viernes, 13 de diciembre de 2019

Del tiempo y el río, Of Time and the River, Thomas Wolfe



Resultado de imagen de del tiempo y el rio wolfeHoy es mi cumpleaños. La gente tiene cierta tendencia a esperar que le regales en el suyo, a mí me gusta regalar y regalarme, como tributo necesario a mi cordura y al equilibrio emocional que, parece, voy a conseguir antes de la tumba. Es mi cumpleaños, comentaba y anoche recibí, en realidad de madrugada, recibí, y esta mañana he dado, he invitado a mis compañeros, a mis compañeras, les he comprado una tarta a unas, a otros coca y pizza, y he sido capaz de agradecer con una sonrisa a los que se han abrazado o besado, qué poco pródigo soy en amores instantáneos. Pero lo que más me importa es deciros que me he regalado a mí mismo, lectores invisibles, sombras en una nube inmensa e inabarcable, vosotras, allí, en los abismos míticos de los bits, sois, en muchos sentidos, a quienes más me apetece agasajar hoy, porque es mi cumpleaños y necesito regalaros algo descomunal, inédito y monumental que os llegue al corazón y os desborde de una manera que no podáis olvidar. Jaume me invitó a leer, a compartir su regalo esforzándome por entender y disfrutar en la medida en que él lo ha hecho, si no, cómo podría transmitiros esta emoción y felicidad por ser, por llegar y transitar sin remedio por la vida,  mirando, levantando la cabeza, respirando y siendo, lo mejor que puedo, un ser que estima su mismidad, pues, digo, la mejor manera es incitándoos a que leáis y experimentéis lo que  yo he experimentado.


Y ahora Virginia sueña a la luz de la luna. En los canalizos de Louisiana la quebrada luz de la luna se agita, la quebrada luz de la luna palpita, el resplandor de muchos ríos yace soñando a la luz de la luna irradiando a la luz de la luna soñando a la luz de la luna luz de luna luz de luna aparentando bajo esa luz de luna luz de luna luz de luna que resplandece y están manando en la luz de luna luz de luna luz de luna luz de luna luz de luna luz de luna luz de luna luz de luna.
Lu-u-u-z de luna-luz de luna-luz de luna-luz de luna-luz de luna-luz de luna-luz de luna-de luna-de luna-de luuuna.
¡Aparentando que sueñan bajo la luz de la luna!

Del olvido, sí, me voy al olvido para rescatar la literatura, para ofreceros alternativas a las listas que nos regalan como menús del supermercado (aquí os dejo dos que son divertidas y donde encontraréis libros que están muy bien, Los 21Los 40) para compartir la grandeza de la literatura, palabras, emoción estética y grandiosidad, para volver, como prometí en verano a Wolfe, al genio puro, al alma violenta que vomita la realidad con una delicadeza poética y un vigor que rompe nuestra cordura de lectores. Me he aburrido, me he emocionado y llorado, he sido otro, he contribuido a comprender y a escribir el libro, he sido un lector infiel, he sido un esclavo de su verborrea, he sufrido y cantado con la voz hasta agonizar con un dolor de hígado insoportable, he sangrado por su dolor, he alucinado con sus visiones de los ríos o de los paisajes que se enumeran tras la ventanilla del tren, he sido uno con él, múltiples con vosotros y con los que lo hemos leído, he sido odiador y amante de sus noches, de sus temores, de su anhelo por un padre muerto, por sus disputas con sus hermanos y hermana, por el recuerdo de los seres que se fueron, por el dolor de los doce años revividos en una inscripción en un reloj regalado, sí amigos, escribo esto y me atenaza la angustia, me conmueva la pasión y el torrente literario que he vuelta a disfrutar en sus páginas. Sí, que sí, su estructura es turbulenta, es capaz de juntar capítulos descomunales donde solo el placer estético compensa el esfuerzo, con otros en que las tramas se pueden hacer aburridas, ¿y qué? Da lo mismo, amigas, no importa, porque la vida son momentos de pasión y deseo, de irracionalidad y racionalidad, es aburrimiento e ilusión, sí, no os engañéis, la literatura imita la vida, la rehace y la recrea en lo ficcional o simbólico, o ambas cosas, y nos ofrece la posibilidad de la redimensión, pero es vida, alguna vida en particular, algún tipo que nos invade. Siempre queda la posibilidad de ver un programa del corazón, lo admito, de disfrutar con la recompensa instantánea del reconocimiento sin esfuerzo, pero acabar este libro, compañeros, acabar este libro me obliga con vosotros, sí, me obligo a deciros que la literatura no ha muerto, para nada, la literatura siempre está a nuestro alcance. No dejemos que desaparezca, Wolfe vive en este artículo, en mi corazón y en mi memoria. Bendito sea (Mirad que artículo más bonito Wolfe )

