07 octubre 2025

El día de la liberación, Liberation Day, George Saunders

La literatura es una búsqueda constante por presentar la realidad o la ficción desde una perspectiva diferente. Se puede optar por contar historias, reflejar esa trama con mayor o menor acierto. También podemos elegir el ficcionar, inventar o navegar por los recovecos de la imaginación. Pero puede haber en todo ello una alternativa, hacerlo buscando la proyección estética, es decir, tener la intención de crear una obra de arte, explorar los límites de la herramienta, la lengua, y jugar con su estructura o con el significado de las palabras. En ese momento entran en el escenario las metáforas, las imágenes, el ingenio, al fin y al cabo, del escritor. Por esta razón, me gusta estar al día de propuestas que pretenden ofrecer y explorar, lo hagan con mejor o peor fortuna, sean más agradables desde el punto de vista intelectual o ensayos fallidos de la inteligencia. Al lector también le puede gustar experimentar nuevas sensaciones, descubrir, sí hoy todavía podemos descubrir, nuevas maneras de contar, nuevas escrituras que se la jueguen con el marco o con el contenido. Es una experiencia intensa, los juegos intelectuales lo son, aunque la lectura no nos haga mejores personas.

Hoy vuelvo a Saunders que me sorprendió con su libro Lincoln en el bardo, historia sugerente que juega con la voz de los muertos y los vínculos con los vivos dándole un formato irónico y novedoso desde el punto de vista lingüístico. Este libro son relatos, con lo cual el escritor es mucho más libre para desarrollar historias límites en las que juega con la ficción, la distopía y la realidad para (tal vez es la intención siempre oculta), explorar diferentes aspectos del alma humana, insiste, pues, en temas tan universales como el poder, la ética y la justicia —opresión vs. comunidad, violencia reglada vs.

El día de la liberación (Liberation Day), trabaja con la explotación, el control mental y la deshumanización por entretenimiento/poder. Unas personas con la memoria borrada son “colgadas” y programadas como Speakers para amenizar a sus dueños ricos, metáfora del control que se ejerce sobre la ciudadanía con las redes, probablemente. La imaginación se mece en la distopía. Me recuerda a una IA orgánica, en enredo tipo Matrix que sirve, en este caso, para una vez más denunciar el aburrimiento de quien lo tiene todo y busca un entretenimiento en lo imposible, en la diferencia exclusiva que da a lo único el valor del abuso del poder dentro de unos parámetros éticos no convencionales, puro nihilismo.

Luego, bajo una cascada, o más bien justo al lado, hacemos el amor, y lo describo bien, y aunque estoy aquí Amarrado y por tanto no puedo llegar para tocarme, la señora U. no está Amarrada, de manera que sí puede tocarse, y se toca.

Como pasa a menudo, me pregunto si no se le ocurrirá a la señora U., después de aliviarse de esa manera, ponerse de pie, venir hasta mí y aliviarme también.


En Carta de amor (Love Letter), trabaja con temas como el autoritarismo creciente, la complicidad y la responsabilidad moral intergeneracional. El abuelo que escribe a su nieto bajo un régimen opresivo, sopesando deber cívico vs. Autocuidado, se me antoja una explicación perfecta de los tiempos que vivimos, de cómo el populismo desbarata el espacio ético y reconfigura las relaciones intra e interpersonales.

Un tipo asiste a una cena y se caga en la moqueta de la sala de estar. Los invitados se enfadan y sueltan gritos de protesta. El tipo se caga otra vez. Los invitados sienten que, en fin, gritarle no ha servido de nada. (Entretanto, algunos aplauden la osadía del tipo.) Se vuelve a cagar, esta vez en la mesa, y aun así nadie los echa. Llegado este punto, ya se ha levantado la veda para cagarse en todos los lugares imaginables.

En Una situación en el curro (A Thing at Work), explora la rivalidad de clase/estatus, la mezquindad laboral y las estructuras de poder en la oficina. Lo hace a través de dos mujeres enfrentadas por jerarquías y rencores; Saunders lo concibió observando dinámicas de poder en el trabajo, lo hace de manera acertada, cómo la envidia, la superioridad moral u otras circunstancias contaminan las relaciones. Es cierto que los cuentos no guardan uniformidad, me gusta, pero el hecho de ver la acción monofocalmente o desde el multi perspectivismo dota a la trama de los elementos suficientes para la curiosidad lectora. Aquí el relato se adentra en cada personaje, así salen a la luz las miserias humanas, las inseguridades, tal cual un fresco de las relaciones con sus miserias. Gran relato.

Gen, Gen, pensó Tim mientras ella se marchaba, ¿por qué no te ocupas de tus asuntos por una vez en tu vida? (…) Vaya por Dios, estaba pensando, ¿habré sido cruel con los chavales cuando los he llamado «vagos»? No, yo no haría eso. No soy así. Además, a fin de cuentas, son unos vagos. Ja. Y tampoco se morirán porque los llame así. No se van a deshacer, no están hechos de mantequilla. Y seguramente tampoco debería haber dicho lo que he dicho de robar café. Porque ahora es posible que Gen piense que lo he hecho.

En Gorrión (Sparrow) observamos la ternura mínima, el chismorreo social y el amor insignificante que dignifica porque ese romance de oficina aparentemente nimio revela humanidad y una compatibilidad improbable. El tono del relato es de agradecer, porque no se cuenta la historia, sino que es el cuento el que se va haciendo para nosotros.

A la vista de que no estaba teniendo efecto alguno sobre Randy, empezó a probar cosas nuevas, como por ejemplo tener opiniones propias. Pero daba la impresión de que las estaba manufacturando solo para tenerlas.

