jueves, 24 de enero de 2019

Un hombre enamorado, Min Kamp-2 Karl Ove Knausgård

Resultado de imagen de un hombre enamorado knausgardTengo un período lector, sin tiempo la lectura es más agradable, llega a ti de una manera absoluta, como un impacto extraño. El tiempo fluye de una manera diferente, es anormal, se asemeja más al tiempo vivido, al experimentado como una sesión psicológica de alienación positiva. Vives en la literatura, te adentras y gozas con las repercusiones que tiene en tu vida; esas tramas se agolpan y te abordan de una manera definitiva, las haces tuyas y recreas, en tu mente, los diferentes pasos. Los cuentos, los libros diario, las novelas también, te reubican respecto al mundo y, así, haces más tuya la existencia, al menos la ajena.

Para mí lo que haces es mutilación pura y dura.
¿De qué?
De la vida, de las posibilidades, de vivir, de crear. Crear vida, no literatura. A mí casi me asusta ese ascetismo en el que vives. O no, ese ascetismo en el que te estás revolcando. En mi opinión, es algo extremadamente inusual.
Hoy os hablo del segundo volumen de la autobiografía novelada de Karl Ove; hay algo hipnótico en el desinterés profundo que me provoca su lectura. Me importa un pito la anodina vida del autor, sus amores domésticos, su paternidad y la manera rebuscada de hacernos creer que se acuerda de todo lo que ocurrió, hombre, en realidad ocurrió desde el momento en que lo verbaliza, en que lo plasma, sin embargo la concreción y detalle con que lo hace me lleva a sospechar que los recuerdos, una vez más, no dejan de ser recreaciones, muchas veces, aderezadas con diálogos de una exactitud que me resultaría complicado reproducir en el momento mismo en que se produjeron, imaginemos en el tiempo.
No puedes decirme lo que debo hacer, Linda. No funciona. Si lo haces, me marcho. Y no me refiero solo a lo de la bebida. Me refiero a todo. No puedes.
Lo sé.
Pero es hipnótica. Sus cientos de páginas te atrapan en una lectura cotidiana que no abandonas, como no abandonas, no sé, el desayunar todos los días, es algo así como comer una tortilla de patatas, que no por consabido su sabor deja de agradarnos. Es muy extraño. Es anormal, la verdad, porque si algo esperamos de la literatura es que nos lleve al mundo ficccional, y el autor no lo hace, aunque sabemos que sus recuerdos son más literatura que autobiografía. Es cierto que la autobiografía tiene tradición, y también es cierto que personajes, familiares y amigos que salen en la obra han protestado, o al menos han sido muy críticos, con esa obscenidad afectiva que el autor muestra en la obra, pero me pregunto si no será, más bien, que el reflejo de lo que ellos esperan desde sus acciones no ha sido, en verdad, lo que les ha hecho alzar la voz. Han pasado de seres invisibles a realidades literarias, y eso, amigos, es muy extraño.
No es que nazcamos iguales y las condiciones de vida hagan nuestras vidas diferentes, sino al revés, nacemos diferentes y las condiciones de vida igualan nuestras vidas.
He leído críticas que entienden el libro como un ejercicio vacuo, vulgar incluso, como un ejercicio poco honrado, como si la verdad previsible que nos dice contar no fuera realidad, como os he dicho, si no pura ficción, en vez de una lectura posible dela realidad, que es en realidad lo que es. No existe verdad en el recuerdo ni certeza, sino constructo, por eso los libros de memorias son ficción porque incluso en los hechos históricos cabe la interpretación de lo que fue. Los pensamientos se suceden, la literatura se cobra el espacio que ha dejado la industria del entretenimiento: el pensamiento multidimensional.
Pero, como ocurre con toda clase de razonamientos simples, este tampoco es del todo verdad, la vida no es una magnitud matemática, no tiene ninguna teoría, solo práctica, y aunque resulte tentador entender la reorganización de la sociedad hecha por una generación basándose en su visión de la relación entre herencia y ambiente, se trata de una tentación literaria y consiste en el placer de especular, es decir, probar la idea a través de las esferas más diversas de la actividad humana, más que en el placer de decir la verdad.
La disección del enamoramiento, que no deja de ser la piedra angular del relato, junto a la alucinación en la paternidad, las anécdotas insustanciales que van configurando todo, las tremendas contradicciones, los miedos, hacen que caigamos en esa actitud hipnotizada de la que os hablaba. Sin embargo hay cierta apariencia de ausencia de profundidad, sí, a pesar de los cientos de páginas, se recrea en lo anecdótico, en la superficie, en la circunstancia, pero esa es la virtud del engaño sobre lo que es un hombre y una mujer.
Fue uno de esos días que recordaré siempre, tal vez porque precisamente lo cotidiano y lo trivial fuera lo brillante.
Sin embargo no es un ejercicio de yoísmo. La aceptación despistada, incluso la distancia del creador ha hecho algo más complejo que su superficialidad aparente, su cotidianidad. Él espera cierto entusiasmo de quienes le rodean respecto a lo que es, pero la indiferencia o la aceptación forzada es tan dolorosa que, cuando ocurre, apatece hacer una pira y disfrutar con tus libros sirviendo para algo: dar calor, por ejemplo, como leños fugaces.
La reacción de Yngve no había sido muy diferente a la que tuvo cuando siete años antes lo llamé para decirle que la novela que estaba escribiendo había sido aceptada. ¿Ah, sí?, dijo lacónicamente, Qué bien. Para mí era lo más grande que me había pasado jamás, casi me desmayo al recibir la noticia y suponía que toda la gente de mi entorno reaccionaría igual.
Y ese no era el caso, claro que no.
El autor se muestra e intenta verbalizar el conflicto que se establece entre la vida y su vida, la sensación de extrañeza ante lo que ocurre, el aburrimeinto, la falta de ideas.
La vida diaria con sus obligaciones y rutinas era algo que soportaba, no algo que me hiciera feliz, nada que tuviera sentido…
De manera que la vida que vivía no era la mía propia. Intentaba convertirla en mi vida, esa era la lucha que libraba, porque quería, pero no lo conseguía, la añoranza de algo diferente minaba por completo todo lo que hacía.
Además tiene reflexiones muy interesantes sobre lo cotidiano, sobre occidente, sobre los mitos sociales (es nórdico) sobre el marco de expectativas irreal occidental que asienta el mundo en la ilusión del consumo infinito, o sobre Suecia, donde encuentra pobreza, o sobre la construcción europea.
Mientras aprendíamos que todos éramos iguales. Esa idea era la que nos había hecho, al menos a mi generación, esperar cosas de la vida, vivir en la fe de que teníamos derecho a algo, verdadero derecho a algo, y echar la culpa a toda clase de circunstacias ajenas si las cosas no salían como pensábamos.(…)
Al contrario que en Estocolmo, donde vivíamos en el centro de la ciudad, aquí la pobreza y la miseria eran visibles en las calles. (…)
Europa, que más o menos se estaba fundiendo en un país grande e igual. Lo mismo, lo mismo, todo era lo mismo.
Os dejo este mantra antes de poner el resumen y los datos de la editorial Anagrama.
No debes creer que eres alguien.
No creas ni de coña que eres alguien.
Porque no lo eres. No eres más que una mediocre mierdecilla.
No creas que eres alguien, no creas que eres nadie en absoluto, porque no lo eres. Solo eres una mierdecilla.
Así que agacha la cabeza, y ponte a trabajar, mierdecilla.