¿Qué es este sueño del tiempo, este milagro amargo y raro de la vida? ¿Es el viento que al huir arrastra las hojas hacia caminos desnudos? ¿Es el violento, borrascoso vuelo de los días de furia, el paso tormentoso y rápido de un millón de rostros, todos perdidos, olvidados, desvanecidos como sueños? ¿Es el viento que aúlla sobre la tierra, el viento que arrastra todas las cosas bajo su azote, el viento que arrastra a todos los hombres y los hace huir como espectros apagados? ¿Es la hoja roja que se retuerce en la rama y que estará volando para siempre?

El ángel que nos mira, ser Eugene que nace en el seno de una familia que reconstruye el mundo, que lo reinventa con sus temores, pasiones e incertidumbres, el ángel como símbolo de piedra que guarda el taller del padre enfermo, del padre descomunal en lo mítico de la impresión del hijo, de la visión distorsionada de su tamaño y personalidad, de su alcoholismo y particularidades; la obra extraordinaria de la que os hablé en verano fue su primera novela, una novela inaugural de una literatura, sí, porque aunque podemos ver aspectos de grandes escritores norteamericanos como Whitman (su lirismo excepcional, su sensibilidad e inteligencia, su capacidad para explicarnos el mundo, ¡Dios cómo añoro tus versos!
Me celebro y me canto a mí mismo.
Y lo que yo asuma tú también habrás de asumir,
Pues cada átomo mío es también tuyo.
Vago al azar e invito a vagar a mi alma.
Vago y me tumbo sobre la tierra,
Para contemplar un tallo de hierba.
¡Madre mía qué brutal!),
Faulkner (la precisión inteligente de algunos fragmentos) o Twain (y el río como metáfora de la vida), también observamos elementos conceptuales de la literatura inglesa como la inteligencia de Dickens incluso rusa como Tolstoi (tal vez en su carácter épico), observamos una vida propia, una literatura propia, una voluntad de estilo (la triple adjetivación o sustantivación que trabaja con precisión mecánica) y, sobre todo, un talento que sentimos en nuestras carnes cuando descubrimos que la palabra nos cambia por dentro, nos conmueve y nos ayuda en nuestro viaje iniciático, porque si no, qué es la literatura más que un viaje por nosotros mismos, hacia nosotros mismos, claro, a través de los caminos de los otros. Así los sueños golpean como el vaivén del tren en su hipérbole infinita, donde las ideas fluyen poderosas, a veces a borbotones, inundando, como la luz del fragmento anterior, todo el espacio del libro y del lector.

