viernes, 26 de agosto de 2022

La fórmula preferida del profesor, 博士の愛した数式, Yoko Ogawa

 

Enseñar. El hecho de ser profesor siempre me ha producido contradicciones entre el querer ser y el ser. Hay algo dentro de nosotros que nos lleva a creer que, si no tuviéramos la vida que tenemos, la que nos hemos construido, tendríamos otra mucho mejor; en la ilusión, tal vez, está el motor de la esperanza, de poder ser quienes no somos o no hemos sabido ser. Ese anhelo tan humano de perseguir los sueños a través de los deseos, alimenta la esperanza de un futuro mejor, feliz. Y esta palabra, feliz, se convierte en el centro de nuestra vida, “quiero ser feliz, “me merezco ser feliz”, pero la realidad es que hemos de comer todos los días y la vida tiene muchos sinsabores, es posible, solo posible, que tengamos que prepararnos para el dolor, así, seguro, sabremos que la felicidad, el bienestar, es un bien apreciado que hemos de saber disfrutar. Enseñar, pues, es algo complejo porque podemos afrontarlo desde varias perspectivas: la de la satisfacción personal, ya que transmitimos aquello que nos hace sentir bien; la técnica, porque somos capaces de transmitir lo que sabemos; la humana que contribuye a mostrar otros puntos de vista y a favorecer, al que aprende, la configuración de su personalidad mientras aprende. (Pequeño apunte: aprender lo que aparenta ser innecesario es fundamental para conocer los límites de la frustración, saber administrarla y generar disciplina.)

Hay ocasiones en que pienso que la belleza de lo simple, en esas redacciones sin pretenciones que cuentan lo que quieren contar sin la apariencia de buscar el estilo, sin embargo, tienen uno claramente definido y así, con su apariencia de simplicidad, encuentran la alegría de la armonía.


Claro que debería haber traído a Root con nosotros. Así el profesor se habría comportado como una persona adulta. Siguiendo sus indicaciones, yo le había estado esperando sin hacer otra cosa…


La tendencia a no aceptar lo positivo hacia uno radica en la dificultad de amar, probablemente; esa dificultad determina la existencia y puede ser que la clave para aceptar el elogio esté en quererse a uno mismo.


¿Acaso infravalorar la influencia de las cosas que han creado ellos mismos es una tendencia que se manifiesta en los matemáticos en general? ¿O procedía de la personalidad del propio profesor?


La tenemos en Tusquets.


Editorial: Tusquets Editores

Temática: Novela contemporánea

Colección: Andanzas

Traductor: Juan Francisco González Sánchez

Número de páginas: 320

«Una historia de amor, amistad y transmisión del saber...»

Auténtico fenómeno social en Japón (un millón de ejemplares vendidos en dos meses, y otro millón en formato de bolsillo, película, cómic y CD) que ha desatado un inusitado interés por las matemáticas, este novela de Yoko Ogawa la catapultó definitivamente a la fama internacional en 2004. En ella se nos cuenta delicadamente la historia de una madre soltera que entra a trabajar como asistenta en casa de un viejo y huraño profesor de matemáticas que perdió en un accidente de coche la memoria (mejor dicho, la autonomía de su memoria, que sólo le dura 80 minutos). Apasionado por los números, el profesor se irá encariñando con la asistenta y su hijo de 10 años, al que bautiza «Root» («Raíz Cuadrada» en inglés) y con quien comparte la pasión por el béisbol, hasta que se fragua entre ellos una verdadera historia de amor, amistad y transmisión del saber, no sólo matemático…

Como dice en su postfacio el profesor León González Sotos, «asistimos al emocionado ajetreo, de venerable filiación platónica, entre la anónima doméstica, el también —¿innombrable?— Profesor y el pupilo Root. Entre idas y venidas, tareas caseras y cuidados piadosos a su muy especial cliente, éste va desvelando las arcanas relaciones numéricas que los datos cotidianos más anodinos pueden encerrar.»

Una madre soltera entra a trabajar como asistenta en casa de un viejo y huraño profesor de matemáticas. Sin embargo, no es un profesor cualquiera: antaño fue un reconocido matemático pero, tras un trágico accidente, solo recuerda lo ocurrido en los últimos ochenta minutos. Aunque siguen apasionándole los números y la resolución de problemas matemáticos, debe apuntar las cosas importantes en post-its para repasarlas todos los días, incluida la identidad de quienes lo rodean; una situación que lo vuelve muy vulnerable. Sin embargo, el profesor irá aceptando en su vida la irrupción de la asistenta y de su hijo, Root, de diez años, con quien comparte una pasión: el béisbol. Poco a poco se irá fraguando entre los tres una hermosa relación fundada en el afecto y la transmisión del saber. Una novela que devuelve la fe en el alma humana.

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