Deambular.
Vagar. Viajar. En mi estatismo proverbial alucino imaginando mundos
por vivir, aventuras que, con total seguridad, no se van a producir.
Así que he de lanzarme en manos de la literatura, de la lectura
compulsiva en la cual salto de un libro a otro sin remedio. Mi madre
me dice que lleva en dos días cuatro policíacas, mi padre,
envenenado por Brunetti, se ha zampado ocho novelas en el
espacio de una semana, como si fueran canollis de un bar de
Venezia. Es lo que tiene la literatura, cuando no podemos
comer pasta paseamos por Camillieri o Donna Leon, y si
queremos tomates, nos vamos a por Markaris. Pero si queremos
algo diferente podemos volver a Bukowski, a su mala educación
en un sentido literal, es decir, a una manifiesta y concienzuda
determinación de romper con lo lineal de la conducta burguesa.
Profundicemos.
Hablo
a menudo de romper con los parámetros burgueses, como si me hicieran
sentirme incómodo y mi vida regalada, mejor que la del ochenta por
cien de la población mundial, en un espacio privilegiado como es
Valencia, en un país como España con una calidad de vida
inimaginable para alguien que viva en el otro veinte por cien del
mundo, como decía, como si mi vida regalada me hiciera sentirme
culpable, nada más lejos de la realidad. No lo olvidemos, la culpa
es un virus que se nos inocula de niños para tenernos controlados,
para aceptar, sin muchos remilgos, las diferentes fases de la
ingeniería social de la que gustan gentes que, ni mucho menos, son
los mejores, los más inteligentes ni los más preparados, pero si
tenemos culpa de clase es mucho más sencillo aceptar la
normalización del control. Por eso, aunque suene rarísimo, vuelvo a
Bukowski. Sí, vuelvo porque su ruptura con el sistema es real: yo lo
acepto y sueño, participo de lo deseado, él rompe, permanece al
margen porque, consciente de qué significa ser privilegiado, de qué
significa la culpa y el control, decide mantenerse fuera y así
aparece una palabra fantástica,marginado. Porque es un marginal.
Era,
sin embargo, muy concienzudo con el papel del water y las cubiertas
de las tazas: para mí eran algo comprensible. No hay nada peor que
finalizar una buena cagada, ir a mirar y encontrarse con que no queda
nada de papel. Hasta el más despreciable ser humano de la tierra
necesita limpiarse el culo.
En
Factotum vemos cómo deambula por los diferentes trabajos que
le ofrecen para poder sobrevivir: almacenes, conductor, repartidor,
qué se yo, un montón de trabajos que solo son etapas en su camino,
un camino que no le lleva a ninguna parte o que es la etapa
iniciática del Bukowski escritor, no lo puedo determinar, pero que,
sin ningún género de dudas, es el camino que, como un homo
viator, lo he dicho en alguna ocasión, toma el autor para ir
perfilándose como escritor. Tal vez sea esta su meta, escribir, pero
da lo mismo, su vida es un viaje por el margen, y el margen conlleva
un alcohol no clasista, es decir, no es la copa al atardecer del
trabajador que se siente satisfecho de haber cumplido son su cometido
en la colmena; el sexo no es la plácida sensación del amor en
brazos de quien se ama, de una esposa amorosa que nos espera
perfumada y perfecta, no, el amor es obsceno y violento, es, como
digo, margen, límite, donde ellas se muestran con los mismos
perfiles que él, Jan es alcohólica, promiscua, violenta, vulgar e
imprecisa, no puede ser de ninguna otra manera en este viaje por los
límites de lo correcto; los trabajos no son los que se esperan de
alguien que ha estado, al menos, dos años en la universidad
estudiando periodismo, no, no es un trabajo digno en el sentido
burgués, es un trabajo al margen, un trabajo rechazado socialmente
que solo hacen chicanos, negros o Chinasky, porque solo quien
permanece fuera del sistema puede ayudar a sustentar el sistema; las
amistades no son familiascon hijos que llegan el domingo de barbacoa,
no, son individuos hostiles entre ellos, sin aprecio por lo otro, sin
empatía. Por eso me estimula nuestro autor, porque me presenta, de
una forma grotesca, obscena, patética y cruel, la realidad que
subyace al enorme parque de atracciones en que nos hemos instalado,
parque donde no hay lugar para la víscera, para la parte irracionalo
creativa, donde se ha de medir el pensamiento, la palabra, donde ser
iimplica estar sometido a unas reglas que, en muchos casos, son
dudosas, dondelas redes sociales escenificanla mayor apuesta
pornográfica de la historia de la humanidad, donde lo individual ha
de diluirse el lo colectivo-correcto. No me gusta que vomite, no me
gusta que intente violar borracho a otra mujer borracha, no me gusta
que se mee en el trabajo, pero acepto que es su manera de gritarnos
que qué coño estamos haciendo, que quién coño somos, que dónde
cojones andamos y, sobre todo, por qué narices vivimos.
Como
decía parece un lazarillo, currante de varios amos, buscando
perderse en un mundo oscuro, despreciando,en lo básico, otro de los
pilares básicos de la moral del trabajo. Me gusta cómo describe a
algunos personajes.
Las
líneas de su rostro no tenían interés ni mostraban carácter; su
cara parecía como si hubiese sido doblada muchas veces y luego
desplegada, como un pedazo de cartón.