Quadrupedante putrem sonitu quatit ungula campum como con cascos que la tormenta hace fantasmas Muerte Enjuta y Piedad Pálida con quadrupedante putrem sonitu quatit ungula campum... campum... quadrupedante... putrem... putrem... putrem putrem putrem como con sonitu quatit ungula campum quadrupedante putrem... putrem... putrem putrem... putrem... putrem... putrem... putrem putrem putrem quadrupedante quadrupedante quadrupedante putrem putrem como son sonitu quatit ungula campum quadrupedante putrem... putrem... putrem putrem putrem... como con sonitu quatit ungula campum quadrupedante putrem... ungula campum... campum... ungula... ungula campum ...
Sí, es contradictoria, es antisemita en algunos pasajes (especialmente interesante la relación del autor con Alemania, contradictoria,claro), pero no tenemos que comulgar con el autor, tenemos que entrar a entender sus miedos y fobias, y que entronca con una tradición anglo americana, recogida por Karl Shapiro, y que engloba a Chaucer, Marlow, Shakespeare, Eliot, Evelyn Waugh o Henry Adams, entre otros. La contradicción es fundamental, abogo por darle paso a lo irracional, a sacar de dentro lo que nos piden las tripas, a verbalizarlo y a contar nuestras verdades y mentiras. No soporto lo políticamente correcto (muchas veces lo soy), no soporto el eufemismo (lo uso), no creo en los ofendiditos (me ofendo), creo en ser, en la inteligencia, en el debate, en sufrir lo injusto y construir mi piel con los retales de mi dolor, creo en la equivocación, pero sobre todo creo en la contradicción.
Todas las señales de su raza estaban impresas en su enorme nariz brillante y colorada, que sobresalía, centelleaba y se extendía con desproporcionada extravagancia, semejante a la caricatura de un pimiento, en su rostro pálido, levemente pecoso y enjuto. Tenía la boca ancha, delgada y cruel; ojos inexpresivos y apagados que miraban, parpadeaban y se volvían turbios detrás de las gafas.

Pero contrasta, lo dicho con los sentimientos que le despierta como hombre.

pero era honrado, leal, bueno e imposible de olvidar, marcado por la vida y el movimiento de miles de calles, experimentado y vigilante; en suma, una personalidad vivaz, un hombre de la ciudad. En medio de esa terrible angustia de desolación y hundimiento, entre las innumerables hordas que se arrastraban por las calles desnudas, en medio del ansia de Eugene por conocer (mirar, penetrar a través de millones de paredes, y mezclarse también él en la agitada colmena), aferrarse a ese angustiado judío de aspecto melancólico, significó una salvación.

Todo el libro es geografía, geografías, para ser exactos, geografías de su infancia, de su adolescencia, geografías familiares, geografías físicas, mapa de sus sentimientos y relaciones, o de sus viajes a Europa. Así, la geografía como parte integrante del ADN, la exuberancia del lenguaje que arrebata a esta, a la geografía, su esplendor y poder.

Pero las palabras no llegaban. Tuvo solamente la visión de la soledad humana, le invadió un sentimiento de tristeza, desolación, y una alegría salvaje, lúgubre y dolorosa, esperanzada y anhelante, tan angustiosa, inmóvil y misteriosa en su pausada agitación como los grandes ríos del Sur. Y en el mismo momento en que sintió ese dolor salvaje y fúnebre, los latidos lentos, tibios y ocultos del deseo, en el preciso instante en que respiró de nuevo la fragancia espesa y misteriosa del perdido Sur, sintió de manera repentina y terrible su llamada salvaje y extraña, la fatal plenitud de su resignación ante el mundo perdido.

Su capacidad analítica es asombrosa, sus descripciones se trasforman en enumeraciones encadenadas que consiguen atrapar al lector en el ánimo del personaje ya que siente mediante esa trasmisión íntima que procura el lenguaje con multitud de interpretaciones y el ritmo que empapa como el sudor.

El aire delicado y sutil del verano acaricia todos estos olores con una nueva y deliciosa vitalidad; arranca también el alquitrán de las calles, y levanta el perfume encerrado durante ochenta años en viejos almacenes: el perfume dulce, liviano, con aroma de pino, de los cajones de embalar, los glutinosos abonos de medio siglo que han manchado repetidamente los viejos tablajes de los depósitos, los olores de hilos, alquitrán, trementina, cáñamo y de las espesas melazas, ginseng, vinos fuertes y raíces y sacos apilados... y transmite el poder de un café oscuro, de sabor intenso y exuberantemente fresco y limpio, y el olor de los fardos de heno y del afrecho, el de los huevos metidos en las canastas y el de los quesos y la manteca, y propaga especialmente el olor a carne de res congelada, de cerdos cubiertos de sal, de carne de ternera y sesos, hígados y riñones, de paletillas y panzas, de carne cruda y cocida, puesto que arriba, en esas manzanas de edificios pródigos en suciedad, hay lugares en los que los carniceros, junto a los panaderos, los banqueros, los accionistas y los muchachos de Harvard, devoran suculentos bistecs de la carne mejor y más tierna, y panes calientes que humean, y grandes patatas.

