A veces tengo un deseo irrefrenable de
abandonar el blog, pero como tengo el deseo de abandonar el trabajo, la vida o
el territorio, como tengo ganas de abandonar a los amigos, los hijos o las
aficiones. El blog me devora sin hacer absolutamente nada, me fagocita con una
lentitud exasperante y dolorosa porque es insaciable como lo puede ser la vida,
el trabajo, los hijos o los amigos: has de estar siempre a tope, sin errores,
satisfaciendo necesidades que no sabes muy bien cómo llegaron a tu vida, pero
que están tan presentes como el hecho de cenar o de ir en bicicleta. Es una
obligación hacia mí mismo, imagino como lo demás, una decisión que tomo
consciente y sin esperar nada a cambio, pero en realidad, ¿quién no espera nada
a cambio?
Fumiko Hayashi me acompaña en la anomia
extravagante de quien lo tiene todo, yo, no ella, en mis paseos por las
dimensiones hermosas de las palabras, ella, soportando el sufrimiento y la hostilidad
del entorno, el peso de los padres, el peso de los hombres, el peso de su
insignificancia; yo, que soy más afortunado, simplemente he de sobrellevar mi
propio peso. Hayashi ve el mundo con un optimismo pesimista, soportando el
hambre, la indiferencia, el maltrato. Me interesa su vitalidad literaria.
Pienso que la autobiografía es un exhibicionismo necesario para soportar la
carga de no soportarse, algo así, más o menos, aunque no es importante, porque
el ego parece que se salva con la descripción del dolor, sería una versión
cruel, o la exaltación del ego insoportable, otra. Fumiko utiliza la primera
persona para ser ella misma, en el fondo para conocerse, y consigue cierto
alejamiento íntimo con el lector que la comprende, pero se distancia.
En ocasiones la escritura es trivial, una
anécdota en el libro, pasa desapercibida, no importa; en otros momentos, la
lengua toma vigor y se desarrolla con
belleza, la suya, “vomité los besos insípidos de ese hombre” y eso hace
que nos interesemos.
Era una población con calles en las que
el coque crujía bajo los pies y las casas cubiertas de hollín daban bostezos
oscuros.
El personaje en su deambular vital, una
vez más tenemos a una peregrinator, una mulier viator, vamos, tiene varios amos
y trabajos: “no me gustaría ser sirvienta toda la vida”, ”Al recordar el duro
trabajo en la fábrica de caramelos”, “nos asignaba los espacios a nosotros, los
vendedores”, “iría como ayudante de un estudiante de farmacología”, ”pinto
todos los días juguetes de celuloide”, ”camarera en un restaurante de res”, “Trabajar
en un cabaré o un restaurante es fastidioso”, “Yo cuidaba de una niña de casi
dos años llamada Nina”, y todo ello desde el hambre, desde la desesperación,
pero andando, siguiendo adelante, viviendo.
No he comido nada desde esta mañana.
Aunque ya he vendido tres o cuatro cuentos para niños y algunos poemas, no ha
sido suficiente para comer durante un mes.
El hambre hace que mi cabeza se torne
confusa y provoca que mis pensamientos también se llenen de moho.
Hay algo en la lectura que me recuerda a Una mujer en Berlín, la inocencia, la belleza que creo descubrir ante la
adversidad, es posible que me equivoque, pero algo hermoso existe en la
protagonista: determinación de ser.
A lo lejos se oye la banda del Ejército
de Salvación. ¿Y qué es lo que creen? Si no podemos creer en nosotros mismos,
entonces ¿podremos creer en Jesús? ¿O en Buda? Los pobres no llevamos una vida
holgada como para creer.
Ella es una mujer. Ella es fuerte. Ella
es autónoma. Ella es valiente. Ella es sensible. Ella es una vagabunda en busca
de ser lo que quiere ser: escritora, ella es
Mi cutis está duro como la cerámica, ya
que por largo tiempo no me he dado ninguna crema. Yo, que me emborracho con
sake barato, no le tengo miedo a nadie…
¡Ganas de comer y deseo sexual!/Mastiqué
estas palabras sintiendo deseos de llorar.
Eso es ser. Por cierto, escribir es un
ejercicio de exorcismo y funambulismo. El libro lo tenemos en Satori.
Nº de páginas: 264
Editorial: SATORI
Idioma: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788494112577
Año de edición: 2013
Plaza de edición: GIJÓN
Traductor: VIRGINIA MEZA
En el Tokio de los años 20, una joven
abandonada por su amante sobrevive desempeñando todo tipo de trabajos mal
pagados en cafés, tiendas y fábricas, mientras intenta abrirse un hueco en el
bohemio mundo literario de la capital nipona y alcanzar su sueño de triunfar
como escritora. Vagando de amante en amante, de traición en traición, la joven
repasa en su diario el día a día de sus pequeñas alegrías, sus desdichas y sus
esperanzas, viviendo con toda la fuerza de la desesperación aferrada a su
sueño.
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