Volvemos
a los tiempos en que el viaje era un acontecimiento que nos devolvía
a un estado primitivo de nómadas; el viaje en tren, el río, Wolfe,
reverberan en mi mente mientras los paisajes pasan a una velocidad de
vértigo permaneciendo fieles a su estatismo, a sus colores y
contrastes de invierno cuando, heridos por el otoño, han perdido el
esplendor del verde. Viajo, digo, inquieto por el devenir, pero
tranquilo en este contraste de verdades que se me agolpan en la
cabeza con la fuerza devastadora de la visión, no la del paisaje, si
no la de mi cabeza que recrea espacios, imágenes de otros tiempos,
verdades que conozco y desvelo con el pudor propio de la prudencia.
¿Quién podría enfrentarse al torrente de todas sus verdades?
Montalbano
no descansa, es un comisario infatigable que me ha acompañado
durante años y que ha conseguido que lo incorpore como parte del
léxico familiar, o del mobiliario familiar o del imaginario
personal, no lo sé, pero es parte integrante de mis verdades, de mis
obsesiones, de mis personajes; se incorporó a mí hace tanto que no
sé precisar el momento exacto, en realidad me cuesta reconocer esa
exactitud de los recuerdos, más bien creo que lo que recuperamos
son sensaciones que teatralizamos para conseguir estar cómodos con
lo que estamos reviviendo, algo así, por eso Montalbano viene
a mí desde la cama, tendido con una pila de libros a mi lado y la
obsesión adolescente, al menos yo tenía esa pulsión, de ir leyendo
hasta que se acabase la pila que me había dejado mi amiga Maite,
uno tras otro, tarde tras tarde, con una obsesión impropia, pero
real y palpable. Así Camilieri se convierte, por méritos
propios, en un autor que aprecio como a un padre literario, no por la
calidad de lo que cuenta, ni por su capacidad proverbial de escribir
sin descanso hasta su muerte, ya sabéis que murió hace muy poco,
no, sino por su inteligencia al crear un personaje que es veraz, que
nace en mi cerebro y crece sin descanso hasta convertirse en quien
es, la persona con atributos que sabemos reconocer en cualquier
párrafo, en cualquier acción, que ama profundamente, en este caso
a una deprimida Livia, que nos hace gozar con todos los
tópicos que esperamos encontrar en este tipo de novelas, porque la
novela de género también es novela, no sólo las grandes obras a
las que somos capaces de atribuir elementos estéticos son novela,
literatura, literatura también es creación recreativa, también es
capacidad de construcción de clichés y sabiduría para mantener una
serie tan larga donde el personaje no sea completamente plano. Es
cierto que los personaje de apoyo están trazados con un trazo más
grueso, cierto, pero el lector necesita el reconocimiento, situar al
héroe en el marco adecuado para que su caracterización funcione y
este pueda ser más real-literario.
Se
sentía mucho mejor; el agua de la ducha se había llevado consigo el
barro, pero no la suciedad invisible que se le había metido debajo
de la piel con las palabras de Fazio sobre las obras de
canalización.
Como
en muchas de sus obras la corrupción aparece con fuerza, como un
lacra terrible, como un cáncer que corroe las entrañas mismas de la
sociedad. El abuso de lo público, la arbitrariedad en el gasto con
el dinero ajeno y la construcción como paradigma de la podredumbre.
Era
como si aquella obra llevara muchos años abandonada; la grúa, los
camiones, las excavadoras eran idénticos a restos esqueléticos
abandonados durante siglos en un planeta muerto.
Los
colores se habían desvanecido, no se veía nada que no estuviera
teñido por el gris uniforme del limo. El fangre,
como decía Catarella. Y quizá no iba desencaminado, porque el fango
se había metido hasta en la sangre par convertirse en un componente
más. El fango de la corrupción, de la evasión de impuestos, de los
fraudes, de las contabilidades falseadas, de dinero en B, de los
paraísos fiscales, del bunga bunga.
Otra
de las características que se mantiene constante y que la hace
identificable, son esos rasgos que la adscriben al subgénero de
novela policial mediterránea, donde la comida se convierte en un
elemento importantísimo, así como las relaciones personale o la
integración del paisaje en la acción, el mar que rompe ante la casa
de Montalbano. Volver a las recetas de Adelina, oler la
fritura limpia o el arroz, me devuelve a casa, a ese espacio cómodo y
conocido donde no hace frío y puedes sonreír sin temor.
Adelina
le había preparado una doble ración de sartù de arroz y, ¡por
fin!, una generosa fritura de calamares y gambas, plato que, tras la
larga abstinencia, decidió disfrutar sin prisa, dejando escapar de
vez en cuando una especie de lamento placentero.
En
fin, socarrón, irónico, algo machista, mayor, Montalbano.
¡Virgen
santa, qué maravilla!¿Qué magnífica sorpresa! En la voz de Livia había vuelto a aparecer esa nota particular que significaba el
principio de la riña.
En
Salamandra.
Título
original: piramide di fango, La
ISBN:
978-84-9838-840-4
Número
de páginas: 224
Tipo
de edición: Rústica con solapas
Sello
editorial: Narrativa
Colección:
Narrativa
PVP:
18,00 €
ISBN
e-book: 978-84-17384-03-6
PVP
e-book: 11,99 €
Profundamente
afectado por la muerte del joven François, y mientras intenta
asimilar lo que esta pérdida significa para Livia y para él, Salvo
Montalbano tiene que sobreponerse al cansancio y al desánimo antes
de enfrentarse a un caso ligado a esa lacra que, por desgracia, tanto
abunda en el mundo de hoy: la corrupción política en las
adjudicaciones de obra pública.
Como
si el tiempo y el paisaje reflejaran ese estado de ánimo del
comisario, una lluvia pertinaz y copiosa cae sobre Vigàta e inunda
sus calles y sus campos. En un solar abandonado, que el agua ha
transformado en un lodazal, el cadáver del joven contable Giugiù
Nicotra aparece con un disparo en la espalda. La investigación del
asesinato exige todo el ingenio de Montalbano y sus ayudantes, y a
medida que el comisario va aclarando el enigma, surge otro tipo de
fango, el de los favores, las contratas amañadas y las concesiones
fraudulentas. Montalbano no está dispuesto a mirar hacia otro lado
y, fiel a su carácter, no cejará hasta llegar al fondo de la
cuestión; sin embargo, hay algo que no encaja: ¿por qué la víctima
se arrastró para morir dentro de un tubo de canalización del agua?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Debido a algún comentario improcedente que no respeta ni al autor del blog ni a los participantes del mismo, me veo obligado a moderar los comentarios. Disculpa las molestias.