Seguimos
en aislamiento social. Así empezaría una crónica sobre el tiempo
en que vivimos, el externo, con noticias y participaciones en redes
sociales en las que se nos cuentan las penurias del confinamiento; e
interno, absorbidos en el marasmo denso de la cotidianidad como antes
no la habíamos vivido, en familia, solos, pero vueltos hacia el
silencia, repito, el silencio al que no estábamos acostumbrados y
que nos recuerda que somos individuos con una configuración
específica y propia,, somos dioses en nuestra mismidad, seres de
excepción en nuestra vulnerabilidad, somos hombres y mujeres a la
búsqueda obligada de los rasgos que no recordamos que existían de
nuestra personalidad. Esta obligación de ser y de ser en otros nos
obliga, nos recuerda, una vez más, la responsabilidad que tenemos
hacia nosotros mismos. Desaparecida la necesidad del teatro social,
vivimos entre visillos.
Así me enfrento a la novela. La releo como obligación profesional, por
el gusto de dar clases de literatura habiendo leído lo que voy a
explicar (¡como si la literatura se pudiera explicar!, ¡qué cosas
tienen los profesionales de esto!), recordando la primera lectura, es
mentira, no la recuerdo, y atendiendo a su ritmo y trama, a sus
personajes y a sus voces. Esto sí es la literatura, sí es el ánimo
lector, el hecho de reconstruir el texto con paciencia, esperando el
desarrollo, si se produce, el crecimiento de algún personaje, si se
produjera, atendiendo qué ocurrirá y cuándo, sabiendo que poco a
poco iré comprendiendo, o no, lo que la autora me ofrece porque,
esta es la gracia y mi mejor lección, la interpretación se hace
desde el bagaje que cada uno llevamos en la espalda, la experiencia
vivida, los seres conocidos. Mis alumnas de segundo de bachiller no
pueden experimentar muchas de las sensaciones que tú, lector, o yo,
hemos experimentado porque la memoria revivida hace aflorar la
reconstrucción de lo que fue o creímos vivir. El NODO (Nos
perdemos en Nodo, cap 7) lo hemos vivido, y las manifestaciones
en el patio del colegio celebrando el día de no sé qué,
manifestaciones gimnásticas, militares; hemos visto desfilar por un
televisor en blanco y negro el féretro de Franco y creíamos que el
mundo se acababa, decían los mayores, y nosotros sentíamos
fascinación por los oropeles difusos y nevados de la pantalla.
Hemos conocido a nuestras abuelas con moño amarillo y delantal, de
negro perpetuo por un luto que no se olvidaba, con los bolsillos
llenos de mendrugos de pan seco que se comían en el rincón oscuro
en que leían el misal desgastado que les había regalado una tía;
recuerdos de la educación segregada, de cuarenta y ocho en clase
sentados en fila de a uno, al maestro haciéndonos recitar la tabla
del cinco y cogiéndonos la patilla y estirando hacia arriba; recuerdo
de las chicas con las carpetas sobre el pecho saliendo de salesianas
o trinitarias y paseando entre risas por delante de nosotros en el
parque; o la misa dominical, o la necesidad de confesar pecados que
no son, de la carne o el deseo, del pensamiento (a los que somos tan
propensos los lunáticos); tampoco han vivido tener unas pocas mudas
y ponerse de domingo, o creer, junto a películas ñoñas, que hay un
destino único en la vida, que ellas deben bien casarse, tener
noviazgos decentes y servirnos en nuestros gustos; ni, claro, que
nosotros debemos proveer, controlar e invisibilizarlas, qué sería
de ellas si no guardáramos su virtud. Todo esto que vivimos y
olvidamos nos lo muestra la novela, como si la autora tomase un
bisturí y diseccionara todo aquello que es factible y dónde, tema
de los espacios públicos y privados. Así, pues, al menos vemos la
literatura explicándoles un mundo real que para ellas no es más que
mera ficción, por lo tanto, si parte de mi mundo, seguro que el
mundo que vivió mi madre (me lo ha contado en muchas ocasiones) que
fue real, se convierte en un espacio de trama inverosímil y
distópico para mis alumnas, ¿puede significar que lo ficcional
literario haya sido alguna vez real en otros mundos, en otros seres,
en otras circunstancias? Da lo mismo. La literatura no aspira a la
realidad, es una construcción de la verdad.
