Hace varias
semanas que casi no puedo entrar a ver cómo está mi blog, si vive, si respira;
para mi sorpresa observo cómo hay gente que lo sigue, que entra, que escarba
sin pudor en mis memorias literarias, en este canon que se atraganta, en
ocasiones, con este calor tremendo que empieza a hacer. He estado escribiendo
mucho, trabajando, redactando como un loco, por eso no he podido ofreceros mis
últimas reflexiones sobre las obras que he ido leyendo, me faltan algunas por
hacer. Mi proceso es muy sencillo, leo, tomo notas, subrayo los pasajes que
creo pueden ilustrar vuestra lectura y después, me siento con tranquilidad y
redacto lo que he ido reflexionando en la cabeza. En esta reflexión puedo
tardar entre un par de días y varios meses; en este momento sigo maduran do el
extraordinario libro de Cadalso, Cartas Marruecas.
Hoy os
ofrezco un libro clásico, literatura norteamericana en estado puro, rica,
compleja, llena de matices y reflexiones morales, descripciones del alma humana
y de las situaciones sociales magníficas, todo ello hecho con la sencillez del
maestro, con enunciados muy breves, apenas complejos, que le dan un dinamismo
notable a la comunicación. Esta brevedad del enunciado se plasma en un
contenido fácilmente digerible, sencillo, humilde, donde el lector se encuentra
a sus anchas y disfruta de la enormidad de la dificultad de escribir tan bien
de una manera tan, inusualmente, modesta.
El libro se adentra en la América de finales de los
sesenta, de una América cambiante, donde un matrimonio supuestamente feliz, ha
de tomar las riendas de sus vidas respectivas para buscar la felicidad. Esto,
que aparentemente es un argumento tan habitual, se enriquece con los puntos de vista,
con la naturalidad con que trata el personaje, los personajes, femeninos:
fuerza, voluntad y determinación para descubrir que la felicidad es algo mucho
más complejo que un viaje a Europa, que convertirse en un homo viator que intenta desentrañar los secretos del universo en un
periplo vital viajero. La felicidad, pienso, es el camino.
El libro está escrito en tercera persona, pero en
ocasiones, el autor nos hace pequeños guiños para que sepamos que nos
acompaña, que está ahí silente, pero dispuesto a ayudarnos en la lectura.
Se divorciaron en el otoño. Yo hubiera deseado que no
sucediera.
(...)¿Debo describir el acto de amor que les unió...?
Las descripciones magníficas y
sencillas.
Surcamos el
río negro, sus bancos lisos como piedras. Ni un barco, ni un bote, ni una mota
de blanco. El viento ha roto, agrietado la superficie del agua. Es ancho,
interminable este gran estuario. El río es salobre, lívido de frío. Discurre
borroso por debajo de nosotros.
(...)
Crepúsculo en la ciudad, tráfico, los autobuses
derramando luz, reflejos en ventanas, en tiendas de óptica. Hacía un frío
cortante, era un mundo lleno de viandantes desfilando por delante de quioscos
de periódicos, drugstores baratos, muchachas en Rolls-Royce, con la cara iluminada
por el salpicadero.
Nedra, el personaje femenino, busca el amor, un
amor diferente del que le ofrece su marido Viri. Los amantes son una solución,
y el sexo la hace sentirse bien, pero la respuesta no está ahí, y ella lo sabe.
Esta dualidad madre/esposa, amante, hará que vaya reinventando los diferentes
espacios de su vida.
Ella se perdía, se echaba a llorar. Él se lo hacía con
el mismo ritmo regular, como un monólogo, como un chirrido de remos. Los gritos
de ella no tenían fin, sus pechos estaban duros. Emitía los sonidos de una
yegua, un perro, una mujer que huye para salvar la vida. Tenía el cabello
esparcido a su alrededor. Él no alteraba su cadencia.
Esta
dualidad, que también afecta a Viri, nos es mostrada con elegancia, sin
sobresaltos, haciendo que el lector vaya entendiendo paulatinamente la
construcción compleja de la realidad del amor.
No hay felicidad como esta dicha: mañanas apacibles,
la luz del río, el fin de semana por delante. Vivían una vida rusa, una vida
fecunda, entrelazada, en la que un infortunio de uno de los miembros, un
fracaso, una enfermedad, rompería el equilibrio de todos. Aquella vida era como
una prenda de vestir. Su belleza estaba fuera, su calor dentro.
Porque en toda relación subyace la misma pregunta y la
respuesta depende de la dosis de realismo de uno mismo; la felicidad no se
alcanza nunca, sería como admitir que la vida nos ha rendido. Siempre hay un fracaso
en las relaciones de pareja, una derrota de uno mismo y un triunfo de un
nosotros difuso, convencional, que queda agazapado en el corazón, pero a veces
irrumpe con fuerza.
¿Si era feliz? La pregunta era tan ingenua, tan
ligera. Había cosas que él soñaba hacer y que temía que no haría nunca.
(...)
El colapso está escondido, debe alcanzar un cierto grado
antes de irrumpir en la superficie, de que las columnas empiecen a ceder y las
fachadas a derrumbarse.