Así, todo lo que os he dicho se sustancia, especialmente, en algunos capítulos que parecen islas flotantes, pequeños oasis donde la literatura se escapa a la tragedia de la trama para que podamos evadirnos en la palabra. Por ejemplo el capítulo 14 es impresionante, es una enumeración que toma como núcleo “Es el lugar que” y página tras página trabaja la sucesión de impresiones, hechos, paisajes y recuerdos cerrando con una referencia al ángel que nos mira, a la soledad, a la búsqueda de uno mismo a la Norteamérica que añora en los capítulos finales cuando su viaje a Francia alcanza su fin, a los olores de su vida a la añoranza de la juventud, a la alegría, es, sencillamente, sublime.

Es el lugar de la mañana invernal, salvaje y exultante, y del viento empolvado en nieve que ha estado gimiendo toda la noche; es el lugar de la soledad y de las ramas del abeto, y del pino cargado de nieve; es el lugar donde las embarcaciones de Fall River están amarradas al muelle, y el lugar de la nieve grisácea, rebelde y hermética que golpea en las mañanas de tormenta. Es el lugar del aposento junto al lago helado y del dulce aliento y de la carne amorosa de la mujer pecadora; es el lugar de la belleza trágica y solitaria de Nueva Inglaterra; es el lugar de los graneros rojizos, del ruido de cascos en los establos y de los coloridos jirones de viejos cartelones del circo; es el lugar del olor inmenso y penetrante del desayuno, de los embutidos, de los huevos con jamón, de las humeantes tortas de trigo y del fragante café, y el de los cazadores solitarios que silban a sus perros de orejas gachas en las heladas espesuras(…)
es el lugar del olor a mar de los puertos, y donde se piensa en viajes; el lugar del grito frenético y de la poderosa alegría de nuestra juventud; es el lugar de la ciudad mágica, donde sabemos que la vida más dichosa de la tierra será la nuestra, y que siempre tendremos veinte años y que jamás moriremos.
Norteamérica es siempre el lugar de momentos extasiados e inmortales, el ojo que mira, la boca que sonríe y desaparece, y la palabra; la piedra, la hoja, la puerta que nunca encontramos y que jamás hemos olvidado. Y estas son las cosas que recordamos de América, porque hemos conocido todos sus miles de luces y todos sus climas, y andamos por las calles, andamos por las calles para siempre, andamos por las calles de la vida solos.

Y mientras la vida pasa, en todo el libro fluye, en la Universidad fluye, los pensamientos se dimensionan para ir adquiriendo la fuerza imprescindible que dota de sentido a la ficción.

¿Muere el hombre dentro de su corazón antes de que su carne putrefacta muera dentro de la tierra, y antes de que los aceites y grasas cesen de darle vida a su cabello para que crezca? ¿Se acaba el hombre tan pronto como su carne sirve de nido a los gusanos? ¿Olvida un hermano el recuerdo del hermano antes de que los gusanos abandonen sus tejidos? Este es un tema importante; tendrían que promulgarse leyes, y una disciplina, que enseñaran al hombre a tener una mayor constancia. Y, repentinamente, salía de ese sopor del tiempo en que vivía, e instantáneamente como un hombre liberado de un encantamiento que lo hubiese tenido cautivo en una tierra extraña durante muchos años, recordaba su hogar con un sentimiento de pena y pérdida, el mundo perdido de su infancia; sentía el milagro amargo y extraño de la vida, pero no tenía palabras para expresarlo...(cap 19) y más adelante,
No mueras esa muerte putrefacta, desagradable, sucia, ¡la única que es realmente horrible, la muerte en vida! Por el amor de Dios, no traiciones a la vida y a ti misma, y a la gente que te quiere, muriendo de esa clase de muerte. ¡He visto que eso le ocurre a tanta gente! Y siempre ha sido estúpidamente inútil, un derroche inmundo. Eso es lo que trataba de decirte hace algunos minutos; lo terrible no es la muerte del moribundo, es la muerte del que vive. Y siempre morimos de esa muerte del que vive. (cap 21)
Porque el padre, como he dicho, está presente en la primera parte. En todos los capítulos en que Gant (el padre) está moribundo tienen una profundidad humana y psicológica extraordinaria, llenos de una pasión e inteligencia de saber hacer, de construcción perfecta, con diálogos dinámicos, veraces llegando a cotas literarias soberbias. El padre da para una literatura, ¿verdad Kafka, Knausgard?

