martes, 7 de abril de 2020

Entre visillos, Carmen Martín Gaite


Seguimos en aislamiento social. Así empezaría una crónica sobre el tiempo en que vivimos, el externo, con noticias y participaciones en redes sociales en las que se nos cuentan las penurias del confinamiento; e interno, absorbidos en el marasmo denso de la cotidianidad como antes no la habíamos vivido, en familia, solos, pero vueltos hacia el silencia, repito, el silencio al que no estábamos acostumbrados y que nos recuerda que somos individuos con una configuración específica y propia,, somos dioses en nuestra mismidad, seres de excepción en nuestra vulnerabilidad, somos hombres y mujeres a la búsqueda obligada de los rasgos que no recordamos que existían de nuestra personalidad. Esta obligación de ser y de ser en otros nos obliga, nos recuerda, una vez más, la responsabilidad que tenemos hacia nosotros mismos. Desaparecida la necesidad del teatro social, vivimos entre visillos.

Así me enfrento a la novela. La releo como obligación profesional, por el gusto de dar clases de literatura habiendo leído lo que voy a explicar (¡como si la literatura se pudiera explicar!, ¡qué cosas tienen los profesionales de esto!), recordando la primera lectura, es mentira, no la recuerdo, y atendiendo a su ritmo y trama, a sus personajes y a sus voces. Esto sí es la literatura, sí es el ánimo lector, el hecho de reconstruir el texto con paciencia, esperando el desarrollo, si se produce, el crecimiento de algún personaje, si se produjera, atendiendo qué ocurrirá y cuándo, sabiendo que poco a poco iré comprendiendo, o no, lo que la autora me ofrece porque, esta es la gracia y mi mejor lección, la interpretación se hace desde el bagaje que cada uno llevamos en la espalda, la experiencia vivida, los seres conocidos. Mis alumnas de segundo de bachiller no pueden experimentar muchas de las sensaciones que tú, lector, o yo, hemos experimentado porque la memoria revivida hace aflorar la reconstrucción de lo que fue o creímos vivir. El NODO (Nos perdemos en Nodo, cap 7) lo hemos vivido, y las manifestaciones en el patio del colegio celebrando el día de no sé qué, manifestaciones gimnásticas, militares; hemos visto desfilar por un televisor en blanco y negro el féretro de Franco y creíamos que el mundo se acababa, decían los mayores, y nosotros sentíamos fascinación por los oropeles difusos y nevados de la pantalla. Hemos conocido a nuestras abuelas con moño amarillo y delantal, de negro perpetuo por un luto que no se olvidaba, con los bolsillos llenos de mendrugos de pan seco que se comían en el rincón oscuro en que leían el misal desgastado que les había regalado una tía; recuerdos de la educación segregada, de cuarenta y ocho en clase sentados en fila de a uno, al maestro haciéndonos recitar la tabla del cinco y cogiéndonos la patilla y estirando hacia arriba; recuerdo de las chicas con las carpetas sobre el pecho saliendo de salesianas o trinitarias y paseando entre risas por delante de nosotros en el parque; o la misa dominical, o la necesidad de confesar pecados que no son, de la carne o el deseo, del pensamiento (a los que somos tan propensos los lunáticos); tampoco han vivido tener unas pocas mudas y ponerse de domingo, o creer, junto a películas ñoñas, que hay un destino único en la vida, que ellas deben bien casarse, tener noviazgos decentes y servirnos en nuestros gustos; ni, claro, que nosotros debemos proveer, controlar e invisibilizarlas, qué sería de ellas si no guardáramos su virtud. Todo esto que vivimos y olvidamos nos lo muestra la novela, como si la autora tomase un bisturí y diseccionara todo aquello que es factible y dónde, tema de los espacios públicos y privados. Así, pues, al menos vemos la literatura explicándoles un mundo real que para ellas no es más que mera ficción, por lo tanto, si parte de mi mundo, seguro que el mundo que vivió mi madre (me lo ha contado en muchas ocasiones) que fue real, se convierte en un espacio de trama inverosímil y distópico para mis alumnas, ¿puede significar que lo ficcional literario haya sido alguna vez real en otros mundos, en otros seres, en otras circunstancias? Da lo mismo. La literatura no aspira a la realidad, es una construcción de la verdad.

