domingo, 23 de octubre de 2022

Seis cuatro, 64 Rokuyon, Hideo Yokoyama

 

Estaba el otro día a vueltas con la felicidad, reflexionando sobre todo lo que se dice de ella: la imposibilidad de llegar, los límites, el drama del hombre moderno que no ve nada a su alrededor que le dé esperanza ni que le invite al optimismo. La felicidad como quimera, el lastre de la inteligencia sobre el que habla Cioran, pero algo no encajaba en mi discurso, en el rumiaje interminable sobre las razones que no nos dejan ser felices. La casualidad es siempre compañera inesperada de lo que se espera, así, en un programa de radio, escuché al profesor Rojas en una entrevista, la cogí tarde, no le hice mucho caso, pero dijo algo que me fascinó, a la pregunta del entrevistador de que se calificara sobre su nivel de felicidad él contestó con un índice de satisfacción, y ahí fue cuando me di cuenta de que mi pensamiento, es generalizado, deja la felicidad solo en el ámbito de lo sentimental. Pero si analizas todo lo que te pasa, todo, te das cuenta de que muchos ámbitos son satisfactorios y que nunca se es completamente infeliz, si no que no todo te llena como esperabas. He de seguir pensando en ello.

La novela policíaca nos tiene acostumbrados a las acciones policiales, perogrullada, sin embargo, caracteriza el género. Lo que no esperamos es que reflexione sobre el hecho policial, sus luchas de poder, su relación con los medios en un plano profundo, la burocracia aplicada a las investigaciones. Así que me encuentro con este libro. Mi padre me dijo que debía leerlo, él hace tiempo que no lee, por muchas razones, pero lo dejé a la espera hasta que pudiera hacerme con él. Le gustó, y a mí, porque da una nueva dimensión a este género que tanto me complace y nos cautiva. Indaga hacia dentro, hacia la estructura misma de la organización. Evidentemente, se centra en Japón, tiene otros límites, pero me parece válido para cualquier organización burocrática, al menos, altamente burocrática. Me gusta porque el personaje vive su dolor, su infelicidad, de una manera auténtica, porque los conflictos son reales, ya que el delito existe, porque su investigación es una parte más de la novela para entender el pensamiento de los profesionales, sus frustraciones, el dolor y la insatisfacción.

El inicio de la novela se mueve dentro de la burocracia, de los ascensos, de las traiciones que caracterizan a una organización, ese ambiente asfixiante se impone mientras va viniendo la configuración de la trama.


En el fondo, Ishii no se diferenciaba mucho de Sakaniwa, el ahora capitán de la comisaría. Y: había entregado su alma a Akama y Tsujiuchi, y ahora se pasaba la vida huyendo de los riesgos, extraviado en las ensoñaciones de un ascenso que probablemente recibiría en un plazo de uno o dos años.


Me parece fundamental el debate central del derecho de los medios a la información, pero se contrapone con la organización y el derecho de coerción por parte de la policía. El debate intelectual sobre la libertad de expresión y el papel de los medios de comunicación es de primer orden porque los límites a todo derecho entran en conflicto entre sí. La protección de la intimidad, el secretismo en una investigación criminal chocan con el derecho a informar y ser informado. Creo que el libro lo resuelve con brillantez.


Cada vez que hay un secuestro entre cien y doscientos periodistas y cámaras irrumpen en la comisaría que lleva la investigación y, aunque lleguen en son de paz, el hecho de no poder entrevistar realmente a nadie, sumado al hacinamiento en una zona de prensa claustrofóbica, va crispando los ánimos hasta que nace la sospecha de que la policía intenta manipularlos: «¡Nosotros hemos limitado nuestras libertades para ayudar en la investigación!» Por la sala de prensa se va extendiendo la impresión de que se le ha hecho un favor a la policía, de modo que, si esta trata de guardarse algo durante la vigencia del acuerdo, los reporteros se convierten en una horda histérica lanzada al ataque sin contemplaciones.


Se configura la obra, pues, como una novela policial pura donde las reflexiones sobre el hecho de ser policía o sobre el funcionamiento del cuerpo van imponiéndose al mero desarrollo argumental.


Y Mikami no era ninguna excepción. Identificar al culpable, acorralarlo y hacer que confiese: el rito diario iba raspando la mentalidad de un agente, erosionaba cualquier resto de individualidad. Y nadie intentaba resistirse a ese proceso hasta quedar reducido a un mero cazador; si algo hacían era recibirlo con los brazos abiertos y ansiar más y más presas. Para esa gente, el deseo de seguir cazando iba más allá de cualquier consideración pecuniaria. Era su única afición, su mayor placer.


Dentro de las claves de la novela esta me parece fundamental sobre la felicidad y el reconocimiento, cuántos están dispuestos a dejar al ser querido para que se encuentre fuera de nosotros, es algo tan trascendente y complejo que asusta, pero ahí está como planteamiento revolucionario. La evolución del personaje, el asumir sus inseguridades, sus complejos y miedos para tomar una conciencia preclara sobre la vida es importante. El renunciar, en el caso de la novela, a volver a ver a quien se quiere a cambio de que ella se encuentre a sí misma, hace que se rompa el ego, que afloren todos los miedos que acomplejan al oficial.


«Sólo me pregunto… si Ayumi no necesitará a otra persona. Alguien que no seamos ni tú ni yo.»


La tenemos en Salamandra.


Nº de páginas:656

Editorial:SALAMANDRA

Idioma:CASTELLANO

Encuadernación:Tapa blanda

ISBN:9788418107252

Año de edición:2021

Plaza de edición:ES

Fecha de lanzamiento:14/01/2021

Alto:23 cm

Ancho:15.5 cm

Grueso:3.4 cm

Peso:963 gr

En enero de 1989, una niña de siete años fue raptada al norte de Tokio. Los padres nunca llegaron a saber la identidad del secuestrador. Tampoco volvieron a ver a su hija. Nombre en clave del caso: Seis Cuatro.


Más de una década después, el jefe de prensa de la policía se ve obligado a volver sobre el suceso, cuyo estigma no se ha diluido en el tiempo: el fracaso de la investigación sigue siendo motivo de escándalo. Pero el veterano Mikami no aspira ya a resolver el crimen, solo pretende tender una mano a la familia de la víctima y contribuir de algún modo a limpiar la reputación del cuerpo. Sin embargo, tras detectar una irregularidad en el expediente, Mikami acabará desvelando el móvil de un delito que encierra secretos inimaginables.

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