesitamos correr, que queremos ser, que viajamos a las ficciones recreadas especialmente por nuestro cerebro, en una palabra, que nos dejamos vencer por el deseo irrefrenable de ser inspirados por el placer de leer lo que nos da la real gana.

Los niños repudiados, los niños difíciles. Parábola, al fin y al cabo, sobre la dificultad del adulto de encontrarse con el adolescente, con el niño, dificultad de aceptar el reflejo inmaduro e inacabado de quienes fuimos; así el niño aparece como enemigo, como elemento disruptivo de la vida lineal del adulto. Niño molesto, niño que hiere con su verdad y su ausencia de construcciones sociales; Jesucristo tuvo que decir, dejad que los niños se acerquen a mí, molestos, debían de ser, porque el mandato implica que dejemos y abramos nuestra mente al universo ruidoso y estridente. , pues, golpea.
Los niños repudiados, los huérfanos, los niños rechazados doblemente, los niños evacuados por carreteras intrincadas. El pueblo que aparece con una hostilidad sobrevenida, que hace de la plaga responsabilidad del irresponsable y crea una utopía gobernada por la niñez, sin candor, realista, donde la violencia y la violación son parte de la vida porque los repudiados se convierten, o tal vez ya lo son, en adultos inquietantes; de ahí que podamos pensar en la imposibilidad de la utopía moderna, de ahí, es posible, que los intentos del clan, de la armonía, solo sean ecos. Y así trascurre esta novela en su sordidez sin poesía buscando la posibilidad de un mañana. Lo sé, es un poeta, me remito a su obra extraordinaria, pero aquí adecua el lenguaje a la situación dramática y vemos la crueldad y la desnudez sin interpretación. Los niños son llevados del reformatorio de aldea en aldea, repudiaditos, y dejados donde los aceptan como mercancía dudosa. El apocalipsis de la guerra es el apocalipsis del nómada.

gritó inesperadamente el alcalde cuando parecía que su sermón había terminado, con voz ronca―. ¡Si os cogemos robando, provocando incendios o alborotando, os matamos a palos! ¡Recordad que para nosotros sólo sois parásitos!¡Y encima, tenemos que daros de comer!¡Recordad que no sois más que parásitos y que no os necesitamos para nada, desgraciados!

El realismo del protagonista, su voz, nos ahoga en sus inquietudes, nos traslada su alma atormentada y su claridad, su visión angustiosa del mundo. Se enfrenta a la muerte, a la violencia y a la violación, al hambre y a la desesperación. Es el reflejo del hombre, de una visión existencialista del hombre, claro, el deseo del bien y la imposición del dolor.

Iban a liberarme de la prisión a la que me habían arrojado. Pero fuera seguiría estando igualmente encerrado. No podría escapar jamás. Tanto dentro como fuera, había puños duros y brazos brutales dispuestos a herirme y golpearme.

En Anagrama.


ISBN 978-84-339-0892-6
EAN 9788433908926
PVP CON IVA 17.90 €
ISBN E-BOOK 978-84-339-3869-5
EAN E-BOOK 9788433938695
PVP CON IVA E-BOOK 9.99 €
NÚM. DE PÁGINAS 192
COLECCIÓN Panorama de narrativas
CÓDIGO PN 422
TRADUCCIÓN Miguel Wandenbergh
PUBLICACIÓN 01/04/199
La primera novela del más celebrado escritor japonés viviente, Arrancad las semillas, fusilad a los niños narra las proezas de quince chicos adolescentes de un reformatorio, evacuados en tiempo de guerra a un remoto pueblo de montaña, cuyo alcalde cree que hay que suprimir a los revoltosos «desde la semilla». El narrador, que es el cabecilla de la banda, su hermano pequeño y sus colegas son todos delincuentes marginados, temidos y detestados por los campesinos del lugar. Cuando se declara una epidemia, los habitantes del pueblo los abandonan y huyen, encerrándolos dentro del pueblo vacío; el breve intento de los chicos de construirse una vida autónoma de dignidad, amor y valor tribal, como reacción a la muerte y a la adulta pesadilla de la guerra, está condenado inevitablemente al fracaso.
Esta novela, en la que aparecen ecos desde Mark Twain y el Golding de El señor de las moscas hasta Mailer y Camus, encierra todas las cualidades que distinguen la escriture de Oé: su ira radical, su evocación de mito y arquetipo y su extraordinario estilo poético.


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