La chica de Madrid que venía a pasar las fiestas a casa de un cuñado, hablaba de su veraneo en San Sebastián con descuido y confianza.
Mira que no haberte visto, mujer, en San Sebas; si allí nos conocemos todos.(cap 3)

Hay algunos elementos de la novela que me gustaría destacas: domina el lenguaje coloquial que observamos a través del estilo directo de los diálogos con los que pretende envolver al lector y hacerlo partícipe de los retazos vitales de los mismos, ayudan, sin duda, a entenderlos, al menos en su configuración pública sirviendo de herramienta de trasmisión hacia el lector y hacia el conocimiento/autoconocimiento de estos. Esta técnica pretende dotar de objetividad y realismo a los descrito o contado. Otra técnica que me gusta es el desdoblamiento del yo, el uso de los espejos, el silencio del dormitorio, la soledad de interior o exterior, la presentación y contraste entre lo privado y lo público que consigue, en muchos aspectos, dotando de voz a algunos personajes como Pablo, Natalia, «Yo me acordaba del verano pasado» o Julia (usando el género epistolar); así, provoca el contraste con la utilización de la tercera persona y la presencia disimulada de la autora en la presentación de la historia,«Sintió un ruido en el picaporte y escondió el cuaderno debajo de la almohada»
Así la novela se va adentrando en el ambiente familiar, en la descripción cinematográfica de las estancias, de lo cotidiano, sirviendo de punto de partida para recrear el ambiente de la España de finales de los cincuenta del siglo XX.(primera parte,1)

El mirador quedaba en la parte de acá, que era donde se estaba, donde la radio, el costurero y la camilla, donde la butaca de orejas y la lámpara en forma de quinqué. Era un mirador de esquina. Tenía en la pared un azulejo representando el Cristo del Gran Poder, de Sevilla, y debajo un barómetro.

Otro aspecto destacable es que, desde mi punto de vista, es una novela de reivindicación femenina. El empoderamiento no es simplemente alzar la voz y conseguir la visibilización, es, el proceso de reivindicación y reprogramación sobre prácticas de ocultamiento en el ámbito privado de la mujer, por eso es importante cómo la autora dota de voz a lo femenino que, más que un personaje individual (sí, vemos parte del nuevo constructo en Rosa, Elvira, Julia y en la esperanza de Natalia) se configura en un personaje coral dotado de múltiples voces y contradicciones (también tenemos a personajes tristes como Gertru o Mercedes).

¿Por qué te crees tú que reñimos Antonio y yo? Pues por eso,nada mas porque no me daba la gana de hacer lo que él quería.

Pablo Klein aparece de pronto en un mundo femenino, además lo hace con voz propia en el capítulo 2. Este hecho no es casual porque la autora dota de voz a quien tiene voz. En el primer capítulo a Natalia que sería algo así como su alter ego en la novela, niña rara, en el sentido que se preocupa más por pensar que por encontrar novio; y en el segundo Pablo, inmediatamente después, personaje vivido, urbanita, que pronto va a a ser presentado, también, como un hombre raro, con pensamiento propio, introspectivo. En este fragmento hemos de observar cómo se abandona la frialdad de la descripción para presentarnos la grandeza de las posibilidades infinitas del lenguaje cuando se tiene vocación de estilo(cap 2)

Vi el perfil de unas torres y los filos de muchos tejados coloreados,calientes todavía.

Este uso de la primera persona ayuda a ver la realidad desde el prisma individual, pero la autora, además, usa otra técnica muy interesante ya que se sirve de las posibilidades de la voz interior para reflejar conversaciones que llegan a golpes al personaje. La subjetividad del relato queda roto por la objetividad del estilo directo, de la incorporación de otras voces incorporadas.

