sábado, 12 de octubre de 2013

La invención del amor, José Ovejero


Los premios son una parte inherente a la vida literaria.  Desde siempre nos hemos encontrado con ellos y pensamos que son una referencia para leer tal o cual obra. Yo, sin embargo, pienso, lo debo haber dicho en alguna entrada, que los premios no son más que una anécdota fruto,  en la mayoría de los casos, de los gustos particulares de unos señores particulares. Los premios nos dirigen, dirigen, en gran medida, la industria editorial, por ello no es difícil imaginar el porqué se dan ciertos premios.Esta afirmación puede que no sea muy demostrable,  el poner en tela de juicio la endogamia, el ostracismo al que son obligadas ciertas obras, sin embargo hay algo en ellos que me produce un profundo malestar y una atracción incontrolada.

Con esto no quiero decir nada, no quiero denunciar nada, no busco situarme en una posición más o menos esnob, para nada. Los premios tienen su naturaleza, su ceremonia, su mitología, y eso es así. Por ello en ocasiones leo premios, sí, sé que estáis sorprendidos, que no podéis concebir que yo sea un alma sometida a los deseos del marketing del merchandaisin, de la presión delos medios. Conceden el Nobel a Alice Munro, y me digo, vaya, voy a ver si leo algo de ella, es automático. Cuando he leído algún premio Lara, o Planeta, o incluso algún premio que se ha llevado un amigo, o en el que puedo haber participado como jurado, pienso, vaya, he vuelto a caer en esta enfermedad mortal que es el consumo de literatura. Porque, he de confesarlo después de tantos libros comentados, soy un vicioso, un enfermo, una persona atraída fatalmente por las letras, desde pequeñito, desde adolescente  desde joven, desde hombre, desde maduro, desde profesor, desde amante, desde hombre. Mi vida no la concibo sin la letra, sin las historias, sin los autores, sin los mundos que me regalan todos los días. Y sí, en mi menú, vaya, meto libros, muchos libros, incluso de premios. Uf, ¡qué alivio manifestar públicamente mi adición!: Soy un lector empedernido y llevo, al menos, trece mil días enfermo. Hoy también he leído.

El libro que hoy os presento es valiente, premiado y valiente. Es un libro que se adentra en los inicios del amor, y además lo hace desde una perspectiva que me fascina: la de la propia literatura. Me explico. La literatura tiene la virtud de llevarnos a mundos que no son los nuestros, a situaciones, a tramas que, difícilmente, vamos jamás a vivir, sin embargo su virtud es hacerlas nuestras, solo nuestras, particulares de cada lector. La literatura inventa y crea la ficción verosímil que nos invade y en la que nos desarrollamos como hombres, muchas veces, en la misma medida que en la llamada vida real. Por eso el autor, con habilidad, crea la ficción del amor desde la invención y la imaginación del personaje, de Samuel, contraponiéndola a la realidad real del verdadero Samuel. Nuestro Samuel vive la vida del otro viviendo la suya, le sustituye como personaje presentable ante la realidad de la muerte y, a través de este travestismo emocional, de esta usurpación, el autor nos demuestra que la vida no deja de ser una usurpación de lo deseado, de lo ficcional.

El gran mérito de la obra es, como he dicho anteriormente, centrarse en la parte ficcional de la trama, adentrarse en las posibilidades que nos da el hecho literario para encontrar una salida a nuestras vidas. La literatura deconstruye lo conocido, pero al mismo tiempo, reconstruye la realidad que nosotros deseamos como lectores. Así, Samuel, el personaje, es capaz de encontrar el amor en lo cotidiano de la ficción,  en el engaño ante los otros personajes, en la usurpación de una vida real. Él construye un entramado literario, por lo tanto, inventado, de los otros personajes que se ven abocados a reconocer y reconocerse en los retratos que nos va contando.

La novela intenta darnos pistas de cómo nace el amor donde antes nunca había anidado: en un corazón yerto, en un hombre solitario y contento de ser un ser independiente. El amor por contacto, por convicción del deseo, por reflexión, el amor como una realidad auténtica, pero, en realidad literaria. Porque el amor solo puede ser literario, eso nos dice el autor, solo puede provenir de la invención, de la sustitución, de la adaptación de los amantes ala ficción que se crea entre ellos para construir un espacio que nos asombre, que nos parezca real e imaginado a un tiempo. El amor como invención, como necesidad burguesa, como finalidad de una vida imaginada.
El libro es ameno. Lo tenemos en Alfaguara, y aquí os dejo la sinopsis:

Colección: Hispánica Páginas: 256 Publicación: 22/05/2013 Género: NovelaFormato: 15x24 Encuadernación: Rústica Precio: 18,00 €
ISBN: 9788420414690 EAN: 9788420414690

«Una novela que revela la fuerza transformadora de la imaginación y su capacidad para construir nuevas existencias.»
Manuel Rivas - Presidente del Jurado

Desde su terraza, Samuel observa el trajín cotidiano como quien está de vuelta sin haber llegado a nada. Él es una persona que no se compromete con nada ni con nadie. Una madrugada, alguien le anuncia por teléfono que Clara ha muerto en un accidente. Aunque Samuel no conoce a ninguna Clara, decide asistir a su funeral, empujado por una mezcla de curiosidad y aburrimiento.

Fascinado por la posibilidad de suplantar a la persona con la que lo confunden, Samuel se inventa una relación con Clara para Carina, la hermana de ésta, y entra en un juego del que va perdiendo el control; al poco tiempo no tiene nada claro si el amor que está inventando lo va a salvar o a acabar de hundirlo.

Una novela que combina la intriga del thriller con la inmediatez del reportaje. Narrada en primera persona, a través de una voz cercana, inquisitiva e irónica, el protagonista va desvelando las imposturas del amor y al mismo tiempo su absoluta necesidad.

«Siempre he evitado la palabra amor. Un sustantivo devaluado, una moneda tan usada que ha perdido el relieve, de manera que se puede acariciar entre los dedos sin percibir imagen alguna; una moneda que no me atrevería a dar en pago por miedo a ser mirado como un estafador.»


«La invención del amor da una nueva vuelta de tuerca a un motivo seminal de José Ovejero, la estirpe del antihéroe, en una excelente novela, profunda y amena.»
Santos Sanz Villanueva, El Cultural



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