Eliza —dijo, y al sonido de esa desusada palabra, de ese nombre que Gant solo había mencionado una o dos veces en cuarenta años, el rostro blanco de ella y sus ojos castaños se volvieron con la mirada rápida y asustada de un animal—. Eliza —repitió Gant tranquilamente—, has llevado una vida dura conmigo, muy dura. Quiero decirte que lo siento(…)
Luego, con movimiento torpe, trató de retirar la mano y comenzó a tartamudear de modo ridículo y azorado:
Bien, señor Gant, me parece...
Y repentinamente, estas pocas y simples palabras de arrepentimiento y afecto hicieron todo lo que la violencia, insultos, borracheras y maldiciones de muchos años no habían podido lograr.

El libro tercero, Telémaco, empieza con un soberbio monólogo interior de Gene sobre la muerte del padre, el tiempo, el río que nos lleva, que es la vida llena de inteligencia literaria y técnica, es fabuloso. La poesía, la sensibilidad y el profundo amor que es capaz de describir.

»Todo esto ha estado sobre la tierra y permanecerá para siempre en ella. Pero tú te has ido: por la noche nuestras vidas están rotas; nuestras vidas son minadas por el río; nuestras vidas son arrojadas hacia el mar y las tinieblas; y estaremos perdidos, si tú no vienes a devolvernos la vida.
»Ven, padre, en la vigilia de la noche; ven hacia nosotros como siempre has venido, trayéndonos el sustento invencible de tu fuerza, el tesoro ilimitado de tu generosidad, la estructura grandiosa de tu vida, que volverá a modelar en un molde dorado de júbilo y alegría todas las cosas extraviadas y destruidas sobre la tierra. Ven hacia nosotros, padre, mientras los vientos aúllan en las tinieblas, porque octubre ha vuelto trayendo consigo inmensas profecías de muerte y de vida y el gran cargamento de los hombres que retornarán. Quedaremos arruinados, perdidos y deshechos si tú no vuelves; y nuestras vidas, como astillas putrefactas, girarían a nuestro alrededor adelantándose hacia el mar en la oscuridad».

En un momento de la narración, en su viaje hacia la mismidad aparece el río Hudson y trabaja el capítulo con múltiples comparaciones que describen las sensaciones del autor. Es especial la gradación de los colores de la luz. El río como arteria unificadora de las acciones humanas. Es un capítulo (cap 58), una vez más, estupendo, que toma al asalto el alma y mientras lo l eía tenía lágrimas de un profundo amor por la literatura, por la belleza y por el genio. Hermoso, hermoso, hermoso.

El Hudson penetra lentamente en la tierra; es como una tina rebosante de púrpura y vino dulce. Es como las profundidades de la noche; como las llamas sobre el farallón; como los ecos de los duendes, y la vieja Holanda, y la víspera del día de Todos los Santos. Es como el Jinete Fantasma, las ramas agitadas y los vientos enloquecidos, y es como la sidra y las grandes fogatas invernales de los holandeses.

Lo bonito de la Gran literatura es estar leyendo una joya en cada capítulo.(Cap 68)

Mañanas de oro velado, solitario, gélido regocijo de la niebla en una atmósfera densa, grávida de profecías anónimas e inminentes; inmemorial luz amarilla, ahumado ocre matutino que no adquiría matiz definido: así era octubre en Inglaterra aquel año. A veces, durante la noche, en los cielos tormentosos anidaba la desnuda soledad desprendida del tiempo; a veces la luna paciente y familiar —¡tan familiar!—, y otras veces el resplandor de las estrellas, brillando siempre sobre los hombres, sobre su apasionado dilema de intensa felicidad y vacía desolación, esperanza y terror, nostalgia y angustia, brillando siempre sobre la inmensa y dual tiranía de su cruel gobierno... vagando eternamente, y otra vez la tierra.

