17 junio 2025

Menos que cero, Less than zero, Bret Easton Ellis

No sabemos cómo se mueven los jóvenes porque no somos jóvenes ni vivimos en su mundo. Intuimos, acaso, los movimientos que se producen a través de las redes sociales, artículos más o menos informados o la propia observación. Somos jóvenes, claro, pero no compartimos esa juventud física; ya ha pasado. La juventud como estado de la edad, de una en concreto, adolescencia prolongada, unos años específicos que se viven en los espacios que se habilitan ellos mismos. Oímos ecos, por eso se asiste, de manera extrañada, al baile de sus ritos, que nos dejan perplejos, nos sorprenden o nos producen rechazo. La juventud lo ha sido siempre, lo fue en la antigua Roma y lo es en nuestro espacio de la IA incipiente, por eso, cuando se nos muestra el fresco de sus vidas, quedamos perplejos porque sabemos que una época se nos ha ido. Aunque somos jóvenes.

Menos que cero  es una novela clave dentro de la narrativa contemporánea estadounidense, especialmente del llamado minimalismo literario que se observa en una prosa lacónica y observacional lo que recuerda a autores como Raymond Carver, pero llevada al extremo de lo emocionalmente plano, reflejando la desconexión de los personajes y la vacuidad absoluta. También refleja lo que podríamos llamar  literatura de la Generación X.  A través de un estilo frío, distante y casi clínico, Ellis retrata una juventud privilegiada, desprovista de valores, afectos y sentido. Asume un retrato generacional que captura con crudeza el nihilismo y la desorientación de la juventud de los 80, marcada por el consumismo, el hedonismo y la descomposición moral, de ahí que la novela se convirtiera en un símbolo literario de la decadencia juvenil de la era Reagan, y su tono ha influido en autores posteriores y en el cine independiente estadounidense.

Nos puede sorprender la crudeza de algunas imágenes, la trivialización de las prácticas sexuales extremas, incluida la violación o  las snuf movies; la drogadicción generalizada o la prostitución masculina como acontecimientos en apariencia inocuos, pero que consiguen un gran impacto en la emoción del lector. Así pues, la novela, en su aparente sencillez, en la superficialidad de la trama, consigue ese impacto brutal en la moralidad relajada, en la ausencia de control y en la incapacidad del adolescente contemporáneo de encontrar un sentido cierto en su vida.

Contrasta el tono de las reflexiones en cursiva, propios de la voz del narrador, con la propia narración. Esta es más ácida, impactante, con oraciones cortas, polisíndeton, lo que dará a la lectura la sensación de un cocainómano; esa celeridad en lo superfluo, esas palpitaciones ante lo trivial, que contrastan con reflexiones algo más profundas, recuerdos de una vida en familia que no existe, su yo olvidado por la rapidez de lo intrascendente.

 

Navidad en Palm Springs. Siempre hacía calor. Hasta cuando llovía seguía haciendo calor. Una Navidad, la Navidad pasada, después de que todo hubiera terminado, después de dejar la antigua casa, hacía más calor del que se pueda imaginar. Nadie podía creer que hiciera tanto calor como e l que hacía; sencillamente era imposible. Pero el termómetro del Security National Bank, de Rancho Mirage, decía que hacía 43, 44 y 46 grados, y todo lo que yo podía hacer era mirar los números, al mirar hacia el desierto y notar el aire ardiente que me azotaba la cara, y ver que el sol brillaba tanto que los cristales de mis gafas no filtraban su luz y que las señales de tráfico metálicas se retorcían, fundiéndose de hecho por calor, me hizo comprender que debía creerlo.

 

La narración es hipnótica, trivial, casual. Frases cortas, puntos rápidos porque los adolescentes pijos viven una distopía alucinada donde la realidad apenas les salpica. Música y cine, drogas. Por eso no pasa nada. La vida se va sucediendo en la bruma de la ausencia de responsabilidades, de la asunción de compromisos. Solo el dinero que fluye, las fiestas vacías, la indiferencia ante la vida real y palpitante, el sacrificio, el compromiso; nada de esto existe, no es, no se le espera.

 

También les dijo que me dijeran que Scott ha tenido una sobredosis. No sé quién es ese Scott. Sigue lloviendo.

Y esa noche, después de tres de esas extrañas llamadas, estrello un vaso contra la pared. No viene nadie a ver qué ha pasado. Luego me tumbo en la cama, despierto, tomo veinte miligramos de Valium para contrarrestar la coca, pero no consigo dormir. Pongo el canal de los vídeos musicales y contemplo el Valle por la ventana y miro las luces de neón bajo el cielo púrpura de la noche y miro pasar las nubes y luego me tumbo en la cama y trato de recordar cuántos días llevo en casa y luego me levanto y paseo por la habitación y enciendo otro pitillo y luego suena el teléfono. Así son las noches cuando llueve.

 

La tenemos en Anagrama.

 

Cuando se publicó Menos que cero en Estados Unidos se produjo un inesperado fenómeno: la primera novela de un autor de 20 años fue saludada por la crítica como El guardián entre el centeno de los años 80, el libro en el que se reconocía una generación, que lo convirtió rapidísimamente en un best-seller.

Menos que cero (que es también el título de una canción amarga de Elvis Costello) cuenta la historia de un joven estudiante que regresa a su casa de Los Ángeles para pasar las vacaciones y se reencuentra a su grupo de amigos, punkis dorados, hijos de productores y tycoons de Hollywood, un clan en el que cada villa tiene su piscina, cada adolescente su dealer.

Fiestas interminables, clubs de rock, líneas de coca y hamburguesas y luces de neón... y el submundo de la pornografía, las snuff movies y la prostitución masculina: con un estilo glacial, Ellis registra, impasible, la vertiginosa espiral por la que se desliza este grupo de adolescentes que experimentan precozmente con el sexo, las drogas y la desolación.

«Esta es la novela que tu madre te prohibiría. Y de la que Jim Morrison estaría orgulloso.» (Eve Babitt)

«Atravesado por un lánguido y cómico horror, Menos que cero es un pasmoso debut.» (Richard Price)

«Un tono tan distante que casi parece escrita por control remoto.» (Mary Jo Salter)

«A los veinte años, Bret Easton Ellis ha escrito una novela implacable, de una gran fuerza. Su estilo seco, cortante, directo, sin afectación, su mirada amplia, áspera e inmisericorde corresponden a un escritor de alta calidad.» (Thierry Guérin)

«Elvis Costello relataba la dificultad de vivir de los adolescentes ingleses de los 70: tabla rasa y menos que nada. Diez años después, Ellis ofrece la versión TV... Cabe destacar que este libro, partiendo de los elementos que triunfan en la tele (secuencias, cut, montaje ágil), ofrece una versión literaria que golpea en el estómago... Simplemente, el libro más rock del año.» (J. P. Simard, Rock F. M.)

«La novela de los años 80 acaba de nacer. ¡Uf!, ya era hora.» (Bernard Géniès, Le Monde)

«La novela que se llevará esta temporada.» (Juan Cueto, El País)

 


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