jueves, 5 de marzo de 2020

Lluvia fina, Luis Landero

Estamos con el coronavirus, arriba y abajo, la vida y la muerte, algo que perder, el miedo global, la angustia indiscriminada ante lo desconocido. Lo global nos infecta, nos inocula el pavor en las venas y nos recuerda nuestra vulnerabilidad, después piensas, hombre, somos miles de millones de personas, somos muchos, difícil que me toque, pero si me toca, bueno, estoy sano, un catarro, una mala experiencia, pero los medios nos vigilan como en Gran Hermano, nos alertan y siempre partiendo de la idea, terrible, del tienes todo que perder, perder, ¿el qué?. Por eso navegar nuestras contradicciones es algo tan difícil, entre el tener, el brillar y el sobrevivir porque, al final, de eso se trata, de recordarnos que lo verdaderamente importante es la vida en sí, su valor, el vivirla, el ser.
Y como se la conté a ella, te la voy a contar también a ti, aunque más a mi manera, porque yo sé que tú no te reirás de mí, como sí haría Sonia si me oyese hablar con el verdadero lenguaje del corazón.

Por eso el libro de Landero es necesario, porque, con su estilo inconfundible, quijotesto y literario, entendido como el estilo que se preocupa de lo que llamaríamos literaturidad del texto, nos acerca a los dramas cotidianos que se enquistan en la vida y no dejan vivirla en su plenitud. Hermanas e hijos, madres y maridos, pasiones privadas y enemigos. La vida que se proyectó frente a la vida que se vive, la frustración y la ficción que se hace necesaria para aguantar los envites del aburrimiento. Así, con una maestría recobrada que nos acerca a sus tres primeras obras, el autor analiza los resquemores, celos, envidias que se dan en el seno de una familia de tres hermanos, dos mujeres y un hombre, de una madre, de una mujer y un marido. El reproche se instala y lo hace a trravés de una técnica narrativa interesante que combina la presencia del narrador con el diálogo y el diálogo iinducido, es decir, en ellos el personaje refiere, en muchas ocasiones, lo referido por un tercero que, entonces, cobra protagonismo. Esta técnica , desde  mi punto de vista, consigue que el texto sea mucho más litereario ya que no le preocupa la verdad, ni siquiera las verdades de los personajes, si no la verdad literaria, es decir, la ficción que acontece en la narración de una historia, la percepción subjetiva de la realidad, no la realidad misma. Esto es literatura.

Porque ella era la única que conocía los secretos de todos y cada uno de ellos, y sabía que los pequeños y viejos rencores, por viejos y pequeños que fuesen, estaban latentes en la memoria, al acecho, esperando la ocasión de volver al presente, renovados y recrecidos, rescoldos aún tibios que el menos viento podía avivar en llama, o como esas historias en cuyo planteamiento, inocente o cómico en apariencia, está ya la semilla de un final desdichado.

Landero tiene esa fluidez en la escritura, esa capacidad de evocar y discurrir por el texto entregando al lector una visión reconfortante. Sus descripciones, en ocasiones, a penas necesitan de una pincelada para desgranar los entresijos del alma humana.

Pero la madre guardó el nombre de Gabriel para el hijo, el predilecto, el afortunado, el escogido, el único niño del mundo que nació rindo y con un único objetivo en la vida, ser feliz, y al que Andrea no recuerda haberlo visto llorar nunca, porque jamás tuvo ningún motivo

Como he comentado, uno de los rasgos de la literatura de Landero es la vida vivida frente a la vida deseada, la necesidad de la ensoñación para satisfacer el dolor de la existencia, la ilusión del proyecto único frente a lo difuso del grupo. Este leitmotiv de los sueños es tan tierno en Landero, tan ficción, que el lector se enamora irremediablemente del texto, y ahí está la maestría, queremos el texto independientemente de los personajes.

-Unos más y otros menos, todos nos inventamos un poco nuestras vidas.

El carácter épico de las acciones enriquecido por la ilusión visionaria, caracteriza a los personajes que aspiran a encontrar un espacio mejor que el que tienen y esto sería la parte quijotesca de los molinos que encalla con la obcecación de la realidad que no entiende de literatura.

Andrea le pidió una última oportunidad. "Por favor, mamá", le dijo, "déjame apuntarme a una academia de música. Yo tengo talento  musical, créeme, te lo juro por Dios. Seré una gran compositora, y también cantante y guitarrista, tendré  mi propia banda, ganaré muchísimo dinero, y te daré mucho más de lo que vale la sortija. Seremos muy ricos, mamá. Yo tengo un mundo de canciones dentro de mi cabeza". Pero la madre se mantuvo inflexible. "Ya sabía yo que algo inventarías para no tener que trabajar".

Así, Landero se convierte, por méritos propios, el narrador del milagro fracasado, de la cotidianidad de la vida que no fue y de la ilusión del devenir imaginado.

Y eso sin contar el miedo más o menos inconsciente al fracaso, al ver cómo se iban los años y su historia personal revelaba la vieja trama de una vida inútil, echada a perder en plena juventud.

Podemos leerla en Tusquets.

Editorial: Tusquets Editores S.A.
Temática: Novela literaria | General narrativa literaria
Colección: Andanzas
N. Páginas: 272
Tras mucho tiempo sin apenas verse ni tratarse, Gabriel decide llamar a sus hermanas y reunir a toda la familia para celebrar el 80 cumpleaños de la madre y tratar así de reparar los viejos rencores que cada cual guarda en su corazón, y que los han distanciado durante tantos años. Aurora, dulce y ecuánime, la confidente de todos y la única que sabe hasta qué punto los demonios del pasado siguen tan vivos como siempre, trata de disuadirlo, porque teme que el intento de reconciliación agrave fatalmente los conflictos hasta ahora reprimidos. Y, en efecto, la primera llamada de teléfono desata otras llamadas y conversaciones, inocentes al principio y cada vez más enconadas, y de ese modo iremos conociendo las vidas de Sonia, de Andrea, de Horacio, de Aurora, del propio Gabriel y de la madre, y con ellas la historia familiar, desde la infancia de los hijos hasta la actualidad. Tal como temía Aurora, las antiguas querellas van reapareciendo como una lluvia fina que amenaza con formar un poderoso cauce al límite del desbordamiento. Entre Agosto e Hijos de un dios salvajeLluvia fina es la novela más trepidante de Luis Landero.

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