martes, 27 de febrero de 2018

Tráeme tu amor, y otros relatos, Charles Bukoski


¿Cuántas veces habré hablado de mi refugio? En más de una ocasión, sin duda. Cuando pierdo el interés por la lectura, estoy apático, algo así, busco de entre mis libros aquellos que me provoquen el impulso vital, para ser más exactos, aquellos que me den el aliento suficiente para sentir la vida dentro de mí de nuevo. Es algo complicado de explicar, es complicado porque es algo interno, inherente a mi persona y, por eso, difícilmente externalizable. La literatura está tan interiorizada que se ha convertido en una amiga inseparable, en un ser con vida propia, amada y odiada, venerada e insultada, por eso, en momentos extraños, ahora vivo momentos extraños, vuelvo a los libros que me pueden hacer sentir. Mi problema, claro, es que releo poquísimo, por eso debo buscar nuevos retos y estímulos en autores que me suelen causar satisfacción. Sería más fácil ser un adicto a los videojuegos, me proporcionarían el placer que anhelo en un instante.

Por eso retomo a Bukowski, al eterno e infiel autor americano, me reencuentro con él y sé que me proporcionará golpes sin piedad a mi línea de flotación. La realidad aparece sin contemplaciones, tal y como la interpreta, describiéndola en su crudeza y anodina insipidez. Este libro es muy breve, es un juego más de las editoriales que toman algunas viñetas de Crumb y preparan una edición de bolsillo para coleccionistas, ¿y qué? Tengo un amigo que es capaz de pagar una fortuna por una figura de plástico de Star Wars, ¿por qué alguien no iría a pagar diez euros por disfrutar del placer de una lectura que le causa satisfacción?
El libro son tres cuentos que trabajan diferentes aspectos humanos. El primero, Tráeme tu amor, indaga en la locura, en los famosos ataques de nervios de algunas personas que se sienten alienados ante sí mismas. Una mujer en un sanatorio y su marido que se acerca a verla, ella consciente de él, ruda, cruda, sin contemplaciones le recuerda quién es, él, claro, y él vive en su mundo, su vida, pero con el remordimiento extraño que necesita para redimirse. El amor es como un golpe, con Bukowski todo es como un golpe. Y el relato es eso, un instante, una instantánea fugaz que presenta al lector la posibilidad de recrear lo que fue y lo que vendrá. Siempre me da la impresión de que los personajes de Bukowski son como una isla, un mundo simple en un mundo complejo.

-Estaré cerca un par de días, Gloria -dijo Harry con voz tranquilizadora-̣. Te traeré todo lo que quieras.
-Entonces táeme tu amor -exclamó-. ¿Por qué demonios no me traes tu amor?

En No funciona el negocio, se vuelve a la senda del perdedor, a la vida sin perspectivas y a la autodestrucción. La anécdota y el punto inespecífico en el paisaje de la vida determinan la acción. Pinceladas muy breves. Vamos, pues, a un hecho concreto que usa para contarnos algo, para centrarnos en un aspecto concreto de la acción. Un cómico sin gracia, la depresión de la era Reagan, unas Vegas decayente y la amargura de dejar de ser. Un narrador potente, directo, capaz de captar la degradación en pocos párrafos Crumb aparece de una manera fantástica, con esos trazos lúgubres del undeground tan suyos.

Manny Hyman estaba en el mundo del espectáculo desde los dieciséis años. Cuatro décadas en lo mismo y aún no tenía donde caerse muerto.

Pero, especialmente, Bop, Bop, contra aquel telón, es un relato fantástico, lleno de sentido. Vuelve a los años de la infancia. Los relatos en que Bukoski hace esto, y sobre todo en la novela La senda del perdedor, su escritura adquiere una dimensión diferente, se observa cierto anhelo de lo perdido, porque la crudeza de los espacios descritos compite con una memoria que quiere no perder lo que pasó. Así, por ejemplo, el mundo aparece retratado en toda su crudeza y la depresión de la realidad concentrada en un agujero de los pantalones.

A nuestros padres jamás les importaban las costras de sangre y los morados; el terrible e imperdonable pecado era aparecer con un agujero en una de las rodillas de los pantalones. Porque cada chico sólo tenía dos pares de pantalones: los pantalones de todos los días y los pantalones del domingo, y no se podía hacer nunca un agujero en la rodilla de uno de los dos pares porque eso demostraba que eras pobre e imbécil y que tus padres también eran pobres e imbéciles.

La belleza, el momento de luz aparece, sí, pero la sombra de la realidad se impone.

Sin embargo, aquellos domingos, la mayoría de aquellos domingos, eran magníficos, una pequeña luz en los tiempos oscuros de la depresión, cuando nuestros padres salían al porche, desempleados e impotentes, y miraban cómo nos molíamos a palos y después entraban y se quedaban mirando las paredes, sin atreverse a encender la radio por miedo a la factura de la luz.

Podemos encontrar el libro en Libros del zorro rojo. Aquí os dejo datos interesantes.

Nº de páginas: 64 págs.
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • Editorial: LIBROS DEL ZORRO ROJO
  • Lengua: CASTELLANO
  • ISBN: 9788494164538

Se sabe que Charles Bukowski y Robert Crumb, cronistas complementarios de la vida y las pesadillas en los pliegues más incómodos de su sociedad, se vieron una sola vez, y que se profesaban admiración y respeto.
«Para mí —opinó Crumb sobre Bukowski— dice las cosas como hay que decirlas. Creo que para ser artista o escritor en el mundo moderno hace falta una fuerte dosis de alienación. Si eres muy equilibrado, no tienes nada interesante que decir.»

«En la gente que él dibuja —dijo Bukowski sobre Crumb— hay energía y resplandor. Una de las personas más verdaderas que he conocido. Sería para mí un mágico honor que ilustrara algunos de mis ruinosos personajes.»

Entre 1975 y 1984, Robert Crumb ilustró los tres notables relatos que componen este libro: «Tráeme tu amor», «No funciona el negocio» y «Bop, bop, contra aquel telón», historias de perdedores obsesionados por la precariedad laboral, el alcohol y el sexo, a quienes la realidad controla para que no puedan salir de donde están.

«Ningún escritor norteamericano contemporáneo ha descalificado el sueño americano con tanta perseverancia como Charles Bukowski.» San Francisco Chronicle

«Me odio por lo menos tanto como odio a los demás.» Robert Crumb

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