miércoles, 18 de diciembre de 2019

La pirámide de fango, La piramide di fango, Andrea Camilleri,


Resultado de imagen de la piramide de barro salamandraVolvemos a los tiempos en que el viaje era un acontecimiento que nos devolvía a un estado primitivo de nómadas; el viaje en tren, el río, Wolfe, reverberan en mi mente mientras los paisajes pasan a una velocidad de vértigo permaneciendo fieles a su estatismo, a sus colores y contrastes de invierno cuando, heridos por el otoño, han perdido el esplendor del verde. Viajo, digo, inquieto por el devenir, pero tranquilo en este contraste de verdades que se me agolpan en la cabeza con la fuerza devastadora de la visión, no la del paisaje, si no la de mi cabeza que recrea espacios, imágenes de otros tiempos, verdades que conozco y desvelo con el pudor propio de la prudencia. ¿Quién podría enfrentarse al torrente de todas sus verdades?
Montalbano no descansa, es un comisario infatigable que me ha acompañado durante años y que ha conseguido que lo incorpore como parte del léxico familiar, o del mobiliario familiar o del imaginario personal, no lo sé, pero es parte integrante de mis verdades, de mis obsesiones, de mis personajes; se incorporó a mí hace tanto que no sé precisar el momento exacto, en realidad me cuesta reconocer esa exactitud de los recuerdos, más bien creo que lo que recuperamos son sensaciones que teatralizamos para conseguir estar cómodos con lo que estamos reviviendo, algo así, por eso Montalbano viene a mí desde la cama, tendido con una pila de libros a mi lado y la obsesión adolescente, al menos yo tenía esa pulsión, de ir leyendo hasta que se acabase la pila que me había dejado mi amiga Maite, uno tras otro, tarde tras tarde, con una obsesión impropia, pero real y palpable. Así Camilieri se convierte, por méritos propios, en un autor que aprecio como a un padre literario, no por la calidad de lo que cuenta, ni por su capacidad proverbial de escribir sin descanso hasta su muerte, ya sabéis que murió hace muy poco, no, sino por su inteligencia al crear un personaje que es veraz, que nace en mi cerebro y crece sin descanso hasta convertirse en quien es, la persona con atributos que sabemos reconocer en cualquier párrafo, en cualquier acción, que ama profundamente, en este caso a una deprimida Livia, que nos hace gozar con todos los tópicos que esperamos encontrar en este tipo de novelas, porque la novela de género también es novela, no sólo las grandes obras a las que somos capaces de atribuir elementos estéticos son novela, literatura, literatura también es creación recreativa, también es capacidad de construcción de clichés y sabiduría para mantener una serie tan larga donde el personaje no sea completamente plano. Es cierto que los personaje de apoyo están trazados con un trazo más grueso, cierto, pero el lector necesita el reconocimiento, situar al héroe en el marco adecuado para que su caracterización funcione y este pueda ser más real-literario.

Se sentía mucho mejor; el agua de la ducha se había llevado consigo el barro, pero no la suciedad invisible que se le había metido debajo de la piel con las palabras de Fazio sobre las obras de canalización.

Como en muchas de sus obras la corrupción aparece con fuerza, como un lacra terrible, como un cáncer que corroe las entrañas mismas de la sociedad. El abuso de lo público, la arbitrariedad en el gasto con el dinero ajeno y la construcción como paradigma de la podredumbre.

Era como si aquella obra llevara muchos años abandonada; la grúa, los camiones, las excavadoras eran idénticos a restos esqueléticos abandonados durante siglos en un planeta muerto.
Los colores se habían desvanecido, no se veía nada que no estuviera teñido por el gris uniforme del limo. El fangre, como decía Catarella. Y quizá no iba desencaminado, porque el fango se había metido hasta en la sangre par convertirse en un componente más. El fango de la corrupción, de la evasión de impuestos, de los fraudes, de las contabilidades falseadas, de dinero en B, de los paraísos fiscales, del bunga bunga.

Otra de las características que se mantiene constante y que la hace identificable, son esos rasgos que la adscriben al subgénero de novela policial mediterránea, donde la comida se convierte en un elemento importantísimo, así como las relaciones personale o la integración del paisaje en la acción, el mar que rompe ante la casa de Montalbano. Volver a las recetas de Adelina, oler la fritura limpia o el arroz, me devuelve a casa, a ese espacio cómodo y conocido donde no hace frío y puedes sonreír sin temor.

Adelina le había preparado una doble ración de sartù de arroz y, ¡por fin!, una generosa fritura de calamares y gambas, plato que, tras la larga abstinencia, decidió disfrutar sin prisa, dejando escapar de vez en cuando una especie de lamento placentero.

En fin, socarrón, irónico, algo machista, mayor, Montalbano.

¡Virgen santa, qué maravilla!¿Qué magnífica sorpresa! En la voz de Livia había vuelto a aparecer esa nota particular que significaba el principio de la riña.

En Salamandra.

Título original: piramide di fango, La
ISBN: 978-84-9838-840-4
Número de páginas: 224
Tipo de edición: Rústica con solapas
Sello editorial: Narrativa
Colección: Narrativa
PVP: 18,00 €
ISBN e-book: 978-84-17384-03-6
PVP e-book: 11,99 €
Profundamente afectado por la muerte del joven François, y mientras intenta asimilar lo que esta pérdida significa para Livia y para él, Salvo Montalbano tiene que sobreponerse al cansancio y al desánimo antes de enfrentarse a un caso ligado a esa lacra que, por desgracia, tanto abunda en el mundo de hoy: la corrupción política en las adjudicaciones de obra pública.
Como si el tiempo y el paisaje reflejaran ese estado de ánimo del comisario, una lluvia pertinaz y copiosa cae sobre Vigàta e inunda sus calles y sus campos. En un solar abandonado, que el agua ha transformado en un lodazal, el cadáver del joven contable Giugiù Nicotra aparece con un disparo en la espalda. La investigación del asesinato exige todo el ingenio de Montalbano y sus ayudantes, y a medida que el comisario va aclarando el enigma, surge otro tipo de fango, el de los favores, las contratas amañadas y las concesiones fraudulentas. Montalbano no está dispuesto a mirar hacia otro lado y, fiel a su carácter, no cejará hasta llegar al fondo de la cuestión; sin embargo, hay algo que no encaja: ¿por qué la víctima se arrastró para morir dentro de un tubo de canalización del agua?







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