sábado, 5 de enero de 2013

El pozo, Juan Carlos Onetti



No me acuerdo cuándo me encontré con Onetti, pero no fue pronto, tal vez ya había acabado la facultad y compré algún libro de segunda mano en una feria dela ciudad. Es posible que fuera así o no, pero sí me acuerdo de que la primera novela que leí del maestro fue Juntacadáveres, y también recuerdo la impresión literaria que me causó, el buen rato que pasé leyéndola, y cómo me identificaba con ese existencialismo hispanoamericano tan diferente del europeo. Después leí el Astillero y El pozo, sí, vaya, ya había leído El pozo en alguna otra ocasión, digo en alguna que otra ocasión porque, evidentemente, no es la primera ni la última vez que pienso leer esta obra maestra. Vargas Llosa nos dice que, para él, es la primera novela hispanoamericana, o al  menos inaugura la novela moderna en Hispanoamérica, Borges lo elogió, y Cortázar habla de él como el mejor novelista de su época. Todo esto me hace pensar mucho sobre su obra y sobre la literatura. En alguna ocasión os he propuesto la lista noruega de los cien mejores libros de siempre, y os digo lo mismo que en otras ocasiones, quienes eligen los libros no son los críticos, son los propios novelistas que nos dicen qué libros han sido importantes para ellos. Para mí es un indicador fundamental porque el hecho de escribir, de sentarse ante el ordenador, o el papel en blanco, y trabajar nuestro talento e imaginación para conseguir una novela, un cuento, un relato, una obra de teatro, es extraordinariamente complejo, y sin desdeñar la labor crítica, me fío mucho más del escritor que, cuando lee, reconoce sus propias penurias. 

Cuando hablamos de literatura, en realidad, ¿qué queremos decir? Los manuales son difíciles de entender, nos hablan de la construcción de la trama, o de la trasformación del lenguaje, el uso de subordinadas, no sé. Si atendemos a la trama cualquiera es susceptible de ser literaria, eso lo sabemos, desde una novela histórica, hasta una novela de miedo, toda trama puede ser literaria. Si atendemos a la forma  toda es susceptible de ser literaria, desde la novela dialogada a la novela de tesis. Con esto quiero decir que nos encontraremos novelas de aventuras que serán estrictamente literatura, o con novelas experimentales que no deben serlo.

