martes, 1 de enero de 2013

Escupiré sobre vuestra tumba, Boris Vian




Boris Vian
es uno de los autores más interesantes del siglo XX. Polifacético, fue músico de jazz, novelista, poeta, filósofo. Su vida es desmedida, igual que su literatura, y aunque no me suele interesar la vida de los autores, reconozco que existen ciertos aspectos de lo que me pudiera imaginar que fue la vida de nuestro autor. 
En su tiempo, cuando fue publicada, llegó a ser el Best Seller de moda en 1947, fue sacada a las librerías con un seudónimo de un autor de nombre negro: Vernon Sullivan cuya finalidad es denunciar el racismo y las condiciones de esclavitud de los negros en Estados Unidos.

En un sentido literal podemos considerar esta novela como novela negra, es decir, protagonizada por un hombre de color, bueno no, Lee, nuestro antihéroe no es un hombre de color, es un negro con la piel rosada y una larga melena rubia, pero es negro, sus hermanos lo son: el menor, chico,  muere a causa del linchamiento de la gente del pueblo al enamorarse y entrar en relaciones con una mujer blanca, Tom, su otro hermano, debe huir a Nueva york al haber sido linchado por denunciar la persecución a que son sometidas las personas de color. Así que es una novela negra en su sentido etimológico, pero también por su contenido. Es una novela violenta, muy violenta,  no en vano fue prohibida por inmoral en 1949. La violencia tiene diferentes fases: la violencia sexual que se plasma en una pornografía explícita, cuando nuestro personaje se folla a todas las niñas blancas del pueblo en el que trabaja; esta pornografía irá aumentando conforme trascurra la novela e irá trasformándose en instinto de venganza, una venganza salvaje e irracional, violenta, claro, y gratuita. El propio Lee contará como fue usado sexualmente por su señor en Europa, con lo cual Vian traslada el problema de la servidumbre también a una Europa bienpensante. En segundo lugar una violencia emocional, creo que muy bien plasmada por Dex, el amigo que se presupone homosexual, aunque en realidad es un pederasta; la escena de este y Lee con dos niñas de doce años en la casa de una madama de color en los suburbios, solo comparable al choque emocional que sentí leyendo alguno de los fragmentos de Opus Pistorum de Miller. La grandeza de este personaje radica en su doble moral: la moral del señor frente a la moral del esclavo, vaya, la moral que emplea con Lee, él será quien intente deshacer el deseo de venganza de Lee contra las hermosas hermanas blancas y perfectas Asquith, y la moral que usa al sentirse en posición de abusar de una niña de 12 años. Y por último la propia violencia física, que se materializa en el doble asesinato, un asesinato bestial, infame, injusto, una especie de justicia ancestral e inútil que sega dos vidas por el instinto de venganza. 

Este propósito de remover las conciencias a través de turbar la sensibilidad del lector, intenta buscar un paralelismo entre la inutilidad y salvajismo de la venganza y la brutalidad inhumana de la esclavitud y el racismo. Ambos hechos son reprobables moralmente, hieren la sensibilidad del hombre y mueven el espíritu a la acción. Tal vez, ¿aboga por un uso de la violencia como arma para la liberación? No me cabe la más mínima duda.

Pero la violencia necesita una reflexión a parte. El autor no se queda en el mero hecho de la violencia, sino que la equipara con el goce sexual, Lee se corre hasta dos veces en el primer asesinato. Violencia como sublimación del sexo, como cumbre absoluta del deseo. También violencia como herramienta necesaria para evolucionar hacia la libertad, o a la liberación, depende desde el prisma que lo miremos. Es jodido, muy jodido, pero la literatura al respecto es abundante, y los estudios psicológicos, más. Yo, emocionalmente, me he sentido vulnerable, pero dentro de un abismo de contradicciones intelectuales que me hacen debatirme entre lo correcto y esperable, y lo necesario; igual no se puede evitar del todo la violencia para encontrar la libertad cuando esta está sumida en la opresión. Solo os puedo decir que me parece valiente la opción de nuestro autor, mover una conciencia engatusada por el consumo sencillo y fácil, pegar un puñetazo en la nariz, estornudar y decirse uno a si mismo, ¡coño!, ¡pero si estoy vivo! con cara de sorpresa, es algo importante. Lo peor que le puede pasar a la literatura es la indiferencia, es acabar con un libro y abrir inmediatamente otro porque no ha causado absolutamente ninguna sensación en nuestra alma, olvidarlo, no guardar ninguna sensación de lo que nos ha querido trasmitir el autor. Os aseguro que Boris Vian no os va  a dejar indiferentes, solo espero que todavía os reconozcáis cuando os miréis al espejo. La vida está para vivirla, y nuestro rostro está para ser golpeado por la realidad, para respirar aire con los pulmones abiertos, para abrir los ojos y dejar que la visión nos duela.

La novela la tenemos en EDHASA, edición bolsillo, y como os he contado tanto de ella os dejo una brevísima sinopsis de la propia editorial:

Violenta y pornográfica, la novela de Vian busca herir la sensibilidad del lector para dar mayor virulencia a su alegato antirracista. Una lectura loca y trepidante.

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