En
realidad estamos más bien ante un libro de relatos que ante una
novela, pero los estilos y los géneros no funcionan mucho con él.
La novela son escenas que empiezan y acaban engarzadas por el nexo
común de los hechos que narra siempre en primera persona,
ficcionando su realidad, desnudándose literariamente, mostrando sus
bajezas morales y su nihilismo. No tiene desperdicio. Hay momentos
que te impactan y recuerdan a otras novelas, como el reencuentro con
sus padres, su breve estancia en a casa paterna y la violencia que
ejerce su padre contra él y él sobre su padre, o sus perlas sobre
el arte de escribir. Me gusta su pragmatismo y cómo se caga en toda
la ideología bohemia del hambre: el artista necesita comer, necesita
estar cómodo, no vomitar o dejar de comer, o perder el alquiler de
su casa. Este fragmento es soberbio.
Eso
era todo lo que un hombre necesitaba: esperanza. Era la falta de
esperanza lo que hundía a un hombre. Recordaba mis días en nueva
Orleans, viviendo de dos barritas de caramelo de 5 centavos al día
durante semanas con tal de no trabajar y tener tiempo para escribir.
Pero el morirse de hambre, desgraciadamente, no ayuda a mejorar el
arte. Sólo era un impedimento. El alma de un hombre estaba radicada
en su estómago. Un hombre podía escribir mucho mejor después de
haberse zampado un buen solomillo de ternera y bebido medio litro de
whisky de lo que jamás podría hacerlo después de haber comido una
barrita de caramelo de a níquel. El mito del artista hambrineto era
una falacia. Una vez que te dabas cuenta de que todo era una
falacia, conseguías la sabiduría y empezabas a sangrar y a arder en
llamas y a romper tu seer en explosiones. Yo construiría un imperio
con los cuerpos fracturados y ls vidas de los hombres sin esperanza,
mujeres y niños… Les impulsaría a todos ellos a lo largo de todo
el camino. ¡Les enseñaría!
El
sexo, como he señalado, está presente en toda su obra con
lanaturalidad del alcohol, con la extrañeza que nos produce a las
mentes bien pensantes, a los adultos necesitados de pornografía
enlatada, eternos ofendidiots de la nada más absoluta.
Se
subió más la falda. Era como el comienzo de la vida y de la risa,
era el significado verdadero del sol. Me levanté y fui a sentarme
enel sofá junto a ellla, la besé, luego volví a levantarme,serví
dos bebidas más y puse la radio en la KFAC Cognos el principio de
algo de Debussy.
Ya
comentaba en la anterior entrada, de una manera arriesgada y a falta
de pensar más en ello si tengo ganas, que la mujer, contrariamente a
la visión torpe de cierta crítica que referencia el hecho
femenino, en el género, a una visión distorsionada de la mujer de
las películas de Hollywood, que ve en el autor una actitud misógina,
a mí me chirría. Veo a una mujer empoderada, a otra mujer, no a la
mujer empoderada contra el heteropatriarcado, no a la mujer
empoderada contra lo heteronormativo, no a la militante lesbiana, no
a la blanca bienpensante que se siente culpable de sus privilegios de
clase y sataniza sus propios privilegios en una expiación histórica
memorable, no, veo a otra mujer, a una mujer al margen, como Bukowski
está al margen, excesiva, obscena, repito, lujuriosa, promiscua,
libre en su sexualidad ostentosa. Esta mujer rompe con el puritanismo
de la época del autor y con el puritanismo feminista del siglo XXI,
porque ninguno de los dos puede tolerar a una mujer abierta a un
mundo underground, a alguien que ha tomado las riendas de su destino
y a desistido de ser parte del sistema. En realidad cuenta la derrota
del hombre (hombre-mujer, género humano) blanco, chicano o negro
dentro del sistema, la falta de perspectiva, la necesidad de
sobrevivir. Todos pierden por igual, ellas y él, ellos.
Apagamos
las luces y yo me puse encima de ella. Di dos o tres caderazos,
entonces me paré.
—
Por
cierto,¿cómo te llamas?
—
¿Y
eso qué coño importa? —me
contestó.
Si
queréis lo podemos encontrar en Anagrama.Pero no me
resisto a poneros este fragmento.
Llevé
a Henry Miller conmigo y traté de leerlo a lo largo del viaje. Era
bueno cuando era bueno, y viceversa.
ISBN 978-84-339-1224-4
EAN 9788433912244
PVP
CON IVA 7.2 €
NÚM.
DE PÁGINAS 192
COLECCIÓN Contraseñas
CÓDIGO CO
24
TRADUCCIÓN Jorge
García Berlanga
En
esta novela autobiográfica de sus años de juventud, el autor nos
describe la vida de su alter ego Henry Chinaski saltando de un empleo
a otro, todos sórdidos, duros, sin sentido, emborrachándose a
muerte, con la obsesión de follar, intentando materializar su vida
de escritor y nos ofrece una visión brutalmente divertida y
melancólicamente horrorizada de la ética del trabajo, de cómo
doblega el «alma» de los hombres. Se ha dicho que Bukowski con su
prosa lacónica, escueta y contundente como un uppercut es el
novelista atroz de la gran selva urbana, de los desheredados, las
prostitutas, los borrachos, los desechos humanos del Sueño Americano
a nivel del arroyo, y se le ha comparado con Henry Miller, Céline y
Hemingway.
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