Llegamos a Gul (Ghoul) donde trabajadores monstruos viven bajo tierra en un parque temático infernal, sometidos a reglas asfixiantes evocando mitos sobre el exterior como espacio edénico. Los seres que viven en la cueva, en la proyección platónica del mundo real imaginado que nunca es alcanzado como ilusión de un mundo mejor. El conformismo, la violencia reglada y el control social en una micro sociedad cerrada deja espacio para que se vean atisbos para aquellos que viven en la ficción; para quienes viven en esa ficción; para los que interpretan un papel en la comedia de ser seres disfrazados y hacen de la rutina un juego de estrictas normas como reflejo de otros seres que ni siquiera se intuyen. Alegoría, claro está, de la vida de autoengaños.

Alguna vez en el pasado se me ocurrió que quizá el Arriba pudiera no ser real. Pero mientras escribo, una luz de una naturaleza completamente nueva se filtra por docenas de pequeñas grietas que hay en la losa.

Con Día de la madre (Mother’s Day) entran en juego la memoria, el rencor antiguo y las maternidades en conflicto de mujeres marcadas por su propia amargura con una estructura de puntos de vista cruzados. Me gusta mucha la sucesión de pensamientos de la mujer que no siente la culpa, que mantiene intacto su espíritu de disfrute, su verdad sin pecado. La narración sigue adentrándose en las voces que resuenan como ecos dispersos que van adquiriendo sentido.

¿Quién había venido después de Ted/Todd de Indiana? ¿Quién? Carl. Y después Tobin. Y después el dúo Lawrence/Gary. Después ya no se acordaba bien. ¡Dios bendito, la lista era interminable! Realmente había vivido la vida. No había discriminado entre altos/bajos, patosos/sofisticados, casados/no casados, nada. No había puesto trabas. No había tenido malos rollos con nadie. Si te intereso, te lo agradezco y me entrego a la parte de ti que se entrega a mí, vamos a ello. Ja. No, en serio, no rechazaba a ninguno. ¿Por qué negarse a estar abierta al momento? ¡Adelante!

Elliott Spencer es manipulación política, es borrado de identidad y protesta instrumentalizada, los indigentes son reinicializados y reprogramados para actuar en manifestaciones; el individuo es idiotizado para conseguir un fin social, pero el relato soluciona bien el problema dándole al protagonista la posibilidad de luchar por recuperar su yo. Las distopías, al fin y al cabo, están para reflexionar como ensayo general por aspectos humanos como la esclavitud contemporánea, el servilismo ideológico y la polarización como elementos que utilizan las elites. El autor desarrolla el argumento como metáfora, como aviso a navegantes sobre qué va a pasar o qué está pasando.

Meg se toca la gorra y carraspea.

¿Cómo te llamas de apellido, Greg?, dice la mujer. ¿Acaso lo sabes? ¿En qué año aproximadamente llegó el hombre a la Luna? ¿Cómo se llama el equipo de fútbol americano de Cleveland?¿Y por qué tus compañeros siempre repiten en sus cánticos las mismas cuatro palabras?

A veces un incidente banal deriva en linchamiento moral y autocomplacencia y eso lo vemos en La madre de las decisiones drásticas (The Mom of Bold Action) donde esta racionaliza la violencia doméstica. Culpa, deseo de castigo, sesgo de clase y falta de empatía en lo cotidiano que lastran tantas vidas y causan tanto sufrimiento.

Estaba pasando lo que Keith le decía siempre que pasaba. Estaba perdiendo los papeles. Tenía tendencia a alterarse por todo. A veces las madres no intuían aquellas cosas. El mes anterior, por ejemplo, había intuido que secuestraban a Dereck en la parada del autobús. Había ido corriendo hasta allí en albornoz y alpargatas. El chico la había visto venir y se había puesto a negar con la cabeza, en plan: Mamá, no, no, no. Pero era demasiado tarde. Los chicos mayores ya estaban imitando su forma torpe de correr.



Temáticas Novela contemporánea, Relatos

Publicación 14 febrero 2024

Colección Biblioteca Formentor

Presentación Rústica con solapas

Traductor Javier Calvo Perales

Formato 13.3 x 23 cm

Editorial Seix Barral

ISBN 978-84-322-4284-7

Páginas 344

Código 0010339112

Tinta texto interior Blanco y negro

«El mejor cuentista actual en lengua inglesa» (Time) regresa con una colección de cuentos tan malvados como divertidos para tratar de dar sentido a un mundo cada vez más problemático.

George Saunders regresa con una colección de cuentos magistral en la que explora las ideas de poder, ética y justicia, y llega al corazón mismo de lo que significa vivir en comunidad con nuestros semejantes. Con su prosa característica, malvadamente divertida, desprovista de sentimentalismo y perfectamente afinada, Saunders continúa desafiando y sorprendiendo: sus cuentos abarcan la alegría y la desesperación, la opresión y la revolución, la fantasía extraña y la realidad brutal.

«Gul» se desarrolla en una sección de temática infernal de un parque de atracciones subterráneo en Colorado, y sigue las hazañas de un personaje solitario y moralmente complejo llamado Brian, quien comienza a cuestionar todo lo que da por sentado sobre su realidad. En «El Día de la Madre», dos mujeres que amaron al mismo hombre llegan a una decisión existencial en medio de una granizada. Y en «Elliott Spencer», a nuestro protagonista de ochenta y nueve años le lavan el cerebro como parte de un proyecto por el que personas pobres y vulnerables son reprogramadas y utilizadas como manifestantes políticos.

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