«...No has tenido poca suerte ahora en ferias, con el barullo que hay.»«No es que fuera fea del todo, pero nos, cómo explicarte. Era también por el el niño...»,«...poco con el niño...»,«...poco por el niño» «...no, si no era antipática. Cursi, pero simpática». «...simpática...»,«...antipática...».

Así pronto empieza a vislumbrarse una de las justificaciones del título. Entre visillos expresa la vida interior, expresa la preservación del espacio familiar, en cierto imaginario, sería el símbolo de la reclusión y ocultación de lo femenino en el espacio interior; pero también significa la posibilidad de moverlos para observar hacia el exterior, para el cotilleo, para ver sin ser vista la vida provinciana de la trivialidad o la hipocresía. Reclusión frente a cierta libertad, urbanismo frente a provincialismo. Madrid, pues, aparece como entidad mítica, como espacio superior de realización personal que puede liberar de la opresión, como modernidad, como apertura, como vía de escape.

Cuando salieron, la de Madrid le dijo a Goyita que cuántas mujeres,que todo eran mujeres, que así era imposible ligar un plan divertido.
Y luego estas amigas tuyas, no sé, son como viejas.
¿No te gustan?
No sé qué decirte. Parecen de señoras las conversaciones que tienen.

Porque aquí encontramos una de las claves de la novela, la necesidad de casarse, de encontrar un buen partido y vivir la vida de una manera paciente, alejada de la individualidad y sometida a las necesidades del marido. La mujer como ofrenda de gloria, como flor auténtica, como virgen que traerá la calma al alma del guerrero. Cosificación extrema alejada del amor, necesidad social perpetuada por el ambiente donde se convierte en mercancía del deseo, en objeto de uso. Mujer buena, mujer mala; virgen y puta. (cap 3)

El aviador cogió un retrato que estaba encima del mantel al lado de las tazas de café. Le dijo a Manolo:
Bueno, entonces qué. ¿Quedamos en que te gusta?
Es una monada, chico, desde luego. Le doy diez.
Y sobre todo mira, lo más importante, que es una cría. Ya ves, dieciséis años no cumplidos. Más ingenua que un grillo. Qué novio va a haber tenido antes ni qué nada. ¿No te parece?, es una garantía. Yo de meterme en estos líos tiene que ser con una chica así. Para pasar el rato vale cualquiera, pero casarte es otro cantar.

O en el capítulo doce.

Gente estrecha, yo no sé, Federico. A una de estas hermanitas le das un beso y te has hundido. Te tienes que casar con ella.
Bueno, con muchas chicas pasa eso dijo Manolo.Pero con no casarte...

Pablo va ayudando en la trama a observar con otros ojos, así, poco a poco, vamos viendo y conociendo el objeto de su viaje y de su estancia en la ciudad. 

ni aun antes de emprenderlo, que pudiera tener el viaje otro sentido ni onjeto más que el que se estaba cumpliendo ahora, es decir, el de volver a mirar con ojos completamente distintos la ciudad en la que había vivido de niño, y pasearme otra vez por sus calles, que sólo fragmentariamente recordaba.

Así conocemos al fallecido don Rafael y, sobre todo, se nos presenta a Elvira, otra de esas "mujeres raras", en la recepción de pésames. Elvira es contradictoria, esclava de su tiempo, pero también, mujer que anhela un espacio propio, representa la conciencia de la asfixia que provoca la lucha entre el ser y el deber ser.

Si usted no vive aquí dijo, no puede entender ciertas cosas. Hace poco que está aquí, ¿no?
Tres días.
Tres días repitió.(...)Solamente uno que vive aquí metido puede llegar a resignarse con las cosas que pasan aquí, y hasta puede llegar a creer que vive y que respira. ¡Pero yo no! Yo me ahogo, yo no me resigno, yo me desespero.

