Tengo
un período lector sin tiempo, tal vez por ello la lectura es más agradable, llega a
ti de una manera absoluta, como un impacto extraño. El tiempo fluye
de una manera diferente, es anormal, se asemeja más al tiempo
vivido, al experimentado como una sesión psicológica de alienación
positiva. Vives en la literatura, te adentras y gozas con las
repercusiones que tiene en tu vida; esas tramas se agolpan y te
abordan de una manera definitiva, las haces tuyas y recreas, en tu
mente, los diferentes pasos. Los cuentos, los libros diarios, las
novelas también, te reubican respecto al mundo y, así, haces más
tuya la existencia, al menos la ajena
― Para
mí lo que haces es mutilación pura y dura.
― ¿De
qué?
― De
la vida, de las posibilidades, de vivir, de crear. Crear vida, no
literatura. A mí casi me asusta ese ascetismo en el que vives. O no,
ese ascetismo en el que te estás revolcando. En mi opinión, es algo
extremadamente inusual.
Hoy
os hablo del segundo volumen de la autobiografía novelada de Karl
Ove; hay algo hipnótico en el desinterés profundo que me provoca su
lectura. Me importa un pito la anodina vida del autor, sus amores
domésticos, su paternidad y la manera rebuscada de hacernos creer
que se acuerda de todo lo que ocurrió, hombre, en realidad ocurrió
desde el momento en que lo verbaliza, en que lo plasma, sin embargo
la concreción y detalle con que lo hace me lleva a sospechar que los
recuerdos, una vez más, no dejan de ser recreaciones, muchas veces,
aderezadas con diálogos de una exactitud que me resultaría
complicado reproducir en el momento mismo en que se produjeron,
imaginemos en el tiempo.
―No
puedes decirme lo que debo hacer, Linda. No funciona. Si lo haces, me
marcho. Y no me refiero solo a lo de la bebida. Me refiero a todo. No
puedes.
―Lo
sé.
Pero
es hipnótica. Sus cientos de páginas te atrapan en una lectura
cotidiana que no abandonas, como no abandonas, no sé, el desayunar
todos los días, es algo así como comer una tortilla de patatas, que
no por consabido su sabor deja de agradarnos. Es muy extraño. Es
anormal, la verdad, porque si algo esperamos de la literatura es que
nos
lleve al mundo ficccional, y el autor no lo hace, aunque
sabemos que sus recuerdos son más literatura que
autobiografía. Es cierto que la
autobiografía tiene tradición, y también es cierto que personajes,
familiares y amigos que salen en la obra han protestado, o al menos
han sido muy críticos, con esa obscenidad afectiva que el autor
muestra en la obra, pero me pregunto si no será, más bien, que el
reflejo de lo que ellos esperan desde sus acciones no ha sido, en
verdad, lo que les ha hecho alzar la voz. Han pasado de seres
invisibles a realidades literarias, y eso, amigos, es muy extraño.
No
es que nazcamos iguales y las condiciones de vida hagan nuestras
vidas diferentes, sino al revés, nacemos diferentes y las
condiciones de vida igualan nuestras vidas.
He
leído críticas que entienden el libro como un ejercicio vacuo,
vulgar incluso, como un ejercicio poco honrado, como si la verdad
previsible que nos dice contar no fuera realidad, como os he dicho,
sino pura ficción, en vez de una lectura posible dela realidad, que
es en realidad lo que es. No existe verdad en el recuerdo ni certeza,
sino constructo, por eso los libros de memorias son ficción porque
incluso en los hechos históricos cabe
la interpretación de lo que fue. Los pensamientos se suceden, la
literatura se cobra el espacio que ha dejado la industria del
entretenimiento: el pensamiento multidimensional.
Pero,
como ocurre con toda clase de razonamientos simples, este tampoco es
del todo verdad, la vida no es una magnitud matemática, no tiene
ninguna teoría, solo
práctica, y aunque resulte tentador entender la reorganización de
la sociedad hecha por una generación basándose en su visión de la
relación entre herencia y ambiente, se trata de una tentación
literaria y consiste en el placer de especular, es decir, probar la
idea a través de las esferas
más diversas de la actividad humana, más que en el placer de decir
la verdad.
La
disección del enamoramiento, que no deja de ser la piedra angular
del relato, junto a la alucinación en la paternidad, las anécdotas
insustanciales que van configurando todo, las tremendas
contradicciones, los miedos, hacen que caigamos en esa actitud
hipnotizada de la que os hablaba. Sin embargo, hay cierta apariencia
de ausencia de profundidad, sí, a pesar de los cientos de páginas,
se recrea en lo anecdótico, en la superficie, en la circunstancia,
pero esa es la virtud del engaño sobre lo que es un hombre y una
mujer.
Fue
uno de esos días que recordaré siempre, tal vez porque precisamente
lo cotidiano y lo trivial fuera lo brillante.
Sin
embargo, no es un ejercicio de yoísmo. La aceptación despistada,
incluso la distancia del creador ha hecho algo más complejo que su
superficialidad aparente, su cotidianidad. Él espera cierto
entusiasmo de quienes le rodean respecto a lo que es, pero la
indiferencia o la aceptación forzada es tan dolorosa que, cuando
ocurre, apatece hacer una pira y disfrutar con tus libros sirviendo
para algo: dar calor, por ejemplo, como leños fugaces.