La
chica de Madrid que venía a pasar las fiestas a casa de un cuñado,
hablaba de su veraneo en San Sebastián con descuido y confianza.
—Mira
que no haberte visto, mujer, en San Sebas; si allí nos conocemos
todos.(cap 3)
Hay
algunos elementos de la novela que me gustaría destacas: domina el
lenguaje coloquial que observamos a través del estilo directo de los
diálogos con los que pretende envolver al lector y hacerlo partícipe
de los retazos vitales de los mismos, ayudan, sin duda, a
entenderlos, al menos en su configuración pública sirviendo de
herramienta de trasmisión hacia el lector y hacia el
conocimiento/autoconocimiento de estos. Esta técnica pretende dotar
de objetividad y realismo a los descrito o contado. Otra técnica que
me gusta es el desdoblamiento del yo, el uso de los espejos, el
silencio del dormitorio, la soledad de interior o exterior, la
presentación y contraste entre lo privado y lo público que
consigue, en muchos aspectos, dotando de voz a algunos personajes
como Pablo, Natalia, «Yo
me acordaba del verano pasado»
o Julia (usando el género epistolar); así, provoca el contraste con
la utilización de la tercera persona y la presencia disimulada de la
autora en la presentación de la historia,«Sintió
un ruido en el picaporte y escondió el cuaderno debajo de la
almohada»
Así
la novela se va adentrando en el ambiente familiar, en la descripción
cinematográfica de las estancias, de lo cotidiano, sirviendo de
punto de partida para recrear el ambiente de la España de finales de
los cincuenta del siglo XX.(primera parte,1)
El
mirador quedaba en la parte de acá, que era donde se estaba, donde
la radio, el costurero y la camilla, donde la butaca de orejas y la
lámpara en forma de quinqué. Era un mirador de esquina. Tenía en
la pared un azulejo representando el Cristo del Gran Poder, de
Sevilla, y debajo un barómetro.
Otro
aspecto destacable es que, desde mi punto de vista, es una novela de
reivindicación femenina. El empoderamiento no es simplemente alzar
la voz y conseguir la visibilización, es, el proceso de
reivindicación y reprogramación sobre prácticas de ocultamiento en
el ámbito privado de la mujer, por eso es importante cómo la autora
dota de voz a lo femenino que, más que un personaje individual (sí,
vemos parte del nuevo constructo en Rosa, Elvira, Julia y en la
esperanza de Natalia) se configura en un personaje coral dotado de
múltiples voces y contradicciones (también tenemos a personajes
tristes como Gertru o Mercedes).
¿Por
qué te crees tú que reñimos Antonio y yo? Pues por eso,nada mas
porque no me daba la gana de hacer lo que él quería.
Pablo
Klein aparece de pronto en un mundo femenino, además lo hace con voz
propia en el capítulo 2. Este hecho no es casual porque la autora
dota de voz a quien tiene voz. En el primer capítulo a Natalia que
sería algo así como su alter ego en la novela, niña rara,
en el sentido que se preocupa más por pensar que por encontrar
novio; y en el segundo Pablo, inmediatamente después, personaje
vivido, urbanita, que pronto va a a ser presentado, también, como un
hombre raro, con pensamiento propio, introspectivo. En este fragmento
hemos de observar cómo se abandona la frialdad de la descripción
para presentarnos la grandeza de las posibilidades infinitas del
lenguaje cuando se tiene vocación de estilo(cap 2)
Vi
el perfil de unas torres y los filos de muchos tejados
coloreados,calientes todavía.
Este
uso de la primera persona ayuda a ver la realidad desde el prisma
individual, pero la autora, además, usa otra técnica muy
interesante ya que se sirve de las posibilidades de la voz interior
para reflejar conversaciones que llegan a golpes al personaje. La
subjetividad del relato queda roto por la objetividad del estilo
directo, de la incorporación de otras voces incorporadas.
«...No
has tenido poca suerte ahora en ferias, con el barullo que hay.»«No
es que fuera fea del todo, pero nos, cómo explicarte. Era también
por el el niño...»,«...poco
con el niño...»,«...poco
por el niño»
«...no,
si no era antipática. Cursi, pero simpática».
