Esta noche ha hecho un calor
sofocante, la humedad invadía mis pulmones y tenía una sensación extraña de
asfixia. Me he levantado con ganas de escribir en este espacio que he ido
abandonando, no en sentido literal, pero sí en mi imaginación; me he ido
alejando atrapado por otras cosas, por el trabajo, por la molicie, por la vida
que me fagocita y, cuando me doy cuenta, estoy ahogándome por la calle y ya no
sé si es de calor o por las ausencias que cada vez son más palpables.
Pienso en la utopía, y
decido que quiero volver a leer Escuela
de Mandarines, como si fuera un mantra que me relaja en tiempos
turbulentos, en los tiempos en los que la apariencia se adueña de la esencia,
cuando el individuo parece más vulnerable que nunca, sin embargo hay espacio
para la esperanza. Ayer asistí a una conferencia sobre la influencia de los
medios en las personas, me hizo gracia observar cómo el conferenciante se
alarmaba por el poco uso que hacían los más desfavorecidos de la red, según las
estadísticas, pero claro, el “uso” al que él se refería a la era internet del
conocimiento, no al uso de las redes como canales de información, de
interactuación, de interconexión, porque esta internet la utilizan todos,
incluso los más desfavorecidos, y me di cuenta de que cuanto más se han
utilizado las redes como canales de información, paralelamente, más han caído
ciertas ideologías que aspiran, exclusivamente, a controlar al individuo, a
transformarlo según los dictados de los mandarines; ideologías que aspiran,
exclusivamente, a transformar lo que es real, a controlarlo y a dosificarlo
según sus criterios para conseguir el ansiado cambio social, pero amigos, el
cambio social ya se está produciendo y no tiene nada que ver con lo que
pensaban. ¿Uniformización? ¿Re ideologización? ¿Fakes? ¿Otra manera de digerir el conocimiento? ¿Redefinir?
Así las utopías me invaden
esta mañana en la que también hace un calor tremendo, y pienso en Un mundo feliz, en 1984, o en esta distopía apocalíptica y utópica de Ray Loriga.
Rendición
como
metáfora del mundo contemporáneo, como proyección utópica de la realidad
inmaculada que parecen vislumbrar algunos individuos. La novela busca en la
guerra la solución en la paz, y, al estilo de 1984, se adentra en un mundo en el que no sabemos quiénes son los
vencidos o vencedores, donde los refugiados parecen los más privilegiados en
esa Ítaca imaginaria que se encuentra encerrada en una gran cúpula de cristal.
Porque parece que cuando se imagina el mundo de mañana, se imagina con luz
blanca perpetua, con una higiene inmaculada, con unas relaciones sociales
autoreguladas.
Ella
dice que es el cuento lo que importa y no la realidad que lo sujeta.
Las distopías imagino que
siempre tienen algo de cierto, creo entender que el autor, pues, pretende
radiografiar para alertar, esto, evidentemente, más allá del valor literario de
la obra que, sinceramente, me parece un libro juvenil, pero que puede hacerme
reflexionar y creo, además, que está resuelta de manera acertada. Ya había
visto en algunas películas cómo estas sociedades hipercontroladas, aquí autocontroladas, requieren de las drogas para
que el ciudadano no sienta, no padezca y abandone cualquier instinto natural,
para que no seamos humanos o seamos humanos imaginados, extremo este muy
interesante, y cómo, siempre, existe el germen de la revolución en las almas
puras, aunque no sé si podríamos decir puras o disruptivas, o prescindibles,
porque no me queda claro si la metáfora del final quiere decirnos que muere lo
real para reconvertirse en lo proyectado, en un gran circo que, parece, es en
lo que se han convertido las sociedades contemporáneas.
Así
que no quedó más remedio que recurrir a la fuerza. Cuando fallan el resto de las
razones sólo la fuerza se sujeta,
De todas maneras, no
olvidéis que la utopía del Mundo feliz,
o los recuerdos del film Equilibrium,
ese bien común, esa proscripción de las emociones humanas, del olor humano, del
amor en toda su contradicción bien común
También
me dijo, y esto sí que sorprendió, que nuestro país había sido en realidad el
agresor y culpable
Interesante lectura de verano.
La tenemos en Alfaguara. Aquí os dejo datos de interés.
- Nº de páginas: 216 págs.
- Encuadernación: Tapa blanda
- Editorial: ALFAGUARA
- Lengua: CASTELLANO
- ISBN: 9788420426860
¿Quiénes somos cuando
nos cambian las circunstancias?
La guerra dura una
década y nadie sabe a ciencia cierta cómo transcurre, qué bando fue el agresor
y cuál el agredido. En la comarca, la vida ha continuado entre el temor a la
delación y la añoranza de los que fueron al frente.
Cuando llega el
momento de evacuar la zona por seguridad, él emprende camino junto a su mujer y
al niño Julio, que ayuda a amortiguar el dolor por la ausencia de los hijos soldados.
Un futuro protegido parece aguardarles en la ciudad transparente, donde todo es
de dominio público y extrañamente alegre.
Allí los recuerdos
desaparecen; no existe ninguna intimidad -ni siquiera la de sentir miedo- hasta
el momento en que la conciencia despierta y se impone asumir las consecuencias.
«Una historia
kafkiana y orwelliana sobre la autoridad y la manipulación colectiva, una
parábola de nuestras sociedades expuestas a la mirada y al juicio de todos.»
Del Jurado del XX Premio Alfaguara de novela
Del Jurado del XX Premio Alfaguara de novela
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