Desde luego los críticos tienen mucho que decir  mucho, tienen que decir qué les parece literario a partir de su preparación, de sus lecturas y de su conocimiento del mundo, eso es incuestionable, pero no solo deben hablar los técnicos. En otras ocasiones os he hablado del canon, es decir, del conjunto de obras que conforman nuestro acervo particular como lectores  de lo que ha sido importante para nosotros; así podríamos decir que hay tantas literaturas como lectores, y aunque esto sea reducir en exceso, no debemos desdeñar esta tesis en su sentido más literal, es así, pero también es cierto que muchos coincidimos en lo fundamental, por lo tanto sí que podríamos establecer cierto patrón de lectura. Por ejemplo, para mi amiga Lola seguro que esta novela no es parte de su acervo, es más, dudo que la lea, dudo que pase de la primera hoja, no porque no pueda leerla, no, en absoluto, no soy elitista como otros compañeros de profesión, sino porque le aburriría la temática y la escritura por la escritura, que, por ejemplo para mí, configura el hecho literario.
Entonces, para mí, ¿qué es literatura? Sencillo, trasformar la realidad con los ojos de un artista, es decir, con los ojos de una sensibilidad especial, y hacerlo utilizando la norma, transformándola y adaptándola a la trama. Siempre he pensado que imaginar, y ver más allá de nuestras narices no es fácil, ver, además, las otras dimensiones que se superponen a nuestro espacio tiempo, solo es privilegio de personas especiales, los creadores, y este tipo de obras que trasforman lo visto, que dejan plasmada una sensibilidad especial, incluso en el hiperrealismo, es literatura. Pero me enrollo  mirad, os dejo un breve fragmento de la obra, después seguimos hablando:
Esta es la noche, quien no pudo sentirla así no la conoce. Todo en la vida es mierda y ahora esta­mos ciegos en la noche, atentos y sin comprender. Hay en el fondo, lejos, un coro de perros, algún gallo canta de vez en cuando, al norte, al sur, en cualquier parte ignorada. Las pitadas de los vigi­lantes se repiten sinuosas y mueren. En la ventana de enfrente, atravesando el patio, alguno ronca y se queja entre sueños. El cielo está pálido y tran­quilo, vigilando los grandes montones de sombra en el patio. Un ruido breve, como un chasquido, me hace mirar hacia arriba. Estoy seguro de poder descubrir una arruga justamente en el sitio donde ha gritado una golondrina. Respiro el primer aire que anuncia la madrugada hasta llenarme los pulmo­nes; hay una humedad fría tocándome la frente en la ventana. Pero toda la noche está, inapresable, tensa, alargando su alma fina y misteriosa en el chorro de la canilla mal cerrada, en la pileta de portland del patio. Esta es la noche. Yo soy un hombre solitario que fuma en un sitio cualquiera de la ciudad; la noche me rodea, se cumple como un rito, gradualmente, y yo nada tengo que ver con ella. Hay momentos, apenas, en que los golpes de mi sangre en las sienes se acompasan con el latido de la noche. He fumado mi cigarrillo hasta el fin, sin moverme.
¿Véis qué quiero decir cuando hablo de literatura? YA lo ´se, se ve o no se ve, yo lo veo, Y ¿Tú?
Así pues, El pozo es una novela que habla sobre el proceso creador, sobre la soledad del hombre, destila un pesimismo ante la existencia cercano a cierto estatismo vital, que no literario. La trama es sencilla, Eladio Linacero, nuestro personaje, tumbado, evoca partes de su existencia junto a ciertas mujeres, que quiere plasmar en un cuento o una novela,(aquí el autor reflexiona sobre el hecho artístico), golpeado por el recuerdo, imaginario o no, del fantasma de una mujer de dieciocho años que aparece desnuda en su cabaña para dormir en la cama. Esta evocación, imaginación, se desarrolla a lo largo de un flash back irreal, o no, que se recrea en la escritura como último fin, por lo tanto, la literatura es el tema real del libro, y la escritura la ejecución perfecta del mismo.
La mujer aparece como un elemento de la acción, con cierta misoginia por parte del personaje, no es un fin en sí mismo, sino un elemento vertebrador de las frustraciones y del pesimismo existencial de Eladio. Hay cierto estatismo en el movimiento de la trama, estatismo que tiene como finalidad recrearse en la reflexión sobre su propio proceso creador. La imaginación es el arma que elige, y el aislamiento el proceso para llevar a cabo la obra.
Encontrarlo es fácil, pero al ser muy breve, suele aparecer junto  a otras obras cortas del autor, aunque existe una edición exclusiva de nuestra obra en Punto de Lectura, con su sinopsis:


La primera de las grandes obras de un autor imprescindible, considerada por Mario Vargas Llosa como la primera novela moderna de Hispanoamérica.

Eladio Linacero, un antihéroe existencial, agotado por su toma de conciencia del envilecimiento de la existencia humana y de la inutilidad de todo intento de comunicación, intenta liberarse de su tedio cotidiano a través de la ficción... La escritura de un sueño ubicado en Canadá es la válvula de escape que le permite construir una nueva realidad a su medida porque el protagonista busca «hacer algo distinto. Algo mejor que las cosas que me sucedieron. Me gustaría escribir la historia de un alma, de ella sola, sin los sucesos en que tuvo que mezclarse...».

«Es el más grande novelista latinoamericano.» JULIO CORTÁZAR

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