Menos
que cero es una novela clave dentro
de la narrativa contemporánea estadounidense, especialmente del llamado minimalismo
literario que se observa en una prosa lacónica y observacional lo que recuerda
a autores como Raymond Carver, pero llevada al extremo de lo
emocionalmente plano, reflejando la desconexión de los personajes y la vacuidad
absoluta. También refleja lo que podríamos llamar literatura de la Generación X. A través de un estilo frío, distante y casi
clínico, Ellis retrata una juventud privilegiada, desprovista de
valores, afectos y sentido. Asume un retrato generacional que captura con
crudeza el nihilismo y la desorientación de la juventud de los 80, marcada por
el consumismo, el hedonismo y la descomposición moral, de ahí que la novela se
convirtiera en un símbolo literario de la decadencia juvenil de la era Reagan,
y su tono ha influido en autores posteriores y en el cine independiente
estadounidense.
Nos
puede sorprender la crudeza de algunas imágenes, la trivialización de las
prácticas sexuales extremas, incluida la violación o las snuf movies; la drogadicción
generalizada o la prostitución masculina como acontecimientos en apariencia inocuos,
pero que consiguen un gran impacto en la emoción del lector. Así pues, la novela,
en su aparente sencillez, en la superficialidad de la trama, consigue ese
impacto brutal en la moralidad relajada, en la ausencia de control y en la incapacidad
del adolescente contemporáneo de encontrar un sentido cierto en su vida.
Contrasta
el tono de las reflexiones en cursiva, propios de la voz del narrador, con la
propia narración. Esta es más ácida, impactante, con oraciones cortas, polisíndeton,
lo que dará a la lectura la sensación de un cocainómano; esa celeridad en lo superfluo,
esas palpitaciones ante lo trivial, que contrastan con reflexiones algo más
profundas, recuerdos de una vida en familia que no existe, su yo olvidado por
la rapidez de lo intrascendente.
Navidad
en Palm Springs. Siempre hacía calor. Hasta cuando llovía seguía haciendo
calor. Una Navidad, la Navidad pasada, después de que todo hubiera terminado,
después de dejar la antigua casa, hacía más calor del que se pueda imaginar. Nadie
podía creer que hiciera tanto calor como e l que hacía; sencillamente era
imposible. Pero el termómetro del Security National Bank, de Rancho Mirage,
decía que hacía 43, 44 y 46 grados, y todo lo que yo podía hacer era mirar los
números, al mirar hacia el desierto y notar el aire ardiente que me azotaba la
cara, y ver que el sol brillaba tanto que los cristales de mis gafas no
filtraban su luz y que las señales de tráfico metálicas se retorcían, fundiéndose
de hecho por calor, me hizo comprender que debía creerlo.
La
narración es hipnótica, trivial, casual. Frases cortas, puntos rápidos porque
los adolescentes pijos viven una distopía alucinada donde la realidad apenas les
salpica. Música y cine, drogas. Por eso no pasa nada. La vida se va sucediendo
en la bruma de la ausencia de responsabilidades, de la asunción de compromisos.
Solo el dinero que fluye, las fiestas vacías, la indiferencia ante la vida real
y palpitante, el sacrificio, el compromiso; nada de esto existe, no es, no se
le espera.
También
les dijo que me dijeran que Scott ha tenido una sobredosis. No sé quién es ese
Scott. Sigue lloviendo.
Y esa
noche, después de tres de esas extrañas llamadas, estrello un vaso contra la
pared. No viene nadie a ver qué ha pasado. Luego me tumbo en la cama,
despierto, tomo veinte miligramos de Valium para contrarrestar la coca, pero no
consigo dormir. Pongo el canal de los vídeos musicales y contemplo el Valle por
la ventana y miro las luces de neón bajo el cielo púrpura de la noche y miro
pasar las nubes y luego me tumbo en la cama y trato de recordar cuántos días
llevo en casa y luego me levanto y paseo por la habitación y enciendo otro
pitillo y luego suena el teléfono. Así son las noches cuando llueve.
La tenemos
en Anagrama.
Cuando
se publicó Menos que cero en Estados Unidos se
produjo un inesperado fenómeno: la primera novela de un autor de 20 años fue
saludada por la crítica como El guardián entre el centeno de
los años 80, el libro en el que se reconocía una generación, que lo convirtió
rapidísimamente en un best-seller.
Menos
que cero (que es también el título de una canción amarga de Elvis
Costello) cuenta la historia de un joven estudiante que regresa a su casa de Los
Ángeles para pasar las vacaciones y se reencuentra a su grupo de amigos, punkis
dorados, hijos de productores y tycoons de Hollywood, un clan en el que cada
villa tiene su piscina, cada adolescente su dealer.
Fiestas
interminables, clubs de rock, líneas de coca y hamburguesas y luces de neón...
y el submundo de la pornografía, las snuff movies y la prostitución masculina:
con un estilo glacial, Ellis registra, impasible, la vertiginosa espiral por la
que se desliza este grupo de adolescentes que experimentan precozmente con el
sexo, las drogas y la desolación.
«Esta
es la novela que tu madre te prohibiría. Y de la que Jim Morrison estaría
orgulloso.» (Eve Babitt)
«Atravesado
por un lánguido y cómico horror, Menos que cero es un pasmoso debut.»
(Richard Price)
«Un
tono tan distante que casi parece escrita por control remoto.» (Mary Jo Salter)
«A los
veinte años, Bret Easton Ellis ha escrito una novela implacable, de una gran
fuerza. Su estilo seco, cortante, directo, sin afectación, su mirada amplia,
áspera e inmisericorde corresponden a un escritor de alta calidad.» (Thierry
Guérin)
«Elvis
Costello relataba la dificultad de vivir de los adolescentes ingleses de los
70: tabla rasa y menos que nada. Diez años después, Ellis ofrece la versión
TV... Cabe destacar que este libro, partiendo de los elementos que triunfan en
la tele (secuencias, cut, montaje ágil), ofrece una versión literaria que
golpea en el estómago... Simplemente, el libro más rock del año.» (J. P.
Simard, Rock F. M.)
«La
novela de los años 80 acaba de nacer. ¡Uf!, ya era hora.» (Bernard
Géniès, Le Monde)
«La
novela que se llevará esta temporada.» (Juan Cueto, El País)
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