lunes, 22 de abril de 2019

Feliz final, Isaac Rosa


Tanta lluvia anega los corazones y hace que el cuerpo se calme. Queremos las vacaciones para hacer, cuando en nuestra vida hacemos de manera constante: trabajamos, llevamos los hijos, cuidamos la casa; es una vorágine agotadora que necesitamos prolongar cuando llegan las vacaciones y buscamos aventura, caminar, hacer el deporte que no hacemos o comer lo que no comemos. Es agotador. La lluvia, pues, nos recoge, nos lleva a nosotros mismos e, incluso, algunos llegan a leer medio libro, ese medio  libro que nunca acabarán de leer pero que les estimula como si fuera subir a la cima del Mont Blanc.

El amor, el amor es una construcción, una atracción y una parte sustancial del ser moderno. No tengo claro que fuera del marco meramente occidental el amor sea la misma construcción, que el amor, vamos, sea un fin en sí mismo donde las parejas, de cualquier clase, forma y tamaño, concurran en un proyecto infinito en el espacio tiempo. El amor. Cela decía que una buena novela no necesita más argumento que un hombre y una mujer amándose, es interesante, en realidad, podemos sacar cientos de argumentos diferentes e inventar actantes infinitos: al amante, la amante, el hijo, la hija, los amigos, los suegros, los hermanos de ella, los compañeros de trabajo y así hasta que no sepamos muy bien en qué lugar hemos dejado el amor. En cualquier caso, el amor entendido en el sentido ficcional moderno, o sea, como una necesidad a la que todos estamos destinados y a la cual todos debemos acceder por imperativo categórico, no es más que la ilusión del nosotros mismos reflejado en el otro, o la otra, o los otros y otras, en cualquier caso, no es más que la sombra de lo que creemos que nos merecemos: ser amados, queridos, por encima del otro. Pero en realidad, ¿cuántos de nosotros se entregan a la infinita tarea de un altruismo sincero sin esperar, sin querer recibir, dándose desde dentro, entregándose sin reproches? No sé, sí lo sé, igual que conozco la respuesta del marco de expectativas, el “yo merezco más” “yo doy más” “yo amo más” Y claro, después las cosas no funcionan, el ego se agravia y el dolor se instala a sus anchas en el corazón aterrado ante la posibilidad, real, de que no somos amados, que nuestra compañera no es nuestra madre o que nuestro compañero no nos va a proteger de nosotros mismos.

Nosotros íbamos a envejecer juntos

Así Feliz final, al igual que feliz cacería o feliz día, no deja de ser una broma del escritor que juega con el lector al que le expresa, directamente, que el final ya se lo da él, que no será un final feliz, lleno de amor y ternura, de príncipes y romanticismo, no, será un final desvelado de una manera sencilla. Porque la acción trascurre en un impecable plano cronológico, pero al revés, desde el desenlace hasta el nacimiento, desde el epílogo al prólogo, desde el adiós al nacimiento del amor.
Así, el desamor es deconstruido hacia el amor o a través del amor, diría que más a través de los deseos, de la convivencia, de las fidelidades, que hay muchas e infidelidades que son triviales, porque la amante desencadenante es trivial, el amor pasajero del pueblo, el amante, es trivial, aquí lo que importa son las razones, la construcción de una vida en pareja, sus dificultades, sus anhelos, lo que quiere él, lo que quiere ella, lo que él no le da, lo que ella no le da, los hijos, los otros hijos, las otras parejas, todo en sucesión lineal, estrictamente hacia atrás, hacia un principio que se va volviendo más presente, que crea la ansiedad de que el lector, por fin, entienda que todo el amor es susceptible de ser desestructurado, desmenuzado, digerido y diseccionado como hace el cirujano que quiere extirpar un tumor. Pero aquí no hay tumor, simplemente hay una ilusión óptica del deseo consumado y convertido en eso que llamamos amor, una realidad que se come a los protagonistas y les hace abandonar sus vidas para encontrar una de las diferentes vidas que van a vivir, porque vivimos mucho, porque conocemos a mucha gente, porque podemos confundir el desear sin conciencia con amar con pasión, sin embargo, ¿realmente vamos a darnos sin esperar a recibir? No, no es cierto, vamos a confundirnos en el sexo, en las largas conversaciones, en vernos en lo otro, en escucharnos en las palabras que entendemos como una especie de telequinesia y no es más que el yo reflejado y esperado y reconocido. 

Nos queremos, seguramente no nos amamos pero nos queremos, no nos deseamos pero nos queremos, podríamos vivir el uno sin el otro pero nos queremos, hemos aceptado que esa forma tranquila de quererse no es una merma ni un fracaso sino al contrario, un triunfo. Estamos juntos, no por ninguna predestinación ni ridículas medias naranjas inseparables, ni siquiera  por necesidad económica, sino porque hemos decidido seguir juntos.

Isaac Rosa hace un trabajo estupendo, laborioso. Va diseccionando los estados de ánimo, adentrándose en la anatomía precisa del sentimiento, de lo cotidiano, de la vida, de los deseos incumplidos, de los reproches, de la falta de consenso y en la ilusión de que nos espera la vida que habíamos soñado. Lo hace a través de un diálogo entre los amantes, entre reproches y recuerdos, lo hace cambiando la perspectiva, ofreciendo una multilateralidad que agradecemos al proporcionarnos todos los elementos para juzgar: en realidad para que nosotros tengamos una feliz lectura.

yo soy la primera que defiendo que hay mucho que criticar y revisar, pero me mosquea tanta insistencia y tanto consenso contra el amor romántico; a ver si al final salimos de una trampa para caer en otra, superamos el amor romántico con sus servidumbres y violencias para caer en el individualismo y el amor desamorizado con sus aún peores servidumbres y violencias; ¿no os parece sospechoso que de un tiempo a esta parte todos estemos en contra del amor romántico?

El libro podemos encontrarlo en Seix Barral.

Nº de páginas: 344
Editorial: SEIX BARRAL
Idioma: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788432234101
Año de edición: 2018
Plaza de edición: BARCELONA

Esta novela reconstruye un gran amor empezando por su final, la historia de una pareja que, como tantas, se enamoró, vivió una ilusión, tuvo hijos y peleó contra todo —contra ellos mismos y contra los elementos: la incertidumbre, la precariedad, los celos—, luchó para no rendirse, y cayó varias veces.
Cuando el amor se acaba, surgen las preguntas: ¿dónde se torció todo?, ¿cómo hemos acabado así? Todo amor es un relato en disputa, y los protagonistas de este cruzan sus voces, confrontan sus recuerdos, discrepan en las causas, intentan acercarse. Feliz final es una autopsia implacable de sus deseos, expectativas y errores, donde afloran rencores sedimentados, mentiras y desencuentros, pero también muchos momentos felices.
Isaac Rosa aborda en esta novela un tema universal, el amor, desde los muchos condicionantes que hoy lo dificultan: la precariedad y la incertidumbre, la insatisfacción vital, las interferencias del deseo, el imaginario del amor en la ficción…
Porque es posible que el amor, tal y como nos lo contaron, sea un lujo que no siempre podemos permitirnos.

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