«...simpática...»,«...antipática...».
Así
pronto empieza a vislumbrarse una de las justificaciones del título.
Entre visillos expresa la vida interior, expresa la preservación del
espacio familiar, en cierto imaginario, sería el símbolo de la
reclusión y ocultación de lo femenino en el espacio interior; pero
también significa la posibilidad de moverlos para observar hacia el
exterior, para el cotilleo, para ver sin ser vista la vida
provinciana de la trivialidad o la hipocresía. Reclusión frente a
cierta libertad, urbanismo frente a provincialismo. Madrid,
pues, aparece como entidad mítica, como espacio superior de
realización personal que puede liberar de la opresión, como
modernidad, como apertura, como vía de escape.
Cuando
salieron, la de Madrid le dijo a Goyita que cuántas mujeres,que todo
eran mujeres, que así era imposible ligar un plan divertido.
—Y
luego estas amigas tuyas, no sé, son
como viejas.
—¿No
te gustan?
—No
sé qué decirte. Parecen de señoras las conversaciones que tienen.
Porque
aquí encontramos una de las claves de la novela, la necesidad de
casarse, de encontrar un buen partido y vivir la vida de una manera
paciente, alejada de la individualidad y sometida a las necesidades
del marido. La mujer
como ofrenda de gloria, como flor auténtica, como virgen que traerá
la calma al alma del guerrero. Cosificación
extrema alejada del amor, necesidad social perpetuada por el ambiente
donde se convierte en mercancía del deseo, en objeto de uso. Mujer
buena, mujer mala; virgen y puta. (cap 3)
El
aviador cogió un retrato que estaba encima del mantel al lado de las
tazas de café. Le dijo a Manolo:
—Bueno,
entonces qué. ¿Quedamos en que te gusta?
—Es
una monada, chico, desde luego. Le doy diez.
—Y
sobre todo mira, lo más importante, que es una cría. Ya ves,
dieciséis años no cumplidos. Más ingenua que un grillo. Qué novio
va a haber tenido antes ni qué nada. ¿No te parece?, es una
garantía. Yo de meterme en estos líos tiene que ser con una chica
así. Para pasar el rato vale cualquiera, pero casarte es otro
cantar.
O
en el capítulo doce.
—Gente
estrecha, yo no sé, Federico. A una de estas hermanitas le das un
beso y te has hundido. Te tienes que casar con ella.
—Bueno,
con muchas chicas pasa eso —dijo
Manolo—.Pero
con no casarte...
Pablo
va ayudando en la trama a observar con otros ojos, así, poco a poco,
vamos viendo y conociendo el objeto de su viaje y de su estancia en
la ciudad.
ni
aun antes de emprenderlo, que pudiera tener el viaje otro sentido ni
onjeto más que el que se estaba cumpliendo ahora, es decir, el de
volver a mirar con ojos completamente distintos la ciudad en la que
había vivido de niño, y pasearme otra vez por sus calles, que sólo
fragmentariamente recordaba.
Así
conocemos al fallecido don Rafael y, sobre todo, se nos presenta a
Elvira, otra de esas "mujeres raras", en la recepción de
pésames. Elvira es contradictoria, esclava de su tiempo, pero
también, mujer que anhela un espacio propio,
representa la conciencia de la asfixia que provoca la lucha entre el
ser y el deber ser.
—Si
usted no vive aquí —dijo—,
no puede entender ciertas cosas. Hace poco que está aquí, ¿no?
—Tres
días.
—Tres
días —repitió—.(...)Solamente
uno que vive aquí metido puede llegar a resignarse con las cosas que
pasan aquí, y hasta puede llegar a creer que vive y que respira.
¡Pero yo no! Yo me ahogo, yo no me resigno, yo me desespero.
En
el capítulo cinco nos encontramos con uno de los elementos que ya
he comentado: el machismo, la visión antropocéntrica y, en nomenclatura actual, heteropatriarcal. el hombre decide el designio de
las relaciones, su futuro, el deseo se convierte en orden porque solo
prevalece la libertad del novio, del hombre, que requiere de una
presión social que encierre a la mujer
hacia dentro, recluida así en el espacio de las confidencias,
cotilleos y casero. Me interesa, digo, porque Ángel aparece como el
arquetipo de lo esperable, en la voz de una generación que sentía
el amor como un camino en una única dirección. ¿Por qué,
entonces, creo que tiene valor? Porque está verbalizado por una
mujer en los años cincuenta.