ISBN 978-84-339-7891-2
EAN 9788433978912
PVP SIN IVA 23.94 €
PVP CON IVA 24.90 €
NÚM. DE PÁGINAS 632
COLECCIÓN Panorama de narrativas
CÓDIGO PN 861
TRADUCCIÓN Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo


De la muerte a la vida. De ser hijo a ser padre. Éste es el paso de Karl Ove Knausgård en Un hombre enamorado, la segunda parte de las seis que conforman Mi lucha, esa inmensa novela autobiográfica que la crítica ha descrito como «un proyecto demencial que sólo los verdaderos genios pueden alcanzar».
Karl Ove deja a su mujer, deja Noruega y todo lo que conoce, y se marcha a Estocolmo, dispuesto a recorrer los caminos que se abran ante él. Y allí se hace amigo, muy amigo de Geir, otro noruego expatriado, intelectual y fanático del boxeo. Vuelve a encontrarse con Linda, una poeta que le había fascinado años antes en un encuentro de escritores, y que será su segunda mujer.
Y su mundo cambia, y él, escribe y describe sus tempestuosas relaciones amistosas y sentimentales, cuenta cómo es volverse a enamorar, y el largo, dramático período antes de que él y Linda se consoliden como pareja. Y después, los goces y los engorros de la paternidad. La necesidad de escribir y la urgencia por crear, pero también la cotidianidad de la vida en familia, o el cómico fracaso de sus vacaciones, la humillación de las clases de preparación al parto, las peleas con los vecinos, el estrés de pasear a un niño en un cochecito por Estocolmo cuando lo único que él quisiera es sentarse y continuar con su novela…
Y el amor, la ira, la belleza, el aburrimiento y la exaltación fluyen en estas páginas. Knausgård escribe con una veracidad punzante sobre los instantes que componen una vida, la de un hombre apremiado por la necesidad de escribir y de contar, pero también de vivir, de alguien para quien la muerte está siempre a la vuelta de la esquina, y que anhela con igual intensidad la soledad y el amor.

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