La
reacción de Yngve no había sido muy diferente a la que tuvo cuando
siete años antes lo llamé para decirle que la novela que estaba
escribiendo había sido aceptada. ¿Ah, sí?, dijo lacónicamente,
Qué bien. Para mí era lo más grande que me había pasado jamás,
casi me desmayo al recibir la noticia y suponía que toda la gente de
mi entorno reaccionaría igual.
Y
ese no era el caso, claro que no.
El
autor se muestra e intenta verbalizar el conflicto que se establece
entre la vida y su vida, la sensación de extrañeza ante lo que
ocurre, el aburrimiento, la falta de ideas.
La
vida diaria con sus obligaciones y rutinas era algo que soportaba, no
algo que me hiciera feliz, nada que tuviera sentido…
De
manera que la vida que vivía no era la mía propia. Intentaba
convertirla en mi vida, esa era la lucha que libraba, porque quería,
pero no lo conseguía, la añoranza de algo diferente minaba por
completo todo lo que hacía.
Además,
tiene reflexiones muy interesantes sobre lo cotidiano, sobre
occidente, sobre los mitos sociales (es nórdico) sobre el marco de
expectativas irreal occidental que asienta el mundo en la ilusión
del consumo infinito, o sobre Suecia, donde encuentra pobreza, o
sobre la construcción europea.
Mientras
aprendíamos que todos éramos iguales. Esa idea era la que nos había
hecho, al menos a mi generación, esperar cosas de la vida, vivir en
la fe de que teníamos derecho a algo, verdadero derecho a algo, y
echar la culpa a toda clase de circunstacias ajenas si las cosas no
salían como pensábamos.(…)
Al
contrario que en Estocolmo, donde vivíamos en el centro de la
ciudad, aquí la pobreza y la miseria eran visibles en las calles.
(…)
Europa,
que más o menos se estaba fundiendo en un país grande e igual. Lo
mismo, lo mismo, todo era lo mismo.
Os
dejo este mantra antes de poner el resumen y los datos de la
editorial Anagrama.
No
debes creer que eres alguien.
No
creas ni de coña que eres alguien.
Porque
no lo eres. No eres más que una mediocre mierdecilla.
No
creas que eres alguien, no creas que eres nadie en absoluto, porque
no lo eres. Solo eres una mierdecilla.
Así
que agacha la cabeza, y ponte a trabajar, mierdecilla.
ISBN
978-84-339-7891-2
EAN 9788433978912
PVP SIN IVA 23.94 €
PVP CON IVA 24.90 €
NÚM. DE PÁGINAS 632
COLECCIÓN Panorama de narrativas
CÓDIGO PN 861
TRADUCCIÓN Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo
De la muerte a la vida. De ser hijo a ser padre. Éste es el paso de Karl Ove Knausgård en Un hombre enamorado, la segunda parte de las seis que conforman Mi lucha, esa inmensa novela autobiográfica que la crítica ha descrito como «un proyecto demencial que sólo los verdaderos genios pueden alcanzar».
EAN 9788433978912
PVP SIN IVA 23.94 €
PVP CON IVA 24.90 €
NÚM. DE PÁGINAS 632
COLECCIÓN Panorama de narrativas
CÓDIGO PN 861
TRADUCCIÓN Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo
De la muerte a la vida. De ser hijo a ser padre. Éste es el paso de Karl Ove Knausgård en Un hombre enamorado, la segunda parte de las seis que conforman Mi lucha, esa inmensa novela autobiográfica que la crítica ha descrito como «un proyecto demencial que sólo los verdaderos genios pueden alcanzar».
Karl
Ove deja a su mujer, deja Noruega y todo lo que conoce, y se marcha a
Estocolmo, dispuesto a recorrer los caminos que se abran ante él. Y
allí se hace amigo, muy amigo de Geir, otro noruego expatriado,
intelectual y fanático del boxeo. Vuelve a encontrarse con Linda,
una poeta que le había fascinado años antes en un encuentro de
escritores, y que será su segunda mujer.
Y
su mundo cambia, y él, escribe y describe sus tempestuosas
relaciones amistosas y sentimentales, cuenta cómo es volverse a
enamorar, y el largo, dramático período antes de que él y Linda se
consoliden como pareja. Y después, los goces y los engorros de la
paternidad. La necesidad de escribir y la urgencia por crear, pero
también la cotidianidad de la vida en familia, o el cómico fracaso
de sus vacaciones, la humillación de las clases de preparación al
parto, las peleas con los vecinos, el estrés de pasear a un niño en
un cochecito por Estocolmo cuando lo único que él quisiera es
sentarse y continuar con su novela…
Y
el amor, la ira, la belleza, el aburrimiento y la exaltación fluyen
en estas páginas. Knausgård escribe con una veracidad punzante
sobre los instantes que componen una vida, la de un hombre apremiado
por la necesidad de escribir y de contar, pero también de vivir, de
alguien para quien la muerte está siempre a la vuelta de la esquina,
y que anhela con igual intensidad la soledad y el amor.
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