—¿A
Gertru cuánto le das?
—Pues
un nueve bien largo. Palabra.(...)
"Que
no hablen de mí", se repetía intensamente con las uñas
clavadas enlas palmas. "Que no me hagan caso ni me pregunten
nada"
El
narrador objetivo en tercera persona le da a la escritora la
posibilidad de crear un relato más global que transcienda lo
puramente real para acercarse a lo verdadero; puede entrar en los
personajes a través de sus palabras reflejándolos, y eso
redimensiona la narración. Esto no significa que no haya concesiones
a un conocimiento más profundo que aborde ciertos pensamientos.
Se
debía ver bien la pista desde aquella barandilla de arriba, se
verían pequeñitas las cabezas. Y mejor todavía asomarse desde un
avión que planeara encima de este hormiguero. O más alto, desde la
torre de la Catedral.
Eso
no significa que no pueda usar un lenguaje más personal, literario o
valorativo, claro.
Debía
estar sudando debajo de aquella mueca estirada que le desfiguraba el
rostro.
Otro
personaje interesante es Julia. Ella tiene un novio en Madrid,
Miguel, que representa una
mayor fuerza de carácter que los hombres de la ciudad, aparece en el
cap 7 sin afeitar y con una cazadora gastada de cuero como símbolo
de rebeldía .
—Te
he dicho, Julia, que voy bien como voy. Si quieres presumir de novio
delante de tus amigas, yo no soy ningún maniquí.
Por
eso desea irse con él a pesar
de la actitud familiar. Nos encontramos, pues, ante otro personaje a
la que la autora necesita darle voz propia, hacer que pueda ser en
la plenitud de lo que desea.(cap
6)
¿Verdad
que no tiene nada de particular que vaya yo? Tengo veintisiete años,
Tali. Me voy a casar con él,. ¿Verdad que no es tan horrible como
me lo quieren poner todos?
En
el capítulo seis nos presenta a la última mujer con criterio
propio. Me interesa mucho porque a Rosa la conocemos como contrapunto
a la mujer casadera, casta, al prototipo de lo esperable. Animadora
del casino comparte la pensión América en que vivirá Pablo. Este
se sienta con ella a cenar. Creo que se produce un momento
interesante, un punto de tensión en la trama donde observamos
algunos rasgos de la España de la época, sobre todo, el qué dirán,
las habladurías, la hipocresía.
Le
salía una luz turbia mirándose la mano izquierda levantada en el
aire.(...)
—Me
alegro. No me gusta alternar con los chicos de novia. Casado ya no me
importa. De eso no te pregunto.(...)
—Que
nos miran, ¿verdad? —dijo
en voz alta y destemplada-. No, si no me extraña. Aquí la
animadora, lagarto, lagarto, y los que van con ella igual, cosa
perdida.
En
el capítulo siete nos aparece la iglesia y su peso en la España de
entonces, un peso importante de misas y confesiones, el control del
cine (Marcelino pan y vino),
la importancia de la censura y el control del pensamiento. En este
fragmento quiero observar en Julia la asunción de una sexualidad
propia, la reivindicación del yo femenino como un espacio propio.
—Verá,
padre, que algunas veces cuando he ido al cine, me excito y tengo
malos sueños. (...)
—El
cine, siempre el cine, cuantas veces lo mismo. Ahí está el mal
consejero, ese dulce veneno que os mata a todas.(...)
La
pureza es el adorno más fragante del alma de una joven y su blancura
llega a los sentidos de todos los hombres.
Ya
en el capítulo ocho nos encontramos con un Pablo íntimo y preocupado porque Elvira le ha escrito. El género epistolar, como he
adelantado, tendrá su espacio en la novela.
La
carta, dentro del tono intencionadamente poético y confuso, era casi
una declaración de amor.
