No es la primera vez que os traigo un libro protagonizado por un señor mayor que decide hacer un viaje por el mundo en un intento de encontrar algo. El recurso al homo viator, expuesto en más de una ocasión en este blog, nutre al personaje y a la trama del encanto de la aventura, de la suplantación de la vida cotidianizada y estandarizada por las múltiples sensaciones que el personaje recoge y sufre en su largo peregrinaje hacia alguna parte, o ninguna, depende cómo lo miremos. Los personajes caracterizados por el periplo vital, por la aventura por la aventura, suelen empezar su viaje con cierto objetivo definido; sin embargo, el desarrollo de la acción, esta, les llevará a encontrar resquicios en su mismidad que les hará cambiar irremisiblemente.
De
entre todos los homo viators que
conozco, me sigo quedando con Alonso
Quijano: su objetivo, claro, su periplo vital, sin embargo, le lleva a
adentrarse en el abismo de la mismidad y a encubrir sus hazañas con una locura,
que no es más que una máscara ante el desasosiego de lo otro.
Nuestro
personaje, por lo tanto, es un viajero, un peregrino que se marca un objetivo
instintivo para poder desembarazarse de todo aquello que no funciona en su
vida. Su fin es recuperar la memoria de una persona que fue importante en su
vida, de una persona fiel a la amistad que dio la cara por él; pero como sucede
en este tipo de libros, la trama va llevándonos hacia otros caminos
inesperados: el afán de notoriedad, la estupidez humana, el dolor por la
perdida, las difíciles relaciones de pareja tras el fallecimiento del hijo, las
relaciones parentales, el amor, la bondad, la solidaridad. Este tipo de libros
los clasifico como libros positivos,
otros los llaman de autoayuda,
afirmación o reflexión sobre el yo. Pero en realidad no son más que intentos de
que la bondad humana se adhiera a alguna fibra de nosotros.
No
me gustan. Rectifico. Puedo leerlos, pero no me gustan. Entiendo que el
escritor intente mediante la trama manipular el estado de ánimo del lector, y
eso no me va. No me gusta el buenismo, ni el abuelito entrañable. La
complejidad psicológica queda resentida, y las motivaciones también. El lector
imagina, es lo bueno, pero no siempre puede comprender la estructuración de la
trama, que desde mi punto de vista, se resiente. El abuso de la descripción del
paisaje británico, acaso ¿es un libro de viajes?, me cansa, tantas flores,
prados y locus amoenus tópicos, hacen
que me haya aburrido en alguna ocasión. Dicho esto, el libro se deja leer,
claro, y toca temas que me interesan mucho. De entre todos destaco el de la
memoria. Sí, la memoria individual que no coincide con las personas con las que
compartimos eventos pasados, anécdotas, situaciones, que cada uno de nosotros
ha amoldado según sus necesidades. Me gusta que el autor no sea complaciente en
este tema, me gusta que, incluso, sea crudo con el recuerdo.
En
fin, es un libro que no me ha disgustado, pero que he encontrado algo pesado.
Cuando digo pesado no me refiero a denso literariamente, no, me refiero a
redundante, y desde mi punto de vista la redundancia argumental es negativa en
la novela. Por otro lado, es un libro que se deja leer, desde luego si te gusta
que jueguen con tu sensibilidad, si te van los libros encantadores y tiernos,
es el libro es ideal.
Lo
tenemos en Salamandra, y aquí os dejo información útil.
Autor:Joyce, Rachel
Colección:Narrativa
Título original: The unlikely
pilgrimage of Harold Fry,
Traducción:
Ana Rita da Costa García
ISBN:978-84-9838-480-2
Núm.
pags.:336
Tipo
edición:Rústica
PVP:17,00
€
Novela inteligente y
admirablemente construida, con un desenlace inolvidable, esta primera obra de
Rachel Joyce —actriz de teatro y guionista de la BBC— ya está entre los libros
más vendidos de Reino Unido y Alemania. De próxima publicación en más de
treinta idiomas, ha despertado una enorme expectación por la sobria
autenticidad de su prosa, que con una historia tan original como algo
disparatada logra calar hondo en el ánimo de quienes la leen.
