sábado, 27 de junio de 2015

Años luz, Light Years James Salter

Hace varias semanas que casi no puedo entrar a ver cómo está mi blog, si vive, si respira; para mi sorpresa observo cómo hay gente que lo sigue, que entra, que escarba sin pudor en mis memorias literarias, en este canon  que se atraganta, en ocasiones, con este calor tremendo que empieza a hacer. He estado escribiendo mucho, trabajando, redactando como un loco, por eso no he podido ofreceros mis últimas reflexiones sobre las obras que he ido leyendo, me faltan algunas por hacer. Mi proceso es muy sencillo, leo, tomo notas, subrayo los pasajes que creo pueden ilustrar vuestra lectura y después, me siento con tranquilidad y redacto lo que he ido reflexionando en la cabeza. En esta reflexión puedo tardar entre un par de días y varios meses; en este momento sigo maduran do el extraordinario libro de Cadalso, Cartas Marruecas.


Hoy os ofrezco un libro clásico, literatura norteamericana en estado puro, rica, compleja, llena de matices y reflexiones morales, descripciones del alma humana y de las situaciones sociales magníficas, todo ello hecho con la sencillez del maestro, con enunciados muy breves, apenas complejos, que le dan un dinamismo notable a la comunicación. Esta brevedad del enunciado se plasma en un contenido fácilmente digerible, sencillo, humilde, donde el lector se encuentra a sus anchas y disfruta de la enormidad de la dificultad de escribir tan bien de una manera tan, inusualmente, modesta.
El libro se adentra en la América de finales de los sesenta, de una América cambiante, donde un matrimonio supuestamente feliz, ha de tomar las riendas de sus vidas respectivas para buscar la felicidad. Esto, que aparentemente es un argumento tan habitual, se enriquece con los puntos de vista, con la naturalidad con que trata el personaje, los personajes, femeninos: fuerza, voluntad y determinación para descubrir que la felicidad es algo mucho más complejo que un viaje a Europa, que convertirse en un homo viator que intenta desentrañar los secretos del universo en un periplo vital viajero. La felicidad, pienso, es el camino.
El libro está escrito en tercera persona, pero en ocasiones, el autor nos hace pequeños  guiños para que sepamos que nos acompaña, que está ahí silente, pero dispuesto a ayudarnos en la lectura.

 Se divorciaron en el otoño. Yo hubiera deseado que no sucediera.
(...)¿Debo describir el acto de amor que les unió...?

Las descripciones magníficas y sencillas.
Surcamos el río negro, sus bancos lisos como piedras. Ni un barco, ni un bote, ni una mota de blanco. El viento ha roto, agrietado la superficie del agua. Es ancho, interminable este gran estuario. El río es salobre, lívido de frío. Discurre borroso por debajo de nosotros.
(...)
Crepúsculo en la ciudad, tráfico, los autobuses derramando luz, reflejos en ventanas, en tiendas de óptica. Hacía un frío cortante, era un mundo lleno de viandantes desfilando por delante de quioscos de periódicos, drugstores baratos, muchachas en Rolls-Royce, con la cara iluminada por el salpicadero.

 Nedra, el personaje femenino, busca el amor, un amor diferente del que le ofrece su marido Viri. Los amantes son una solución, y el sexo la hace sentirse bien, pero la respuesta no está ahí, y ella lo sabe. Esta dualidad madre/esposa, amante, hará que vaya reinventando los diferentes espacios de su vida.

Ella se perdía, se echaba a llorar. Él se lo hacía con el mismo ritmo regular, como un monólogo, como un chirrido de remos. Los gritos de ella no tenían fin, sus pechos estaban duros. Emitía los sonidos de una yegua, un perro, una mujer que huye para salvar la vida. Tenía el cabello esparcido a su alrededor. Él no alteraba su cadencia.

Esta dualidad, que también afecta a Viri, nos es mostrada con elegancia, sin sobresaltos, haciendo que el lector vaya entendiendo paulatinamente la construcción compleja de la realidad del amor.

No hay felicidad como esta dicha: mañanas apacibles, la luz del río, el fin de semana por delante. Vivían una vida rusa, una vida fecunda, entrelazada, en la que un infortunio de uno de los miembros, un fracaso, una enfermedad, rompería el equilibrio de todos. Aquella vida era como una prenda de vestir. Su belleza estaba fuera, su calor dentro.

Porque en toda relación subyace la misma pregunta y la respuesta depende de la dosis de realismo de uno mismo; la felicidad no se alcanza nunca, sería como admitir que la vida nos ha rendido. Siempre hay un fracaso en las relaciones de pareja, una derrota de uno mismo y un triunfo de un nosotros difuso, convencional, que queda agazapado en el corazón, pero a veces irrumpe con fuerza.