En el capítulo cinco nos encontramos con uno de los elementos que ya he comentado: el machismo, la visión antropocéntrica y, en nomenclatura actual, heteropatriarcal. el hombre decide el designio de las relaciones, su futuro, el deseo se convierte en orden porque solo prevalece la libertad del novio, del hombre, que requiere de una presión social que encierre a la mujer hacia dentro, recluida así en el espacio de las confidencias, cotilleos y casero. Me interesa, digo, porque Ángel aparece como el arquetipo de lo esperable, en la voz de una generación que sentía el amor como un camino en una única dirección. ¿Por qué, entonces, creo que tiene valor? Porque está verbalizado por una mujer en los años cincuenta.

¿A Gertru cuánto le das?
Pues un nueve bien largo. Palabra.(...)
"Que no hablen de mí", se repetía intensamente con las uñas clavadas enlas palmas. "Que no me hagan caso ni me pregunten nada"


El narrador objetivo en tercera persona le da a la escritora la posibilidad de crear un relato más global que transcienda lo puramente real para acercarse a lo verdadero; puede entrar en los personajes a través de sus palabras reflejándolos, y eso redimensiona la narración. Esto no significa que no haya concesiones a un conocimiento más profundo que aborde ciertos pensamientos.

Se debía ver bien la pista desde aquella barandilla de arriba, se verían pequeñitas las cabezas. Y mejor todavía asomarse desde un avión que planeara encima de este hormiguero. O más alto, desde la torre de la Catedral.

Eso no significa que no pueda usar un lenguaje más personal, literario o valorativo, claro.

Debía estar sudando debajo de aquella mueca estirada que le desfiguraba el rostro.

Otro personaje interesante es Julia. Ella tiene un novio en Madrid, Miguel, que representa una mayor fuerza de carácter que los hombres de la ciudad, aparece en el cap 7 sin afeitar y con una cazadora gastada de cuero como símbolo de rebeldía .

Te he dicho, Julia, que voy bien como voy. Si quieres presumir de novio delante de tus amigas, yo no soy ningún maniquí.

Por eso desea irse con él a pesar de la actitud familiar. Nos encontramos, pues, ante otro personaje a la que la autora necesita darle voz propia, hacer que pueda ser en la plenitud de lo que desea.(cap 6)

¿Verdad que no tiene nada de particular que vaya yo? Tengo veintisiete años, Tali. Me voy a casar con él,. ¿Verdad que no es tan horrible como me lo quieren poner todos?

En el capítulo seis nos presenta a la última mujer con criterio propio. Me interesa mucho porque a Rosa la conocemos como contrapunto a la mujer casadera, casta, al prototipo de lo esperable. Animadora del casino comparte la pensión América en que vivirá Pablo. Este se sienta con ella a cenar. Creo que se produce un momento interesante, un punto de tensión en la trama donde observamos algunos rasgos de la España de la época, sobre todo, el qué dirán, las habladurías, la hipocresía.

Le salía una luz turbia mirándose la mano izquierda levantada en el aire.(...)
Me alegro. No me gusta alternar con los chicos de novia. Casado ya no me importa. De eso no te pregunto.(...)
Que nos miran, ¿verdad? dijo en voz alta y destemplada-. No, si no me extraña. Aquí la animadora, lagarto, lagarto, y los que van con ella igual, cosa perdida.

En el capítulo siete nos aparece la iglesia y su peso en la España de entonces, un peso importante de misas y confesiones, el control del cine (Marcelino pan y vino), la importancia de la censura y el control del pensamiento. En este fragmento quiero observar en Julia la asunción de una sexualidad propia, la reivindicación del yo femenino como un espacio propio.

Verá, padre, que algunas veces cuando he ido al cine, me excito y tengo malos sueños. (...)
El cine, siempre el cine, cuantas veces lo mismo. Ahí está el mal consejero, ese dulce veneno que os mata a todas.(...)
La pureza es el adorno más fragante del alma de una joven y su blancura llega a los sentidos de todos los hombres.

Ya en el capítulo ocho nos encontramos con un Pablo íntimo y preocupado porque Elvira le ha escrito. El género epistolar, como he adelantado, tendrá su espacio en la novela.

La carta, dentro del tono intencionadamente poético y confuso, era casi una declaración de amor.

