sábado, 3 de septiembre de 2022

Aniquilación, Michel Houellebecq

 

Es posible que las élites económicas no hayan sido capaces de imponer sus gustos estéticos, o al menos la élite intelectual se ha quedado en eso, un anacronismo indigerible. Parte de esta tesis la defiende Houellebecq en su último libro, donde piensa que se ha impuesto el gusto popular, al menos, desde la muerte de la revolución francesa con el advenimiento del romanticismo. Es posible que esta época de los baby boomers, o al menos donde se impone el gusto mayoritario, sea consecuencia directa de la Segunda Guerra Mundial, no tengo clara la tesis, pero sí he defendido que los gustos burgueses han ido cayendo en una marginalidad hortera frente al aumento imparable de lo popular. Si nos fijamos con atención en los tiempos actuales, donde cualquiera puede acceder al entramado mundial de redes sociales, publicación de contenido e, incluso, de difusión masiva, cualquiera, literalmente, puede ofrecer su talento o su concepción del talento al mundo. Estamos hartos de ver concursos de talentos donde el cantante desafina, no tiene ninguna aptitud o, simplemente, necesita del segundo de gloria para sentirse vivo, el ridículo no forma parte de su universo. Lo sublime es una concepción intelectual de la élite, lo cotidiano es más sencillo de aceptar por cualquier consumidor. La imposición cultural programada por la élite no es tan fácil en un mundo como el actual, de hecho, los agoreros de la imposición de lo anglosajón se han visto superados por la fuerza imparable de lo latino, de lo hindú o de lo kitsch, directamente. Que yo siga disfrutando con Mozart, no significa que no me active con ACDC; que me encante Botticelli, no implica que no me pueda emocionar con El lama blanco. Futilidad y trivialidad, pensamiento líquido, eso me preocupa mucho más. Pero es cierto que el mundo no se explica igual con un vocabulario de mil palabras, ni se transforma, ni se entiende, que con un vocabulario de diez mil; otra cosa es el talento.

Este último libro me ha parecido diferente a los demás del autor, es cierto que se ve la huella de autoría, pero el libro es más farragoso y se pierde en intelectualismos innecesarios para la trama. Es cierto que la necesidad intelectual impone, en ocasiones, la explicación o la cita; aun así, es como si el libro no encontrase su camino. La acción política, la decadencia de occidente a través de lo francés, la multiculturalidad y el problema de la inmigración, siguen estando presentes en la obra como los grandes temas sobre los que basculan sus obsesiones, pero en lo marginal, en lo pequeño, tal vez, he encontrado los mayores logros. Así, en su proceso de escenificar la muerte, en el conocimiento, en el dolor, en la lucha y aceptación, he c¡visto reflexiones notables. En la descripción de la enfermedad y del cuidado, tal vez por cuestiones personales, he sentido identificación. Todavía la estoy digiriendo.

Es recurrente el intento de muchos escritores por intentar buscar puntos de reconciliación entre algún personaje y el padre, este como elemento de conflicto frente a la madre, nexo de unión, cordón umbilical frente al exterior. Esa búsqueda freudiana de la resurrección en términos psicológicos tras la muerte, me fascina en cuanto a que es algo tan real y constante que siempre me motiva a la reflexión y me ayuda en mis estados de decepción y aceptación.


Por último, Paul añadió que lamentaba no haber tenido hijos, y fue una auténtica conmoción oír esas palabras saliendo de su boca, porque era algo que nunca se había dicho a sí mismo y que además era totalmente inesperado, siempre había estado convencido de lo contrario. Nunca había hablado tan íntimamente con su padre cuando estaba en plena posesión de sus facultades, cosa que había echado de menos en numerosos momentos de su vida.


La novela necesita de reflexiones sociales y filosóficas: eutanasia, cuidados dependientes, suicidio, ansia de felicidad y, por supuesto, la decadencia moral de occidente junto con esa curiosidad por encontrar cuál será el nuevo paradigma cultural.


Así que no, en efecto, no soy cristiano; tengo incluso tendencia a pensar que comenzó con el cristianismo esta propensión a aceptar resignados el mundo actual, por insoportable que sea, a la espera de un salvador y un porvenir hipotetico; el pecado original del cristianismo, a mi entender, es la esperanza.


Me fascina la reflexión sobre la decadencia irremediable de occidente y e cambio de paradigma que se vive en un relativismo individualista donde apenas van quedando residuos de una manera burguesa de hacer, es cierto que la novela es m´s anodina que otras, que echo d emenos la ironía, la frescura o el descaro, pero él quiere seguir tratando ese cambio de ciclo, ser testigo de la historia; no creo que su fin sea entretener.


Sin duda esto era falso, y a Paul le parecia evidente que el conjunto del sistema se derrumbaría en un colapso gigantesco cuya fecha y modalidad no se podían prever todavía, pero la fecha podría acortarse y sus modalidades serían virulentas. De modo que se encontraba en la extraña situación de trabajar con constancia, y hasta con cierta abnegación, para el mantenimiento de un sistema social que él sabía irremediablemente condenado, y probablemente no a muy largo plazo.


En Anagrama


ISBN 978-84-339-8121-9

EAN 9788433981219

PVP CON IVA 24.9 €

NÚM. DE PÁGINAS 608

COLECCIÓN Panorama de narrativas

CÓDIGO PN 1081

TRADUCCIÓN Jaime Zulaika

PUBLICACIÓN 15/06/2022

Una novela total: thriller con flecos esotéricos, obra de crítica política, descarnado retrato familiar y narración existencial sobre el dolor y el amor.


Año 2027. Francia se prepara para unas elecciones presidenciales que es muy posible que gane una estrella de la televisión. El hombre fuerte detrás de esa candidatura es el actual ministro de Economía y Finanzas, Bruno Juge, para quien trabaja como asesor Paul Raison, el protagonista de la novela, un hombre taciturno y descreído.


De pronto, en internet empiezan a aparecer extraños vídeos amenazantes –en uno de los cuales se guillotina al ministro Juge– con unos enigmáticos símbolos geométricos. Y la violencia pasa del mundo virtual al real: la explosión de un carguero en A Coruña, un atentado contra un banco de semen en Dinamarca y el sangriento ataque a una embarcación de migrantes en las costas de las islas Pitiusas. ¿Quién está detrás de estos hechos? ¿Grupos antiglobalización? ¿Fundamentalistas? ¿Acaso satanistas?


Mientras Paul Raison indaga lo que está sucediendo, su relación matrimonial se descompone y su padre, espía jubilado de la DGSI, sufre un infarto cerebral y queda paralizado. El hecho propicia el reencuentro de Paul con sus hermanos: una hermana católica y simpatizante de la ultraderecha casada con un notario en paro, y un hermano restaurador de tapices casado con una periodista de segunda fila amargada y de colmillo retorcido. Y además Paul deberá enfrentar una crisis personal al serle diagnosticada una grave enfermedad...


Houellebecq orquesta una ambiciosa novela total que es muchas cosas a la vez: un thriller con flecos esotéricos, una obra de crítica política, un descarnado retrato familiar y también una narración íntima y existencial sobre el dolor, la muerte y el amor, que acaso sea lo único que puede redimirnos y salvarnos.


Una novela provocadora y apocalíptica que, como suele ser habitual en Houellebecq, deslumbrará o escandalizará. Lo que es seguro es que no dejará a nadie indiferente, porque el autor tiene la inusual virtud de sacudir conciencias.


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