Acabo de explicar a
los alumnos La casa de los espíritus. Cambia el paradigma de enseñanza.
Ya no vale con la confianza en que leerán la obra, en que un examen de lectura
determinará si, en realidad, lo han hecho o no. Recuerdo en la facultad los
interminables exámenes de control de lectura, las preguntas estúpidas y la
falta de confianza en el alumnado que demostraba el profesorado; lo recuerdo
con desdén y pensé entonces, sigo pensando ahora, que una facultad que promovía
el buenismo social, la filosofía de Rousseau sobre la bondad intrínseca
del ser, confiaba muy poco en esta y, más bien, se acercaba a los postulados de
Hobbes. Debía de ser terrible para ellos tener que hacer aquellos exámenes
bochornosos; debo añadir que mis resúmenes de libros tuvieron cierto
predicamento, esto, claro, me hizo saber desde muy temprano que la confianza es
algo muy laxo.
En conclusión, nunca
creí en los controles de lectura, nunca, por eso a mis alumnos prefiero
hablarles del libro, de mis sensaciones y si hay material audiovisual, mejor,
porque no nos equivoquemos, los que me visitáis, yo mismo, somos extraños en el
paraíso del consumo, somos extraños que prefieren diferir su placer a disfrutar
de manera instantánea con cualquier sucedáneo, pero no os creáis mejores, no lo
somos, porque muchos de nosotros no prestamos ni un segundo de nuestras vidas a
preocuparnos por los avances de la biomecánica o de la teoría de cuerdas. Leer
es algo inherente a nosotros, pero sé que no trasladable, por eso me conformo
con ciertos sucedáneos y con que mis alumnos, a través de lo visual, conozcan
que Cien años de soledad es una obra monumental, colosal, brillante y
transformadora. Si queremos que tengan gusto por leer, sabedlo, no podréis
imponerlo.
Así que retomo a
este autor y me resulta entrañable, el retomarlo y el leerlo, el sumirme en la
polifonía, en la construcción de la trama, en los diferentes personajes que son
de otro tiempo, de otras tramas, pero que se reencuentran en esta para un fin.
El Chile revolucionario, la represión de los militares, el exilio, pero sobre
todo las relaciones personales, los recuerdos del comunismo y de la militancia
y de quienes fueron pero ya no son, configuran el relato con una maestría
notable.
Hay añoranza,
tristeza e ironía en la descripción de lo que fueron, hay inteligencia y
sentido de la evocación, pero sobre todo crítica a los elementos utópicos del
comunismo.
y aunque ahora me resulta increíble, una, una sola gallina, puso
todos los días su huevo de rigor. Yo anotaba en el informe de producción:
huevos, uno.
—Era una gallina con conciencia de clase —aseguró Arancibia.
—Una heroína del trabajo socialista. Al undécimo día, dudando
entre el suicidio o el asesinato en masa, nos decidimos por lo segundo; ser
creativos era la consigna, de tal manera que reuní a los más maceteados de la
avícola, nos armamos con unas escopetas de caza y en un par de camiones salimos
rumbo a la fábrica de alimentos.
Y una visión
brillante de lo que pasó en Chile, porque lo pasó lo sabremos por la historia,
claro, pero la literatura es capaz de explicar, en realidad, qué paso; lo que
queda no es el recuerdo, se reconstruye, son las sensaciones, que se
reconstruyen también.
Tuvieron planes para prolongar la amistad y conservarla inmune al paso de
los años, y fueron compañeros, cómplices en el esfuerzo por hacer del país un
lugar si no mejor, por lo menos no tan aburrido, hasta que llegó esa mañana
lluviosa de septiembre y a partir del mediodía los relojes empezaron a marcar
horas desconocidas, horas de desconfianza, horas en que las amistades se
desvanecían, desaparecían y de ellas no quedaba más que el aterrorizado llanto
de las viudas o las madres.
Y así, en la
perplejidad se reencuentran en un Chile diferente los que fueron militantes,
asombrados por el paso del tiempo y por la muerte que le da un giro de novela
policiaca.
Los que volvían del exilio andaban desorientados, la ciudad no era la
misma, buscaban sus bares y encontraban tiendas de chinos, en su farmacia de la
infancia había un topless, la vieja escuela
era ahora un negocio de autos, el cine del barrio un templo de los hermanos
pentecostales. Sin avisarles, les habían cambiado el país.
El uso de la ironía
es un arma muy potente para la reflexión. Lo cómico es capaz de ahondar en lo
más profundo de las contradicciones. La explicación de la izquierda es,
sencillamente, genial, La vida de Brian.
En medio de la asamblea, Coco Aravena se sentía eufórico, pues la comisión
de agitación y propaganda del Partido Comunista Revolucionario Marxista
Leninista pensamiento Mao Tse-Tung tendencia Enver Hoxha, muy diferente de la
camarilla liquidacionista que se hacía llamar Partido Comunista Revolucionario
Marxista Leninista pensamiento Mao Tse-Tung tendencia bandera roja, lo había
comisionado para la lectura de una resolución del Comité Central llamada a
cambiar la historia.
Como siempre os dejo
dato de interés. Podemos encontrarla en editorial Espasa.
Nº de páginas: 176
págs.
Encuadernación: Tapa
dura
Editorial: S.L.U.
ESPASA LIBROS
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788467031003
En un viejo almacén
de un barrio popular de Santiago de Chile tres sexagenarios esperan impacientes
la llegada de un hombre. Cacho Salinas, Lolo Garmendia y Lucho Arencibia, tres
antiguos militantes de izquierda, derrotados por el golpe de estado de
Pinochet, condenados al exilio y al desarraigo, vuelven a reunirse treinta y
cinco años después, convocados por Pedro Nolasco, un antiguo camarada al que
esperan para ponerse a sus órdenes y ejecutar una temeraria acción
revolucionaria. Pero cuando Nolasco se dirige a la cita en el almacén,
muere de forma grotesca, golpeado por el destino ciego en forma de un
tocadiscos lanzado desde una ventana en medio de una violenta discusión
conyugal. El plan parece haberse ido al garete por la muerte del líder hasta
que Garmendia se dirige a sus compañeros y, recordando la expresión favorita de
su difunto compañero, les dice: “¿Qué, nos la jugamos?”.
La sombra de lo que fuimos es un virtuoso ejercicio
literario puesto al servicio de una emotiva historia crepuscular y una
reivindicación de los perdedores. Una novela escrita con el corazón y con el
estómago, que no puede dejar de conmover al lector, arrancar su sonrisa y hasta
su carcajada y, a la postre, hacerle reflexionar.
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