miércoles, 30 de enero de 2019

El orden del día, L'Ordre du jour, Eric Vuillard

Estoy dando una clase de literatura en un bachiller científico. Buena gente, buenos alumnos, parece que escuchan, parece que se interesan, pero sé que no van a leer, sé que he de dar una clase de literatura sin que hayan leído un solo libro. Es algo paradójico, a mí me parece absurdo, me parece ridículo hablar del realismo mágico y que no hayan leído a Carpentier ni a Márquez, pero es el mal de nuestro tiempo, porque tendría que hacer preguntas aún más complejas como si todos los profesores que dan literatura realmente se han leído los libros canónicos que marca el currículo, tú lo sabes, lo sé yo: muchos no.

Pero como nosotros sí que leemos, es nuestro vicio, hacemos que el déjà vu diario se convierta en una experiencia dimensional, en un paraíso de ficciones que nos acerca a mundos ignotos, aunque pudieran haber sido reales. Sobre esto un inciso. Reales. Reales, imagino, significa que han exiostido, bien en documentos, bien en libros de memoria, bien en documentos que creemos fiables. En cualquier caso, esa literatura de lo real, histórica, puede serlo o no, puede ser acertada, o no. el libro que nos ocupa pretende ser histórico, contarnos el momento de auge del nazismo, en lo político entendido como ocupación d ellos espacios reales de poder, de una manera aséptica, casi distante. Pero no es posible. No es posible porque el autor participa desde sus perspectivas, desde sus visiones y sueños, desde los constructos (que palabra más de moda) que ha generado.

Si el prisionero escapaba a las enfermedades infecciosas, moría literalmente de hambre. Pero Krupp no fue el único en emplear tales servicios (…) Bayer utilizó mano de obra procedente de Mauthasen. BMW reclutaba en Dachau, en Papenburg, en Sachsenhausen (...)Daimler en Schirmech. IG Farben en Dora- Mittelbau (…) y explotaba una gigantesca fábrica en el campo de Auschwitz: IG Auschwitz, que de un modo totalmente impúdico figura con ese nombre en el organigrama de la firma(...)

Empresarios, la superestructura marxista, vamos, que viven y actúan independientemente de la época, que están como una sombra sobre cualquier proceso histórico y que se amoldan a los designios del poder, lo aúpan o lo destruyen, que salen indemnes a los avatares históricos. Superestructura que domina, que sigue impertérrita antes, durante y después del nazismo y que se muestra obscena en la imagen y el recuerdo: pueden haber esclavizado a miles de judíos y, años después de la guerra, aparentar que fueron salvaguarda de la honradez y humanidad. No se puede ser distante en la literatura, el autor lo sabe, por eso toma esa postura que nos parece de crónica, que se asemeja al periodismo de investigación, que es diferente, pero no indiferente.

Para los Krupp, los Opel o los Siemens no es más que un episodio bastante habitual en el mundo d ellos negocios, una trivial recaudación de fondos. Todos ellos sobrevivirán al régimen y financiarán en el futuro a numerosos partidos a tenor de sus beneficios.

El libro es dramático. El orden del día de la reunión de los empresarios con Göring y Hitler que financia su ascenso al poder definitivo o la descripción de las condiciones en sus fábricas durante el mandato nazi son estremecedoras, claro. También la invasión de Austria, tragicómica, donde hay cierta ironía en escenas que presentan la tragedia en contraste con el desastre de la maquinaria de guerra en las cunetas, potenciando la ilusión del gentío que espera en las calles vacías la llegada del Führer, en la cosmovisión de la mentira potenciada por el relato de Goebbels.

Nunca podremos saberlo. No se sabe ya quién habla. Los documentos fílmicos de entonces han pasado a ser nuestros recuerdos merced a un espantoso sortilegio. La guerra mundial y su preámbulo son arrastrados a esa película infinita en la que no se distingue ya lo verdadero de lo falso. Y comoquiera que el Reich ha contratado a más cineastas, montadores, cámaras, técnicos de sonido, directores cinematográficos que cualquier otro protagonista de ese drama, cabe decir que, hasta la entrada en el conflicto de rusos y norteamericanos, las imágenes que poseemos de la guerra las dirigió hasta la eternidad Joseph Goebebels.

Obra interesante que la encontramos en Tusquets.

Nº de páginas: 144 págs.
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • Editorial: TUSQUETS EDITORES
  • Lengua: CASTELLANO
  • ISBN: 9788490665077

En febrero de 1933, en el Reichstag tuvo lugar una reunión secreta, que no estaba en el orden del día, en la que los industriales alemanes —entre los que se contaban los dueños de Opel, Krupp, Siemens, IG Farben, Bayer, Telefunken, Agfa y Varta— donaron ingentes cantidades a Hitler para conseguir la estabilidad que él prometía. Desde ese año, Hitler ideó una estrategia de cara a la comunidad internacional para anexionarse Austria «pacíficamente»; para ello, mientras se ganaba la aquiescencia o el silencio de primeros ministros europeos, mantuvo una guerra psicológica con Schuschnigg, el canciller austriaco, hasta que la invasión (un alarde del legendario ejército alemán, que ocultaba graves problemas técnicos) fue un hecho.
Esta novela desvela los mercadeos y vulgares intereses comunes, las falsedades y posverdades, que hicieron posible el ascenso del nazismo y su dominio en Europa hasta la Segunda Guerra Mundial, con las consecuencias de todos conocidas. El orden del día narra de un modo trepidante y muy novedoso, en escenas memorables, las bambalinas del ascenso de Hitler al poder, en una lección de literatura, historia y moral política.

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