No debemos olvidar que la vida es un convencionalismo,
Vivimos falsamente entre evidencias de falsedad, ¿Cómo
se acumula, cómo acontece?
Así que Nedra emprende el camino, se adentra en el
otro mundo, en el mundo añorado y soñado en su otra vida, en la vida con Viri,
con sus hijas. El ansiado cambio de vida, la necesidad presente de ser otro en
realidad no deja de ser un grito hacia uno mismo. Esta trasformación física y
espiritual se hace, como os he dicho, en un viaje, sin nada ni nadie, buscando
muchas veces.
Era infeliz. Estaba contenta. Haría yoga, leería, se
sosegaría como se sosiega a un gato.
(...)
Uno de los últimos grandes descubrimientos es que
lavida no será lo que soñabas.
Aunque, ¿por qué hay mujeres que prefieren a los
hombres cuando están atribulados, débiles, emocionalmente frágiles a cuando son
ellos mismos, individuos plenos y conscientes?
La venta la trastornó. Denotaba que Viri estaba
enfermo o que poseía una gran fortaleza; ella no sabía cuál de las hipótesis le
daba más miedo.
Viri no inicia inmediatamente el viaje, lo usa como contraposición.
Viri se esconde en su mundo reconocible, en la casa familiar, en su soledad, en
el dolor de la pérdida. Su duelo es largo, es humano. Sin embargo, una vez
superado, se lanzará, al igual que Nedra, a un viaje a buscarse.
—Sí, pero tú y Viri... dos personas que se separan es
como un leño que se parte. Las mitades nunca son iguales. Una de ellas contiene
el núcleo.
—Viri tiene su trabajo.
—Pero eras tú la que desempeñaba la parte sagrada. Tú
puedes vivir y ser feliz; él no.
Porque él
está encerrado,
Su vida estaba circundada por muros antiguos, familias
con las que no estaba emparentado, hábitos que nunca cambiarían.
Y necesita
asumir la pérdida para ser feliz.
Sucede en un instante. Todo es un largo día, una tarde
interminable, los amigos se marchan, nos quedamos en la orilla.
Y la relación con los hijos, tan difusa como la
relación con el otro, alienados en ellos, como fragmentos ordenados de nuestro
ADN, pero tan ellos, alejados en su mundo construido e influenciado por los
padres.
Sentía que era la mujer en la que ella misma se había
convertido, en el sentido en que el presente representa al pasado. Quería
descubrir la vida a través de su hija, saborearla por segunda vez.
Gran novela. La podemos encontrar en Salamandra.
Aquí os dejo datos de interés.
Título original: Light Years
ISBN: 978-84-9838-563-2
Número de
páginas: 384
Tipo de
edición: Rústica con solapas
Sello
editorial: Salamandra
Colección:
Narrativa
PVP: 19,00
€
ISBN e-book: 978-84-15630-57-9
PVP e-book: 11,99 €
Si Juego y
distracción —recientemente reeditada por Salamandra— supuso un paso de gigante
en la incipiente carrera de James Salter, Años luz, publicada ocho años más
tarde, en 1975, significó claramente su consagración como uno de los grandes
maestros de la literatura norteamericana del siglo XX.
La escritura diáfana, leve y luminosa de Salter nos asoma al interior del matrimonio de los Berland, cuya vida transcurre entre Manhattan y una vieja casa al norte de Nueva York. Allí, en una suerte de paraíso natural, rodeados de prados y con vistas al río Hudson, Viri, arquitecto al que le apasiona su profesión, y Nedra, una mujer de marcado carácter y una rara elegancia, disfrutan de los paseos, las cenas con amigos y los incontables momentos de sosiego dedicados a jugar con sus dos hijas. Sin embargo, detrás de esta apariencia idílica, el lector descubre las finas líneas de fractura que asoman en la superficie y se van convirtiendo en grietas hasta que, finalmente, desfiguran el paisaje sin posibilidad de reparación.
El amor difuminado por el paso del tiempo, como gran protagonista, aguarda a los personajes para envolverlos en una luz final, vespertina, sin retorno. Años luz traza con exquisita sensibilidad los límites y contradicciones de ese estado evanescente de plenitud y bienestar que llamamos fe
La escritura diáfana, leve y luminosa de Salter nos asoma al interior del matrimonio de los Berland, cuya vida transcurre entre Manhattan y una vieja casa al norte de Nueva York. Allí, en una suerte de paraíso natural, rodeados de prados y con vistas al río Hudson, Viri, arquitecto al que le apasiona su profesión, y Nedra, una mujer de marcado carácter y una rara elegancia, disfrutan de los paseos, las cenas con amigos y los incontables momentos de sosiego dedicados a jugar con sus dos hijas. Sin embargo, detrás de esta apariencia idílica, el lector descubre las finas líneas de fractura que asoman en la superficie y se van convirtiendo en grietas hasta que, finalmente, desfiguran el paisaje sin posibilidad de reparación.
El amor difuminado por el paso del tiempo, como gran protagonista, aguarda a los personajes para envolverlos en una luz final, vespertina, sin retorno. Años luz traza con exquisita sensibilidad los límites y contradicciones de ese estado evanescente de plenitud y bienestar que llamamos fe
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