También
lo vemos en el capítulo nueve cuando Julia escribe a Miguel, es
decir, la autora decide darle voz propia, la autora
la consagra como una de las personajes que adquiere conciencia.
"...Miguel
¿por qué no me escribes? Yo habia pensado nno escribirte más, pero
hoy es mi cumpleaños y estoy tan triste, y te echo tanto de menos
que ya no puedo seguir sin escribirte."
La
segunda parte empieza con el curso escolar, por lo tanto, no han
pasado más de un par de semanas desde la llegada de Pablo. Esta
segunda parte empieza retomando la historia de Gertru y Ángel. Es
una discusión donde se observan los elementos que he comentado
antes. La necesidad del carácter sumiso en la mujer y la parte
paternal y autoritaria en el hombre. La discusión deja de manifiesto,
una vez más, la necesidad de la apariencia y la diferenciación de
roles, pero lo presenta de forma que el lector se siente identificado
con ella y distante de la masculinidad castrante de él.
Tienes
que entender esto, por favor. Tienes que saberte reír cuando alguna
vez te dé una broma.
—No
me digas lo que tengo que saber hacer —cortó
él con dureza. Y añadió acercándose un poco, porque ella se
apartaba con gesto huraño—:Por
Dios, es que se te ocurren unas cosas.(...)
—Bueno,
ya basta. ¿Por qué sigues llorando? No te quiero ver llorar, ¿has
oído? Si no te voy a poder advertir nada. Lo hago por tu bien, para
enseñarte a quedar siempre en el lugar que te corresponde.(...)
—Pues
porque no. Está dicho. Para casarte conmigo, no necesitas saber
latín ni geometría; conque sepas ser una mujer de tu casa, basta y
sobra.
La
consecuencia lógica de este ambiente es que la mayoría de chicas
buscara novio, "un
buen partido"
alguien que proveyera, que las cuidara y que, sobre todo, las ayudara
en el camino de la maternidad. Así el machismo es bidireccional
porque, si bien es cierto que ellos las ven como una necesidad
social, como objetos del deseo, ellas se prestan a ese juego.(cap 14)
Las
chicas sin novio andaban revueltas a cada principio de temporada,
pendientes de los chicos conocidos que preparaban oposición a
notarías. Casi todas estaban de acuerdo en que era la mejor salida
de la carrera de Derecho, la cosa más segura. Otras, las menos,
ponían algunos reparos.
El
ambiente va oprimiendo a Pablo que, en cierta medida, disfruta con su
peculiar manera de dar clase, de su relación con Natalia, pero él
es un ser, de cierto modo, libre, por eso observa la realidad y nos
ayuda con las claves necesarias para entender el mensaje de la
novela. Las ventanas como
puertas a los espacios
familiares y salida a los
exteriores, la verdad y la
apariencia. (cap 15)
Me
fui a buen paso hacia la pensión por las calles vacías, y mirando
las ventanas de los edificios me imaginaba la vida estancada y
caliente que se cocía en los interiores.
Por
eso la única vía de escape es la del tren que, en la estación,
sirve de metáfora final para buscar la libertad a algunos
personajes, junto a la niebla, claro, que no deja de ver la catedral
en el horizonte.
Reeditado
en Destino
Editorial:
Ediciones Destino
Temática:
Novela literaria | General narrativa literaria
Novela
literaria | Narrativa literaria clásicos
Colección:
Destino Clásicos
Número
de páginas: 312
En
1957, una joven Carmen Martín Gaite ganaba el Premio Nadal con Entre
visillos, una sutil y lúcida denuncia de la situación de la mujer
en la España de los años cincuenta. Sesenta años después, Destino
Clásicos recupera esta ya clásica novela que, a pesar de estar
teñida por la tristeza y el desasosiego de una generación condenada
a vivir su juventud constreñida por unas convenciones sociales muy
estrictas, abría también el camino a los jóvenes y las jóvenes
que no querían seguir limitados por sus papeles de dominadores y
sometidas. Esta edición, que incluye unos completos cuadernillos con
fotografías de la genial Martín Gaite e imágenes de las distintas
ediciones y traducciones de la obra, incorpora la autora al catálogo
de Destino Clásicos, que contaba ya con las otras dos grandes
narradoras de la posguerra: Carmen Laforet y Ana María Matute.
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