También lo vemos en el capítulo nueve cuando Julia escribe a Miguel, es decir, la autora decide darle voz propia, la autora la consagra como una de las personajes que adquiere conciencia.

"...Miguel ¿por qué no me escribes? Yo habia pensado nno escribirte más, pero hoy es mi cumpleaños y estoy tan triste, y te echo tanto de menos que ya no puedo seguir sin escribirte."

La segunda parte empieza con el curso escolar, por lo tanto, no han pasado más de un par de semanas desde la llegada de Pablo. Esta segunda parte empieza retomando la historia de Gertru y Ángel. Es una discusión donde se observan los elementos que he comentado antes. La necesidad del carácter sumiso en la mujer y la parte paternal y autoritaria en el hombre. La discusión deja de manifiesto, una vez más, la necesidad de la apariencia y la diferenciación de roles, pero lo presenta de forma que el lector se siente identificado con ella y distante de la masculinidad castrante de él.

Tienes que entender esto, por favor. Tienes que saberte reír cuando alguna vez te dé una broma.
No me digas lo que tengo que saber hacer cortó él con dureza. Y añadió acercándose un poco, porque ella se apartaba con gesto huraño:Por Dios, es que se te ocurren unas cosas.(...)
Bueno, ya basta. ¿Por qué sigues llorando? No te quiero ver llorar, ¿has oído? Si no te voy a poder advertir nada. Lo hago por tu bien, para enseñarte a quedar siempre en el lugar que te corresponde.(...)
Pues porque no. Está dicho. Para casarte conmigo, no necesitas saber latín ni geometría; conque sepas ser una mujer de tu casa, basta y sobra.

La consecuencia lógica de este ambiente es que la mayoría de chicas buscara novio, "un buen partido" alguien que proveyera, que las cuidara y que, sobre todo, las ayudara en el camino de la maternidad. Así el machismo es bidireccional porque, si bien es cierto que ellos las ven como una necesidad social, como objetos del deseo, ellas se prestan a ese juego.(cap 14)

Las chicas sin novio andaban revueltas a cada principio de temporada, pendientes de los chicos conocidos que preparaban oposición a notarías. Casi todas estaban de acuerdo en que era la mejor salida de la carrera de Derecho, la cosa más segura. Otras, las menos, ponían algunos reparos.

El ambiente va oprimiendo a Pablo que, en cierta medida, disfruta con su peculiar manera de dar clase, de su relación con Natalia, pero él es un ser, de cierto modo, libre, por eso observa la realidad y nos ayuda con las claves necesarias para entender el mensaje de la novela. Las ventanas como puertas a los espacios familiares y salida a los exteriores, la verdad y la apariencia. (cap 15)

Me fui a buen paso hacia la pensión por las calles vacías, y mirando las ventanas de los edificios me imaginaba la vida estancada y caliente que se cocía en los interiores.

Por eso la única vía de escape es la del tren que, en la estación, sirve de metáfora final para buscar la libertad a algunos personajes, junto a la niebla, claro, que no deja de ver la catedral en el horizonte.

Reeditado en Destino

Editorial: Ediciones Destino
Temática: Novela literaria | General narrativa literaria
Novela literaria | Narrativa literaria clásicos
Colección: Destino Clásicos
Número de páginas: 312
En 1957, una joven Carmen Martín Gaite ganaba el Premio Nadal con Entre visillos, una sutil y lúcida denuncia de la situación de la mujer en la España de los años cincuenta. Sesenta años después, Destino Clásicos recupera esta ya clásica novela que, a pesar de estar teñida por la tristeza y el desasosiego de una generación condenada a vivir su juventud constreñida por unas convenciones sociales muy estrictas, abría también el camino a los jóvenes y las jóvenes que no querían seguir limitados por sus papeles de dominadores y sometidas. Esta edición, que incluye unos completos cuadernillos con fotografías de la genial Martín Gaite e imágenes de las distintas ediciones y traducciones de la obra, incorpora la autora al catálogo de Destino Clásicos, que contaba ya con las otras dos grandes narradoras de la posguerra: Carmen Laforet y Ana María Matute.


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