sábado, 8 de septiembre de 2018

Años felices, Gonzalo Torné


Resultado de imagen de años felices tornéEstoy tranquilamente leyendo en la playa, a mi lado mi cuñado. Me ve subrayar unos párrafos, o una línea, no lo recuerdo, y me habla de la inutilidad del gesto, de lo molesto que le resulta abrir un libro en su ebook y descubrir que otros lectores lo subrayaron también, que quisieron dar testimonio de la impresión, del placer, del horror que les produjo una literatura. Lo cierto es que me asombro, no acabo de entenderlo. Es posible que no nos guste que otros subrayen por nosotros, pero igual nos molesta que otros escriban por nosotros y que el hecho lector no sea más que una penitencia por la imposibilidad de escribir sobre lo que queremos decir, un castigo que se nos ofrece a los mortales por no tener otro talento que la capacidad humana de la lectura. Sin embargo hago el ademán de replicarle, de defender mi postura de subrayador profesional, pero desisto, porque algo en la situación me hace pensar que es inviable dicha explicación. Quieren dejar testimonio de una frase brillante del autor que delate el sentido de la novela, sigue, y eso es imposible, acaba; aunque espera mi respuesta esta no llega. Decido que seguiré subrayando para mí y compartiendo con vosotros, no quiero dejar testimonio del genio creador, si no de la impresión lectora, entiendo que no se entienda ¿por qué no voy a hacerlo?

Hay libros que te sorprenden, claro, te sorprenden porque no los esperas dentro de una literatura concreta y este libro no me lo esperaba dentro del panorama literario español. Es un libro anglosajón, con una narrativa clara y limpia, algunas veces evocativa, con una gran sensibilidad y gusto por el sentimiento de los personajes. Es un libro que entronca con la narrativa de grandes escritores de best sellers al estilo Irving, que aúna, con inteligencia, la trama con la escritura. Si nos fijamos con atención cuando paseamos por las grandes capitales occidentales hay cierta uniformidad en las gentes y en los espacios, cambian los decorados de cierta manera, claro, pero a mí me da la sensación de pasear por una misma ciudad universal que nos cambian para que disfrutemos de un parque de atracciones, pero, en el fondo, es como si los figurantes fueran los mismos, las comidas, parecidas, y las tiendas uniformes. Eso me ha pasado con este libro.

El estilo poético que crea esa atmósfera de fascinación y que retrata la burguesía americana al estilo del Gran Gatsby, se entrecruza, en ocasiones, con la voz del narrador que nos recuerda que debemos seguir el hilo argumental porque nos podemos dejar fascinar por la belleza del lenguaje.

Tampoco creas que le dijo nada valioso…
Su letargo onírico./Te contaré también cómo era la casa donde vivía: quedaba vacía cerca de un nido de raíles en desuso, rodeado de campos donde sólo crecían precipitadas casas en construcción y los últimos árboles de una vegetación demasiado débil y atónita para apresurarse en arrancarla.
Dejemos que Claire se aleje en esa tarde tan similar a otras que carece de empuje para individualizarse en su memoria, sigamos a Harry recorriendo a solas el camino inverso; digamos que a esa hora le apetecía sentarse en el jardín y observar la fachada de Riverside, había dado la orden de no apagar ninguna lámpara.

El hecho de que el protagonista, uno de ellos, la veo más como una novela coral, sea catalán, un catalán adoptado como ángel de luz entre el grupo de amigos americano, da juego al a trama ya que introduce elementos transculturados que dan cierta fuerza argumental. Este fragmento me parece significativo de toda una idea cultural.

Aunque no pasaba ni un día sin recordar un poema de riba, Foix o del divino Papasseit, al que amaba con un agradecimiento que no era de este mundo, se había decidido por escribir en castellano, el catalán era un líquido demasiado íntimo para manipularlo sin riesgo.

También me ha parecido reseñable la inteligencia que se observa a lo largo de muchos pasajes del libro.

“Otra vez será, en otra ocasión”, se dijo con plena conciencia de que no había otra vez, que el único pasaje que tenemos para profundizar en el mundo son los años felices de la conciencia.

Podemos encontrarlo en Anagrama, como tantos otros, ¿verdad?

ISBN
978-84-339-9825-5
EAN
9788433998255
PVP SIN IVA
20.10 €
PVP CON IVA
20.90 €
NÚM. DE PÁGINAS
360

En algún momento de la segunda mitad del siglo XX, Alfred Montsalvatges, un hombre joven con un profundo corte en la mano, llega a un hospital de Nueva York. Es extranjero, quiere ser escritor, y, a ojos de Jean Rosenbloom, la enfermera que lo atiende, quizá sea justo lo que estaba buscando: un príncipe de cuento. Alfred pronto se convertirá en el centro de un grupo de amigos que ven en él la solución mágica a lo que la vida se resiste a darles: un confidente, un colega, un amor... Son cuatro: Kevin Prichard, joven judío con tendencias místicas y cuyas envidias y aspiraciones proporcionan al resto grandes momentos de comicidad involuntaria; Harry Osborn III, diletante, culto y adinerado heredero, medio encerrado en su mansión de Riverside, que mide su ingenio con el del príncipe en largas charlas acerca de sus vocaciones; Claire, la más carismática de las hermanas Rosenbloom, bella, independiente, libre y adorada por todos; y la propia Jean, noble, bondadosa, discreta. Son jóvenes, inteligentes, están cargados de vida y han firmado un pacto de amistad, que creen tan indestructible como ellos.
Pero cuando la juventud amenaza con abandonarlos, el «país de las hadas» en que habían vivido hasta entonces adopta contornos más exigentes. ¿Y si les aburriesen sus vocaciones? ¿Y si el futuro les convirtiese en personas inesperadas? ¿Y si para conseguir sus nuevos objetivos tuviesen que traicionarse? ¿Y si el príncipe fuese un fraude? ¿Y si los años felices no perteneciesen a este mundo?
Atmosférica y elegante, luminosa, lírica e irónica a un tiempo, Años felices es un meticuloso estudio de caracteres repleto de estilo e inteligencia acerca de cómo se abre paso la vida a fuerza de ambiciones y cómo se desmorona. Una novela extraordinaria con la que Gonzalo Torné pone otro eslabón en uno de los proyectos más personales, consistentes y de mayor envergadura de la literatura contemporánea en español, que ha sido celebrado por la prensa internacional más exigente.


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