Una de las especialidades literaria de nuestro autor son los retratos que afina como un cirujano experimentado diseccionando el alma, el cuerpo y la persona con precisión milimétrica del lenguaje. El de Fried del capítulo setenta y uno me llama la atención porque juega con su alma de una manera magistral mostrando la grandeza que es posible alcanzar por parte de algunos escritores y personajes que, a través de estos, viven un instante fugaz con mayor intensidad que algunos humanos reales.

El otro era un judío llamado Fried, a quien Eugene nunca consiguió olvidar. Eugene no sabía de dónde venía, ni quién le había otorgado la beca Rhodes; pero sabía que de todos ellos, salvo Johnny, era el único que había mantenido su integridad, el único que no poseía aquella cualidad falsa, temerosa, confusamente evasiva; el único que expresaba lo que sentía —la pesada carga de amargura y de odio que llevaba dentro—, el único que había conservado su personalidad.
Tal vez esa personalidad no mereciese ser conservada: sin duda, una personalidad carente de encanto, y que poseía la cualidad agresiva, insultante, curiosamente injusta de su raza; pero allí estaba —conservándose aterradoramente en él mismo y sin avergonzarse de ello—, con una desnuda y formidable integridad de su yo, que resplandecía con la luz dura y desnuda de un diamante tallado y que Eugene no olvidaría ni aun cuando los caracteres de los demás se hubiesen vuelto borrosos, informes y oscuros.

A veces pone reflexiones en boca de diferentes personajes, reflexiones intensas y ricas, inteligentes, pero dolorosas porque hacen que me enfrente a mis demonios, a los miedos que me agujerean el estómago y también a Eugene, al artista en ciernes.

¡Ah! —dijo Starwick—, pero ¿dónde está el diablo? —y tras una pausa continuó—: ¿crees que realmente alcanzarás la sabiduría por el hecho de leer un millón de libros? ¿Crees que descubrirás algo más sobre la vida si conoces a un millón de personas en lugar de conocerte a ti mismo? ¿Crees que obtendrás mayor placer de mil mujeres que de dos o tres; que verás más si recorres cien países en lugar de seis? Y finalmente, ¿crees que obtendrás mayor felicidad cumpliendo con tu trabajo en lugar de no hacer nada? ¡Dios mío! Eugene —su voz estaba cargada de resignación—, todavía piensas que es importante cumplir con el trabajo, pero ¿qué importa? Si quieres llevar la vida de un artista, realizar la obra de un artista, crear con los materiales del artista... ¿qué importará en definitiva si haces o si no haces nada?

Como os he anunciado el personaje debe viajar, debe comportarse como un homo viator que sea capaz de aceptar su propio destino. Todo el desarrollo de la vida en París contrasta con la que describe Miller en sus trópicos, por ejemplo, con la bohemia hambrienta y desesperada de la vanguardia. Aquí hay un aspecto más lúdico, más iniciático en el sentido emocional que en el literario, más ordenado.