Una mañana cualquiera, mientras su mujer pasa el aspirador en el piso de arriba, Harold Fry sale de casa para echar una carta al buzón. Recién jubilado, Harold está lejos de imaginar que acaba de iniciar un viaje a pie de un extremo a otro del país. No lleva calzado ni ropa adecuada, ni siquiera un teléfono móvil, y mucho menos un mapa o una brújula. ¿Para qué iba a llevarlos? Tan sólo va al buzón de la esquina para responder a la misiva de Queenie Hennessy, una vieja amiga y compañera de trabajo quien, tras un silencio de casi veinte años, acaba de comunicarle que está ingresada en un hospital del norte a punto de morir de cáncer. Sin embargo, cuando Harold se dispone a enviar la carta, un impulso repentino lo conmina a llevar él mismo el mensaje a su destinataria. Por una vez en su vida, Harold toma una decisión sin pensar, pero su intuición le dice que su amiga Queenie hará algo igualmente impensable y se curará.
Así comienza un largo peregrinaje que dará un vuelco total a su existencia. Mediante el sencillo acto de caminar, Harold emprende un viaje al encuentro de sí mismo, un largo recorrido, duro y placentero a la vez, que lo conducirá a descubrir sus verdaderos sentimientos y deseos que yacían adormecidos en su interior y, por encima de todo, a exorcizar el terrible recuerdo que marcó su vida.
Una mañana cualquiera, mientras su mujer pasa el aspirador en el piso de arriba, Harold Fry sale de casa para echar una carta al buzón. Recién jubilado, Harold está lejos de imaginar que acaba de iniciar un viaje a pie de un extremo a otro del país. No lleva calzado ni ropa adecuada, ni siquiera un teléfono móvil, y mucho menos un mapa o una brújula. ¿Para qué iba a llevarlos? Tan sólo va al buzón de la esquina para responder a la misiva de Queenie Hennessy, una vieja amiga y compañera de trabajo quien, tras un silencio de casi veinte años, acaba de comunicarle que está ingresada en un hospital del norte a punto de morir de cáncer. Sin embargo, cuando Harold se dispone a enviar la carta, un impulso repentino lo conmina a llevar él mismo el mensaje a su destinataria. Por una vez en su vida, Harold toma una decisión sin pensar, pero su intuición le dice que su amiga Queenie hará algo igualmente impensable y se curará.
Así comienza un largo peregrinaje que dará un vuelco total a su existencia. Mediante el sencillo acto de caminar, Harold emprende un viaje al encuentro de sí mismo, un largo recorrido, duro y placentero a la vez, que lo conducirá a descubrir sus verdaderos sentimientos y deseos que yacían adormecidos en su interior y, por encima de todo, a exorcizar el terrible recuerdo que marcó su vida.
«Un libro divertido,
sabio, conmovedor, aunque en ningún caso empalagoso. Una novela con un giro
inesperado, pero que no resulta manipuladora. Tal vez porque el propio Harold
es simplemente maravilloso. Es imposible cerrar la novela.» The Times
«La novela de Joyce contiene más que una simpática colección de excéntricos británicos. Pese a estar descrito en un tono engañosamente ligero, el viaje de Harold en pos de una mejor versión de sí mismo tiene la fuerza de un tótem. Leer acerca de Harold equivale a ser conmovido y desear seguirlo.» The Telegraph
«Una novela brillante y encantadora, llena de gracia y, al mismo tiempo, intensa y conmovedora.» The Spectator
«La novela de Joyce contiene más que una simpática colección de excéntricos británicos. Pese a estar descrito en un tono engañosamente ligero, el viaje de Harold en pos de una mejor versión de sí mismo tiene la fuerza de un tótem. Leer acerca de Harold equivale a ser conmovido y desear seguirlo.» The Telegraph
«Una novela brillante y encantadora, llena de gracia y, al mismo tiempo, intensa y conmovedora.» The Spectator
«Con una prosa precisa y engañosamente ligera, Joyce conduce a Harold a través del amargo paisaje del pesar por el pasado hasta la cumbre soleada de la redención emocional con una claridad que llegaa ser en algunos momentos extremadamente conmovedora.» The Sunday Times
«Una primera novela tierna y divertida sobre segundas oportunidades y el amor recuperado, protagonizada por un hombre que emprende un viaje con una misión extraordinaria.» Marie Claire
A mí no me gustó, me resultaba aburrida y la dejé.
ResponderEliminarA mí me pasó igual, pero soy incapaz de dejar de leer un libro. Sí, me resultó pesado y predecible.
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