jueves, 14 de febrero de 2019

Las chicas de campo, The Country Girls, Edna O'Brian


¿La desidia es motivada por la edad? No lo sé, pero la apatía y el inmovilismo parece que se activan con el tiempo. No sé si el sosiego nos abruma por un hecho hormonal, si la moderación se convierte en elemento distintivo, y todo esto, hace que perdamos las ganas de hacer. Sin embargo algo en nosotros se resiste a que el tiempo tiranice nuestras acciones, que se apodere de manera invisible de nuestros deseos y pasiones, nos rebelamos como adolescentes que no quieren parecerse a sus padres, para nosotros, lo de parecernos al padre, nos llega tarde: o nos parecemos o hacemos como si no nos pareciéramos; pero el instinto de ser, de la revolución interior, debemos dejar que fluya, no debemos censurarlo bajo ningún concepto, porque respirar y mirar al frente es hermoso y, así, descubrimos que hay infinitas cosas por hacer.

El libro que os traigo está en la mejor tradición de la descripción de la rebeldía adolescente, de la búsqueda de la mismidad desde esa edad indeterminada en que somos niños y adultos, en que queremos hacer y ver el mundo desde prismas que nos parecen exclusivos y nuevos. Esa tradición tan hermosa del Guardián entre el centeno, de Nada o de La senda del perdedor, libros iniciáticos a la vida, a las contradicciones a la ilusión de la mismidad y al reflejo del yo en el espejo. Edna O’Brien lo hace, nos describe la adolescencia turbada y truncada, las envidias y celos de la amistad y la revolución interior de una adolescente que se enfrenta al mundo desde un punto de vista de asombro y necesidad; en realidad dos adolescentes, dos mujeres niñas que quieren llegar a ser.
Caithleen ha sido educada por la madre, pero desaparece y queda el padre, arquetipo de irlandés rural, alcohólico, despreocupado de la crianza, ausente, fantasioso. Baba la acoge con la envidia y los celos de una amistad que sabemos que desaparecerá en cuanto sea adulta, una relación tóxica y desigual que ejemplifica muchas maneras de moverse en la adolescencia.
La escritura es dulce, con una fortaleza extrema, natural, por eso este primer libro de la trilogía te invita a seguir sabiendo quién es Caithleen, cómo es su peripecia vital, su devenir.

¿Puedes dejar de preguntarle a todo quisque si ha leído los Dublineses de James Joyce? ¡A ellos eso les da lo mismo! Han venido para pasarlo bien. Tú come y bebe todo lo que puedas y que James Joyce se vaya a freír espárragos.
Joyce está muerto.
Será posible… Vale, pues mejor todavía, así no tienes que preocuparte más por él.
Si no me preocupo. Me gusta y ya está.
¡Caithleen, por favor, entra en razón!

Lo vamos a encontrar en Errata naturae.


Autor/es: Edna O’Brien
Traducción: Regina López Muñoz
Colección: El Pasaje de los Panoramas
Fecha de publicación: 07/10/2013
Formato: 14× 21,5
Páginas: 304
PVP: 18,50 €
ISBN: 978-84-15217-58-9


Irlanda, años 50. Lejos de la capital, Dublín, y en medio de un verde paisaje, bellísimo pero exigente, la joven y aplicada Caithleen ha crecido llena de encanto gracias a la sabiduría y humildad de su madre; una madre obligada, por las duras condiciones del campo, a ser fuerte en cada momento, a sobreponerse a toda desgracia. Pero algo va a suceder que transformará la vida de Caithleen. Y en esa nueva vida, la de la única hija de una familia venida a menos, estará acompañada por su amiga de la infancia Baba, por la sofisticada madre de ésta, por el peculiar Hickey… y por una docena de personajes soberbiamente retratados que hoy día nos siguen pareciendo muy vivos; y entrañables, como en toda vida que merezca la pena rememorar.
Caithleen recuerda para nosotros su pasado: unas veces lleno de risas; otras, superando las lágrimas. Recuerda los ritos de paso que la llevaron hasta la madurez: los días de internado, el descubrimiento del amor, la necesidad de aventuras e independencia y, al fin, la gran ciudad, con sus brillantes promesas de futuro.
Estamos, sin duda, ante una extraordinaria novela, iluminada tanto por el humor como por una dulce melancolía; un relato repleto, además, de esa poderosa fuerza que tan sólo concede la juventud. Únicamente El hombre tranquilo, de John Ford, ofrece paisajes y momentos como esta obra cumbre de la literatura irlandesa del siglo XX.









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