¿Si era feliz? La pregunta era tan ingenua, tan ligera. Había cosas que él soñaba hacer y que temía que no haría nunca.
(...)
El colapso está escondido, debe alcanzar un cierto grado antes de irrumpir en la superficie, de que las columnas empiecen a ceder y las fachadas a derrumbarse.

No debemos olvidar que la vida es un convencionalismo,

Vivimos falsamente entre evidencias de falsedad, ¿Cómo se acumula, cómo acontece?

Así que Nedra emprende el camino, se adentra en el otro mundo, en el mundo añorado y soñado en su otra vida, en la vida con Viri, con sus hijas. El ansiado cambio de vida, la necesidad presente de ser otro en realidad no deja de ser un grito hacia uno mismo. Esta trasformación física y espiritual se hace, como os he dicho, en un viaje, sin nada ni nadie, buscando muchas veces.

Era infeliz. Estaba contenta. Haría yoga, leería, se sosegaría como se sosiega a un gato.
(...)
Uno de los últimos grandes descubrimientos es que lavida no será lo que soñabas.

Aunque, ¿por qué hay mujeres que prefieren a los hombres cuando están atribulados, débiles, emocionalmente frágiles a cuando son ellos mismos, individuos plenos y conscientes?

La venta la trastornó. Denotaba que Viri estaba enfermo o que poseía una gran fortaleza; ella no sabía cuál de las hipótesis le daba más miedo. 


Viri no inicia inmediatamente el viaje, lo usa como contraposición. Viri se esconde en su mundo reconocible, en la casa familiar, en su soledad, en el dolor de la pérdida. Su duelo es largo, es humano. Sin embargo, una vez superado, se lanzará, al igual que Nedra, a un viaje a buscarse. 

—Sí, pero tú y Viri... dos personas que se separan es como un leño que se parte. Las mitades nunca son iguales. Una de ellas contiene el núcleo.
—Viri tiene su trabajo.
—Pero eras tú la que desempeñaba la parte sagrada. Tú puedes vivir y ser feliz; él no.

Porque él está encerrado, 

Su vida estaba circundada por muros antiguos, familias con las que no estaba emparentado, hábitos que nunca cambiarían.

Y necesita asumir la pérdida para ser feliz.

Sucede en un instante. Todo es un largo día, una tarde interminable, los amigos se marchan, nos quedamos en la orilla.

Y la relación con los hijos, tan difusa como la relación con el otro, alienados en ellos, como fragmentos ordenados de nuestro ADN, pero tan ellos, alejados en su mundo construido e influenciado por los padres.

Sentía que era la mujer en la que ella misma se había convertido, en el sentido en que el presente representa al pasado. Quería descubrir la vida a través de su hija, saborearla por segunda vez.

Gran novela. La podemos encontrar en Salamandra. Aquí os dejo datos de interés.



Título original: Light Years 
ISBN: 978-84-9838-563-2
Número de páginas: 384
Tipo de edición: Rústica con solapas 
Sello editorial: Salamandra 
Colección: Narrativa 
PVP: 19,00 € 
ISBN e-book: 978-84-15630-57-9
PVP e-book: 11,99 € 

Si Juego y distracción —recientemente reeditada por Salamandra— supuso un paso de gigante en la incipiente carrera de James Salter, Años luz, publicada ocho años más tarde, en 1975, significó claramente su consagración como uno de los grandes maestros de la literatura norteamericana del siglo XX.

La escritura diáfana, leve y luminosa de Salter nos asoma al interior del matrimonio de los Berland, cuya vida transcurre entre Manhattan y una vieja casa al norte de Nueva York. Allí, en una suerte de paraíso natural, rodeados de prados y con vistas al río Hudson, Viri, arquitecto al que le apasiona su profesión, y Nedra, una mujer de marcado carácter y una rara elegancia, disfrutan de los paseos, las cenas con amigos y los incontables momentos de sosiego dedicados a jugar con sus dos hijas. Sin embargo, detrás de esta apariencia idílica, el lector descubre las finas líneas de fractura que asoman en la superficie y se van convirtiendo en grietas hasta que, finalmente, desfiguran el paisaje sin posibilidad de reparación.

El amor difuminado por el paso del tiempo, como gran protagonista, aguarda a los personajes para envolverlos en una luz final, vespertina, sin retorno. Años luz traza con exquisita sensibilidad los límites y contradicciones de ese estado evanescente de plenitud y bienestar que llamamos fe

licidad y que anida en lo más profundo de todo ser humano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Debido a algún comentario improcedente que no respeta ni al autor del blog ni a los participantes del mismo, me veo obligado a moderar los comentarios. Disculpa las molestias.