A través de aquel velo de neblina azulada llegó a sus oídos la poderosa y misteriosa voz de París: era un sonido potente y débil a la vez, formado por los ruidos de sus cuatro millones de habitantes; y a pesar de ello, extrañamente atenuado, seductor, sensual, cruel e incitante, lleno de vida y de muerte. La fragancia misteriosa de aquella vida llenó a Eugene con la poderosa intoxicación de su magia. Aspiró profundamente el aire cargado de mil aromas, que parecía impregnado del sutil incienso de las esperanzas y promesas secretas de la gran ciudad, de sus pesares, alegrías y terrores, de un ansia frenética e indescriptible, de un deseo intolerable.
En su tour por Europa después de Orleans vienen los capítulos 96/97 del libro que pertenecen a esos torrentes salvajes que eclosionan en tu corazón. Evoca, entonces, sus deseos, su anhelo de América y su genio. Literatura por literatura, escritura por escritura, placer estético que se instala, desgarrador, en la boca del estómago.
Porque esto será siempre lo vivo e inmortal de la patria, lo inmutable de aquella ciudad cuyo único elemento permanente es el cambio: los grandes ríos se deslizaban... eternamente en la oscuridad, ríos que han quitado tantas vidas sin nombre, que han ceñido los bosques vírgenes, que han circundado tantas transformaciones, que han visto tantas vidas vanas, brillantes y sensacionales; tanto dolor, belleza, fealdad; tanta lujuria, destrucción, podredumbre, amor y exaltación salvaje.
Construirán todavía grandes máquinas y rascacielos aún mayores; pero los ríos correrán siempre, alimentando insaciablemente de tierra virgen sus caudales imponentes, lavando las riberas y fluyendo junto a la ciudad fabulosa, junto a los leves sonidos palpitantes del tiempo, junto a los millones de vidas y de muertes de la ciudad. Siempre correrán los ríos, y siempre habrá grandes barcos en sus aguas, siempre grandes sirenas resonando en la boca del puerto, y en la noche millares de hombres mueren mientras el río, el río eterno, lleno del tiempo extraño y secreto, lavando las manchas de la ciudad, engrosado y oscurecido con sus desechos corre junto a nosotros hacia el mar.

Lo sé, la estructura es desigual, en ocasiones desconcertante, pero esto no es un ensayo, esto no es una clase de Harvard, no, esto no es una tesis ni un trabajo para la escuela, esto es literatura, en anhelo, pasión y deseo, es tristeza y reflexión, es dolor de vivir y alegría de hacerlo, es búsqueda personal; es insatisfacción y pérdida, el encuentro y la felicidad; en ocasiones amor, amor a la patria, a la geografía, a los ríos, al tren, a los barcos, a los hombres y mujeres que nos pueblan los recuerdos y las sensaciones en el presente, es, amigas, literatura, simplemente literatura.

Despierta en la mañana en una tierra extraña y piensa en la patria. No puede descansar: tiene el corazón lleno de dolor y soledad; duerme, pero sabe que duerme y oye el sortilegio sombrío y extraño del tiempo a su alrededor. En las ciudades venerables recuerda los graves tañidos de las campanas de la catedral, pero a través de su morboso e inquieto sueño se abren camino los sonidos y el recuerdo de su América. Es casi de madrugada; en su América se acerca un caballo por la calle y se oye el rumor de las ruedas, el solitario golpetear de las herraduras en las calzadas desiertas, el silencio; y luego el ruido característico de una lata.

Podemos encontrarla, si queréis en la editorial Piel de zapa.


Editorial: INTERVENCION CULTURAL
Idioma: CASTELLANO
Encuadernación: Sin definir
ISBN: 9788415216674
Año de edición: 2013
Tras la prematura muerte de Thomas Wolfe, William Faulkner dijo de él que se trataba del mejor escritor de su generación, colocándose el propio Faulkner, modestamente, en el segundo lugar de la lista. Listas aparte, Wolfe es, junto a Faulkner y Carson McCullers, un genuino representante de lo que podría denominarse lirismo su­reño norteamericano. En 1935 se publicó su gran novela «Del tiempo y el río», obra magna que le consagró definitivamente como uno de los más importantes novelistas del siglo XX de Estados Unidos. En el conjunto de su obra, basada en su propia experiencia vital, sin duda «Del tiempo y el río» constituye la pieza de mayor relieve, la más importante y la que mayor influencia ha ejercido en la novela contemporánea. Eugene Gant, su protagonista (trasunto del propio Wolfe), es el héroe novelesco por antonomasia. Su poderosa vitalidad, su avasallador deseo de convertirse en escritor, su romántica necesidad de abarcar toda clase de experiencias sin someterse a limitaciones o cortapisas, explosivamente, hacen de él una de las criaturas de ficción más entrañables y conmovedoras de la literatura de nuestro tiempo. Vorágine de palabras y aconteceres, «Del tiempo y el río» constituye uno de los más bellos análisis de la soledad y el desamparo, a la vez que un implacable ejercicio de reflexión sobre la creación artística y sobre el paso del tiempo y la llegada de la muerte.


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